¿Ha fallado la revolución egipcia a los trabajadores/as?

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"Todavía seguimos pidiendo las mismas cosas que el 25 de enero. En tres años no hemos conseguido nada".

Malek Bayoumi, líder de la central sindical Egyptian Federation of Independent Trade Unions (EFITU; Federación Egipcia de Sindicatos Independientes), se recuesta en su sillón.

Afuera, en el pasillo, las paredes están cubiertas de recortes arrugados de prensa sobre el antiguo líder de la federación: Kamal Abu Eita.

Este era el despacho de Abu Eita hasta que fue nombrado ministro de trabajo del gobierno egipcio posterior a Morsi. En uno de los recortes afuera, Abu Eita sonríe bajo una gorra.

No parecía el típico ministro egipcio; muchos esperaban que este sindicalista independiente por fin atendiera a las demandas del movimiento sindical.

Muchos siguen esperando.

El periodista Jano Charbel recuerda el período en que compartió una celda en prisión con Abu Eita tras haber sido detenidos por manifestarse contra la guerra de Irak en 2003.

"Era un combatiente por la libertad y un líder huelguista, pero [ahora]… resulta extraño verle", declaró haciendo referencia al silencio del ministro acerca de los meses de violencia, detenciones y campañas represivas.

"Parece que ahora Egipto sufre de amnesia colectiva".

 

La ’tercera revolución’ de Egipto

Tres años después del levantamiento del 25 de enero de 2011, que derrocó a la dictadura de Hosni Mubarak con la esperanza de conseguir pan, libertad y justicia social, Egipto ya no parece lista para la revolución.

Hoy en día, el gobierno respaldado por el ejército está metiendo en prisión a importantes activistas revolucionarios, mientras encarcela y asesina rutinariamente a partidarios de la Hermandad Musulmana.

El movimiento sindical del país, que desempeñó un papel decisivo al oponerse a Mubarak mucho antes de que los egipcios ocuparan la plaza Tahrir, ha sufrido un duro revés.

Mientras el aparato de seguridad y los defensores del ejército se han estado preparando para reclamar el 25 de enero como una celebración del régimen (según los rumores, en un momento dado llegaron a proponer que la fecha se estableciera como el Día Nacional de la Policía), tanto los sindicalistas como los representantes del mundo de los negocios han advertido de la posibilidad de una "tercera revolución".

Ahora el malestar se centra en un debate de larga duración sobre el salario mínimo previsto para Egipto, una renta básica de 1.200 libras egipcias (172 US$), pero también constituye el reflejo de tres años de promesas rotas.

Al parecer, en septiembre el señor Bayoumi declaró: "Estoy lanzando una advertencia al gobierno. Tienen que satisfacer las demandas de los trabajadores.

Todavía no se ha planeado nada, pero tienen que cuidar a los trabajadores. De no ser así, finalmente habrá una tercera revolución. En las fábricas, en el gobierno, en todas partes".

El periódico independiente Al-Masry Al-Youm también citó al señor Bayoumi cuando afirmó que los trabajadores seguirían luchando “incluso si esto significa una tercera revolución".

Actualmente niega categóricamente haber declarado tal cosa.

"Todavía estoy contra el gobierno", sonríe Bayoumi mientras pega una calada a su cigarrillo. "No estoy aquí para satisfacerles".

Los organizadores de la central sindical EFITU, fundada en plena revolución de 2011 tras años de monopolio estatal de las organizaciones de trabajadores/as, todavía están esperando a que se apruebe un proyecto de ley que consagre el derecho a la libertad sindical.

Actualmente, se cree que solo se conseguirá tras la celebración de unas elecciones parlamentarias cuya fecha aún no se ha anunciado.

La demanda del salario mínimo de 1.200 libras egipcias nació de una huelga en 2006 en una fábrica textil de Mahalla.

"Fundamentalmente es donde se originó esta demanda", explica Charbel. "Luego se extendió por otras fábricas textiles, tanto privadas como públicas… Y por último a otros sectores. Hubo un efecto de propagación".

Y podría extenderse aún más.

