Mujeres libias: liberadas pero no libres

 

No cabe duda de que las mujeres libias desempeñaron un papel desatacado en el derrocamiento de Muamar el-Gaddafi en 2011, desde su participación en las protestas en Bengasi al inicio de la revolución, a la venta de joyas para financiar a los combatientes rebeldes y aportando asistencia médica a los heridos durante los ocho meses de conflicto.

Sin embargo, algunas activistas se inquietan ante el retroceso en el papel de la mujer en la sociedad, especialmente con vistas a las próximas elecciones de la Asamblea Constituyente, encargada de elaborar la nueva constitución.

Dado que este “Comité de 60” será elegido y no designado, se ha abierto de momento un debate sobre si debería contar con un número mínimo de mujeres entre sus miembros.

Puesto que todavía no se han establecido cuotas de género, existe una considerable preocupación de que las mujeres candidatas tendrán que superar prejuicios sociales infranqueables para obtener los votos necesarios a fin de entrar a formar parte del comité que se encargará de redactar la primera Constitución libia desde que Gaddafi asumiera el poder en 1969.

Sin embargo, hay mujeres en puestos de toma de decisiones en la política libia.

En total 33 mujeres serían elegidas para figurar entre los 200 miembros del Congreso Nacional General (CNG), durante las elecciones parlamentarias en julio de 2012, las primeras elecciones libres organizadas en Libia desde 1965.

Aunque esto supuso un avance significativo en la participación política de la mujer, se teme que el hecho de que las mujeres no tuvieran ocasión de estar involucradas en la elaboración de la nueva constitución, podría desembocar en serias violaciones de sus derechos – incluso de aquellos obtenidos durante el régimen de Gaddafi.

 

Signos de regresión

Gaddafi era conocido en todo el mundo por su guardia personal compuesta por atractivas jóvenes – algo que a menudo se interpreta como expresión de su reconocimiento de la igualdad de género.

Aunque el marco legal libio de la era Gaddafi contaba con leyes y declaraciones internacionales destinadas a garantizar la igualdad entre hombres y mujeres, en la práctica no era algo habitual entre su séquito.

Miembros del entorno de Gaddafi al parecer solían seleccionar a ciertas mujeres para convertirlas en sus concubinas – en ocasiones se casarían con ellas, pero las mujeres nunca tenían opción alguna al respecto.

“Si te elegían, estabas perdida. Nadie podía ayudarte”, afirma una joven que tenía amigas que fueron obligadas a incorporarse a este tipo de harem.

Las mujeres libias ya no tienen que preocuparse de sufrir tal suerte, pero para algunas como la escritora libia Nahla Karam, la revolución de 2011 aún está incompleta.

Considera que ahora se necesita una revolución en la mentalidad de los hombres libios.

La sociedad libia sigue rechazando el concepto de igualdad de género – incluso las propias mujeres tienden a tener ideas conservadoras sobre lo que pueden y no pueden hacer.

Karam se muestra asimismo crítica hacia algunas feministas libias, que considera están totalmente alejadas de los problemas cotidianos que deben afrontar las mujeres en Libia, como el desempleo, la pobreza y la falta de participación en la vida política.

“Deberían salir a la calle, mezclarse con las mujeres locales, sentir sus privaciones y ayudarlas a superar sus problemas”, indica.

Pero nadie puede negar el renacimiento de las ONG de mujeres. Totalmente ausentes durante la era Gaddafi, están ahora sentando las bases para su capacitación y para comprender los principios del trabajo de la sociedad civil, particularmente con vistas a las próximas elecciones de la Asamblea Constituyente.

Las mujeres libias se enfrentan a otras batallas. El pasado mes de febrero, por ejemplo, los tribunales libios acordaron a los hombres el derecho a casarse con más de una mujer – algo que estaba estrictamente prohibido durante el régimen de Gaddafi.

