Burrow: El emperador está desnudo

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Como ocurre en el clásico cuento de Andersen, los trabajadores/as saben que las medidas de austeridad no sirven para nada, a pesar de lo que les cuentan los Gobiernos.

Durante los dos últimos años, han recortado salarios y condiciones laborales en todo el mundo en nombre del crecimiento.

¿Conseguirán los economistas y líderes mundiales abrir los ojos en Tokio y darse cuenta de que las medidas de austeridad han fracasado?

Sin una estrategia de crecimiento que impulse el aumento de los ingresos (mediante puestos de trabajo y protección social), la austeridad siempre fracasa. Hoy en día, este hecho es oficial: incluso el FMI ha admitido que se equivocó.

No se trata de un fallo técnico en el cálculo del efecto multiplicador.

La verdad es que la economía ortodoxa volvió a subestimar el impacto negativo que tendrían las medidas de austeridad y la economía mundial vuelve a estar en peligro de recesión (Europa ya ha entrado en ella).

La perspectiva económica es poco prometedora, ya que se prevé un crecimiento mundial de poco más del 3% para el 2012 y no mucho mejor para el 2013, con una previsión de aproximadamente el 3,3%.

Europa, con un crecimiento negativo este año y perspectivas de estancamiento para el 2013, no parece que vaya a salir de la recesión. La tragedia es que el legado del desempleo en masa tiene consecuencias humanas debido a la codicia de la crisis financiera y al impacto de las medidas de austeridad.

Demasiado empobrecimiento perjudicará a la riqueza nacional de tal manera que no se recuperará en décadas.

Georgia, una mujer griega, lo explica a la perfección: “Me redujeron el salario en un 45%.

Por primera vez en 38 años no puedo pagar las facturas. La pensión de mi madre es de 320 € al mes. Con eso no puede vivir y yo no puedo ayudarle”.

La de Georgia es una de las voces que recopilamos en el informe sobre los Nuevos Frentes que la CSI ha publicado esta semana.

Para la CSI, el análisis económico solo se puede entender bien cuando se entienda la realidad del impacto que tiene en la vida de los ciudadanos.

Durante las reuniones del FMI y el Banco Mundial que se llevaron a cabo esta semana en Tokio, hemos exigido que se detengan inmediatamente los ataques a los derechos de los trabajadores y trabajadoras y hemos expuesto las políticas que impulsarán el empleo y el crecimiento sostenible.

Asimismo, también es imprescindible que el G20 cumpla el compromiso que adquirió en Los Cabos: revisar las directrices políticas si se daba una disminución acusada del ritmo de crecimiento.

Aún queda por ver si los ministros de economía del G20 darán algún paso en esta dirección cuando se reúnan mañana.

El mundo está al borde de la recesión, la tasa de desempleo sigue aumentando, las medidas de austeridad han fracasado y la gente cada vez está más desesperada, lo que se refleja en una creciente agitación social.

Todavía no queda claro si reconocerán estos hechos o seguirán ignorándolos.

El economista jefe del FMI ha señalado que los salarios deben aumentarse en las economías excedentarias, pues constituyen un importante motor de la demanda.

También reconoce la desigualdad o la distribución de la riqueza escandalosamente desigual como barreras para el crecimiento y la inclusión.

Aún así, la ortodoxia que aboga por la fracasada política del mercado laboral sigue ejerciendo una fuerte influencia.

Para demasiados economistas y encargados de formular políticas, la brecha en la justicia económica sigue siendo un discurso teórico.

Para la gente trabajadora constituye la dura realidad de la vida cotidiana. La solución sigue siendo un crecimiento que impulse el aumento de los ingresos, es decir, puestos de trabajo sostenibles y decentes, así como protección social.