La UE debe tomar medidas para terminar con el trabajo esclavo en Uzbekistán

 

En septiembre comienza la cosecha del algodón en Uzbekistán, que genera aproximadamente 1.000 millones USD al año.

Estaría bien poder decir que estos ingresos contribuyen al desarrollo social y económico de los uzbekos de a pie, pero no es el caso – a menos que pagar a Sting más de un millón de dólares por cantar para la hija del Presidente Islam Karimov se considere vital para el bienestar de sus 30 millones de ciudadanos y ciudadanas.

La historia del algodón uzbeko no tiene que ver únicamente con la corrupción nacional y la venalidad de una estrella del pop, idealista en su día.

Como Sting había cantado en una ocasión, el algodón es un “cultivo amargo” para los ciudadanos uzbekos esclavizados para cosecharlo.

Aproximadamente la mitad de todo el algodón de Uzbekistán es recolectado por medio del trabajo forzoso auspiciado por el Estado.

Grupos de derechos humanos calculan que cientos de miles de niños y adultos participan todos los años en esta labor.

Cada ciudadano recibe una cuota diaria, que puede llegar, incluso para los niños, a los 60 kilos de algodón al día.

Los que no consiguen cumplir su objetivo, o que recogen una cosecha de mala calidad, son supuestamente castigados con palizas, detenciones o amenazas de represalias que repercutirán en sus estudios, trabajo o ingresos.

Los niños que se escapan de los campos de algodón son amenazados con la expulsión de la escuela o instituto.

El trabajo es peligroso: la gente termina agotada después de semanas de durísimo trabajo.

Los que trabajan en granjas remotas se ven obligados a vivir en alojamientos improvisados, sin agua potable ni comida suficiente.

Durante las cosechas anteriores se denunciaron casos de muerte de varios niños como consecuencia de la brutalidad de la policía y de las escasas normas de seguridad
En la cosecha de 2012, como resultado de la presión internacional, se experimentó un “cambio demográfico” entre los recolectores de algodón, registrándose un aumento en la proporción de niños más mayores, de hasta 17 años de edad, forzados a recolectar algodón junto con los adultos.

No obstante, se siguen publicando informes de la participación de niños mucho más jóvenes y, a pesar de los beneficios y del ostentoso estilo de vida que éstos le permiten mantener a la élite gubernamental, los trabajadores obligados a recolectar algodón no logran salir de la pobreza porque se les paga muy poco o nada.

Según el Convenio Internacional de 1930, trabajo forzoso es “todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera o para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente”.

Esas son justamente las condiciones en las que muchos cosechadores de algodón uzbekos tienen que trabajar.

Para ello se infringen las leyes y obligaciones internacionales del país, a pesar de la ridícula afirmación del Gobierno uzbeko de que los niños se prestan voluntarios por una cuestión de lealtad a la familia o a su comunidad, culpabilizando a los padres irresponsables.

 

Comercio europeo

“Lo que os mantiene es el dinero extranjero, un día el dinero dejará de llegar”, cantaba Sting en una ocasión en su álbum They Dance Alone (Bailan solos).

Al menos su avariciosa excursión a Uzbekistán en 2010 tuvo algo bueno: poner de relieve por un breve instante la corrupción que practica ese Estado para abusar de sus propios ciudadanos.

No es algo que los Ministerios de Comercio de Europa quieran que sus ciudadanos sepan, porque la ignorancia permite a los Gobiernos y actores empresariales hacer espacio para beneficiarse de la explotación de los vulnerables.

A pesar de sus repetidos alardeos sobre las condenas que se han venido imponiendo para combatir la esclavitud, incluso hace poco, en junio de 2013, la Embajada británica en Uzbekistán organizó una espléndida recepción para los ministros uzbekos a fin de contribuir a consolidar las relaciones bilaterales, incluidas las comerciales

Pero no se quedan solos a la hora de subordinar los derechos humanos y los principios políticos en su cobarde afán de comercio.

Campañas como Cotton Crimes de Anti-Slavery International, y Cotton Campaign, de la cual Anti-Slavery es miembro junto con la Confederación Sindical Internacional (CSI), han conseguido convencer a muchas de las mayores marcas de ropa a comprometerse a no comprar algodón uzbeko. Y, sin embargo, el principal mayor destino para el algodón uzbeko sigue siendo el mercado europeo.

A pesar de los persistentes indicios del trabajo forzoso que se practica en Uzbekistán, la UE sigue permitiendo que el Gobierno uzbeko se beneficie de unos aranceles comerciales reducidos (el Sistema de Preferencias Generalizadas – SPG) para sus importaciones de algodón.

De acuerdo con las normas de la UE, estos beneficios deberían retirarse.

Como sucedía en el siglo XIX, el algodón es uno de los productos básicos que más estrechamente nos vincula a uno de los sistemas de esclavitud que sigue habiendo en el mundo.

En el momento de leer este artículo probablemente algunos de nosotros llevemos alguna prenda de vestir marcada por la esclavitud uzbeka.

Los abusos con relación al trabajo forzoso en la industria algodonera de Uzbekistán han llegado a tal punto que los grupos locales de derechos humanos han hecho un llamamiento excepcional para boicotear este producto.

El fracaso de las instituciones europeas para confrontar esta cuestión de manera más sistemática es un escándalo con consecuencias muy reales para el pueblo de Uzbekistán

Los sistemas de comercio internacional que han podido desarrollarse con Uzbekistán permiten a su camarilla gobernante vivir con todo tipo de lujos y reprimir a sus ciudadanos, en lugar de permitir que esos ciudadanos traten honestamente de salir – y sacar a su país – de la pobreza.

Al comienzo de la cosecha del algodón de 2013 en Uzbekistán, Anti-Slavery International está solicitando a todas las personas preocupadas por este escándalo que escriban a sus eurodiputados para pedir que la Comisión Europea investigue las pruebas de que su normativa en materia de preferencias comerciales está siendo vulnerada por Uzbekistán, y se le retiren los beneficios.

Terminar con la pobreza es en última instancia una cuestión política.

Durante la extensa lucha contra la esclavitud, rara vez ha quedado esto más patente que en los constantes abusos que se están perpetrando en Uzbekistán – mientras Europa, en su mayor parte, se queda de brazos cruzados.