¿Continuará Singapur dando mayor prioridad al crecimiento económico que a los derechos humanos?

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A primera vista parece un país modelo. Con un crecimiento económico sólido y coherente, un elevado nivel de vida y un entorno empresarial libre de la corrupción que plaga a sus vecinos, Singapur es citado a menudo como ejemplo de la manera adecuada de hacer crecer un país rápidamente evitando al mismo tiempo tensiones étnicas y religiosas. Y el mérito de todo esto se atribuye principalmente a Lee Kuan Yew, el Primer Ministro del país con más años de mandato, que falleció el mes pasado.

“Rara vez la muerte de un gran líder asiático ha recibido tanto reconocimiento en Occidente como el fallecimiento de Lee Kuan Yew”, afirma Jerome Cohen, experto en derechos humanos en la Universidad de Nueva York.

Pero detrás de todo esto, la realidad es muy distinta: un control centralizado y libertades limitadas que se consideran medidas necesarias para el crecimiento económico.

Eso tenía antes cierto sentido, pero hoy en día, en un Singapur más próspero, la reciente clausura de diversos medios de comunicación independientes, y el arresto de un bloguero adolescente a raíz de la publicación de un vídeo en YouTube son sólo dos ejemplos de la manera en que las autoridades singapurenses están tratando mantener una armonía forzosa de cara a las crecientes presiones sociales que se están produciendo como consecuencia del aumento del coste de la vida y la migración a esta minúscula nación insular.

“El lado oscuro del legado de Lee Kuan Yew ha sido siempre el sacrificio de los derechos humanos básicos a costa del desarrollo económico”, afirma Olof Blomqvist, portavoz de Amnistía Internacional para la región de Asia y Pacífico.

“Teníamos la esperanza de que la próxima generación de líderes de Singapur marcara el inicio de una nueva era que se caracterizara por el respeto de los derechos humanos, pero, por desgracia, lo que estamos viendo es todo lo contrario”.

Lee Kuan Yew fue primer ministro durante 35 años, y no tuvo que enfrentarse a prácticamente ninguna oposición – ex profeso. Como dijo en una ocasión, “la estabilidad política exige la aplicación de medidas autocráticas, que, junto con el Estado de derecho, son indispensables para el progreso económico”.

Esto implicaba la imposición de restricciones a la libertad de prensa, un uso excesivo de la pena de muerte y un sistema judicial que apoyaba el gobierno del Partido de Acción Popular (PAP, el partido de Lee Kuan Yew).

La economía creció, de modo que los ciudadanos se sentían en su mayoría tranquilos. Los que sufrieron bajo ese liderazgo poco tolerante al debate abierto y a la discrepancia fueron aquellos que se atrevieron a expresar su opinión.

“Está surgiendo un impresionante corpus de estudio relativo a los logros y deficiencias del distintivo y exitoso esfuerzo que realizó Lee Kuan Yew para cubrir el progreso económico y social de Singapur con el barniz de legitimidad que la hábil manipulación del “Estado de derecho” puede conferir a un Gobierno autoritario y a menudo arbitrario”, expresa Cohen.

Aun así, en muchos sentidos, funcionó. El PIB per capita de Singapur ha eclipsado a numerosos países democráticos, entre ellos Estados Unidos y su antigua potencia colonial, el Reino Unido.

 

Reacciones violentas

Pero no todo es de color de rosa.

El coste de la vida está aumentando a mayor velocidad que los salarios. De hecho, según la revista The Economist, en 2001 Singapur era la 97ª ciudad más cara del mundo, mientras que ahora es la tercera, superando a Nueva York, París y Zurich.

Además las crecientes cifras de trabajadores migrantes están generando presiones cada vez mayores. Según el Banco Mundial, entre 2000 y 2010 la población de Singapur aumentó en más de 1 millón, de 4,02 a 5,31 millones de habitantes, eclipsando el crecimiento que se había registrado la década anterior.

“Los recién llegados — en particular los que vienen de China continental — son por lo general considerados groseros y propensos a comportamientos inaceptables”, explica Weiqiang Lin en una declaración pública para el Instituto de Políticas Migratorias.

“Asimismo, los trabajadores de la construcción del sur asiático y las trabajadoras del hogar filipinas también han sido identificados como objeto de un rechazo violento”.

La inmigración, en concreto, fue lo que hizo que el PAP perdiera su férreo control del Parlamento en el año 2011, cuando sólo consiguió el 60% de los votos – un mínimo sin precedentes en sus 57 años de gobierno continuo e ininterrumpido.

Según Au Waipang, un bloguero singapurense que ya se ha tenido que enfrentar a las represalias del Gobierno, las recientes iniciativas para restringir la libertad de expresión están vinculadas al sentimiento de inseguridad que tiene el PAP con respecto a su capacidad para mantenerse en el poder.

“La marca del PAP es bastante malsana. No dudan en inclinar el campo a su favor, acallando las voces de la oposición y resucitando las políticas del miedo”, afirma Au.

Esto ha desembocado en la clausura del sitio web de noticias The Real Singapore por haber infringido las amplias restricciones que el sistema de licencias de la Autoridad para el Desarrollo de los Medios de Comunicación impuso el año pasado, apuntando a una reducción aún mayor del espacio mediático en el cual se puede criticar a las autoridades gobernantes.

“La expansión de las restricciones que se están aplicando en Singapur al espacio en línea – una plataforma cada vez más utilizada por los ciudadanos y ciudadanas para acceder a las noticias y demás informaciones y para participar en los debates políticos – resulta alarmante”, afirma Au.

Y ahora esto se está extendiendo también a los ciudadanos.

Singapur acaparó los titulares cuando Amos Yee, un singapurense de 16 años que colgó un vídeo en YouTube criticando al recientemente fallecido Lee Kuan Yew, fue arrestado y juzgado como un adulto por numerosas imputaciones.

“Es vergonzoso que un adolescente pueda ir a la cárcel simplemente por colgar un vídeo en YouTube en el que se atreve a criticar al antiguo líder”, dice Blomqvist, añadiendo que su condena pone de relieve las amplias restricciones a la libertad de expresión que existen en Singapur.

A finales de 2016 se celebrarán elecciones generales en el país, y los singapurenses podrán decidir entonces si Lee Hsien Loong, actual líder del PAP e hijo de Lee Kuan Yew, deberá seguir ocupando el cargo de primer ministro.

Las limitadas opciones de que disponen los votantes, además de un entorno mediático cada vez más restringido, podrían ser presagios de la continuación del legado de Lee.