La ley del mercado: un retrato de la Francia en paro

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Thierry Taugourdeau, un antiguo obrero, se queja amargamente ante su orientador del Pôle Emploi, el servicio público estatal de empleo, que le aconsejó formarse como gruista: “Este curso no sirvió de nada. Nadie me va a contratar. Exigen experiencia en el edificio para poder comenzar. ¡Les importamos un rábano!” dice irritado.

Con esta escena totalmente realista comienza la película La loi du marché, dirigida por Vincent Brizé y galardonada en Cannes con el premio al mejor actor a Vincent Lindon, que interpreta el papel de este obrero.

Aunque Thierry Taugourdeau es un personaje ficticio, el parecido con la realidad es turbador. ¿Podría haber en Francia 3,5 millones de Thierry Taugourdeau?

“La película muestra un sesgo social bastante sombrío. Pero hay que reconocer que la situación es, de hecho, muy sombría”, afirma Josiane Stamp, responsable del comité trabajadores desempleados y precarios del sindicato CGT.

Antes de que comenzara la crisis financiera, en otoño de 2008, la cifra de desempleados (que no trabajaban en nada) en Francia no llegaba a los dos millones de personas; a finales de mayo de 2015 ascendía a 3,55 millones, es decir, más del 10 % de la población activa.

Si incluimos a los demandantes de empleo con subsidio y con una actividad reducida, la cifra alcanza los 5.4 millones de personas, un aumento de casi el 8 % en un año. La película crítica severamente el Pôle emploi, pero al igual que el último informe del Tribunal de Cuentas, publicado el 2 de julio de 2015.

Según el Tribunal, Pôle emploi demuestra ineficacia en su misión de recopilar las ofertas de empleo y en la de acompañamiento personalizado de las personas en paro.

La película crítica también los cursos de formación inapropiados ofrecidos a través de las oficinas de empleo y el dinero público malgastado. Una constatación que comparte Anne Eydoux, investigadora y economista del centro de estudios sobre el empleo, Centre d’études de l’emploi (CEE): “Las evaluaciones cuantitativas y sobre el terreno de los dispositivos de formación revelan unos resultados variables, y con frecuencia decepcionantes, en términos de retorno al trabajo”, afirma en una entrevista con Equal Times.

Sin embargo “no se puede considerar a Pôle Emploi responsable del paro masivo. Los orientadores llevan ahora el doble de expedientes que antes, y ello oscurece sus esfuerzos por ser más eficaces”, se defiende un responsable de Pôle Emploi que prefiere mantenerse en el anonimato.

El problema es otro. “Los demandantes de empleo compiten entre ellos en un mercado de trabajo con una oferta de empleos insuficiente. En este sentido, los servicios de las oficinas de empleo no cambian nada: favorecen el encuentro entre la oferta y la demanda de empleo, pero no lo crean. Dejan que los parados compitan entre sí. Tal vez esta sea “la regla del juego” en la película”, explica Eydoux.

 

Espionaje y videovigilancia

Cuando el protagonista de la película encuentra un empleo, se repite este mismo esquema de competencia entre los trabajadores precarios.

Contratado como vigilante de una gran superficie, Thierry Taugourdeau es presionado por su director para que espíe a las cajeras a través de las cámaras de videovigilancia y obligarlas a marcharse cuando cometen pequeñas faltas.

La película se inspira aquí también en situaciones reales. En 2012, Ikea Francia puso en marcha un amplio sistema de espionaje de su personal.

En 2014, la comisión nacional de informática y libertades, Commission Nationale Informatique et Liberté (CNIL), emitió un requerimiento a los centros comerciales E. Leclerc por ejercer un control excesivo sobre sus empleados a través de su sistema de videovigilancia.

Las cámaras «filmaban a los empleados cuando accedían a sus salas de descanso y colocaban bajo control permanente algunos de ellos” según el informe de la CNIL.

La CNIL intervino también a finales de 2014 para frenar estas mismas prácticas en 16 centros Apple Store en Francia.

La videovigilancia está autorizada en Francia por motivos de seguridad, por ejemplo, o con la condición de no inmiscuirse en la vida privada de los empleados mientras ocupan su puesto de trabajo o están en la sala de descanso.

Pero el fenómeno de la videovigilancia va en aumento. Sólo el año pasado se presentaron ante la CNIL 300 quejas de empleados que denuncian estos sistemas de control.

Detrás de estas cámaras o de otros sistemas de espionaje se encuentran con frecuencia empleados como Benjamín (nombre ficticio), en paro desde hace varios meses y contratado por la compañía Gimat (agrupación de tiendas de pruebas de compra), coordinada con grandes centros comerciales (Carrefour, Galeries Lafayette, Monoprix, Habitat, etc).

Su función consiste en actuar como “cliente de incógnito”, por ejemplo, dejando un exceso de monedas a las cajeras, para engañarlas, según informa la AFP.

Acorralada, la cajera, “llorando una de cada dos veces” es llamada por uno de los responsables a su oficina y obligada a confesar antes de la llegada de la policía.
Junto a otros empleados que trabajan como “controladores de compras” (algunos desde hace 15 años), Benjamín recibía un salario mínimo más “primas por interpelación”.

Le explicaron entonces, claramente, que “las cajeras son unas ladronas”.

 

This article has been translated from French.