Por qué Obama va a ganar las elecciones de Estados Unidos

 

Barack Obama será reelegido presidente el martes por la noche, y probablemente por un margen relativamente cómodo de votos electorales.

La pregunta para los trabajadores y las trabajadoras de los EE.UU. y del resto del mundo, es: ¿es importante quién gane?

Empecemos con lo que tenemos en lo inmediato: el día de las elecciones.

Yo creo, como lo he comentado desde hace tiempo, que la elección ya estaba realmente decidida desde la primavera, a pesar de la obsesión de los medios de comunicación por contar historias.

La elección se decidió hace mucho tiempo por varias razones fundamentales, pero antes, valga recordar que quien gana la Casa Blanca se lo lleva todo; la contienda estado por estado para ganar votos electorales equivale al número de representantes de cada estado en el Congreso.

Ganar el total del voto nacional popular no es importante, aparte del derecho a alardear de esta mayoría y para evitar la ráfaga, siempre fugaz, de preguntas acerca de la “legitimidad” de la victoria.

El ganador tiene que obtener 270 votos de un total de 538.

 

 

¿Habla español?
Obama está aplastando a Romney entre los votantes latinos, llevándose alrededor de dos tercios del voto latino.

Es un grupo demográfico absolutamente crucial en estados como Colorado, Nevada, Arizona, Nuevo México y Florida.

Este hecho es un desastre para los republicanos, una pesadilla a largo plazo que va a durar una o dos generaciones más.

Como lo señaló el estratega republicano Whit Ayers durante la campaña: “Si no tenemos mejores resultados entre los latinos, no vamos a preguntarnos cómo recuperar Florida en la carrera presidencial, más bien vamos a hablar de cómo no perder Texas”.

Esta hablando del mismo estado de Texas que no ha figurado en la escarcela de los demócratas en las presidenciales desde 1976; un estado del que George W. Bush fue gobernador.

De hecho, el Partido Republicano es esencialmente un reducto blanco y protestante, mientras que Estados Unidos cuenta ahora con más del 50 por ciento de minorías y de no protestantes.

En las próximas elecciones, los blancos no constituyen la mayoría de los electores que acudirán a las urnas.

El Partido Republicano se enfrenta al abismo de la irrelevancia y a la posibilidad de verse excluido de la Casa Blanca durante generaciones.

 

 

Romney no es Ronald Reagan
Reagan irrumpió en 1980 al final de la campaña, convirtiendo las elecciones en un maremoto.

Tranquilizados ante la perspectiva de contar con Reagan a la cabeza, y descontentos con una magra economía, gran parte de los votantes se decantó por Reagan en los últimos días.

Sin embargo, Reagan no se limitó a pasar lista a una serie de cuestiones políticas.

A un gran número de votantes les gustaba Reagan personalmente: sus ojos brillaban y su actitud jovial conectaba con la gente, en particular con los demócratas de la clase trabajadora.

En cambio, Romney ha tenido persistentes, e históricamente altos, índices negativos como contrincante.

Los sentimientos de los votantes hacia Romney han sido siempre algo así como: “no dude en contar su dinero en las Islas Caimán mientras no sea en mi casa”.

 

 

La cólera de los multimillonarios blancos
Estas elecciones marcan, tal vez, el colmo de la corrupción de la política estadounidense.

Un puñado de multimillonarios ha sido capaz de gastar ingentes cantidades de dinero, donando decenas de millones de dólares para Romney a través de los denominados “superPACs” (Comités de Acción Política).

Pensé que el dinero sería una grave amenaza para Obama, ya que podría financiar una ráfaga publicitaria de último minuto jugándose el todo por el todo en nombre de Romney. Estaba equivocado.

La guerra del dinero terminó en empate. Ningún candidato se quedó sin recursos financieros suficientes para inundar las ondas radiodifusoras y construir una máquina de participación en las elecciones.

Sin embargo, el dinero, creo yo, sentó las bases de la derrota de Romney.

Dos grandes donantes republicanos: un conservador multimillonario cristiano, Foster Freiss, y el multimillonario magnate de los casinos, Sheldon Adelson, suscribieron un ataque fulminante contra Romney en las primarias republicanas.

El dinero sostuvo a los principales rivales de Romney a la investidura republicana, Rick Santorum y Newt Gingrich, mucho después de que habían sido expulsados de la carrera por falta de recursos.

