“Los aportes que me faltan [para la jubilación] los tiene el patriarcado”: por qué el feminismo quiere sacar la deuda del armario

“Los aportes que me faltan [para la jubilación] los tiene el patriarcado”: por qué el feminismo quiere sacar la deuda del armario

In 1983, Bangladeshi economist Muhammad Yunus created the Grameen Bank, aimed at promoting microfinance in impoverished communities. Microcredit would quickly shift to targeting women, who are considered to be better payers and whose family responsibilities often force them into debt in order to survive. In this picture, a woman in her workshop in Nepal.

(Sunil Pradhan/Anadolu Agency via AFP)
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“Vivas, libres y desendeudadas nos queremos”. Bajo consignas como esta, las feministas argentinas tiraron del hilo de las finanzas globales para tratar de entender los vínculos entre deuda, explotación del trabajo y violencia machista. Lucía Cavallero y Verónica Gago, integrantes del colectivo Ni Una Menos y autoras del libro Una lectura feminista de la deuda, se propusieron “sacar la deuda del clóset”, es decir: visibilizar que las finanzas no son algo abstracto, sino algo que oprime a las personas de formas muy concretas, porque estar endeudada impone la obligación de trabajar cada vez más, por precarias que sean las condiciones. En otras palabras: la deuda produce obediencia, y afecta a las mujeres de forma diferenciada.

“Toda ganancia financiera se basa en la explotación; la pregunta es entonces quiénes fueron las que más pagaron. El feminismo nos permitió pensar que las finanzas tienen cuerpo, tienen género y tienen raza” y no afectan a todo el mundo por igual, sostiene Cavallero, que investigó la cuestión para su tesis doctoral, en diálogo con Equal Times. Y prosigue explicando cómo la deuda se hizo un lugar clave en el movimiento feminista: “Nuestra lectura de la deuda surge de un contexto particular: por un lado, un momento de efervescencia del movimiento feminista en que nos dimos la autorización de meternos en todos los temas y de redefinir muchas áreas de la existencia y de la política; por otro lado, se daba, de la mano Mauricio Macri [presidente argentino entre 2015-2019], el proceso del endeudamiento público más acelerado de la historia de la Argentina”.

Lemas como “La deuda es con nosotres, no con el FMI [Fondo Monetario Internacional]” y “Los aportes que me faltan [para la jubilación] los tiene el patriarcado” sirvieron en Argentina para “invertir la carga de la deuda: no somos nosotras quien debemos, sino que el capital y el Estado nos deben: hay que presentarles la cuenta de lo que no han pagado históricamente”, en palabras de Cavallero. Se refiere con ello al trabajo reproductivo que durante siglos ha sido adjudicado a las mujeres –las tareas del hogar, la crianza, el cuidado de personas mayores y dependientes–, pero también a los mecanismos de extracción del valor que encarnan las finanzas, que promueven un endeudamiento masivo que el feminismo declara ilegítimo.

Después de investigar la deuda junto con colectivos como Inquilinxs Agrupadxs y la Asamblea Feminista de la Villa 31 y 31-bis de Buenos Aires, Cavallero y Gago editaron, junto a Silvia Federici, ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera, en el que escriben, entre otras, integrantes del Debt Collective (Estados Unidos), el Instituto Equit (Brasil) y el Instituto Amaq’ (Guatemala). Otro de los casos en los que se detiene el ensayo es el de las microfinanzas.

Los microcréditos como estrategia de despojo

En 1983, el bangladesí Muhammad Yunus creó el Banco Grameen, que promovió las microfinanzas dirigidas a los sectores empobrecidos; pronto, los microcréditos se dirigieron específicamente a las mujeres, consideradas mejores pagadoras, además de tener a sus espaldas las responsabilidades familiares que las fuerzan a endeudarse para sobrevivir. En los últimos años, mujeres de diferentes países vienen denunciando los altos tipos de interés (de 30% a 40% e incluso más, según denuncia el Comité por la Abolición de las Deudas Ilegítimas (CADTM), así como la falta de información y la fuerte presión que sufren por parte de sus acreedores, tales como visitas a domicilio con amenazas de acabar en la cárcel. El CADTM, organización con base en Bruselas y sedes en distintos países de África y América Latina, vincula la expansión de los microcréditos con el alto índice de suicidios de mujeres endeudadas en países como Marruecos y Bangladés. Las mujeres suponen el 80% de la población receptora de microcréditos en Níger y Bangladés, y el 90% en Sri Lanka, según la CADTM.

Las microfinanzas llevan “a poblaciones previamente capaces de mantenerse a sí mismas hacia la ‘servidumbre por contrato’ con los bancos”, escribe la pensadora italiana Silvia Federici, que subraya el “énfasis puesto en capturar a lxs no bancarizadxs” y la “promoción de la ideología emprendedorismo”. Es decir: se promueve que mujeres precarizadas se endeuden para sacar adelante su emprendimiento, pero en la práctica, las condiciones abusivas imposibilitan el reembolso normal y las obligan a recurrir a nuevos préstamos para hacer frente a los vencimientos de pago.

No extraña entonces que en los últimos años hayan surgido colectivos que protestan contra las microfinanzas y que están protagonizados por mujeres.

En Marruecos, en 2011 cerca de 4.500 mujeres se levantaron en protesta contra los microcréditos. La CADTM lanzó en 2015 una acción llamada “¡Aquí está la factura!” (Voilà la facture !) para visibilizar la deuda del Estado con las mujeres. Y, en Senegal, la Red Derecho al Desarrollo de otras Alternativas –REDA, Réseau Droit au Développement pour d’autres Alternatives–, así como Cruce de la Solidaridad (Carrefour de la solidarité) reivindican una política de préstamos a tipo de interés cero, mientras florecen alternativas comunitarias como las tontinas, cajas de ahorro autogestionadas por mujeres.