Además, en marzo, el Ministerio de Asuntos Sociales consideró la posibilidad de bloquear las licencias concedidas a mujeres libias que querían casarse con extranjeros, respondiendo a las objeciones emitidas por el Gran Mufti de Libia, el jeque Sadeq al-Ghariani, afirmando que hombres chiíes y drusos procedentes de Irán y Siria estaban “aprovechándose de la ventaja que supone la falta de control y seguridad en Libia y la caótica situación en la administración pública” para casarse con mujeres libias a fin de obtener la residencia temporal en el país.

 

Atentados contra la integridad de la mujer

Las leyes relativas a la violencia contra las mujeres en Libia también son extremadamente problemáticas. Por ejemplo, la ley clasifica la violencia sexual contra las mujeres como “un crimen contra su honor y la familia” – pero no contra la mujer en tanto que persona.

Quizás lo más increíble de todo sea la ley relativa a la violación. La mayoría de las mujeres no se atreven a dar parte de posibles agresiones a causa del estigma asociado con la violación pero, cuando lo hacen, se enfrentan al hecho de que el violador podría ser liberado si éste propone matrimonio a la víctima y ella acepta.

Las mujeres que osan denunciar se enfrentan también a actos de violencia. Una activista de género de 25 años de edad procedente de Bengasi (que desea permanecer en el anonimato) se vio forzada a solicitar asilo en el Reino Unido después de haber sido secuestrada por la milicia local.

Tras haber participado en la caída del régimen de Trípoli, esperaba que se iniciase una nueva era de mayor igualdad de género en Libia. Pero empezó a preocuparse cada vez más por la creciente influencia de la línea dura islámica.

“Fue un golpe para todas nosotras”, comentó a Equal Times. “No era esto lo que esperábamos de la revolución”.

El año pasado, fue acusada de apoyar el régimen de Gaddafi. Como resultado de ello, relata que fue secuestrada por miembros de la milicia y detenida, para luego ser liberada, nuevamente detenida y encarcelada.

“Alguien entró en mi celda y me pateó, luego empezó a golpearme con su arma. ‘Te mataré y te enterraré aquí mismo y nadie podrá venir a rescatarte’, me decía”.

Finalmente fue liberada tras dos meses en prisión y todavía conserva las cicatrices de su terrible sufrimiento. En septiembre, consiguió escapar a Gran Bretaña y le aterroriza la posibilidad de volver a ser secuestrada. “Si me arrestan de nuevo, estoy segura de que nunca me liberarían”.

 

Manos a la obra

La participación económica de las mujeres también se ha visto afectada por la revolución. Las mujeres que trabajan en Libia tienden a ocupar puestos tradicionales y conservadores en la enseñanza y la sanidad.

Pero después de febrero de 2011, numerosas mujeres libias se lanzaron a emprender sus propios negocios, teniendo en cuenta que muchas se quedaron viudas durante la guerra civil viéndose obligadas a sostener a sus familias.

Tradicionalmente, las mujeres trabajadoras han tenido que enfrentarse al estigma de ser consideradas demasiado pobres o de no tener un hombre que pudiera mantenerlas. Pero esto está poco a poco empezando a cambiar.

Shahrazad Kasem, una profesora de 32 años nacida en Bengasi, piensa que la revolución realmente ha cambiado la percepción de la gente:

“Las mujeres asumieron su papel en el Estado. Alimentaban a la población, llevaban a los heridos a los hospitales; eran enfermeras, médicos, actuaron como financieras, vendieron sus joyas, transportaron armas, ensamblaron armamento en sus casas, y financiaron a los luchadores por la libertad”.

Pero ahora que la guerra ha terminado, la batalla apenas está comenzando – de la participación económica a la participación política, sigue habiendo numerosos retos a los que han de enfrentarse las mujeres libias.

“La revolución fue un terremoto para el estatus cultural de las mujeres en Libia”, afirma Iman Burgas, activista pro derechos humanos de Bengasi. “No podemos permitirnos perder lo que hemos ganado las mujeres libias”.