#DiaDeLaTierra: productores nativos en todo el mundo plantan cara a los transgénicos

News

La cooperativa Alux de México Gestores Ambientales, fundada en 2010, recolecta, vende e intercambia semillas para promover las variedades nativas, proteger el suelo y fomentar la agricultura urbana.

“La agricultura urbana puede ser una solución para el cambio climático y para garantizar la alimentación. Las semillas nativas conservan y mejoran los suelos”, señala a Equal Times Yadira de los Santos, una de los siete socios de Alux.

La organización oferta unas 73 variedades de hortalizas y flores aromáticas, en su mayoría orgánicas, entre otros de lechuga, tomate, albahaca y lavanda. Estas son recolectadas de productores de Ciudad de México y estados colindantes.

“Las más valiosas son las flores, porque son difíciles de obtener. Lo que más nos piden son hortalizas y plantas aromáticas”, relata de los Santos.

La viabilidad de las semillas, que duran entre uno y dos años para ser sembradas, supera el 90%.

Los cultivadores tradicionales mexicanos escogen semillas para conservarlas, para futuras siembras, para intercambiarlas con otros sembradores, para mejorar las variedades y también para cuidar el suelo y defender la cultura alimentaria local.

De hecho, “Suelos sanos para una vida sana” es el lema del Año Internacional de los Suelos 2015, declarado por las Naciones Unidas.

Y es en México donde se escenifica el debate más candente en torno a los organismos genéticamente modificados (OGM).

El estudio GMFuturos, desarrollado en México, Brasil e India por cuatro equipos multidisciplinarios, encontró visiones diferentes en esos países respecto a los OGM.

"Los transgénicos no eran una demanda de los agricultores y los consumidores, eran impuestos desde arriba y de aceptación dudosa. Se relacionan transgénicos con intereses y no con necesidades", explica a Equal Times Susana Carro-Ripalda, investigadora del Departamento de Antropología en la Universidad de Durham en Inglaterra, sobre las conclusiones de la investigación.

 

La resistencia mexicana

En México se ven dos paradigmas. Uno de ellos caracterizado por los grandes productores del norte, científicos a favor y la instrumentación de esquemas de libre mercado. Enfrente se sitúan los agricultores tradicionales de la zona centro-sur del país, quienes aplican técnicas agroecológicas y tecnología apropiada, según la zona y los cultivos.

Carro-Ripalda, gerente del proyecto, explica que el maíz se aprecia como un emblema contra las políticas neoliberales, en defensa de formas de vida nativas y en pos de la democratización del país.

La investigación, de tres años de duración y financiada por la fundación estadounidense John Templeton Foundation, identificó en los tres países problemáticas como la falta de transparencia y la baja participación pública en los procesos de gobernanza, agricultura y elaboración de alimentos genéticamente modificados.

Al parecer, las plantas transgénicas han sido introducidas desde las altas esferas, sin consulta pública sobre si eran necesarias o deseables.

Además, la falta de previsión sobre los efectos en la conservación de la biodiversidad de la liberación de plantas transgénicas amenaza potencialmente a las variedades nativas y, en consecuencia, el bienestar de la gente, particularmente el de los pequeños productores.

En México se cultiva el algodón transgénico a escala comercial desde 2009. Pero persiste desde septiembre de 2013 la suspensión judicial de autorizaciones para sembrar comercialmente maíz transgénico, luego de una demanda de acción colectiva promovida en julio de ese año por 53 particulares y 20 organizaciones de la sociedad civil.

Además, desde marzo de 2014, organizaciones de apicultores y comunidades indígenas han ganado otros dos amparos provisionales contra la cosecha comercial de soja genéticamente modificada en los estados sudorientales de Campeche y Yucatán.

En 2014, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria recibió cuatro solicitudes para siembra experimental de maíz transgénico de parte de la industria biotecnológica y de centros de investigación públicos. También recibió tres solicitudes para plantación piloto, experimental y comercial de 1.18 millones de hectáreas de algodón. Además, una solicitud para siembra de frijol, cinco de trigo, tres de limón y una de soja, todas ellas experimentales.

 

Los BRICS y los OGM

En Brasil, a partir de la Ley de Bioseguridad de 2005, los OGM crecieron exponencialmente, especialmente soja y maíz. En 2012, la cobertura alcanzó casi 37 millones de hectáreas o 21% del total global, al ser el segundo productor de transgénicos en el mundo, detrás de Estados Unidos.

Allí, la discusión ha mutado a la demanda por un país libre de pesticidas y alimentos nutritivos.

En India, la aprobación de algodón transgénico en 2002 suscitó una polémica que se reavivó en 2009 con el aval a la cosecha comercial de berenjena genéticamente modificada, anulada en 2012 por la Corte Suprema. El lobby de la biotecnología de transgénicos se opuso ferozmente a esta prohibición.

En ese país se cuestiona la responsabilidad gubernamental y empresarial, el cuidado de la diversidad biológica y cultural, así como la aplicación de normas democráticas.

“Los gobiernos deben gobernar para la gente, no para las multinacionales, y deben velar por los intereses de las personas, promoviendo modelos científicos e innovación tecnológica que respondan a las demandas de la población”, plantea Carro-Ripalda.

El estudio A new approach to governing GM crops? (¿Un nuevo enfoque para regular los OGM?) de GMFuturos sugiere que una buena gobernanza de los OGM debe tomar en cuenta valores públicos y preocupaciones y no ser visto sólo como un tema de riesgo y bioseguridad.

GMFuturos añade que las plantas no pueden ser separadas de las prácticas agrícolas y comunidades campesinas, porque la alimentación es fundamental para la identidad y cultura de la gente.

En ese sentido, se deben valorar las preocupaciones de los productores, consumidores y otros actores potencialmente afectados por la biotecnología transgénica.

Ante ese panorama, de los Santos defiende la agroecología. “Hemos visto que la cosecha es mejor con productos orgánicos”, asegura la especialista, cuya organización elabora plaguicidas y fertilizantes biológicos.

This article has been translated from Spanish.