En Ecuador, esas formas de ahorro comunitario han florecido de la mano de la confluencia de los colectivos Mujeres de Frente y Caja de Ahorro 1 de Mayo. Así lo explica Andrea Aguirre, de Mujeres de Frente: “Los montos de crédito dependen de lo que logramos ahorrar como colectivo. La garantía es colectiva y generamos un sistema de diálogo con las compañeras que por un motivo u otro no logran pagar una cuota, de modo que podamos llegar a acuerdos de pago sin poner en riesgo nuestros vínculos. La única regla es no desaparecer: conversar como forma de sostener la garantía”.

Más precariedad en tiempos de pandemia

En muchos países, lo que se ha observado es cómo los sectores populares han pasado de endeudarse para acceder a ciertos bienes o servicios esporádicos –un televisor, unas vacaciones– a recurrir a la deuda para hacer frente a necesidades básicas, como comer o pagar el recibo de la luz. Esto es notorio para el caso de Brasil, como explica a Equal Times Graciela Rodríguez, del Instituto Equit – Género, Economía y Ciudadanía Global: “En las últimas décadas, el endeudamiento en Brasil se ha ampliado a los hogares y se ha hecho cada vez más presente en la vida cotidiana. La expansión del sistema financiero en Brasil está ligada al crecimiento del trabajo informal en los territorios, y las mujeres son las principales afectadas, porque reciben menos salarios en el mercado formal del trabajo y porque cargan a sus espaldas con las responsabilidades familiares. Esto las hace recurrir a créditos para suplir necesidades básicas”.

Esta precariedad ha aumentado aceleradamente con la pandemia de la covid-19, mientras, según Oxfam, los diez hombres más ricos del mundo duplicaban su fortuna. “En Brasil, el aumento del desempleo y la informalidad está siendo dramático. El Gobierno ha puesto en marcha un programa de subsidios para sectores de baja renta que termina siendo un arma de doble filo, ya que al mismo tiempo se implementan programas que facilitan la cobranza de deuda [es decir, los bancos –al tiempo que el Gobierno daba los subsidios y la población recibía la ayuda– pusieron en marcha programas para facilitar el pago de deudas antiguas]: así, gran parte de este subsidio termina volviendo a los bancos [y todo ello termina generando nuevos endeudamientos]”, apunta Graciela Rodríguez.

“Endeudarse para pagar deudas se convierte en una rutina agotadora para enfrentar la crisis de salud, la provisión de alimentos y medicinas, el acceso a servicios esenciales y vivienda, e incluso para enfrentar la violencia doméstica que se ha multiplicado en la pandemia”, añade.

Lo cierto es que la investigación feminista de la deuda ha visibilizado el vínculo entre deuda y violencia machista, como recuerdan Gago y Cavallero cuando dicen: “La deuda nos impide decir no cuando queremos decir no”. Esto resulta evidente respecto de la vivienda, como enfatiza el manifiesto conjunto de Ni Una Menos y el colectivo argentino Inquilinos Agrupados: “Hoy, la mayoría de lxs inquilinxs están endeudadxs”. De modo que, para muchas personas, “quedarse sin el lugar donde vivir implica irse a vivir directamente a la calle o recaer en casas violentas, de las que han logrado escapar”.

También las integrantes de la Plataforma de Afectadxs por la Hipoteca (PAH) de la localidad madrileña de Vallecas destacan las dificultades adicionales que el endeudamiento hipotecario impone a mujeres que sufren violencia. En el cuaderno Hasta que caiga el patriarcado y no haya ni un desahucio más. Deuda, vivienda y violencia patriarcal, la PAH Vallekas denuncia un “sesgo de género” en la crisis hipotecaria, que se concreta en mecanismos como “la práctica de incluir en los contratos hipotecarios a familiares mujeres no convivientes como codeudoras (como titulares de la hipoteca) en lugar de avalistas”.

Politizar la deuda como antídoto frente a la culpabilización

El enfoque feminista del creciente endeudamiento de las clases populares permite además politizar problemas que el discurso neoliberal considera privados. Se dice que la gente ha vivido “por encima de sus posibilidades” y así se les culpabiliza por cargar con una deuda impagable. Sin embargo, un análisis del mercado inmobiliario y del endeudamiento público tras el rescate bancario durante la crisis financiera posterior a 2008 en España, o de las irregularidades de la deuda que Macri adquirió con el FMI en Argentina, visibiliza hasta qué punto ciertas decisiones políticas llevaron a la aceleración del endeudamiento privado.

La deuda tiene una fuerte carga moral: muchas mujeres sucumben a la presión de devolver sus créditos en contextos de extrema precariedad, porque es muy fuerte el mandato que les impone sufragar sus deudas. De ahí la importancia, expone Cavallero, de politizar la deuda: “La función del endeudamiento es que cada hogar asuma los costes de la crisis, cuando el ajuste es algo que debería ser discutido colectivamente. Por eso hay que sacar del clóset a la deuda”. En otras palabras: el endeudamiento de los hogares desdibuja la responsabilidad política –de un Estado al endeudarse y de instituciones financieras como el FMI al imponer recortes de servicios públicos y otras políticas de ajuste– y viene a decir que aquél es el resultado de las malas decisiones personales.

This article has been translated from Spanish.