En una Venecia vacía de turistas y rebosante de ideas, ¿es suficiente la economía solidaria para sostener la ciudad?

En una Venecia vacía de turistas y rebosante de ideas, ¿es suficiente la economía solidaria para sostener la ciudad?

A photo of Venice’s iconic Grand Canal, emptied of tourists and traffic, taken from Ponte dell’Accademia during the middle of the coronavirus lockdown on 1 April 2020.

(David Selovin)

“Cuando cerramos la librería, también retiramos de la ventana la pancarta No Grandi Navi, en señal de apaciguamiento”, relata el dueño de la librería MarcoPolo, en Venecia, Claudio Moretti. En la ciudad, Moretti es conocido por su activismo, específicamente dentro del movimiento que se opone al paso de grandes cruceros (grandi navi) en la laguna. A finales de febrero, cuando la pandemia del coronavirus afectó a Italia, los sentimientos de Moretti fueron ambivalentes. “El virus paró la llegada de cruceros, pero no tenía ganas de celebrar”, explica. “Durante años, hemos estado pidiendo un cambio, pero no de esta manera. Hay muchas personas que dependen del sector [de los cruceros] y ahora este sector ha desaparecido”.

Durante décadas, Venecia parece haber estado “en guerra consigo misma”, según formuló recientemente la CNN. Por un lado, grupos de ciudadanos y activistas piden un enfoque más cauteloso del turismo (por ejemplo, prohibir la entrada de los cruceros al centro histórico). Por otro lado, Venecia es uno de los principales destinos turísticos del mundo, y los viajeros son el motor económico de un número creciente de propietarios de restaurantes, hoteleros y comerciantes. En 2019, visitaron Venecia casi 14 millones de personas, y día a día resulta más costoso vivir en la ciudad. En la década de los años 1950, el centro histórico contaba con 150.000 habitantes; hoy, solo queda un tercio, y Venecia se ha convertido en el estudio de caso perfecto del sobreturismo.

Sin embargo, el confinamiento ha brindado a los venecianos una rara ocasión de darse cuenta de cuán vacía está realmente su ciudad. “En estos días, cuando salgo a caminar después del atardecer, observo cuántas ventanas permanecen con las luces apagadas. La gente dice que Venecia se ha quedado sin turistas, pero en realidad carece de residentes”, señala la directora de la ONG local We are here Venice (WahV), Jane Da Mosto. Fundada en 2015, la WahV se fijó como objetivo “cambiar el futuro de la ciudad”, apoyando a los activistas y proporcionando una plataforma para obtener información objetiva y fiable sobre cuestiones clave que afectan a Venecia.

“La COVID-19 ha demostrado la realidad de esta ciudad, algo que nosotros y muchos otros grupos de ciudadanos hemos estado repitiendo durante años”, indica Da Mosto, al tiempo que añade: “La economía de Venecia se ha convertido en un monocultivo, y ahora se ha quedado sin nada. Debemos aprovechar esta oportunidad para cambiar”.

Da Mosto no es la única que piensa que la pandemia es una maldición y una bendición a la vez para la ciudad. Durante las 10 semanas que Italia estuvo confinada, surgieron muchas iniciativas en Venecia, revelando un dinamismo que muchos pensaban perdido. Row Venice, un grupo de mujeres que normalmente enseña a los visitantes la forma de remar alla veneta (estilo veneciano o de pie), empezó por entregar comida gratuitamente. “Hay vecindarios donde las tiendas de comestibles son raras, y en estos días también hay que hacer cola antes de poder entrar. Es difícil para las personas mayores. Por eso decidimos utilizar nuestras embarcaciones para repartir alimentos mientras duren las medidas de restricción”, comenta Elena Almansi, de Row Venice, a Equal Times.

Stefano Majocco y sus amigos Giovanni, Guglielmo y Tommaso llevaron la idea del transporte de alimentos aún más lejos. A mediados de marzo, lanzaron Cocai Express (cocai significa “gaviota” en dialecto veneciano), la primera aplicación de reparto en Venecia. “Contactamos con restaurantes, bares y tiendas, y comenzamos a repartir sus productos a pie por la ciudad: aquí no pueden utilizarse escúteres ni bicicletas”, afirmó Stefano refiriéndose a su ciudad natal, una ciudad que originalmente se fundó como un conjunto de 118 islas separadas por canales y 400 puentes, y cuenta con innumerables callejones estrechos. Hasta ahora, se han unido a Cocai unas 20 empresas. “Actualmente todos somos voluntarios, pero nuestro objetivo es comenzar un negocio real que siga existiendo una vez que termine el confinamiento”, aseguró Stefano a Equal Times a finales de abril. “Es un servicio imaginado para la población local y no para los visitantes, y en esta etapa puede ayudar a muchas personas”.

El librero Claudio Moretti también ha introducido una iniciativa innovadora. Ha presentado MarcoPoloBonds como medio para que las personas apoyen su tienda comprando uno o más libros por adelantado y recogiéndolos en una fecha posterior. En abril, Moretti también decidió reabrir la librería, estableciendo un horario especial para clientes de mayor edad, ya que su riesgo de contraer el virus es más importante. “Una librería no es solo una tienda, sino un lugar de intercambio social. E incluso si entregamos los libros a domicilio, seguimos deseando que todos puedan venir aquí”, afirma Moretti. En el otro extremo de la ciudad, varios cinéfilos están lanzando un proyecto barca-in, un autocine en embarcaciones. Sin su actividad principal, el turismo, Venecia parece estar llena de ideas.

