“Decadencia cultural” y auge inusitado: el curioso impacto de la ley de seguridad nacional de Hong Kong en el sector editorial

“Decadencia cultural” y auge inusitado: el curioso impacto de la ley de seguridad nacional de Hong Kong en el sector editorial

A series of books about Chinese President Xi Jinping are retailed in a Hong Kong bookshop indirectly controlled by Beijing.

(Shirley Lau)

En un modesto edificio industrial de un barrio obrero de Hong Kong fueron retirados 10.000 libros de un cubículo de librería a finales de enero de 2024, cuando el pequeño negocio cerró sus puertas por última vez. Otra modesta librería, ésta emplazada en un barrio burgués bohemio del oeste de la isla de Hong Kong, empaquetará y guardará su selecta colección de libros cuando cierre a finales de marzo.

Dos librerías con el mismo destino. Pero no por ser víctimas del monopolio de venta de libros de Amazon, sino porque ambos establecimientos son de tendencia liberal, lo que se presume es la causa de su desaparición en Hong Kong, una ciudad donde la libertad de expresión está viéndose mermada a marchas forzadas.

La primera tienda, Prejudice Bookstore, recibió hace poco una carta de la administración territorial en la que ordenaba su cierre por violación del uso del suelo. Su propietario, Samson Fan, precisa: “Las librerías son ahora muy populares entre las autoridades. Estoy convencido de que estamos en el punto de mira”.

La segunda, Mount Zero, ha recibido un sinfín de misivas del Gobierno advirtiendo o amenazando con iniciar acciones judiciales por cuestiones menores, como la existencia de una tarima de baldosas en el exterior del local. Mount Zero, un comercio popular y habitualmente afable con los medios de comunicación, rehúye ahora a los periodistas, pero ha indicado en una publicación en las redes sociales que está harto de tantas molestias.

Todo esto no es más que una muestra de los múltiples problemas a los que se enfrenta el sector del libro de Hong Kong.

Durante años, la antigua colonia británica había sido sede de una industria editorial libre y dinámica. Podían publicarse libros de prácticamente cualquier tipo de contenido sin peligro alguno, y a los turistas de China continental les gustaba visitar las librerías independientes de Hong Kong –“el paraíso de los libros prohibidos”– para hacerse con ejemplares que se habían prohibido o que no estaban disponibles en la China continental.

Sin embargo, a día de hoy, publicar un libro en Hong Kong se ha convertido en una tarea arriesgada, y la autocensura es la norma. Para los autores, determinados temas políticos, como el movimiento de protesta de 2019 contra el Gobierno, han pasado a ser tabú. Las editoriales censuran los contenidos potencialmente controvertidos, mientras que las imprentas simplemente se niegan a publicarlos. Las librerías tienen que armarse de valor para vender libros sobre determinadas temáticas.

“Estamos en una era de decadencia cultural. Ciertos hechos e información se nos están escapando”, señala el propietario de una librería con décadas de antigüedad que ha preferido permanecer en el anonimato.

La seguridad nacional se impone

El año 2020 supuso un punto de inflexión para el sector editorial de Hong Kong, cuando el Gobierno chino impuso en la ciudad una draconiana ley de seguridad nacional, en parte para suprimir el movimiento de protesta de 2019 que ponía en tela de juicio al presidente chino Xi Jinping. La controvertida ley criminaliza la secesión, la subversión, el terrorismo y la connivencia con el extranjero, y los infractores se enfrentan a penas de cárcel que pueden llegar hasta la cadena perpetua. Pekín afirma que ha ayudado a Hong Kong a “evolucionar del caos a la estabilidad y la prosperidad”, pero las críticas sostienen que lo que ha hecho es socavar las libertades políticas y civiles fundamentales del centro financiero asiático.

Con la nueva legislación, Hong Kong se está adentrando en una nueva realidad.

Hasta la fecha, la Policía de Seguridad Nacional ha detenido a cerca de 290 personas, de las cuales aproximadamente 90 (entre ellas decenas de políticos) han sido procesadas en virtud de la ley de seguridad.

Aunque eso representa una ínfima proporción de los 7,4 millones de habitantes de Hong Kong, el espectro de la seguridad nacional es tan imponente que el impacto de la ley se ha generalizado, y ahora casi todos los aspectos de la vida en Hong Kong pueden relacionarse con la seguridad nacional.

Así pues, por motivos de seguridad nacional se han borrado una serie de grafitis inocuos, e incluso una persona ha sido condenada a tres meses de cárcel por llevar una camiseta con el eslogan “Puedo poner en peligro la seguridad nacional”.

