Casarse con un turco para sobrevivir

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Las mujeres representan la mitad de los más de 2,5 millones de sirios que viven en Turquía, y son, junto con los menores, la población más vulnerable. A menudo explotadas, encuentran una salida a sus penalidades casándose con turcos, a veces incluso como segundas esposas: una decisión a la desesperada.

Halima Souran analiza con atención los papeles de denuncia contra su marido turco desde la ranura de su hijab. Todavía está sorprendida de que los tribunales locales aceptaran el caso.

Esta alepina de 27 años huyó con su familia de la cruenta guerra al otro lado de la frontera en 2012 para convertirse en “huésped” en el país vecino, ya que en Turquía no existe el estatus de refugiado.

En menos de un año, su familia organizó un nikah o matrimonio musulmán con un comerciante viudo de Estambul 20 años mayor que ella.

Halima, una musulmana conservadora estudiante de Religión en su país, pronto descubrió que el turco no sólo había mentido sobre su edad (56 años), sino que se volvía agresivo cuando bebía.

Además de no haber pagado la dote de 5.000 USD (unos 4.600 euros), a pocas semanas de la boda le pidió a Halima que le devolviera el oro que le había regalado, valorado en unos 4.000 USD (alrededor de 3.700 euros).

 

Todo empeoró cuando se quedó embarazada

“El médico dijo que estaba embarazada de tres meses, pero yo dije que tenía que ser de dos meses y una semana”, explica a Equal Times Halima desde Narlica, un pequeño pueblo a las afueras de Antioquía, a 24 kilómetros de la frontera.

“Mi marido se mostró preocupado y pensó que yo había estado casada antes y que ya estaba embarazada de otra persona. La situación empeoraba por momentos. Después de dos meses y medio quería volver con mi familia y abortar, para así poder descansar”, añade.

Halima se refugió en su familia de seis miembros, a quienes mantiene su hermano de 19 años con apenas un salario de 500 TRY (unos 170 USD, 160 euros). Cuando nació su hijo, el padre se desentendió, por lo que Halima decidió llevar el caso a tribunales.

“No pude registrar mi boda oficialmente. Regresé a Siria para recuperar mis documentos (concretamente la partida de nacimiento, por si este papel le ayudaba a registrar su matrimonio). Pero cuando fui a la alcaldía (de la localidad turca en la que vivía) me pidieron mi permiso de residencia en Turquía (que casi ningún sirio consigue) para registrar la boda. Así que no hubo forma de registrarla”, recuerda.

“Si hubiera tenido un registro oficial de mi boda, no habría tenido ningún problema”, concluye la joven.

De resolverse el caso a su favor, Halima podría obtener la pensión de manutención que ha solicitado para su hijo.

El de esta joven refugiada es un caso habitual entre las mujeres sirias que intentan sobrevivir en Turquía, ya que aunque sobre el papel tienen derechos y acceso a servicios, no sucede así de facto.

En la ciudad fronteriza de Sanliurfa, un grupo de sirias se reúne a diario en las dependencias de una ONG para compartir sus problemas y aprender un nuevo oficio.

Entre ellas está Reem, de 19 años, que ha decidido dar el sí a un turco. Huyó junto con su familia cuando el grupo terrorista ISIS irrumpió en la zona de Alepo donde vivía.

La prolongación de la guerra, presiones familiares y la falta de oportunidades han quebrado su sueño de casarse con un sirio, y llevado a que el matrimonio con un turco sea su única salida.

“No tenía pensado casarme, porque él es turco y yo soy siria. No nos entendemos por el idioma. Todo este tiempo estuve esperando volver a Siria en algún momento. Así que la idea de casarme fue dura para mí”, relata para este medio.

Entre las que apuntan motivos no económicos a su decisión se encuentra Nour, profesora en Alepo antes de la guerra. Esta enseñante considera que su decisión de casarse con un turco es una cuestión del destino.

“Tengo que aceptar cualquier trabajo para ganar dinero, porque todo aquí es caro, el alquiler, la casa, la comida es muy cara, así que tengo que trabajar para cubrir gastos”, dice Nour, y rechaza que haya sido la presión económica lo que la ha empujado al matrimonio.

 

Azez Hamdan opina lo contrario

Este arquitecto de 55 años de Deir Ezzour fundó la ONG Centro Sirio para la Atención a la Familia, que entre otras actividades compila datos sobre el medio millón de sirios que vive en Sanliurfa.

Según sus estadísticas, del total de 250.000 a 300.000 mujeres sirias que viven en esta zona, un 5% están casadas con turcos y un 3% de ellas son segundas esposas. Un porcentaje indeterminado se ve abocado a la prostitución.

La razón principal para casarse con un turco, explica Hamdan, “es la situación económica, y la otra es la cercanía religiosa y social”.

Además, la dote para casarse con una siria es muy inferior a la que exige una turca. “Cuando un turco se casa con una siria la dote es más barata, así que por esta razón muchos turcos escogen casarse con sirias”, añade.

Malak Kasem, abogada, está documentando a miles de refugiadas sirias en la frontera. Para ella, los casos más dramáticos son los de las segundas esposas, ya que el resto de la sociedad las ve como prostitutas.

Para estas mujeres “no es fácil encontrar un lugar, o dinero, o seguridad o un trabajo. Por estos motivos, las mujeres o esposas sirias se convierten en segundas esposas de turcos”, nos explica Kasem desde Gaziantep.

Mientras que la poligamia es legal en Siria, en Turquía los dos miembros de la pareja pueden afrontar entre cinco y diez años de prisión, y si la mujer es siria es deportada.

A menudo, explica Kasem, las segundas esposas son maltratadas por las primeras. Y el momento más trágico no tarda en llegar: cuando nace un hijo. Éste es registrado a nombre de la esposa legal, por lo que la madre siria pierde cualquier derecho sobre su hijo.

This article has been translated from Spanish.