Movilización ciudadana en Polonia, Rumania y Moldavia para acoger a los refugiados de guerra de Ucrania

Movilización ciudadana en Polonia, Rumania y Moldavia para acoger a los refugiados de guerra de Ucrania

Upon their arrival in Poland, people who have fled Ukraine are oriented by volunteers on how to get to other towns and how to get help, like here in Medyka, on the country’s southern border, on 11 March 2022.

(Louisa Gouliamaki/AFP)

Vladimir y Anastasia se consideran afortunados. Estos dos refugiados de la guerra en Ucrania afirman que su viaje a Polonia solo tomó tres días. Viajaron en tren desde Kremenchuk, en el este de Ucrania, pasando por Kiev y Lviv, para llegar a Rzeszów y finalmente a Varsovia. “Los demás tuvieron que viajar durante más tiempo”, apunta Vladimir. El bielorruso de 23 años y su esposa ucraniana de 22 huyeron de la guerra que se aproximaba rápidamente a su ciudad. “Nuestro tren salió bajo el aullido de las sirenas. Dejamos atrás a toda la familia y amigos de Anastasia”, dice Vladimir. “Decidieron quedarse con su pa-dre, que no puede salir de Ucrania debido a la obligación militar”. Desde entonces, no cesan de preocu-parse por sus seres queridos con los que están en contacto a través de internet.

Desde el 1 de marzo, la pareja vive acogida por un polaco de 25 años, Hubert, en la zona residencial de Mokotów, en Varsovia. Ocupan uno de los tres dormitorios de un apartamento renovado en el sexto piso de un edificio postcomunista. En su pequeña habitación han acomodado algunas bolsas que trajeron de Ucrania. En una pequeña cocina cuyas ventanas dan al panorama de Varsovia, la pareja relata: “Hubert fue otro golpe de suerte. Al llegar a Rzeszów, una voluntaria nos dio una lista de contactos que habían señalado poder albergar a refugiados. Hubert fue el segundo al que llamamos. Nos dijo “¡Vengan, hay una habitación esperándoles en casa!”.

Según la policía fronteriza polaca, han entrado en Polonia más de 2,05 millones de personas procedentes de Ucrania desde que comenzó la agresión rusa el 24 de febrero. Actualmente es el país que acoge el mayor número de refugiados. Al igual que Vladimir y Anastasia, la mayoría ha encontrado refugio en viviendas particulares. En cuanto a Hubert, su anfitrión, puso a disposición una habitación en su aparta-mento en reacción a un artículo en Facebook. “Esta habitación acababa de ser desocupada por mi com-pañera de piso que se mudó. Me uní a varios grupos de ayuda a refugiados. Dejé mi número en la base de datos de contactos de uno de ellos. Dos días después, Vladimir y Anastasia llegaron a mi casa”, relata el joven profesor de economía. Para dar a sus invitados algo de privacidad, explica que a menudo va a trabajar a un café.

“Nos gustaría quedarnos en Varsovia”, retoma Vladimir. “Hubert nos ayuda a escribir nuestros CV en inglés y esperamos encontrar un trabajo pronto. También nos encontró clases gratuitas de polaco, co-menzamos este fin de semana. Por su parte, el polaco asegura que está dispuesto a acoger a los dos jó-venes durante el tiempo que sea preciso.

Un ejército de voluntarios en la estación ferroviaria de Varsovia

En Varsovia y otras ciudades de Polonia, se cuentan por miles los que prestan ayuda: en su mayoría vo-luntarios individuales, grupos de vecinos organizados en Facebook o algunas ONG, como Caritas. El colo-sal trabajo que realizan se ve sobre todo en las estaciones de tren a las que llegan miles de personas to-dos los días. En Warszawa Centralna, la estación central de Varsovia, les espera un verdadero ejército de voluntarios. La mayoría son estudiantes y jubilados, pero también hay empleados y padres y madres que vienen a ayudar después del trabajo.

Su signo distintivo: chalecos amarillos con los idiomas que hablan: ENG, UA, FR o RUS (para inglés, ucra-niano, francés o ruso). Trabajan frenéticamente distribuyendo comida, bebidas, ropa y tarjetas sim pola-cas, y luego ayudando a encontrar alojamiento o transporte. También entretienen a los niños, cuidan de las mascotas, tan cansadas del viaje como sus amos. Los voluntarios son tan activos sobre el terreno co-mo en Internet, por ejemplo, en grupos de Facebook como Pomoc dla Ukrainy (Ayuda a Ucrania) Grupa Zasoby Warszawa (Recursos de Varsovia - alojamiento para los ucranianos y ucranianas).

