“Una tormenta perfecta”: por qué las comadronas británicas están al límite de sus fuerzas

“Una tormenta perfecta”: por qué las comadronas británicas están al límite de sus fuerzas

A woman holds a placard as midwives, doulas, and birth workers demonstrate in Parliament Square calling on the government to act urgently in response to increased pressures on the maternity services including staff shortages and underfunding on 13 March 2022 in London, England.

(Wiktor Szymanowicz/NurPhoto via AFP)
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“He tenido turnos en los que me he ido a casa llorando, me sentía tan desamparada”, relata Heidi (nombre ficticio). Lleva solo dos años y medio como comadrona en prácticas y ya está harta. Para su desgracia, empezó su carrera en un hospital del noroeste de Inglaterra en pleno apogeo de la pandemia de covid. La extrema escasez de personal intensificada por la pandemia fue una introducción brutal a la profesión. “Por ejemplo, la sala postnatal”, continúa. “Debería haber tres comadronas y tres personas de apoyo, sin embargo, he trabajado días en los que solo había dos comadronas, y ya. Cuando piensas en los accidentes evitados por un pelo en esas condiciones, el peso de la responsabilidad es simplemente aterrador”.

La imagen de la comadrona tranquila y sonriente que acompaña a los futuros padres a través de una de las experiencias más difíciles (y cabe esperar gratificantes) de su vida está muy arraigada en el imaginario público y, sin duda, atrae a la profesión a muchos jóvenes (principalmente mujeres) apasionados por cuidar de los demás. Sin embargo, a pesar de la contratación continua de nuevas comadronas, en los últimos años los servicios de maternidad de todo el National Health Service (NHS), el sistema sanitario público del Reino Unido, han tenido dificultades para retenerlos, lo que ha provocado una escasez crítica de personal. Las cifras del NHS England para el periodo comprendido entre septiembre de 2021 y septiembre de 2022 muestran que el número anual de comadronas y matronas que abandonan la profesión supera de hecho al número que se incorpora a ella, algo que ni siquiera ocurre con otros profesionales sanitarios como médicos y enfermeros, a pesar de que el desgaste es un problema que aqueja a todo el sistema sanitario.

“Hace unos 18 meses, empezamos a observar sistemáticamente que cada mes se producía una caída interanual del número de comadronas en activo”, afirma Sean O’Sullivan, responsable de política sanitaria y social del Royal College of Midwives (RCM), el principal sindicato que representa a las comadronas y matronas en el Reino Unido.

“Estos datos se recopilan desde 2009 y es la primera vez que se observa esta situación. En diciembre de 2022, por ejemplo, había 100 comadronas menos que en diciembre del año anterior. De hecho, el NHS ha destinado recientemente fondos para crear más puestos, pero no está consiguiendo cubrirlos”.

No cabe duda de que la covid-19 ejerció un gran impacto en la dotación de personal y en los factores de estrés que la acompañan, ya que muchas comadronas no pudieron acudir al trabajo, lo que a menudo dejó un número demasiado reducido de personal para atender el servicio. Sin embargo, en lo que respecta a las actuales tasas de desgaste, está claro que la pandemia no hizo más que agudizar múltiples problemas subyacentes. Heidi subraya que, aunque el efecto de la pandemia fue “descomunal”, “resultó que no fue solamente la covid lo que afectó a la dotación de personal. Pensábamos que solo sería un problema a corto plazo, pero todavía continúa. No son problemas nuevos. Siempre ha habido falta de personal, solo que ahora está llegando a un punto en el que se tienen dificultades para asumirlo. En mi hospital perdimos personal, la gente estaba harta. Saben que podemos afrontarlo, pero esto no significa que tengamos que hacerlo”.