Entre tanto, para efectuar detenciones, el Gobierno ha recurrido a una ley de sedición de la época colonial –que estaba inactiva–, y la administración del líder de la excolonia John Lee tiene previsto promulgar en breve una ley de seguridad local para abordar “exhaustivamente” las amenazas a la seguridad nacional. En esta nueva era de controles cada vez más estrictos, la disidencia está silenciada, y la política se ha convertido en un tema muy delicado que muchos hongkoneses deben evitar.

La importancia de la autocensura

En el ámbito editorial, el clima de miedo se traduce a menudo en autocensura.

El editor Raymond Yeung Tsz-chun, de Hillway Culture, se interesó por un manuscrito relativo a las protestas de 2019, rechazado por la mayoría de las editoriales locales. Aun así, Yeung aplicó un cierto grado de censura al aconsejar al autor que diera más protagonismo a la policía en su relato, en lugar de centrarse únicamente en el punto de vista de los manifestantes. Al final el autor optó por no publicar el manuscrito.

“Sé que aquello fue muy injusto para el autor. Por desgracia, ese es el statu quo que impera en Hong Kong”, afirma Yeung, antiguo maestro de escuela. “Se han dado muchos casos de autores que han acudido a nosotros con manuscritos, pero que han acabado desistiendo de su intención de publicarlos después de que les explicáramos los riesgos potenciales”.

Los editores se ven sometidos a una presión inmensa, porque se enfrentan tanto a las consecuencias financieras como a las políticas.

“Somos guardianes pero también somos inversores. Aunque nosotros consideremos que un libro determinado no entraña ningún riesgo jurídico, la imprenta puede considerarlo peligroso y negarse a imprimirlo. E incluso si al final se imprime, algunas librerías pueden negarse a venderlo y los distribuidores pueden echarse atrás”, explica Yeung.

La autocensura imperante está inducida por el ambiente político general que reina en el Hong Kong posterior a la ley de seguridad nacional, pero también por una serie de incidentes que han tenido lugar en el ámbito editorial. En los últimos tres años, las bibliotecas públicas han retirado discretamente cientos de libros por temores relacionados con la seguridad nacional. Entre ellos se encuentran todos los libros sobre la represión china de la plaza de Tiananmén en 1989, así como títulos de destacadas figuras prodemocráticas, como Joshua Wong y Margaret Ng. Diversos funcionarios del Gobierno han declarado que los libros no están prohibidos, sino que hay que revisarlos. Además, el encarcelamiento de cinco logopedas en 2022 por la publicación de una serie de libros infantiles “sediciosos”, así como el procesamiento del magnate de los medios de comunicación Jimmy Lai en virtud de la ley de seguridad nacional, y el cierre forzoso de su popular periódico Apple Daily en 2021, han alarmado a muchas personas de este sector.

Desde 2020, un creciente número de editoriales de Hong Kong han cerrado o se han marchado de la ciudad. Pero Hillway Culture, fundada en 2016, había seguido publicando hasta hace poco obras políticamente delicadas. Yeung, que durante una protesta en 2019 fue alcanzado por un proyectil de la policía que le dejó parcialmente ciego, considera que los libros constituyen una parte importante del tejido cultural de una sociedad. “Cuando en un sitio hay cada vez menos tipos de libros, su panorama cultural se vuelve estéril”, afirma.

Pero pese a toda su tenacidad, Hillway Culture se vio obligada a cerrar el último día de 2023 debido a la marcha de un joven miembro del equipo principal, antiguo alumno de Yeung.

“No creo que pueda encontrar a otra persona capaz de hacer ese trabajo. Es una actividad de alto riesgo. Quizás haya personas que quieran aceptar su puesto, pero no me gusta la idea de que tengan que sentirse atemorizados a diario…[.] No es un ambiente saludable”, señala.

Auge y declive de las librerías

Curiosamente, a pesar de todas las dificultades –y de que los hongkoneses no tienen fama de ser ávidos lectores–, en los últimos años ha surgido un nuevo género de librerías independientes que han introducido cambios en un sector copado por varias cadenas de librerías controladas indirectamente por Pekín.

El fenómeno intrigó a Ben Cheng Tsu-bang, profesor asociado de Sociología Política en la Universidad Fo Guang de Taiwán. Según su investigación, entre 2019 y 2022 el número de librerías independientes en Hong Kong (sin contar las cadenas de librerías) aumentó de 45 a 87. Cheng cree que este auge es una respuesta al control político derivado del régimen de la ley de seguridad.

“Es evidente que los motivos subyacentes a la acción de una persona pueden ser muy complicados. Los libreros también tienen que ganarse la vida. Pero la ley de seguridad nacional les obliga a adaptarse, autocensurarse, etc. Hace falta valor”, explica Cheng. “Esto las diferencia considerablemente de otras librerías independientes del planeta”.

