Debemos abordar las principales causas de la pobreza para acabar con ella

 

La sequía es un visitante frecuente y cruel de la región del lago Turkana, al norte de Kenia. Aquí apenas llueve y el lago se está secando.

El orgulloso pueblo de los turkana está perdiendo la esperanza.

Principalmente se dedican al pastoreo trashumante.

Sin embargo, las tierras de pastoreo están desapareciendo con rapidez, al igual que los peces en el lago cada vez más pequeño.

Grupos de bandidos fuertemente armados procedentes del Cuerno de África suelen atacar sus tierras y robarles el ganado.

“Nos quitan nuestra riqueza y nuestro alimento. Nuestras vacas son nuestro banco.

Estamos solos. Aquí no hay ningún Gobierno que nos proteja. Aquí impera la ley de las armas.

Incendian nuestros hogares y asesinan a nuestros inocentes.

Quieren expulsarnos de nuestra tierra. Nuestros niños no están seguros. Deben irse a la ciudad”.

Su pobreza se debe al cambio climático, un precursor de las nuevas guerras que se librarán por el agua, la tierra, los alimentos y otros recursos escasos.

La pobreza es crónica, sistémica y persistente. Deja a muchos sin esperanza, abandonados por las élites políticas y económicas de sus propios gobiernos y del mundo.

Esta historia se repite en los numerosos pueblos que he visitado en el subcontinente indio y en los barrios bajos de África y Asia, donde familias enteras viven en un espacio poco mayor que el cuarto de baño de una familia de clase media. La gente de estas comunidades siente que Dios les ha abandonado.

Los informes oficiales sugieren que “se ha progresado enormemente en el camino para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

La pobreza en el mundo sigue disminuyendo, más niños que nunca asisten a la escuela primaria, la mortalidad infantil ha caído en picado, el acceso al agua potable se ha ampliado considerablemente…”.

Aunque no hay duda de que se ha progresado bastante, me pregunto cuándo sentirán estas mejoras los mil millones de personas que siguen sobreviviendo en condiciones de miseria en los márgenes de nuestra humanidad.

El Informe sobre el Desarrollo Mundial de 2011: Conflictos, Seguridad y Desarrollo, publicado por el Banco Mundial y en cuyo Comité Asesor participé, reveló que al menos una de cada tres personas vive en países asolados por conflictos y que ningún país que haya sufrido un conflicto grave será capaz de lograr ningún ODM.

El lunes por la mañana, en la inauguración de una conferencia mundial sobre el hambre, la nutrición y la justicia climática, el presidente irlandés Michael Higgins describió el hambre en el mundo como “la más flagrante violación de los derechos humanos” y el mayor reto ético al que se enfrenta la economía mundial.

Para ilustrar el fracaso del sistema de desarrollo mundial, añadió:

“Lo que se necesita es un marco regulador robusto que proteja a nuestro frágil y amenazado medio ambiente y que respete el derecho de los pequeños propietarios a permanecer en sus tierras y a conservar el acceso a las fuentes de agua”.

El presidente Higgins es consciente de la creciente ira mundial.

La gente está perdiendo la confianza en sus líderes y en el papel positivo que pueden desempeñar en la sociedad política, económica e incluso civil.

La mitad más pobre de la humanidad ve y sufre un nuevo apartheid que separa a una minoría rica y predadora de la abrumadora mayoría con su creciente pobreza, desempleo y desigualdad social.

Cuando se reúna en Nueva York a finales de mayo, se espera que el grupo de alto nivel designado por el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon presente su informe definitivo sobre el programa de desarrollo para después de 2015.

Es urgente que desarrollemos una imagen alternativa del mundo que queremos.

En 2000, la Declaración del Milenio prometió que “los hombres y las mujeres tienen derecho a vivir su vida y a criar a sus hijos con dignidad y libres del hambre y del temor a la violencia, la opresión o la injusticia.

La mejor forma de garantizar esos derechos es contar con gobiernos democráticos y participativos basados en la voluntad popular".

La actual agitación en todo el mundo demuestra que la paciencia de los olvidados se está acabando.

 

Causas

La creciente población joven del mundo en vías de desarrollo se ve alienada por la corrupción de nuestros sistemas políticos y económicos.

