Acabemos con la austeridad antes de que acabe con nosotros

 

El último informe Perspectivas de la Economía Mundial del FMI está causando bastante revuelo.

Incluye un recuadro de tres páginas donde se afirma básicamente que el FMI, junto con otras instituciones internacionales como la OCDE y la Comisión Europea, han subestimado enormemente el impacto de las medidas de austeridad fiscal en la actividad económica.

A la hora de formular políticas y hacer previsiones a lo largo de los últimos años, se asumió que un recorte fiscal equivalente al 1% del PIB daría lugar a una caída de la actividad económica del 0,5%.

Técnicamente, esto supone un multiplicador del 0,5%.

Al comparar las previsiones anteriores del crecimiento con los resultados reales, el FMI ahora encuentra unos efectos que son dos o incluso tres veces superiores: es decir que un ajuste fiscal del 1% del PIB rebaja la actividad económica en un 0,9 ó incluso un 1,7% en lugar del 0,5% que se había asumido hasta ahora.

Se trata de unas cifras enormes que implican que el FMI y otras “instituciones muy serias” se han equivocado completamente.

Al pensar que los recortes fiscales no tendrían más que un impacto relativamente pequeño en la actividad económica, los Gobiernos fueron mal aconsejados y se vieron abocados a adoptar unas políticas que administran sobredosis de austeridad.

Esta sobredosis de austeridad ha destruido la frágil recuperación en Europa y en la zona euro, transformándola en una nueva recesión.

La “mea culpa” del FMI es verdaderamente admirable, y ojalá sirva para inyectar un poco más de modestia en la actitud y posturas de los “austerianos” por aquí por Europa.

 

Una verdad incómoda

El FMI, sin embargo, no nos lo cuenta todo. Concretamente, la referencia al final del recuadro que dice “se justifica ahondar el análisis y estudiar la dependencia de los multiplicadores fiscales del factor tiempo y de las condiciones de la economía” es de lo más ambigua.

La realidad es que el FMI ya ha hecho ese estudio.

Dicho estudio, publicado este verano en un documento de trabajo, es sencillamente devastador para las recomendaciones tradicionales y dominantes en materia de austeridad y política fiscal.

En primer lugar, el documento del FMI desacredita completamente el consabido mantra de que para que la consolidación sea satisfactoria se tiene que recortar el gasto público y social.

El FMI ahora descubre que los multiplicadores de los gastos, especialmente en un contexto de desaceleración económica, son hasta diez (!) veces mayores que los multiplicadores fiscales.

Esto quiere decir que una consolidación fiscal que esté principalmente basada en el aspecto de los gastos tendrá efectos sustancialmente más negativos en la economía que una consolidación basada en un aumento de los impuestos.

En segundo lugar, el documento de trabajo del FMI encuentra unos valores absolutos para los multiplicadores que son incluso mayores que los mencionados en su informe Perspectivas de la Economía Mundial.

Un ajuste fiscal del 1% del PBI aplicado en condiciones de desaceleración económica y basado en recortes de los gastos dará lugar, en el caso de la zona euro, a una amputación del 2,5% de la actividad económica.

Esto también implica en realidad que este tipo de consolidación fiscal aumentará el déficit en lugar de reducirlo.

En consonancia con la disminución de la actividad económica, la renta pública caerá, mientras que los gastos correspondientes a los subsidios de desempleo aumentarán.

Si una pérdida del 1% del PIB real implica un aumento del déficit del 0,5%, como en el caso de los Estados miembros de la Unión Europea, los efectos secundarios de una reducción de los gastos igual al 1% del PIB equivaldrá, en el mejor de los casos, a la anulación de la reducción de déficit inicial.

En base a estas cuentas “en la parte de atrás del sobre”, el déficit final aumentaría un 0,25%, y ello a pesar (o precisamente a causa) de una consolidación basada en una reducción de los gastos igual al 1% del PIB.

