El racismo en Europa

 

Monos. Ratas. Negros.

Para un racista, estos términos serían bastante convencionales. El problema es la gente que utilizó este lenguaje. Agentes de policía de Estocolmo, para ser exactos.

 

Citados en las numerosas crónicas sobre la brutalidad policial que se desató el lunes al reprimir una revuelta en un barrio de inmigrantes, los vecinos estaban en estado de shock.

“No tienen por qué insultar a la gente”, se quejó Rouzbeh Djalai, la editora de un periódico local, al canal de noticias Russia Today.

Como era de esperar, los policías tenían práctica. “Puedo entender que los agentes estuvieran estresados, pero este lenguaje es inaceptable y, por desgracia, nada nuevo”, declaró Rami al-Khamisi, un activista de una organización juvenil local.

Según explicó a la edición sueca de The Local, coincide con "la creciente marginalización y segregación que se ha dado en Suecia durante los últimos diez o 20 años”.

De hecho, el 7 de marzo, la principal funcionaria judicial del país, la ministra de Justicia Beatrice Ask, defendió la necesidad de discriminar racialmente a los pasajeros del metro de Estocolmo.

“Hay algunos que ya han sido condenados y sienten que siempre les están interrogando, aunque tan solo mirando a una persona no se puede saber si ha cometido un delito o no”, declaró la señora Ask según el New York Times.

Por supuesto, los policías de Estocolmo estaban estresados por la revuelta. Pero el contexto inmediato no lo es todo.

Por lo que parece, la estigmatización de la comunidad inmigrante en Suecia empieza en las altas esferas.

La manía persecutoria que según la ministra es característica de las minorías resulta especialmente reveladora, al igual que la culpabilidad previa que les asigna (“ya han sido condenados”).

No está tan lejos de emplear el tipo de epítetos raciales que utilizaron los agentes policiales de Estocolmo.

Quizá lo más destacado sea que el discurso revela algo mucho más siniestro que el provincianismo de los funcionarios del Estado en cuestión. La libertad que sienten para utilizar dichos estereotipos revela una creciente tendencia a criminalizar a los inmigrantes y las minorías.

No solo en Suecia, sino en toda Europa.

En 2010, por ejemplo, el Partido del Pueblo Suizo (SVP) lanzó una campaña para expulsar a los inmigrantes condenados por violación, como insinuando que solo los extranjeros cometen violaciones.

Para un país en el que se calcula que el 22% de la población es de origen extranjero, estas insinuaciones tienen como objetivo a una enorme cantidad de posibles delincuentes.

Aun así, la estigmatización es muy eficaz, pues pone el peso de un problema social local sobre los hombros de los llamados “intrusos”.

En este caso, los carteles de la campaña del SVP utilizaron el ejemplo de Ivan S., un violador condenado de origen balcánico del que afirmaban que estaba esperando para recibir su ciudadanía suiza.

La imagen de Ivan se podía ver al fondo y mostraba a un eslavo moreno que ostentaba una cadena de oro al cuello y vestía una camiseta sin mangas.

 

La construcción cultural de los Kabobos

Por desgracia, eso no es todo. En Italia, Beppe Grillo, líder del M5S (el mayor partido de oposición del país) sacó a la luz al personaje de Kabobo, un migrante ficticio ghanés/senegalés y delincuente violento que vive legalmente en Milán mientras las autoridades procesan su petición de asilo.

En su blog, el señor Grillo se tomó todo tipo de libertades para criminalizarle.

Entre las transgresiones de Kabobo se encuentran actos de agresión violenta (como golpear a un anciano en la cara con un ladrillo ), intento de canibalismo (morder la oreja de un peatón cualquiera) y homicidio (asesinar a tres personas con un pico).

Al igual que Ivan S. en Suiza, Kabobo también es un violador, responsable de la muerte de una mujer italiana de 19 años a la que mata a golpes mientras viola.

En el relato del señor Grillo están arraigados todos los estereotipos racistas imaginables sobre “los extranjeros”, en este caso africanos.

Desde su mismo nombre (con su alusión al kebab, una comida muy estigmatizada por la derecha italiana) hasta la tendencia a la violencia de Kabobo, el africano aparece representado como poco civilizado por naturaleza y, por tanto, no merecedor del derecho a vivir en Italia.

Sin embargo, Beppe Grillo, con el sarcasmo que le caracteriza, afirma que el culpable de Kabobo es el sistema político italiano, pues teme que se le acuse de racista.

Por supuesto, Kabobo es libre de seguir cometiendo sus delitos, lo cual otorga más credibilidad a las políticas anti inmigración del señor Grillo y a su reputación entre los votantes de derechas.

Si su partido logra una mayoría en el parlamento, el M5S acabará con todos los Kabobos.

Aunque resulte tentador tildar de neonazi a cualquiera que exprese este racismo, deberíamos profundizar un poco más en el asunto.

No cabe duda de que Europa se encuentra inmersa en una profunda crisis y que los llamados “nativos” utilizan ritualmente a los más vulnerables como chivos expiatorios, como ya ocurrió en períodos históricos parecidos.

Cuando los europeos no pueden asumir una responsabilidad, acusan a otros.

Pero, ¿qué hay de los detalles de las acusaciones como las del señor Grillo y Beatrice Ask? También son informativos.

En la derecha europea existe una obsesión recurrente relacionada con la infracción de la ley, como si las minorías, debido a su extranjería, fueran libres de alguna manera de hacer lo que no pueden hacer los europeos.

Sin duda se trata de una fantasía compensatoria que oculta las razones por las que a los inmigrantes les cuesta tanto integrarse.

Y lo que es más importante, creo que revela un deseo de abandonar la civilización, pues lo que los europeos creían que era estabilidad ha resultado ser muy poco fiable.

La delincuencia que atribuyen a los Kabobos en realidad tiene que ver con las deficiencias del sistema, el mismo que ha fallado a Europa, inspirando fantasías vengativas de violación y derramamiento de sangre.