Desafortunadamente, debido a la falta de apoyo estructural del Estado polaco, los voluntarios tienen que organizarse por sí solos. Aunque reciben donaciones de toda Europa, tanto en dinero como en productos de primera necesidad, su compromiso tiene sus límites.

“Podemos distribuir alimentos o ayudar a encon-trar alojamiento”, explica Magda, una voluntaria que trabaja en el punto de recepción de la Estación Cen-tral. “Pero debido a la falta de competencias adecuadas, no ayudamos, por ejemplo, a los refugiados que están psicológicamente traumatizados”. Agrega que esta falta de apoyo es frustrante. “De continuar así, temo el agotamiento”.

Sin embargo, por ahora no hay indicios de la llegada de un alivio real de parte del Estado. La única ayuda que introdujo el 15 de marzo es una subvención única de 300 zlotys (63 euros) que se entregará a cada refugiado ucraniano. Asimismo, concede 40 zlotys (9 euros) por día, durante 60 días, a personas y enti-dades en Polonia que acojan refugiados. Las personas que acogen a refugiados ucranianos pueden solici-tar la subvención rellenando un formulario en el ayuntamiento de su ciudad o población. También se abonará retrospectivamente la subvención por el tiempo que los ciudadanos hayan alojado antes a ucra-nianos.

Desde la activación del mecanismo de acogida temporal de la Unión Europea el 3 de marzo, los ucrania-nos pueden beneficiarse de un estatuto que les da acceso a visado, permiso de trabajo, atención médica y escolarización en cualquier país de la Unión Europea, al que pueden acogerse sin restricciones durante un año renovable. En Polonia, el derecho de residencia está legalizado durante 18 meses, y también po-drán recibir un número de identidad nacional (PESEL) y ayudas sociales.

¿Serán suficientes estas medidas? “Tal vez”, dice Hubert. “Pero lo más importante es que el Estado asu-ma parte de la carga que ahora llevan los voluntarios”. Ya que la situación no se resolverá pronto y hay que reservar fuerzas como si se tratara de un maratón y ya no de un esprint.

En Rumania, un Gobierno “reactivo, pero no proactivo”

Hasta el 20 de marzo, habían entrado en Rumania unos 527.000 personas procedentes de Ucrania y solo una cuarta parte de ellas ha permanecido en el país, según la policía fronteriza rumana. La sociedad civil se movilizó rápidamente para proporcionar asistencia de emergencia. El grupo de Facebook Uniti pentru Ucraina (Unidos por Ucrania) reúne a más de 260.000 personas dispuestas a brindar apoyo a los recién llegados. La asociación de codificadores Code4change creó en pocos días, con la ayuda de asociaciones y autoridades, un sitio que reúne toda la información necesaria: dopomoha.ro (“ayuda” en ucraniano).

Son varias las opciones disponibles para los refugiados que llegan a Rumania y desean quedarse allí.
Para los ucranianos que no deseen solicitar asilo, deberá aplicarse el mecanismo europeo de protección temporal. Para Stefan Leonescu, abogado de la asociación religiosa JRS Romania (Servicio jesuita a refugiados), la forma en que se pondrá en práctica este mecanismo en todo el territorio todavía no está “muy clara” y teme que se presenten desigualdades según las regiones.

A continuación pueden solicitar asilo, especialmente aquellos que no tienen documentos. El 12 de marzo en Rumania, habían presentado su solicitud 3.753 ciudadanos ucranianos. De este modo, pueden obtener alojamiento gratuito, asistencia médica y 20 lei diarios (unos 4 euros) para alimentación, mientras obtienen la respuesta de la Inspección General de Inmigración (IGI), la cual les concederá o no el estatuto oficial de refugiado. Sin embargo, esta situación implica algunas limitaciones: sus documentos de identidad, en caso de tenerlos, son confiscados mientras dure el proceso de solicitud, no pueden circular libremente en Rumania ni fuera del país, y ya no podrán solicitar asilo en otro país europeo. Si la respuesta es positiva, podrán ingresar al mercado laboral solo al cabo de tres meses. Como Rumania no pertenece al espacio Schengen, tendrán que permanecer allí.