Riesgo de involución

Sin embargo, aun cuando estas iniciativas inyectan cierta energía fresca, la solidaridad por sí sola no puede sostener la economía local. “Venecia vive del turismo. Es una elección que se hizo en el pasado y, francamente, no sé qué más puede ofrecer la ciudad en este momento. No se han desarrollado otros sectores”, confía Massimo Sopracordevole, director gerente del Hotel Falier, en el centro histórico de Venecia. Sopracordevole trabaja para esta pequeña empresa familiar desde 1987, pero hoy admite que “es difícil predecir algo”. No hay precedentes de una situación como esta. Esperaremos a que el aeropuerto vuelva a abrir, y creo que la mayoría de las empresas harán lo mismo. Pero si no hay actividad en julio y agosto, se perderá todo el año 2020”.

Emanuele Dal Carlo, cofundador veneciano de Fairbnb, un sitio web de alquiler vacacional ético que vio la luz en 2016, también prevé tiempos difíciles para su ciudad natal. “La pandemia podría ser un choque positivo que nos obligue a todos a reflexionar, pero también podría generar un desastre social. Muchas familias pidieron préstamos para invertir en la economía de alquiler a corto plazo, y ahora corren el riesgo de perderlo todo”, afirma Dal Carlo. En otras palabras, la crisis podría marcar un punto de inflexión para Venecia, pero aún se desconoce el precio del cambio.

¿La administración de la ciudad promoverá un enfoque más sostenible del turismo? Muchos dudan que el actual alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, pueda hacerlo.

En los últimos meses, este empresario multimillonario elegido alcalde en 2015 como candidato independiente de derechas, ha enviado mensajes contradictorios, sugiriendo por un lado que la pandemia “nos permite repensar la vida en el centro histórico”, y por otro proclama, a finales de abril: “¡Basta de ‘quédate en casa’! Necesitamos reabrir todo”.

Además, Brugnaro (que no respondió a nuestra solicitud de entrevista) ha sido criticado recientemente por lanzar un controvertido programa para alquilar pisos vacíos a estudiantes por períodos cortos. “Debe redactarse un código ético para garantizar que los estudiantes no arruinen las propiedades, un acuerdo con la prefectura acelerará los desalojos y los alquileres durarán un máximo de seis o doce meses”, señala Alice Corona, periodista de datos de OCIO, una organización local centrada en los problemas de vivienda de la ciudad. “En resumen, se pide a los estudiantes que salven el sector de alquiler hasta que los turistas regresen”. Según el análisis de OCIO, actualmente Venecia cuenta aproximadamente con el mismo número de camas para turistas que habitantes: alrededor de 52.000. Hace solo 20 años, había 13.000 camas y 68.000 residentes en la ciudad.

Falta de visión

Mientras la ciudad de los canales experimenta con estas iniciativas y debates, se avecina una crisis aún mayor: el aumento del nivel del mar podría amenazar la existencia misma de Venecia. El medio ambiente de la laguna que rodea Venecia se deteriora rápidamente y a la larga podría ver la ciudad sumergida por el agua. El pasado mes de noviembre, Venecia experimentó su marea más alta en 50 años, causando graves estragos y la muerte de dos personas. Las mareas altas no son nuevas en la ciudad, pero las excepcionales son cada vez más frecuentes, y no solo por el aumento global del nivel del mar. “La laguna ha sido dañada”, señala el activista ambiental Flavio Cogo, refiriéndose a la degradación causada en el fondo marino por los grandes barcos.

A medida que aumenta la profundidad de la laguna, especialmente en las tres entradas principales que la conectan con el mar Adriático, puede entrar en la bahía un mayor volumen de agua de mar e inundar la ciudad. Venecia también tiene uno de los niveles más altos de contaminación del aire en Italia, y la calidad del agua se ha deteriorado enormemente en las últimas décadas.

“El confinamiento es una oportunidad para repensar muchas cosas”, afirma Luigi D’Alpaos, profesor emérito de ingeniería civil y ambiental en la Universidad de Padua. “Las recientes fotografías de agua clara y peces en los canales de la ciudad no solo son algo que no hemos visto en mucho tiempo, sino que también son prueba del daño causado por el movimiento de las olas y la actividad humana”.

Reducir la velocidad de los barcos en los canales, prohibir que los cruceros se acerquen al centro histórico de la ciudad y limitar la potencia de las embarcaciones a motor utilizadas en la laguna son algunas de las medidas que podrían tomarse de inmediato. “La verdad es que cuando se trata de preservar la laguna, la administración de la ciudad carece de la visión que se tenía en la época de la República de Venecia”, agrega D’Alpaos. Venecia fue la capital de una poderosa república durante más de 1.000 años, que llegó a su término en 1797. En aquel entonces, la laguna era un recurso esencial para la ciudad, una defensa natural contra los ataques.

En la época de la República, estaba a cargo de la gestión del agua de la laguna un magistrato alle acque. Bajo esta autoridad, se hicieron muchas intervenciones a lo largo de los siglos. Se desviaron dos ríos para evitar la deposición de arena y se construyó una larga barrera de rompeolas en el borde de la laguna. “Venecia tenía una visión a largo plazo y situaba el bien común por encima de los intereses privados”, afirma D’Alpaos. Hoy, el magistrato alle acque ya no existe: irónicamente, solo se abolió en 2014 después de un escándalo de corrupción relacionado con el proyecto MOSE, una barrera contra las inundaciones de miles de millones de euros en Venecia que nunca fue completada. La ciudad debe aprovechar una visión de futuro similar para superar los desafíos que enfrenta actualmente. Para asegurar su futuro, Venecia debe mirar más allá de la próxima temporada turística.