Emergencia climática y seguridad mundial: ¿podrán los conflictos del futuro tratarse de otra manera en la ONU?

Emergencia climática y seguridad mundial: ¿podrán los conflictos del futuro tratarse de otra manera en la ONU?

UN peacekeepers in Mali carry out activities with the population of Gao, including water and medicine distribution operations, as pictured here in July 2017.

(Harandane Dicko/UN Photo)

Escasez de agua, malas cosechas que provocan hambrunas, incendios forestales, así como disturbios relacionados con el coste de la vida, recrudecimiento del terrorismo, pandemias y epizootias, afluencia de refugiados climáticos… La lista de catástrofes relacionadas con el cambio climático es cada vez más larga. Para hacer frente a estos riesgos crecientes, una de las misiones de las Naciones Unidas es proporcionar herramientas de reflexión y debate.

Por ejemplo, el 13 de diciembre de 2021, en el Consejo de Seguridad de la ONU, dos países muy distintos –uno del Sur, Níger, y otro del Norte, Irlanda– lanzaron conjuntamente una propuesta de resolución que establecía la existencia de una estrecha correlación entre clima y seguridad. Dicha resolución podría haber servido para presionar a los Estados y a las multinacionales de cara a frenar el calentamiento global. En ella se solicitaba la redacción de un informe sobre la influencia del cambio climático en las crisis gestionadas por el Consejo, y más información por parte de los equipos encargados del mantenimiento de la paz. La iniciativa surgió tras la adopción del Pacto de Glasgow en la COP26 de Escocia en noviembre de 2021, en el cual se determinó que el aumento de las temperaturas “plantea y seguirá planteando crecientes amenazas para la seguridad”, como había recordado entonces Géraldine Byrne Nason, embajadora irlandesa ante las Naciones Unidas.

Pero Rusia vetó inmediatamente el texto por considerarlo “inaceptable”, alegando que no se había negociado lo suficiente sobre el tema. Rusia temía –incluso antes de lanzar su ofensiva militar contra Ucrania– que la ONU se inmiscuyera en sus asuntos internos y en sus ámbitos de influencia. No obstante, el proyecto contaba con el apoyo de 12 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad, y 113 de los 193 miembros de la Asamblea General, entre ellos una mayoría de países del Sur, los más vulnerables a los riesgos climáticos.

El “relativismo climático” de Putin y las críticas al sistema de veto

La representante estadounidense criticó duramente a Rusia por su veto, que, según ella, impide que “el organismo más importante del mundo” dé un pequeño paso en la dirección correcta para afrontar el cambio climático. Recordemos que Rusia está acostumbrada a utilizar su veto: lo ha ejercido nada menos que 115 veces desde 1945 (de un total de 208 vetos), en relación a múltiples asuntos, paralizando así la ONU y todo el sistema de multilateralismo. Estados Unidos ocupa el segundo lugar, con 83 vetos.

Según el historiador Laurent Coumel, profesor de INALCO, con quien Equal Times se reunió, “Rusia, o, más bien, el hombre que la dirige, no cree totalmente en los riesgos climáticos. Putin ha sido durante mucho tiempo un escéptico del cambio climático, y podemos calificarlo como un ‘relativista del clima’, puesto que considera que los efectos del cambio climático en su país son en parte inapreciables. En el Consejo de Seguridad, es el país cuya economía más depende de los hidrocarburos: la mitad del presupuesto estatal ruso procede de los impuestos sobre las exportaciones de gas y petróleo”. El embajador ruso ante la ONU, Vassily Nebenzia, cuestionó, por tanto, la relación entre los problemas de seguridad en el mundo y el calentamiento global, afirmando que la resolución traería “confusión y duplicación”, y que cada problema de seguridad en el mundo debería tratarse por separado.

La India también votó en contra de la resolución, afirmando que el Consejo “no es el foro adecuado para debatir la cuestión del cambio climático”, y que la crisis climática está esencialmente vinculada al desarrollo económico, no a la seguridad. China se abstuvo, ya que no podía ir en contra de la mayoría de los países del Sur, que estaban mayoritariamente a favor. De hecho, Rusia, China y la India propusieron un proyecto de resolución alternativo (que no se aprobó) centrado en la zona del Sahel, pero que puede interpretarse como un intento de ampliar su influencia sobre esta región.

El propio secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, insistió en que “aunque el cambio climático no es el origen de todos los males, tiene un efecto multiplicador y constituye un factor agravante de inestabilidad, conflicto y terrorismo”.

Los embajadores de Irlanda y Níger deploraron el sistema de veto en el Consejo de Seguridad, puesto que bloquea numerosos proyectos de resolución que, no obstante, cuentan con el apoyo de la mayoría, y consideraron que este veto “es un anacronismo” que refleja el estado de las relaciones internacionales en 1945 pero no en la actualidad, por lo que debería abolirse el derecho de veto.