El aluvión de anuncios contra Romney llenó las ondas de los estados más disputados mucho antes de que la maquinaria Obama pasara a una mayor velocidad.

Los anuncios no discriminan, los ve todo el mundo.

Los votantes independientes no pudieron sino pensar: olvídese de lo que dicen los demócratas, vea a los republicanos atacando a uno de los suyos.

Aquellas implacable salvas televisivas probablemente cimentaron una opinión negativa de Romney en la mente de muchos votantes independientes.

 

 

La Teoría de Bill Maher
El actor Bill Maher sugirió que la consigna más potente del Partido Demócrata era: “Vota por nosotros. No somos perfectos, pero los otros están locos”.

Desde el punto de vista de un votante independiente, podría parecer que los demócratas tienen un montón de manzanas podridas en el partido: desde los ideólogos enamorados de la empresa y el libre mercado hasta gente no muy inteligente e incapaz.

Pero, por regla general, aunque pueda estarse muy en desacuerdo con sus posiciones, si escuchas la retórica demócrata no puede decirse que estén visiblemente locos.

También es cierto que muchos republicanos asustan a un montón de gente.

En primer lugar está el talante del candidato a senador por Missouri, Todd Akin, y candidato a senador por Indiana, Richard Mourdock, quienes creen, respectivamente, que una “violación legítima” no produce un embarazo y que los embarazos causados por una violación son obra de Dios.

Luego están los negacionistas del cambio climático, que ocupan un lugar central en el pensamiento republicano.

Sin olvidar el gran número de dirigentes del Partido Republicano que se niegan a distanciarse, como mínimo por temor a las represalias de la franja de los lunáticos del partido, del persistente clamor de que Barack Obama no nació en los EE.UU..

 

 

Pautas de votación
Estados Unidos es un país de centro izquierda. Puede elegir gobiernos de centro derecha, pero ello se debe a la triste realidad de que votar en Estados Unidos no es fácil, no es algo que se fomente y ahora es presa de una vasta maquinaria de hacer dinero que pervierte el debate público racional y veraz.

El martes, alrededor de la mitad del país, aproximadamente 100 millones de votantes, no va a acudir a las urnas.

La mayoría de los que no acuden a las urnas son votantes tipo demócrata que no participan debido a los obstáculos que deben sortear para votar (si eres pobre, tienes dos puestos de trabajo y tienes que llevar una casa sin contar con servicios de guardería asequibles, ir a votar se considera algo opcional) y están hartos de ambos partidos porque los ricos se hacen cada vez más ricos, mientras que casi todos los demás tienen que seguir pedaleando.

Sin embargo, los sondeos de muchos años indican que la mayoría de los estadounidenses apoyan a los sindicatos, quieren que los ricos paguen más impuestos, creen en un control firme y razonable de las armas y se oponen a la discriminación contra los trabajadores indocumentados.

Pienso que los principales dirigentes republicanos saben que están perdiendo una elección que deberían ganar, dado el actual horrendo cuadro económico, razón por la cual la convención republicana estaba llena de ponentes de alto nivel que, con la vista puesta en la carrera hacia la Casa Blanca en 2016, se promovieron más a sí mismos que a Romney.

¿Por qué creen que el gobernador republicano de Nueva Jersey, Chris Christie, un candidato potencial para 2016, no se le despegó a Obama, para gran consternación de los seguidores de Romney, durante la gira que hicieron juntos tras la destrucción causada por Sandy?

Yo me quedo con la predicción que hice hace unas semanas: Obama va a ganar 332 contra 206.

Mi total incluye a Obama ganador Florida. Puede que esa posibilidad no llegue a concretarse, pero, incluso sin Florida, el total de Obama superará los 300 votos electorales; un margen muy seguro por encima de los 270 necesarios.
Segundo mandato de Obama
Ahora bien, ¿es importante para los trabajadores que Obama gane un segundo mandato?

La respuesta es un determinante... sí y no.

La agenda del Partido Republicano es clara: quiere aniquilar el movimiento sindical en los EE.UU.

La persona que dirija el Consejo Nacional de Relaciones Laborales de Obama será infinitamente más favorable a los trabajadores que cualquier otra persona designada por Romney.

Es absolutamente cierto que los republicanos y sus aliados empresariales exigirán que ponga a la cabeza de este Consejo alguien que socave la legislación laboral y haga imposible la sindicalización de los trabajadores en el marco jurídico existente (un marco ya fracturado, pero eso es otra historia).

