Solidaridad, casas de okupas y autogestión para socorrer a los migrantes en Grecia

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En el patio interior de la casa de okupas de Dervenion, Samir prepara una ensalada en un barreño enorme mientras que un cocinero travesti iraní fríe con destreza tortitas de patata.

A la entrada de este espacio colectivo situado en el barrio de Exarchia, mujeres afganas y africanas vienen a rebuscar en las cajas de ropa seleccionada por voluntarios de Grecia y otros países. Estos últimos están reunidos en la planta superior para una asamblea semanal, en la que examinan los desafíos que se deben superar en las diferentes casas de okupas abiertas a los migrantes y refugiados que han ido a parar a Atenas.

Más de 500 personas viven en estos espacios autogestionados, cuyo buen funcionamiento se basa en la cooperación horizontal.

Samir, un antiguo estudiante de gestión de empresas de Damasco, prepara la comida de alrededor de un tercio de ellas: “Cada día los voluntarios preparan tres comidas para los habitantes de las casas de okupas de Themistokleous, la universidad y Notara”, explica el sirio de 24 años, que acaba de llegar de la isla de Lesbos.

Samir huyó de Siria, devastada por cinco años de guerra, para llegar a un país europeo donde empezar una nueva vida en seguridad. Sin embargo, cuando se cerró la ruta de los Balcanes a finales de febrero, se convirtió en uno de los 50.000 migrantes y refugiados atrapados en el país heleno, según los cálculos del Gobierno griego.

Se trata de un país con el mercado de trabajo de capa caída, un sistema de asilo desbordado, con una capacidad de acogida de 36.910 migrantes y solicitantes de asilo, según el ACNUR.

En resumen, “un almacén de almas”, según el ministro griego de Política Migratoria, Yannis Mouzalas. Al abrir las casas de okupas para acogerlos, los griegos solidarios se han convertido en las pequeñas manos de este almacén con paredes agrietadas, denunciando al mismo tiempo la política migratoria griega.

Porque se deja a la mayoría de migrantes y refugiados en condiciones indignas.

En el antiguo aeropuerto de Hellenikon situado en las afueras de Atenas se ha amontonado a 6.000 y a 4.500 sobre el asfalto abrasador del puerto de Pireo, mientras que más de 10.000 viven en las tiendas de campaña en Idomeni, una ciudad fronteriza con Macedonia.

Por último, desde el acuerdo firmado entre la UE y Turquía el 20 de marzo, varios miles están encerrados en los centros de detención de las islas de Lesbos y Chios, con el temor de ser enviados a Turquía.

Ser solicitante de asilo ya no protege de la expulsión forzada, como descubrieron las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que denuncian además el encarcelamiento de hombres, mujeres y niños que han huido de la guerra y las persecuciones.

 

El callejón sin salida griego

Mirando a los tranvías bordear el mar desde Hellinikon, Hasib se pregunta si las fronteras se volverán a abrir un día: “Sé que la economía griega está en crisis y no quiero quedarme aquí en estas condiciones. Sin embargo, volver a Afganistán sería firmar mi sentencia de muerte”, asegura este joven ingeniero civil de 24 años originario de Kabul y amenazado por los talibanes.

Desde hace un mes duerme en el suelo de este aeropuerto en desuso junto con otros 2.000 afganos. El aire, la higiene y la comida escasean. Se acaban de instalar solo 10 duchas y por la noche los niños lloran de hambre.

Sin embargo, a Hasib se le deniega su deseo a causa de su nacionalidad, excluida del programa de reubicación de la Unión Europea establecido por la EASO. Le queda la solicitud de asilo en Grecia, que debe hacerse primero por Skype.

La ausencia de electricidad en el hall de Hellinikon hace imposible este trámite. Tampoco tiene los medios para pagar a un “pasador”, ya que gastó sus ahorros en el viaje a Grecia. Mientras se encuentra en este callejón sin salida, Hasib participa en todas las manifestaciones para pedir que se abran las fronteras y se respeten los derechos de los solicitantes de asilo en Grecia.

Estos movimientos de protesta se debaten en la asamblea de Dervenion. El 10 de abril en Idomeni, migrantes al borde de un ataque de nervios intentaron cortar las alambradas de la frontera greco-macedonia y la policía macedonia respondió a golpe de gas lacrimógeno. Según MSF, 260 de los migrantes resultaron heridos, entre ellos mujeres y niños.

“En Idomeni, el movimiento solidario se contenta con ocuparse de la ayuda humanitaria, pero los migrantes también necesitan apoyo político para la defensa de sus derechos. Debemos ayudarles a coordinar su lucha, de Idomeni a Chios, pasando por Atenas”, asegura uno de ellos.

Animando a los migrantes y refugiados a vivir en un espacio autogestionado en las casas de okupas abiertas para acogerlos, los griegos solidarios intentan asociar la ayuda humanitaria con el activismo político. Es una postura poco apreciada por la policía griega, que detuvo a varios en Idomeni bajo alegaciones abusivas, según un grupo de voluntarios.

Sentados en la sala común de la casa de okupas de Notara, en el barrio de Exarchia, Mohammad y Tarek explican: “Aquí podemos hacer libremente lo que queramos. Tomamos juntos las decisiones comunes. Es mejor que estar encerrados en campamentos militares”, dicen estos dos palestinos que huyeron del Líbano, recordando los campamentos construidos rápidamente por el Ejército griego para vaciar el puerto de Pireo e Idomeni.

Cerca de Notara, un grupo de griegos solidarios ha abierto una casa de okupas en una antigua escuela. Trescientos sirios y afganos ocupan aulas reconvertidas en dormitorios colectivos. El patio de la escuela resuena con risas de niños que juegan al baloncesto.

Abir, antiguo profesor en Yarmuk, el campamento palestino de Damasco bombardeado por el régimen sirio, da cursos de alfabetización a las mujeres exiliadas. Los voluntarios organizan los turnos de limpieza y cocina y enseñan griego e inglés.

Pero Khristo, que organizó la apertura de la casa de okupas, se muestra escéptico: “La asamblea no es participativa y una ONG ha penetrado en la casa, que se está transformando en un punto de atracción”, lamenta el griego, comprometido con los valores de la autogestión.

Teme que si el Estado interviene en este centro de acogida, se expulse a los solicitantes de asilo cuya solicitud haya sido denegada a Turquía, o incluso a su país de origen.

En cualquier caso, el almacén griego no está dispuesto a cerrar. En el patio de la escuela, Zaher, un padre de familia de Homs, acaba de recibir una respuesta negativa de la EASO a su solicitud de reubicación, bajo la mirada de su mujer embarazada de nueve meses.

Sus vecinos esperan todavía recibir una respuesta, un mes después de haber notificado su deseo de ir a otro país de Europa.

Actualmente, solamente 1.145 refugiados, de los 160.000 previstos entre septiembre de 2015 y septiembre de 2017, han sido reubicados de Grecia e Italia a otro Estado de la UE…

 

This article has been translated from French.