Muchos de estos nuevos establecimientos venden libros de temática delicada, cada vez más difíciles de encontrar en Hong Kong, en particular libros sobre el movimiento a favor de la democracia de Hong Kong, activo desde hace décadas. También son típicos los libros sobre autoritarismo, como 1984 de George Orwell. Un buen número de tiendas organizan asimismo actos comunitarios para conectar a personas de una ciudad en la que numerosos colectivos civiles se han disuelto.

Un ejemplo es Have A Nice Stay, que ha estado organizando diversas charlas y talleres culturales desde su creación en 2022. Su cofundadora y experiodista, Sum Wan-wah, explica: “Ahora hay menos colectivos civiles y menos cosas que hacer. Las librerías pueden celebrar actos para mantener vivos los debates comunitarios sobre temas sociales”.

Pero lo cierto es que las cosas no van precisamente viento en popa. En los últimos tiempos, las librerías independientes han sido objeto de frecuentes inspecciones por parte de diversos departamentos del Gobierno. Algunas inspecciones se realizan en aras de un control regular, mientras que otras son fruto de denuncias. En los últimos dos meses, Have A Nice Stay ha sido inspeccionada por cinco organismos oficiales, entre ellos las autoridades fiscales y laborales. Mount Zero ha declarado que todas las semanas recibe cartas de advertencia de diferentes departamentos del Gobierno. Otra librería, Book Punch, que abrió en 2020, fue inspeccionada el pasado mes de diciembre 10 veces por 6 organismos oficiales en un espacio de 15 días. Algunas empresas prodemocráticas de otros sectores, como cafeterías y restaurantes, también se quejan de recibir un trato similar.

Los departamentos gubernamentales contactados por Equal Times se han negado a hacer declaraciones sobre casos individuales. La autoridad fiscal, por ejemplo, afirma realizar inspecciones in situ de las empresas de vez en cuando.

Sum prefiere no especular sobre si el Gobierno tiene en el punto de mira a un determinado tipo de librerías, pero señala que, desde que abrió, su tienda ha sido objeto de numerosas denuncias anónimas, entre ellas falsas acusaciones de venta ilegal de bebidas. “Ese tipo de cosas nos desconciertan un poco, pero no hasta el punto de doblegarnos”, advierte.

Samson Fan, de Prejudice Bookstore, tampoco se amilana. Ni una semana después del cierre de su librería encontró un nuevo local –si bien aún más pequeño– en un centro comercial cercano y reinició su actividad. “El impacto real de las inspecciones y el acoso no es tan significativo. Depende de cómo se lo tomen los libreros. Algunos se hartan y abandonan. Otros aguantan y no se dan por vencidos”, afirma.

Mantener la llama encendida

Mientras tanto, algunos ciudadanos recurren a medios poco convencionales para rescatar el sector del libro de Hong Kong. Desde que se promulgó la ley de seguridad, el maestro de escuela Sung Chor-on ha ido acumulando una colección de libros que han desaparecido de las bibliotecas públicas, junto con otros títulos de temática delicada. Hasta la fecha ha reunido cerca de 600 ejemplares, todos ellos guardados en un almacén alquilado y disponibles para préstamos. Valora en gran medida su colección, pues cree que muchos de los títulos nunca volverán a imprimirse. “Son más importantes que mi trabajo. Si perdiera mi trabajo podría hacerme taxista o algo así. Pero si estos libros desaparecen, se habrán perdido para siempre”, comenta.

Por su parte, el empresario Kin Ko acaba de lanzar una campaña en la que se asociará con librerías independientes para vender al menos un ejemplar de cada libro publicado en Hong Kong este año. “Puede parecer un tópico, pero muchas gotitas crean un océano”, constata.

La cuestión, sin embargo, es cuántos libros nuevos se publicarán en un lugar donde escritores, editores e imprentas están en modo autocensura. Un editor veterano, que prefiere permanecer en el anonimato, afirma que no existe un registro oficial del número de libros publicados en Hong Kong. Pero según Yeung, tanto los géneros como el número de libros publicados en Hong Kong están disminuyendo, y algunos autores locales están recurriendo ahora a editoriales taiwanesas para evitar la censura.

¿Se convertirá Hong Kong en una ciudad con librerías de sobra pero con pocos libros propios? Yeung se muestra optimista. “A lo largo de la historia ha habido mucha gente que ha vivido situaciones muy duras y escrito libros extraordinarios. A través del sufrimiento uno puede desarrollar la voluntad de escribir páginas de relevancia histórica”.