En general, un presidente demócrata tratará, a través de otros organismos federales que se ocupan de los derechos de los trabajadores, desde las leyes contra la discriminación hasta las relativas a la salud y la seguridad en el lugar de trabajo, de velar por que la legislación favorezca a la gente.

Los presidentes republicanos de cosecha reciente son más propensos a socavar esas mismas leyes (aunque hay que agradecer a Richard Nixon que firmara la ley nacional sobre la salud y la seguridad).

Ahora, veamos por qué “no, no importa que gane”.

Ambos partidos discuten en un margen sumamente estrecho cuando se trata de abordar las grandes cuestiones actuales.

Ambos partidos piensan que es preciso reducir los impuestos para las empresas, y solamente discuten sobre el alcance de esos recortes.

Todo ello a pesar de que un estudio de la administración Bush de 2007 puso de manifiesto que las empresas con sede en Estados Unidos deberían dejar de quejarse porque “en Estados Unidos, los impuestos representan una media inferior de los ingresos de las empresas en comparación con otros países desarrollados".

Ninguno de los partidos está pidiendo impuestos significativamente más altos para los muy ricos, en parte porque son los muy ricos los que financian las campañas de ambos partidos.

Es Barack Obama quien creó la comisión “bipartidista” de la deuda que ha incendiado el país entero con absurdidades como la de una falsa crisis del déficit y la deuda

Destacados economistas como el Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz piensan que es una locura predicar la austeridad en un momento de gran desempleo y subempleo.

Tal vez la furia del huracán Sandy pueda dar a la gente qué pensar acerca de escatimar en inversiones en infraestructura.

 

 

Amenaza para los trabajadores
Sin embargo, hay una grave amenaza que pesa sobre los trabajadores debido al denominado “gran acuerdo” sobre la reducción del déficit, que el Presidente ha estado buscando con los republicanos.

Pero ese “gran acuerdo”, como lo señaló elocuentemente el Presidente de AFL-CIO, Richard Trumka, “huele mal por todas partes, precisamente por eso se está negociando a puertas cerradas.

“Nosotros decimos ‘no’ a los acuerdos secretos. Tengamos este debate al aire libre.

“¿Creen ustedes que el pueblo norteamericano realmente desea recortar las prestaciones de la seguridad social, Medicare y Medicaid, a cambio de reducir la tasa impositiva máxima para los estadounidenses más ricos? Yo no lo creo.”

Ambos partidos siguen ignorando intencionadamente el hecho de que el sistema económico de “libre mercado”, aplicado y promovido durante décadas, es un fracaso lamentable.

En el “mercado libre”, 46 millones de personas viven en la pobreza, la cifra más alta jamás registrada durante los 52 años que la Oficina del Censo de los EE.UU. ha estado siguiendo esta cifra.

Uno de cada 5 estadounidenses no puede encontrar un trabajo decente, ni trabajo a tiempo completo, y está tan profundamente endeudado que no tiene escapatoria alguna.

En noviembre de 2011, el 76 por ciento de las personas encuestadas en un sondeo de NBC/Wall Street Journal estuvieron de acuerdo con la siguiente afirmación:

“La estructura económica actual del país carece de equilibrio, y favorece una proporción muy reducida de personas adineradas por encima del resto del país.

“Estados Unidos necesita reducir el poder de los grandes bancos y empresas y exigir una mayor responsabilidad y transparencia.

“El Gobierno no debería proporcionar ayuda financiera a las empresas y no debería proporcionar incentivos fiscales a los ricos.”

La mitad de los encuestados se identificó tanto con el Tea Party como con Ocupar Wall Street.

Así que, en efecto, sí importa quién sea el presidente. Pero, lo más importante es que la mayoría de los estadounidenses cree que la élite controla la economía y se está embolsando una cantidad obscena de riqueza.

Cree que la mayoría de los políticos sólo se preocupan de ser elegidos, y no de la gente, y que venderían sus almas para conservar el poder.

Y después de haber visto a los banqueros y a los ejecutivos de Wall Street destruir millones de millones de dólares de riqueza, y echar a millones de personas a la calle sin trabajo, sin tener que rendir cuentas, creen que no hay reglas que valgan a la hora de encarcelar a los delincuentes corporativos.

Están en lo correcto. Y las elecciones de 2012 no van a alterar estas verdades.

Así, a final de cuentas, es a los movimientos a los que corresponderá tomar la bandera del cambio real.