“Las comadronas han ido más allá de sus fuerzas”

Kay King, directora de movimiento White Ribbon Alliance, una liga mundial sin ánimo de lucro que defiende los derechos sanitarios de las mujeres, está de acuerdo en que los problemas de la profesión son de gran alcance y de larga data. “Tengo mis dudas a la hora de relacionarlos con la pandemia”, afirma King, que también trabaja como doula desde hace 12 años y forma parte del comité directivo de March with Midwives (Marcha con las parteras), un grupo de campaña creado para sensibilizar sobre la crisis de la profesión. “Es un elemento significativo, pero la crisis de comadronas no se debe a la pandemia: es la culminación de una tormenta perfecta. Las comadronas han ido más allá de sus fuerzas, como siempre. Pero la gente se está agotando. El término que más se desprende de los informes recientes es ‘apañárselas’. Ya no lo llaman vocación”.

La encuesta anual del personal del NHS England para 2021-2022 reveló que las comadronas, junto con los paramédicos y los trabajadores de ambulancias, señalaron que se experimentaban tasas especialmente altas de estrés laboral entre las distintas ocupaciones del NHS, es decir, un 62,8%. En cuanto a la cuestión de la presión laboral, las comadronas fueron la ocupación con menos probabilidades de estar de acuerdo con la afirmación de ser “capaces de satisfacer todas las demandas conflictivas de su tiempo en el trabajo” (solo el 20,3%), mientras que el 81,4% afirmó que trabajaba horas adicionales no remuneradas. Un 48,1% afirmó que a menudo pensaba en abandonar su organización. En el caso concreto de las comadronas, solo el 14,1% afirmó estar “satisfecha” o “muy satisfecha” con su salario en 2022.

En el contexto de la crisis del costo de la vida, el NHS se vio afectado por un conflicto salarial interprofesional ampliamente publicitado y por una huelga en 2022-2023. Pero según O’Sullivan, del sindicato RCM, hay cuestiones fundamentales más allá del salario que también deben abordarse si el NHS quiere mejorar la retención de sus comadronas. Entre ellas figura ofrecer mayores oportunidades de desarrollo profesional (muchas comadronas simplemente no tienen tiempo para aprovechar las oportunidades de aprendizaje) y un trabajo más flexible. “Muchas tienen responsabilidades familiares, o simplemente quieren tener una vida fuera del trabajo”, indica. “Y algunos empleadores son muy rígidos”. Esto coincide con los resultados de la encuesta al personal del NHS. En cuanto a la conciliación de la vida laboral y familiar, solo el 31,9% de las comadronas se sentían satisfechas con las oportunidades de flexibilidad laboral.

No es como en la televisión

Incluso con la plantilla al completo, ser comadrona en el NHS no es nada fácil. “Hago tres turnos de 12 horas y media a la semana”, comenta Heidi. “Nunca tengo un descanso, a veces ni siquiera mi tiempo para comer, y nunca me voy a casa a la hora. Y es lo mismo en todas partes”. El intenso ritmo puede comenzar ya en la etapa de estudios. Quienes estudian para comadronas tienen que hacer “períodos de prácticas” (no remuneradas) en los servicios de maternidad como parte de su carrera, y ha habido informes de que han tenido que cubrir plazas de personas ausentes, lo que Heidi confirma por experiencia personal, así como por lo que relatan sus compañeras. “Las encuestas han demostrado que el 96% de los estudiantes han tenido problemas de salud mental y ya están en fase de agotamiento. Mis propias compañeras de curso ya lo han dejado o se han ido a otros servicios”. También tienen un quebradero de cabeza financiero, ya que la beca de estudios de comadronas se suprimió en 2017 y se introdujeron tasas de matrícula de 9.250 libras (unos 10.785 euros) al año.

Kate Pearce, profesora de partería en la Universidad de Greenwich, se pronuncia sin ambigüedad sobre la práctica de cubrir una plaza: “No está permitido. Los estudiantes deben ser supernumerarios. Los límites pueden difuminarse cuando hay escasez de personal, que casi siempre la hay”. Pearce cree que varios populares programas de la televisión británica de los últimos tiempos, como la serie dramática de la BBC Call the Midwife (Llama a la comadrona) y la serie documental de Channel 4 One Born Every Minute (Nace uno cada minuto) han contribuido posiblemente a atraer a muchas mujeres jóvenes a la profesión. “Pero una vez que siguen los cursos, se dan cuenta de lo difícil que es”. Aunque ya no ejerce la profesión, Pearce adoraba su época de comadrona, pero admite que “parece que hay más presión que antes”. Junto con muchas comadronas (entre ellas las jubiladas), Pearce volvió brevemente a ejercer durante la pandemia. Pero estas comadronas vuelven a marcharse ahora.

Soo Downe, profesora de estudios de partería en la Universidad de Central Lancashire, sugiere que algunos cambios en las condiciones de trabajo de las comadronas del NHS a lo largo de los años podrían ser factores que han contribuido a lo que describe como una situación de “agotamiento, angustia moral, fatiga por compasión y, finalmente, desilusión” experimentada por parte del personal:

“El cambio de turnos de 7-8 horas, con solapamientos relativamente largos entre ellos, a turnos de 12 horas ha tenido algunos efectos negativos, en mi opinión. Cuando funcionaban los turnos de 7-8 horas, el solapamiento permitía la formación multidisciplinar, sentarse a hablar de los casos con los compañeros, disponer de tiempo para aprender de los demás mientras se charlaba sobre los acontecimientos del día y, en consecuencia, daba la oportunidad de crear equipos eficaces. Las condiciones actuales, afirma, pueden haber contribuido a crear un “ciclo descendente”, en el que “la pérdida de personal supone una mayor presión para los que se quedan, y que luego se marchan debido a la presión de la escasez de personal”.

Cuando se trata de la atención sanitaria, la degradación de las condiciones de trabajo crea evidentemente una doble fuente de preocupación, con un impacto que va más allá de los propios trabajadores y afecta al público en general. Leah Hazard es a la vez comadrona en ejercicio del NHS desde hace 10 años en Escocia y autora de varios libros sobre comadronas y salud reproductiva: “Solía ser la norma de oro y la práctica habitual que las mujeres recibieran atención individualizada durante el parto activo”, afirma, eligiendo cuidadosamente sus palabras. “...Y eso sigue ocurriendo la mayoría de las veces, en la mayoría de los lugares...[...] Pero cada vez es más frecuente que esto no ocurra, y las comadronas atienden a numerosas mujeres en el trabajo de parto, lo que tiene todo tipo de consecuencias potenciales para la seguridad de la parturienta y del bebé. Es muy difícil dispensar los cuidados que sabes que eres capaz de dar cuando simplemente no tienes los recursos humanos para hacerlo”. En 2022, un informe parlamentario del Reino Unido sobre la pérdida de bebés y la seguridad del personal de maternidad (Baby Loss and Maternity Safe Staffing) concluyó: “Las pruebas que hemos recogido en este informe dibujan un panorama desolador de unos servicios de maternidad y neonatología con escasez de personal, desbordados y que defraudan por igual a las mujeres, las familias y al personal de maternidad. [...] Para muchos, el modo crisis es ahora la norma”.

Una profesión cambiante

Muchos consideran que la actual crisis de comadronas es indicativa de problemas mucho más profundos que la escasez de personal creada por la pandemia o los recientes conflictos salariales del NHS, y que de hecho afectan al núcleo de la propia profesión. “Creo que la gran mayoría de las comadronas estaría de acuerdo en que la profesión tiene el potencial de ser una función increíblemente gratificante”, afirma Hazard. “Pero parece haber un verdadero consenso generalizado en que este no es el trabajo que solía ser. Y no solo por la cantidad de trabajo, sino también por la calidad –o la naturaleza– del mismo. La dotación de personal explica gran parte de esta situación, pero creo que también está presente, en general, la sensación de trabajar en esta enorme máquina industrial que son los servicios de maternidad: tasas de intervención muy elevadas, temor a los litigios, menos tiempo para estar con las mujeres y menos capacidad para individualizar la atención a cada persona”.

Son elementos que salen a relucir en todas las entrevistas: que la práctica se ha vuelto más intervencionista, con tasas mucho más elevadas de partos por cesárea e inducciones que antes. Elementos que van acompañados de lo que muchas describen como una “medicalización” de la profesión, donde la palabra “máquina” aparece en múltiples ocasiones. Las comadronas también describen el tratamiento de un número cada vez mayor de embarazos potencialmente más complicados, ya que los avances de la medicina permiten dar a luz a un abanico más amplio de mujeres, comprendidas las de más edad y las que padecen afecciones médicas de mayor riesgo. Un mayor uso de la obstetricia también puede suponer una presión adicional de recursos, tanto en términos de necesidades de trabajo de parto como de financiación, y el consiguiente desplazamiento de los profesionales del parto de los centros de maternidad a las salas de parto de los hospitales, ofreciendo así menos flexibilidad a las mujeres en cuanto a sus opciones para parir. El informe parlamentario del Reino Unido sobre dotación segura de personal (Safe Staffing) afirmaba que “los servicios de maternidad y neonatología requieren una inversión sustancial y sostenida”, y continuaba: “Estamos viendo cómo se cierran unidades dirigidas por comadronas y servicios de parto en casa para reunir personal en las unidades obstétricas. Estamos viendo cómo se reducen las opciones de las mujeres y se reducen los servicios prenatales y postnatales”. O como dice King, de la White Ribbon Alliance: “Cuando el sistema se encuentra bajo presión, lo primero que desaparece es la práctica comunitaria”.

La evolución del territorio en el que trabajan las comadronas puede tener consecuencias muy concretas en la realidad cotidiana de su vida laboral. Downe, cita, por ejemplo, un “aumento del papeleo debido a las exigencias de los informes y la contabilidad de la organización (tanto para fines internos como externos)” que ha “provocado que las comadronas tengan cada vez menos tiempo para dedicar a las mujeres durante el trabajo preliminar y el parto”. Y continúa:

“El creciente temor a los litigios en los servicios de maternidad también ha aumentado la sensación general de que dedicar tiempo al mantenimiento de registros es una actividad esencial tanto para las comadronas como para los médicos, ya que estos registros son la base de la defensa si se produce un caso de este tipo”.

Y al tiempo que desempeñan una actividad tan difícil y exigente, quienes ejercen la profesión lo resienten aún más cuando perciben que su trabajo no se valora. “El Gobierno realmente no nos ha reconocido como responsables de primera línea y ha financiado sistemáticamente de forma insuficiente los servicios de maternidad en todo el Reino Unido”, afirma Hazard. “Si a esto le añadimos el éxodo masivo de comadronas mayores, tenemos realmente una tormenta perfecta. Se reconoce que el NHS tiene dificultades, pero la maternidad ha superado con creces el punto crítico”.

¿Existe una dimensión de género en esta falta de reconocimiento? Hazard piensa que sí: “Históricamente, la partería ha sido un servicio prestado generalmente por mujeres y para mujeres. Existe la percepción de que se trata solamente de una parte ‘tranquila’ o ‘amable del NHS, y que consiste esencialmente en sostener la mano y hacer arrumacos. Realmente no es así. Hay una verdadera falta de comprensión de lo que hacemos y de lo exigente que puede llegar a ser el servicio. Y creo que hay un elemento de sexismo en torno a esta cuestión, definitivamente. Y esta cuestión de la percepción pública ha sido bastante problemática para nosotras en términos de lucha por nuestro salario y condiciones justos”.

“Nadie lo hace por dinero”, afirma la comadrona en prácticas Heidi. “Pero cuando ves a todos tus amigos cobrando un sueldo decente y recibiendo primas de su empresa... nosotros estamos manteniendo viva a la gente. Un aumento de sueldo es esencial aunque solo sea por el estrés que conlleva. Estoy furiosa por esta situación. No conozco a una sola persona que no haya hecho huelga. Y si pudiera estaría en primera fila, pero ¿quién tiene tiempo?”.

Al igual que Heidi, Hazard también ha visto cómo muchas de sus compañeras se marchaban, bien a puestos menos difíciles o para abandonar por completo la partería, además de muchas que se acogieron a la jubilación en cuanto se las ofrecieron. “Y yo también he pensado en marcharme”, admite. “Lo he pasado muy mal y aún no sé si esta es una carrera sostenible para mí a largo plazo. Definitivamente, no podré hacerlo hasta los 67 años, la edad de jubilación, y esto es algo que me dicen todas mis compañeras. Las dificultades de base son tan profundas ahora que parece que los problemas son permanentes”.