De hecho, los países del Sur cuentan con una amplia mayoría en la ONU. En 1964 se agruparon en el “G77”, (inicialmente un grupo de 77 países, que ahora cuenta con más de 130). Sin embargo, su voz tiene poco peso en la Asamblea General, y siempre son las potencias con derecho a veto las que consiguen imponer su opinión, lo cual se está percibiendo cada vez más como una injusticia. Los países del Sur, que son los primeros en sufrir estas catástrofes, argumentan que el calentamiento global incrementa drásticamente el riesgo de terrorismo.

Identificar riesgos y peligros

Además, la ONU se está viendo sobrepasada por la OTAN en lo que respecta a esta cuestión: en junio de 2021, sus miembros afirmaron que la OTAN debería convertirse en la organización de referencia a la hora de entender y adaptarse a las repercusiones negativas del cambio climático. En su última cumbre la organización propuso un plan de acción. El Pentágono, así como sus dependencias, el FBI y la CIA, también tienen la intención de tomar cartas en el asunto. La CIA ha publicado hace poco su informe prospectivo Cómo será el mundo en 2040, según la CIA, con un apartado específico sobre las cuestiones medioambientales y climáticas. El informe señala que “los países especialmente afectados son aquellos que presentan una polarización ética o religiosa, cuyos medios de subsistencia dependen en gran medida de los recursos naturales o de la agricultura, cuyos mecanismos de resolución de conflictos son frágiles o ilegítimos, y que tienen un historial de violencia y una escasa capacidad de adaptación”. Entre los conflictos interestatales más preocupantes, el informe menciona las situaciones en el Ártico y en el valle del Nilo, ambas debidas a los efectos colaterales del cambio climático.

El vínculo entre el calentamiento global y el terrorismo en África fue establecido, entre otros, por el comité de expertos alemán Adelphi. Susanne Wolfmaier, asesora en materia de riesgos climáticos de dicho think tank, a quien Equal Times entrevistó, afirma que la desecación de la cuenca del lago Chad, una fuente de agua de la que dependen 30 millones de personas, está provocando numerosos conflictos intercomunitarios, lo cual favorece el arraigo del grupo terrorista Boko Haram. Así mismo, Wolfmaier señala que en Somalia, desde la grave sequía de 2011, el grupo islamista Al-Chabab ha aprovechado las repercusiones del calentamiento global para reforzar su control en el país.

La concienciación respecto a este grave problema no es nada nuevo. La politóloga Lucile Maertens ha estudiado el tema del cambio climático en la ONU y recuerda que el 10 de enero de 2017, en su primera intervención en el Consejo de Seguridad, António Guterres ya había afirmado que la mayoría de los conflictos actuales estaban “alimentados por la competencia por el poder y los recursos” y “agravados por el cambio climático”. El cambio climático como “imperativo económico y de seguridad” también se abordó en la COP21 de París en 2015.

Por su parte, el G77 está dividido respecto a esta cuestión. En 2013, “Guatemala criticó al Consejo de Seguridad por debatir problemáticas relacionadas con el cambio climático cuando los países más vulnerables en este sentido no tienen voz en el mismo”, explica Lucile Maertens a Equal Times. “Sin embargo, los países menos desarrollados y los pequeños Estados insulares se han pronunciado a favor de incluir el cambio climático en la agenda del Consejo, percibiendo esta medida como garantía de un compromiso más serio por parte de la comunidad internacional en materia de clima”.

Lucile Maertens considera que “el margen de maniobra del Consejo de Seguridad sigue siendo limitado: el cambio climático pone de manifiesto los límites del funcionamiento actual de este órgano mal equipado para responder a las amenazas de seguridad multidimensionales, transfronterizas e intersectoriales”.

Sin embargo, el rechazo de este proyecto de resolución no es necesariamente irremediable y, por el contrario, su existencia es testimonio de una corriente, de una creciente toma de conciencia por parte de numerosos Estados, del Norte y del Sur, y de su voluntad de unirse y aunar esfuerzos para hacer frente a una catástrofe ecológica y de seguridad mundial cada vez más palpable. El proyecto, si bien simbólico, ha supuesto un primer paso.

El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado el 28 de febrero de 2022, en el que se subraya que los riesgos climáticos y medioambientales en un futuro próximo van a ser exponenciales, parece contribuir a esta toma de conciencia. El actual conflicto en Ucrania también atestigua esta correlación: “el cambio climático y los conflictos tienen el mismo origen: los combustibles fósiles”, asegura la militante ucraniana de Zero Fossils Fuels Campaign Svitlana Romanko.

En una carta abierta publicada el 3 de marzo de 2022, varias ONG, entre ellas 350.org, llamaron la atención de la comunidad internacional sobre el papel motor de los combustibles fósiles en los conflictos geopolíticos. Así pues, es preciso combinar con carácter de urgencia los esfuerzos transnacionales en pos de una sociedad mundial pospetróleo y de una transición ecológica que permita atenuar la virulencia de los conflictos geopolíticos.

This article has been translated from French by Guiomar Pérez-Rendón