Líbano se adentra en la laberíntica pugna por los hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental

El buque perforador Tungsten Explorer comenzó el pasado mes de febrero las operaciones de exploración de potenciales yacimientos de gas y petróleo en una zona del lecho marino libanés. En teoría, y en el primer año de producción, estos hidrocarburos podrían generar 8.000 millones de dólares USD —unos 7.250 millones de euros—, según un estudio del banco Credit Libanais. Líbano, sumido en una crisis bancaria, monetaria y financiera, busca algo de luz en sus profundidades marinas.

El presidente libanés, Michel Aoun, se refirió al inicio de las perforaciones —realizadas por el consorcio que integran los gigantes energéticos Total (francés), ENI (italiano) y Novatek (ruso)— como una oportunidad para “salir del abismo”. No todos comparten su optimismo.

“Es irresponsable hacer creer que este sector va a salvar el país, ninguna proyección es fiable hasta que no se constate un descubrimiento real”, explica Sibylle Rizk, miembro de la junta de la Iniciativa Libanesa de Petróleo y Gas (LOGI, por sus siglas en inglés) en representación de la oenegé Kulluna Irada. La probabilidad de encontrar un yacimiento comercializable es del 25% y se calcula que los recursos tardarían siete años en estar disponibles. “La exploración costa afuera es un proceso largo con muchos desafíos e incertidumbres, las expectativas deben moderarse”, coincide Mona Sukkarieh, analista de riesgos y cofundadora del laboratorio de ideas (think tank) Middle East Strategic Perspectives.

El pasado mes de marzo el ejecutivo libanés se declaró en suspensión de pagos asfixiado por una deuda pública equivalente al 170% de su PIB, según cifras oficiales. La crisis económica derivada de la COVID-19 es la gota que colma el vaso en un país con el 40% de la población viviendo bajo el umbral de pobreza. “La magnitud de las pérdidas es tal que hoy todo yacimiento que no tenga la talla de, por ejemplo, los de Arabia Saudí o Qatar, no cubrirá nuestras pérdidas”, resume Rizk quien se declara en contra de destinar unos recursos que pertenecen a esta generación y las futuras “para cubrir pérdidas causadas por tres décadas de mal gobierno”.

Los altos niveles de corrupción crean recelo sobre la futura distribución de los recursos. “En Líbano tenemos un colapso económico y del sistema de gobierno, por lo que confiar un sector potencialmente rico” a este gobierno en este contexto “es muy peligroso”, alerta Rizk, quien desde LOGI aboga por la “buena gobernanza” para que los “recursos del sector se destinen al interés general y no a intereses de grupos particulares”.

El consorcio ítalo-franco-ruso previsiblemente comenzará a explotar una segunda zona marítima en Líbano este año, pero la jurisdicción de una franja de dicha zona es disputada por Israel. Líbano es firmante de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM), pero Israel no, por lo que las guías para delimitar sus fronteras marítimas varían. “Dado que el interés económico no es evidente, a nadie le interesa moverse”, reflexiona Rizk. Las negociaciones líbano-israelíes están varadas.

El laberinto geoestratégico

Líbano llega una década tarde a la carrera por explotar hidrocarburos en el fondo marino. En el año 2009, al descubrirse que la cuenca oriental del Mediterráneo albergaría 3,5 billones de metros cúbicos de gas y 1.700 millones de barriles de petróleo —cifra estimada por el estudio del Servicio Geológico de EEUU—, se generó la expectativa de que los países de la cuenca este del Mediterráneo dejaran atrás su dependencia energética del exterior y se convirtieran en exportadores al mercado europeo. Pero la maraña de intereses geopolíticos ha disipado el optimismo inicial.

Egipto e Israel son los únicos que ya están exportando gas en el Mediterráneo; Chipre, Turquía y Líbano han comenzado las exploraciones; Grecia prevé comenzar las perforaciones este año; mientras que el bloqueo israelí a Gaza ha impedido a los palestinos acceder al yacimiento descubierto en sus aguas en 1999.

“Durante años se dijo que el descubrimiento de gas en el Mediterráneo oriental atraería riqueza y paz, ya que [todos los países de la zona] tendrían mucho que perder [de no coordinarse], pero no ha sido el caso”, resume Steven Cook, analista senior del Council on Foreign Relations, un laboratorio de ideas estadounidense.

Las disputas territoriales entre Chipre y Turquía o Líbano e Israel, sumadas al deterioro de las relaciones de Ankara con sus vecinos han aumentado las tensiones regionales. “No veo cómo el Mediterráneo oriental puede evitar la ‘maldición de los recursos’”, dice Cook.

Dado el coste de explotación y transporte, se necesita coordinación regional para hacer viable la extracción de los hidrocarburos. En el año 2019, Egipto, Chipre, Grecia, Israel, Italia, Jordania y la Autoridad Palestina fundaron el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental (EMGF, por sus siglas en inglés). Turquía fue excluida. Sukkarieh apunta que, aunque la EMGF es una plataforma de diálogo regional, las malas relaciones de estos países con Turquía han terminado siendo “un factor que ha incentivado el acercamiento entre los países del foro”. “Turquía recela y considera que la están expulsando de su propio ‘barrio’, por eso los turcos han llegado al provocativo acuerdo con los libios”, añade Cook.