Es como si al intentar sacar la economía del agujero, los legisladores estuvieran haciendo un agujero aún más profundo.

Esto resulta sumamente relevante para la zona euro en este preciso momento: muchos Estados miembros que se encuentran ya confrontados a una recesión se ven, a pesar de ello, obligados por el consenso económico europeo a aplicar reducciones fiscales en serie, que en su momento demostrarán ser un vano intento por respetar unos objetivos poco realistas en materia de déficit.

Nos encontramos claramente ante la trampa de una espiral infernal.

En tercer lugar, los planes de consolidación agresivos que “concentran” los recortes fiscales a principios del período tienen unos efectos negativos más drásticos y más prolongados en el rendimiento que una consolidación gradual.

Resulta menos costoso para la economía administrar anualmente un recorte del 0,5% del PIB a lo largo de cuatro años que recortar un 2% del PIB de una tajada.

 

El verdadero resultado económico de las medidas de austeridad

Los tres puntos anteriores son ya bastante espectaculares.

Sin embargo el documento de trabajo del FMI va aún más lejos al desmitificar la idea de que la consolidación pura y dura, independientemente del impacto recesivo, es necesaria e inevitable para restablecer la confianza del mercado financiero.

El documento de trabajo utiliza en este caso una simulación para ilustrar cómo una política de consolidación fiscal equivocada desencadenará los demonios de los mercados financieros en lugar de apaciguarlos.

En esta simulación, un país con una radio de deuda equivalente al 120% de su PIB reacciona a un shock económico adverso optando por un ajuste fiscal del 5% del PIB a lo largo de un período de un año y medio, donde la consolidación está íntegramente basada en recortes al gasto público.

El resultado es una explosión continua de la deuda.

La explicación a esto tiene que ver con el efecto de “denominador”.

Incluso si el déficit anual (que es parte del numerador) se reduce, esta política de consolidación desencadena una recesión prolongada que provoca a su vez una bajada del PIB nominal (que se encuentra en el denominador) y, por tanto, una subida, más que una bajada, del radio de la deuda pública con respecto al PIB.

Después del período de cuatro años, el radio de la deuda pública con respecto al PIB sigue siendo más elevado – un 14% del PIB – que en otro escenario donde la consolidación se lleva a cabo progresivamente e igualmente en base a un recorte de los gastos y un aumento de los impuestos.

A su vez, el hecho de no recuperar el control de la dinámica de la deuda hace que la economía se vuelva aún más vulnerable al deterioro del sentimiento de mercado.

A pesar de una consolidación agresiva, los mercados observan un aumento del radio de la deuda con respecto al PIB.

Éstos pierden confianza y se deshacen de los bonos soberanos, provocando así una subida de las tasas de interés.

A partir de ese momento, los mercados entran en la espiral infernal de las tasa de interés excesivas, desembocando en unas dinámicas de deuda insostenibles.

De esta forma, los marcadores eluden completamente los esfuerzos de rigor fiscal: el único efecto de la austeridad es hacer más profunda la recesión y exacerbar al mismo tiempo las turbulencias de los mercados financieros.

En pocas palabras, el documento de trabajo del FMI, aunque esté formulado es un lenguaje técnico, envía una alerta clara y seria a los legisladores europeos: ¡Terminar con la austeridad ya! ¡Terminar con la austeridad preventiva! ¡Terminar con los recortes a las prestaciones sociales y a los servicios públicos! ¡Terminar con los recortes a los gastos en medio de una recesión! ¡Modificar los objetivos de déficit presupuestario a lo largo de un periodo más extenso! ¡Consolidar terminando con el dumping fiscal en Europa!

¡Terminar con la “negligencia perniciosa” del BCE de unos mercados financieros irracionales que empujan a los Estados miembros afligidos a lo más profundo del abismo!

¿Hay alguien que escuche en Bruselas, Frankfurt, Berlín o París?