"Sé que si el sector público lo consigue, el sector privado también querrá tener lo mismo. No solo va a afectar a los obreros, sino también a los profesionales en sus oficinas".

El ministerio de Abu Eita ha prometido aprobar para finales de enero un salario mínimo de 1.200 libras egipcias para los trabajadores/as del sector público.

Sin embargo, aún no está claro cómo funcionará exactamente y todavía quedan muchos interrogantes. ¿Qué pasará con los trabajadores del sector privado? ¿Se trata de un sueldo base o de una renta básica?

Este mes, Mohamed al-Bahi, uno de los miembros de la junta directiva de la Egyptian Federation of Industries (FEI; Federación de Industrias de Egipto), también aseguró que Egipto corre el riesgo de enfrentarse a conflictos generalizados en el sector industrial a finales de enero si el gobierno no cumple. Aunque no estaba disponible para una entrevista, sus observaciones reflejan un sentimiento de gran inquietud entre los propietarios e industriales.

Un artículo del mes pasado publicado en el Financial Times advirtió de que el aumento del salario mínimo podría agravar los problemas de los propietarios de las fábricas.

“Los gastos para los trabajadores están aumentando muchísimo y sé que si las cosas siguen así y el mercado no se recupera, tendré que cerrar mi negocio y vender la fábrica”, aseguró uno de ellos.

’Mentiras e instigación’

Sin embargo, los trabajadores/as están impacientes. "Estamos esperando hasta finales de enero. Si no se aplica el salario mínimo a todos los trabajadores y trabajadoras, habrá huelgas en todos lados", advierte Aly Fatouh, un líder huelguista de la empresa de transportes públicos de El Cairo.

El señor Fatouh asegura que los trabajadores han discutido las disposiciones relativas al salario mínimo durante una semana: la opción de la huelga sigue sobre el tapete.

Existe un sentimiento generalizado de que los trabajadores de la empresa de transportes no se van a beneficiar. "Eso sería la gota que colma el vaso".

Aun así, el portavoz del ministerio de Trabajo, Alaa Awad, declaró: "Considero que estas advertencias no son más que mentiras e instigación".

"Los trabajadores de Egipto saben lo profunda que es la crisis económica y saben que protestar ahora es antipatriótico", añadió, utilizando un lenguaje parecido al que recientemente han usado funcionarios y sindicatos.

En julio, Abu Eita aplaudió el derrocamiento de Morsi. Pero luego declaró: "Los trabajadores que fueron los defensores de la huelga bajo el anterior régimen, ahora deberían convertirse en los defensores de la producción", una cita que algunos han interpretado como un llamamiento a acabar con las huelgas.

Más tarde, Abu Eita "aclaró" su postura, pero en el período previo al referéndum constitucional del 14-15 de enero pidió a los trabajadores que cumplieran con su "deber nacional" antes de guiarse por "sus propios intereses".

Mientras tanto, la Egyptian Trade Union Federation (ETUF; Federación de Sindicatos Egipcios), considerada por muchos como un mecanismo del Estado, se ha aliado con el gobierno y con el general Abdel Fatah al-Sisi, "espada y escudo de Egipto ".

Cuando el secretario general de la ETUF, Abdel Fattah Ibrahim, instó a sus miembros a votar "sí" en el referéndum, algunos trabajadores protestaron.

Al parecer, el señor Ibrahim les expulsó de la conferencia de prensa, tildándoles de "terroristas". Desde entonces, ha denunciado que "traidores y agentes" de la Hermandad Musulmana se han infiltrado en la ETUF.

Hoy en día, en Egipto se habla más de estabilidad que de revolución. Pero lo que significa estabilidad para algunos, se traduce para otros en una derrota, un gobierno militar represivo y el regreso a una economía similar a la de la época de Mubarak.

De cualquier manera, si el gobierno no consigue abordar rápida y realmente las demandas de los trabajadores y trabajadoras, puede encontrarse con que se remonta a los días previos a la revolución con un hecho mucho menos atractivo: la amenaza de una poderosa oposición por parte del movimiento sindical de Egipto.

Para más información, véase Abdalla Kamal.