El pasado noviembre, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y el Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia redibujaron sus zonas de exclusividad económica (según el derecho internacional, esta zona se extiende desde la línea de base hasta una distancia máxima de 200 millas marinas —370,4 km—) solapándose con aguas griegas, egipcias y chipriotas. Tras meses de escalada de tensiones, en febrero de este año el Consejo de la UE sancionó a Turquía por perforar en la zona económica exclusiva chipriota. El histórico conflicto entre Turquía y Chipre origina estas disputas territoriales: Ankara no reconoce la soberanía exclusiva de la República de Chipre sobre la isla, y, en paralelo, no es signataria de la Convención sobre el Derecho del Mar CNUDM, por lo que considera que tiene jurisdicción marítima en aguas que reclama la República de Chipre.

De quedar relegada en el reparto de los recursos en el mediterráneo oriental, Turquía perdería su posición estratégica como país de tránsito del gas ruso hacia Europa. Sin embargo, las tácticas ‘agresivas’ de Erdogan, como el envío de un navío de guerra en 2018 para impedir a un buque italiano perforar en la costa chipriota, no parecen aliviar su aislamiento regional. Mientras, Egipto, Israel, Chipre y Grecia tejen redes. “Dados los movimientos provocativos de Turquía, israelíes, egipcios o griegos no están dispuestos a pagar un precio por su relación con Turquía”, apunta Cook.

El distanciamiento entre Ankara y Bruselas aumentó tras la reciente apertura de fronteras turcas para enviar refugiados a territorio europeo. “No veo a ninguna potencia mundial jugar el papel de arbitraje”, comenta Cook, quien no descarta el estallido accidental de un conflicto en el mediterráneo.

¿Es viable el gasoducto EastMed?

Por otra parte, Grecia, Israel y Chipre acordaron el pasado enero construir el gasoducto EastMed: 1.900 km de tuberías submarinas que unirían los yacimientos israelíes con el sur de Europa, con un coste estimado de 6.000 millones de euros (unos 6.600 millones de USD).

Sukkarieh duda de la competitividad del gasoducto por dos factores: el gas ruso es más barato y Egipto tiene listas terminales de GNL para liquidificar y exportar el gas. A lo que se une que Turquía reclama como suya una zona por la que pasaría el gasoducto.

Para Cook, la insistencia en llevar a cabo este proyecto, a pesar de los desafíos comerciales y geopolíticos, se debe a intereses geoestratégicos. Desde la perspectiva israelí, es una manera de “ganar influencia [en Europa; es decir, el hecho de que Israel sea un] proveedor de gas para Europa podría hacer que las críticas de la sociedad europea y las políticas hacia cuestiones israelíes como las relacionadas con los palestinos sean mitigadas”, explica el analista.

Por su parte, la Unión Europea busca reducir su dependencia del gas ruso, ya que el 40% de las importaciones de gas vienen de Rusia. “Rusia, como proveedora de gas perderá influencia si el gasoducto EastMed se materializa”, explica Cook. Pero Moscú ya se ha posicionado obteniendo la concesión de explotación en la costa siria y participando en la exploración de aguas libanesas.

El coste medioambiental

En la perforación del lecho marino se usan cañones de aire sísmicos que pueden producir heridas acústicas letales en ballenas, delfines, tortugas y tiburones, según explican Ziad Samaha y María del Mar Otero, expertos marinos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). Las numerosas especies que conforman el ecosistema del fondo marino se verían afectadas por los sedimentos y escombros generados por las perforaciones, aseguran estos expertos.

“La perforación usa ciertos fluidos a base de petróleo y produce lodos que pueden introducir metales pesados y otros materiales tóxicos en el ecosistema”, alertan Samaha y Otero. El riesgo de vertidos accidentales de petróleo pondría a aves y mamíferos marinos en riesgo. De telón de fondo, el Pacto Verde Europeo adoptado por la Comisión Europea plantea alejarse de combustibles fósiles, como el petróleo, para alcanzar una economía de cero emisiones en 2050.

Por su parte, el gas se suele presentar como energía fósil ‘limpia’ ya que en su combustión emite hasta un 50% menos de CO2 comparado con el carbón o el petróleo. Sin embargo, desde la IUCN advierten de que “la perforación, extracción y transporte de gas natural puede acarrear fugas de metano”. El gas metano es responsable del 25% del calentamiento global, según datos de Global Energy Monitor.

“El gas no es un puente o un elemento de transición de una energía contaminante hacia una energía más limpia, si queremos un futuro sostenible tenemos que reducir nuestra dependencia de cualquier combustible fósil”, denuncia Efe Baysal, activista climático de la plataforma 350.org.

Según World Wildlife Fund, la expansión de la industria gasística es incompatible con el objetivo fijado por el Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de limitar el calentamiento global de 1,5 ºC respecto a los niveles preindustriales.

Sin embargo, en el contexto libanés el gas sí podría ser considerado una energía comparativamente más limpia. Las centrales eléctricas son incapaces de producir electricidad las 24 horas del día, por lo que los libaneses se valen de generadores eléctricos, altamente contaminantes, para suplir los cortes diarios de electricidad. Rizk explica que dada la coyuntura libanesa, aspirar a un 30-40% de energías renovables en 3 ó 4 años sería ya un éxito. “Ante el 60% restante, si antes que importarlo nos podemos beneficiar gracias a nuestros propios recursos es lógico que lo explotemos”, sentencia. Todo dependerá de lo que el Tungsten Explorer encuentre en el fondo del mar.

This article has been translated from Spanish.