Además, según Stefan Leonescu, “una respuesta positiva puede no ser automática, ya que la inmigración puede considerar que algunas personas no han sido atacadas de forma individual, especialmente si provienen de ciudades que no se ven afectadas por los bombardeos”.

También se plantea la cuestión de las personas que vienen de Ucrania pero no son ucranianas. Bassem, un estudiante tunecino de 22 años, salió de Odessa el 26 de febrero. “Un policía en la frontera rumana me dijo que podía quedarme todo lo que quisiera en Rumania y trabajar. En realidad, esto no es posible”, lamenta preocupado, porque no quiere regresar a Túnez. El abogado Stefan Leonescu no se muestra optimista con respecto a su situación. “No he visto ninguna señal de parte de los ministerios para mejorar la situación de las nacionales de otros países que también han huido de la guerra”, asegura.

A nivel local, son principalmente las ONG y las comunidades las que piensan en la acogida de refugiados a largo plazo. Con su asociación Centro de Recursos Cívicos, en la ciudad de Constanţa, Cosmin Barzan y otros voluntarios se dedican a buscar alojamiento durante varios meses para los refugiados en conexión con agencias inmobiliarias, procurando apoyo psicológico, cursos con maestros ucranianos, etc. “La demanda aún no es fuerte, pero preferimos anticiparnos”, explica, “el Gobierno rumano es ciertamente reactivo, en particular en las fronteras donde trabajamos conjuntamente, pero no proactivo”. Acusa a este último de esperar hasta el último momento para actuar mientras que la sociedad civil ya está lista: “El problema es que, a diferencia de Moldavia, las autoridades no se muestran muy inclinadas a trabajar con nosotros en la integración de los refugiados”.

En Moldavia, una presión enorme

Moldavia, que no forma parte de la Unión Europea y, por lo tanto, aquí no funciona el mecanismo temporal de acogida, ha tomado sus propias medidas. El Gobierno proeuropeo de Maia Sandu, en el poder desde julio de 2021, reaccionó rápidamente desde el comienzo de los ataques militares. En cuanto llegaron los primeros ucranianos a la frontera, las autoridades instalaron tiendas de campaña para alojamiento de emergencia y utilizaron instalaciones públicas, como la sala de exposiciones Moldexpo, en Chisinau. Sin embargo, casi dos tercios de los recién llegados encontraron alojamiento con los lugareños. A finales de febrero, el Gobierno convocó a varias asociaciones para trabajar mano con mano con ellas y atender urgentemente las necesidades en materia de vivienda, traducción, alimentación y transporte.

Se ha organizado un grupo de apoyo de emergencia, Moldova for Peace, bajo los auspicios del Ministerio del Interior. “La colaboración entre el Gobierno y la sociedad civil ya tenía un precedente durante la pandemia”, apunta Cristina Sârbu, una voluntaria que gestiona las grandes donaciones humanitarias y la colaboración con organizaciones locales. “Esta cooperación fue eficaz y construyó una confianza mutua”. Además, acreditar a las asociaciones para trabajar en la frontera y en los centros de alojamiento puede tranquilizar a los recién llegados y evitar abusos, como el de los transportistas que exigían cien euros para traer a los refugiados a la capital.

Sin embargo, la presión sobre el país es enorme: Moldavia es el país que más refugiados ha recibido en relación con el número de habitantes, a la vez que es el país más pobre de Europa. El 20 de marzo, unas 362.000 personas ingresaron al país, de las que un tercio planea permanecer allí, para una población de casi 3 millones de habitantes. Aun cuando el Gobierno moldavo ahora está facilitando el acceso al trabajo para los ucranianos durante el estado de emergencia instaurado el 24 de febrero, también ha pedido ayuda internacional para evitar un colapso de la infraestructura y facilitar el acceso de los ucranianos a otros países europeos. Países como Francia han enviado varias toneladas de suministros de emergencia humanitaria y están acogiendo en su territorio a refugiados ucranianos que llegaron a Moldavia, 2.500 en el caso de Francia.

Cristina Sârbu espera “que las personas que quieran quedarse puedan integrarse en la sociedad moldava y que sean un impulso” para mejorar su “sistema e infraestructura”.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz