Bielorrusia frente al despertar político de sus jóvenes

Bielorrusia frente al despertar político de sus jóvenes

At an opposition rally in Minsk on 16 August 2020, demonstrators hold signs that say: "Give me back my voice" and "Lukashenko out".

(Loïc Ramirez)

Por la inmensa Avenida Niezavisimosti (Avenida de la Independencia) que atraviesa la capital, emerge un rutilante cupé deportivo con una pareja de jóvenes a bordo agitando la bandera blanca roja y blanca, este lunes 17 de agosto de 2020. Docenas de estudiantes lo aplauden desde la acera, en señal de aprobación. La antigua bandera de la República Popular de Bielorrusia (proclamada en 1918), antes reivindicada sólo por militantes nacionalistas, se ha convertido desde las elecciones presidenciales en el nuevo símbolo de la oposición a Alexander Lukashenko.

Reelegido por sexto mandato consecutivo el 9 de agosto de 2020, Lukachenko lleva desde 1994 reinando sin oposición en la escena política nacional. Gran parte de la población rechaza con vehemencia el resultado oficial de las elecciones (una victoria con el 80% de los votos) y lo acusa de fraude (varias investigaciones parecen confirmar el fraude en el escrutinio, incluso en las embajadas).

A su principal oponente, Svetlana Tijanóvskaya, se le atribuyó sólo el 10% de los votos, a pesar del gran entusiasmo que suscitaba su candidatura. El resultado provocó una ola de manifestaciones espontáneas, sin precedentes en la historia reciente del país, que continua casi seis semanas después de las elecciones.

“La juventud de este país ha cambiado”, afirma Sasha Romanova, directora de dos publicaciones digitales privadas, Kyky.org y The Village. “Muchos [jóvenes bielorrusos] han viajado, visto y conocido otras realidades, sobre todo la de Lituania, país que visitan con regularidad. Han abrazado su estilo de vida, su forma de divertirse, sus actividades de ocio y comparten sus anhelos universales; no hay diferencia entre lo que quieren los jóvenes de Bielorrusia y los de Nueva York”.

En 2018, unas 15.000 personas emigraron de Bielorrusia, según las estadísticas oficiales, y casi la mitad de ellas tenía entre 20 y 35 años de edad.

Kyky es una publicación digital creada en 2010 que recibe cerca de dos millones de visitas al mes, según Romanova (The Village recibe un millón). Financiada con sus ingresos publicitarios, Kyky aborda temas de moda, ocio, economía y sexualidad. Su línea editorial se dirige a un público urbano, “refinado y culto”, añade su joven directora de 38 años. El panorama mediático lo completan muchos otros canales digitales, como Tut.by y el popular canal Nexta (“Alguien” en bielorruso, fundado en 2015 por Stepan Putilo –que entonces tenía 17 años– y con sede en Polonia). Nexta está disponible a través de la aplicación Telegram, que desempeña un destacado papel en la coordinación de manifestaciones y en la difusión de noticias hostiles al Gobierno.

En los últimos años, las nuevas tecnologías y los medios digitales ocupan un lugar creciente en la vida de una generación cuyas referencias proceden más de las tendencias de un mundo interconectado, que de las tradiciones soviéticas. Casi 30 años después de la caída de la URSS, prácticamente todos sus representantes nacieron y crecieron después de esa época. Por ejemplo, Sergei Tijanóvskaya, reemplazado por su esposa Svetlana en la carrera presidencial, después de que a él le prohibieran presentarse, se dio a conocer por su activismo en Internet como videobloguero.

Según Sasha Romanova, la popularidad entre los jóvenes de estos canales de comunicación independientes se debe a que se adaptan a sus intereses. “Consultamos las redes sociales para captar las tendencias y los temas de debate, con el fin de proporcionar artículos que satisfagan la demanda, algo que no hacen los medios de comunicación estatales”.

Una juventud activa en un país envejecido

Bielorrusia posee una población de unos 9,5 millones de habitantes y una tasa media de fecundidad bastante baja (1,5 hijos por mujer, según datos de Unicef de 2012), que da lugar a un crecimiento demográfico negativo y al envejecimiento de la población. En enero de 2018, el canal de comunicación independiente Tut.by retrató al bielorruso medio como “una mujer de 42 años y medio, con un alto nivel de educación”, que “habla ruso, vota a Lukashenko y come 64 kg de patatas al año”. En 2019, el 42% de la población tenía menos de 35 años.

Paralelamente, el nivel de vida ha mejorado mucho desde que esta antigua república soviética obtuvo su independencia en 1991 (el país está hoy incluido en el grupo de naciones con un nivel de desarrollo humano muy alto, según el PNUD). Desde 1995 hasta la crisis financiera y económica de 2008, el país registró un fuerte crecimiento económico que, a partir de entonces, presentó desequilibrios y, desde 2018, se ralentizó. Al mismo tiempo emergió una juventud urbana educada, con unas tasas de matriculación en la enseñanza superior del 87%, según el Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas de 2018.

Además, surgió una categoría de personas de ingresos altos, en particular en los sectores de alta tecnología, consideradas de las más activas en las recientes protestas. Otro excandidato a quien se le impidió presentarse, Valéry Tsepkalo (hoy exiliado en Rusia) fue, además, el creador y director hasta 2007 de un parque tecnológico que alberga a la mayoría de las empresas que contratan a estos jóvenes. Su esposa, Veronika Tsepkalo, antigua ejecutiva de Microsoft, también saltó a la escena política en 2020, junto a la opositora Svetlana Tijanóvskaya.