Los ciudadanos están exigiendo una voz y transparencia. Quieren puestos de trabajo y protección social, seguridad y justicia, todos ellos asuntos que no se incluyeron en los ODM originales.

Tenemos que abordar las principales causas de la pobreza. Ahora mismo.

Los datos han ocultado una desigualdad social y económica que ha aumentado de manera espectacular en todo el mundo.

Tenemos que dejar de medir el progreso como una serie de limitados indicadores de insumos y productos.

Analicemos el loable objetivo que nos hemos fijado para reducir la pobreza a la mitad para 2015.

En muchos de los debates a los que he asistido, los burócratas del desarrollo afirman que lo han conseguido.

La pobreza se ha definido como los ingresos inferiores a 1,25 US$ al día.

Sin embargo, como las cifras no están desglosadas, se ignora el hecho de que China es la responsable de la mayor parte del tan cacareado éxito.

Por otra parte, el África subsahariana no va por buen camino para reducir su pobreza y no conseguirá alcanzar casi ninguno de los objetivos.

Pero lo que es aún más importante, muchas personas me han retado a lo siguiente:

“Nombra a un solo ministro o burócrata en cualquier institución mundial que pueda mantener a una familia con 1,25 US$ al día”.

Necesitamos un nuevo marco que aborde el desarrollo sostenible como un concepto integral, teniendo en cuenta los derechos humanos, económicos, sociales y medioambientales.

En su centro debe residir el bienestar de los seres humanos y debe aceptar el hecho de que nuestros patrones de consumo han forzado al límite los recursos del planeta.

Hoy en día es poco probable que funcione un proceso descendente, intergubernamental e impulsado por donantes, como el que estableció los ODM.

Necesitamos un proceso ascendente, que colabore en la creación de la imagen de nuestro mundo futuro y cree las herramientas para que las comunidades a nivel de base puedan garantizar que los que están en el poder cumplan con la transparencia y la responsabilidad tan necesarias.

Para poder medir el progreso necesitamos datos fiables de nuestros países.

Sin embargo, tenemos que deshacernos de nuestra fascinación malsana por los datos que solo satisfacen a los contables en las capitales del extranjero y centrarnos en los datos que satisfacen las verdaderas necesidades de los pobres y mejoran la capacidad real y la calidad de la prestación de servicios.

Y, ¿cómo podemos legitimar un proceso para crear un nuevo futuro en el que esperamos ponernos de acuerdo? Tenemos que reconocer la necesidad de:

  • Unos líderes audaces a nivel local, nacional y mundial y de un conjunto de derechos y responsabilidades compartidos por todos los sectores públicos, privados y civiles.
  • Redes abiertas de datos que, generando la responsabilidad de modo ascendente, creen herramientas para que los ciudadanos exijan responsabilidades a sus líderes.
  • La aceptación de la universalidad de los derechos humanos y de su interconexión con el medio ambiente y la pobreza.
  • Entender que la creciente desigualdad entre los países está fomentando la corrupción y las tensiones sociales.
  • Un proceso inclusivo y participativo gracias al cual se escuchen las voces de los pobres en las esferas del poder.
  • Un marco exhaustivo del desarrollo que incluya los debates a favor de un programa posterior a los ODM y los ’Objetivos de Desarrollo Sostenible’ (ODS), tal y como se acordó en junio de 2012 en la cumbre de Río+20.

Hoy en día, en el mundo hay más de 1,3 mil millones de personas sin acceso a la energía eléctrica.

¿Qué valor tiene la educación universal si sacan a los niños de la escuela para que busquen leña o cuiden el ganado de la familia?

Hoy recuerdo lo que dijo una vez Nelson Mandela: “Acabar con la pobreza no es un gesto de caridad; es un acto de justicia. Al igual que la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es un fenómeno natural. Es creada por el hombre y puede superarse y erradicarse mediante acciones de los seres humanos. A veces una generación puede ser grande. Ustedes pueden ser esa gran generación. Hagan que su grandeza florezca”.

Sekunjalo ke nako. Ahora es el momento de actuar.

Este artículo es una versión editada de un artículo de opinión publicado por primera vez en el diario Daily Maverick.