“Es la llegada a la escena política de los hijos de la burguesía surgida de la estructura estatal”, explica Bruno Drwerski, historiador y profesor del INALCO, un instituto de investigación francés. “La experiencia de la URSS y las consecuencias de su desaparición, así como el miedo a ser absorbidos por los oligarcas rusos, obligaron a sus padres a apoyar el poder gobernante de la época, pero, para ellos, esto es historia antigua. La mayoría de estos jóvenes sólo ha conocido a Alexander Lukashenko como líder político”. Según el investigador, la actual explosión social puede explicarse por esta renovación generacional.

“El régimen, sin ser una dictadura negra, es arcaico y paternalista. Los jóvenes aspiran a un modelo más cercano al de nuestras sociedades occidentales; quieren oxígeno”, añade.

Sasha Romanova está de acuerdo y se muestra “convencida de que los canales de comunicación alternativos han influido en esta evolución”. Han transmitido valores propios de las mencionadas sociedades, como el consumismo, pero también las libertades políticas y sociales, en especial la libertad de expresión. De este modo, han superado ampliamente a los medios de comunicación estatales (cadenas de televisión, periódicos) cuyo formato, totalmente insípido y anclado en el molde soviético, ha dejado de cautivar a los jóvenes criados en Internet. Esto se ha consolidado sobre todo en Minsk donde, según Bruno Drweski, “la oposición a Lukashenko tiene una base sólida y cuenta con alrededor del 45% del electorado, de todas las tendencias”.

Además de estas fuentes de inspiración subyacentes, hubo otro elemento desencadenante que aceleró la máquina contestataria: la indignación contra la represión policial que sofocó las protestas, en gran parte pacíficas, convocadas tras las elecciones. Cerca de 7.000 manifestantes fueron arrestados durante la primera semana y al menos cuatro personas fueron asesinadas. “Este fue el gran error del Gobierno”, continúa Bruno Drweski, “esto multiplicó por diez el número de manifestantes; incluso los partidarios del régimen se escandalizaron por el inusual nivel de represión en un país que, hasta ahora, sólo tenía en la diana a un puñado de opositores. El Ministerio del Interior trató inicialmente de acallar las críticas sobre el uso de la fuerza, pero varias semanas después está claro que continúan las detenciones de manifestantes y opositores, como Maria Kolesnikova, a principios de septiembre. La presión no disminuye y algunos decidieron abandonar el país, como Sasha Romanova, a quien Equal Times entrevistó en agosto en Minsk, y que denuncia el registro salvaje de su domicilio, como medio de influir en sus actividades y en su imagen ante la sociedad civil.

Valores patrióticos

Pero no toda la juventud bielorrusa está en contra del poder autocrático. Alexander Lebedev, un estudiante de biología de 19 años, votó por Alexander Lukashenko. “Elegí al presidente porque nos ha traído paz y estabilidad. Además, apoyo nuestro sistema, que nos permite a todos tener un acceso fácil a la educación”, explica el joven, que vive en Gomel, la segunda ciudad del país. Cuando finalice sus estudios, gracias a una beca estatal, tendrá que cumplir dos años de servicio laboral obligatorio, para compensar su formación. Este sistema centralizado ha contribuido en gran medida a frenar el éxodo rural, al enviar a sus jóvenes egresados a trabajar en los rincones más remotos y menos atractivos del país.

Este joven, hijo de padre militar y madre ama de casa, participa también activamente en la BRSM (la Unión de Jóvenes Republicanos de Bielorrusia), una organización fundada en 2002 siguiendo el modelo de la Komsomol (las Juventudes Comunistas de la URSS), con el fin de supervisar las actividades dirigidas a los jóvenes (sobre todo las deportivas y culturales) y de promover los valores patrióticos. “También organizamos actividades de voluntariado –de ayuda a los veteranos, por ejemplo– o participamos en actividades de conservación del Patrimonio”, explica. La BRSM es percibida en general como proclive al presidente y nunca ha logrado convertirse en una organización de masas, a pesar de su ambición inicial. Alexandre sabe que su opción electoral no la comparten muchas personas de su edad: “Incluso recibí una amenaza porque apoyé al presidente; estoy de acuerdo en que la gente esté descontenta con los resultados, pero condeno la violencia”.

En respuesta a las manifestaciones públicas diarias de la oposición, desde mediados de agosto, las autoridades están organizando encuentros a favor del Gobierno en muchas ciudades del país, que han obligado a unos y a otros a argumentar y contraargumentar sus posiciones.

Acorralado, el líder anunció una reforma constitucional previa a las siguientes elecciones. “Sin duda, esto politizará aún más a toda esta juventud”, subraya Bruno Drweski. “Tendrán que discutir el modelo de sociedad que quieren, hablar de economía y de temas serios. Podemos incluso imaginar que una gran parte de quienes han salido a protestar se pondrán de acuerdo con los otros en casi todo, excepto sobre Lukashenko que, en el fondo, no debería ser la auténtica manzana de la discordia”.

This article has been translated from French.