El éxodo de los jóvenes de las zonas rurales se acelera tras el terremoto de Marruecos y los retrasos en la reconstrucción

El éxodo de los jóvenes de las zonas rurales se acelera tras el terremoto de Marruecos y los retrasos en la reconstrucción

In this photo taken on 10 September 2023, a family take shelter in a makeshift tent on the outskirts of the earthquake-stricken town of Amizmiz. More than 3,000 people were killed and an estimated half a million people were displaced by the 6.8-magnitude earthquake that hit Morocco on 9 September 2023. Almost two months later, impacted rural communities are still unsure about how and when reconstruction efforts will take shape.

(Stefano Lorusso)
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El crudo invierno ya empieza a notarse en el pueblo de Tafeghaghte, devastado por el terremoto y ubicado en las montañas del Alto Atlas, a unos 60 kilómetros al suroeste de Marrakech. Fátima Azem, de 36 años, se siente cada vez más nerviosa mientras mete las pertenencias de su familia en el coche de su primo. “No podemos esperar al proceso de reconstrucción. Nuestra única opción consiste en mudarnos a casa de mi primo en Essaouira [a más de 400 kilómetros de distancia] y empezar de cero”.

Tras el terremoto del 9 de septiembre de 2023, la familia de Fátima, compuesta por agricultores, perdió su casa y el ganado, que había sido su principal fuente de ingresos, pues todo quedó sepultado bajo los escombros del pueblo, situado muy cerca del epicentro del seísmo. Por desgracia, Fátima también perdió a sus padres en los devastadores temblores que lo arrasaron todo y se cobraron la vida de la mitad de los 200 habitantes de Tafeghagte. Hoy en día, los supervivientes se ven obligados a vivir en tiendas de campaña, como las decenas de miles de marroquíes que se enfrentan a circunstancias parecidas.

Según la ONG estadounidense Data Friendly Space, el terremoto provocó más de 3.000 víctimas mortales, al menos 59.674 casas dañadas o destruidas y más de 500.000 personas desplazadas, en su mayoría pertenecientes al marginado pueblo amazig que se dedica a la agricultura y vive en aduares tradicionales (aldeas formadas por tiendas y chozas) en las montañas, aislados de los servicios básicos como la sanidad y la educación.

A medida que se va asentando el polvo, los habitantes de los rincones más remotos de las montañas del Atlas se tienen que enfrentar a un triste dilema. Ante la perspectiva de un lento proceso de reconstrucción y un posible reasentamiento, la familia de Fátima, compuesta por cinco miembros de la minoría bereber amazig, ha decidido, muy a su pesar, emigrar a la ciudad, al igual que muchos otros habitantes de la zona que se enfrentan a un futuro incierto en las montañas del Atlas.

“No nos gusta el estilo de vida de la ciudad. Estamos apegados a nuestro pueblo y no renunciaremos a reconstruir nuestra casa si nos dejan. Sin embargo, como ahora está llegando el crudo invierno, no nos queda más remedio que marcharnos”, explica Fátima a Equal Times.

A pesar de haber anunciado un presupuesto de 11.000 millones de euros para la reconstrucción, que incluye unos 2.735 euros de ayuda directa por hogar y hasta 12.765 euros por cada vivienda destruida, el rey Mohamed VI de Marruecos todavía no ha presentado una hoja de ruta clara sobre el modo de proceder, por lo que las comunidades afectadas se han quedado en el limbo. El Servicio Geológico de Estados Unidos ha calculado que las pérdidas relacionadas con el terremoto ascienden a 10.000 millones de euros, aproximadamente el 8% del PIB del país.

El seísmo, que afectó sobremanera a los pueblos amazig, muy dependientes del pastoreo y la agricultura, agravó las dificultades a las que ya se enfrentaban: unas infraestructuras frágiles, la escasez de empleo, la precariedad de sus condiciones de vida y la privatización forzosa de sus tierras tribales. Por tanto, el terremoto puso claramente de manifiesto la disparidad del desarrollo entre las zonas urbanas y las rurales en Marruecos y la posible migración de las comunidades rurales hacia los centros urbanos.

“El riesgo del despoblamiento es real. Aunque sienten un profundo apego a sus aduares, las personas que puedan salir no esperarán al largo proceso de reconstrucción. La migración afectará sobre todo a la generación más joven, que probablemente se mudará a ciudades ya superpobladas”, asegura el analista político amazig afincado en Rabat Mohamed Chtatou. “Sin embargo, los amazig suelen reproducir las mismas formas de solidaridad que practican en sus aldeas, por lo que mantienen sus raíces firmemente arraigadas”, concluye.

Cada año, 150.000 migrantes internos abandonan las zonas rurales de Marruecos en busca de oportunidades de empleo en los centros urbanos.

El presupuesto y la promesa del rey

La promesa de las ayudas directas por hogar y de la financiación para reconstruir las viviendas dañadas constituyó un rayo de esperanza y optimismo tras la catástrofe, pero la ausencia de una hoja de ruta clara para la reconstrucción condena a las familias a un futuro incierto.

La pequeña tienda de campaña amarilla de la familia de seis miembros de Hamdi Aïtbrahim ofrece poco espacio en el abatido pueblo de Ijjoukak. Hamdi está convencido de que la ayuda financiera del gobierno no alcanzará para una casa en Marrakech, el principal centro económico de la región situado a dos horas y media en coche, donde considera que tendrá mejores posibilidades de encontrar un nuevo empleo para mantener a su familia. “Con mi casa en ruinas, mi mujer y mis padres perdidos entre los escombros, cinco hijos a mi cargo y el invierno a la vuelta de la esquina, ¿qué otra cosa puedo hacer? Me he puesto en contacto con mi círculo familiar con la esperanza de que puedan alojarnos mientras busco trabajo en Casablanca”, confiesa.

El taller mecánico de Hamdi también se derrumbó con el terremoto, por lo que se quedó sin trabajo. Asimismo, tan sólo dos de las diez ovejas de su rebaño sobrevivieron bajo los escombros. A medida que se acerca el invierno, época en que las temperaturas descienden a varios grados bajo cero y las montañas se cubren con una densa capa de nieve, la falta de una vivienda adecuada hace que sea imposible para su familia dormir en una tienda de campaña. “Sólo me quedaría aquí si pudiera reconstruir mi casa de inmediato. Necesito una solución”.

La pregunta fundamental sobre si las aldeas de las zonas rurales ignoradas por tanto tiempo se reconstruirán en sus emplazamientos originales o se trasladarán a zonas urbanas sigue sin respuesta. Aunque algunos abogan por reconstruir en el mismo lugar para preservar el patrimonio cultural y los estilos de vida tradicionales de estas comunidades, otros sostienen que reubicar a la gente en centros urbanos, o reconstruir las aldeas en lugares cercanos más seguros, con un mejor acceso a los servicios y mayores oportunidades, constituiría una opción más práctica.

Aunque no se pueden predecir los terremotos, como Marruecos está muy cerca de la placa tectónica africana y se extiende sobre un grupo de fallas activas, especialmente en la cordillera del Alto Atlas, es muy posible que en el futuro la actividad sísmica sea habitual.

Aunque los terremotos de gran magnitud, como el reciente, son poco frecuentes, Marruecos ya ha sufrido fuertes temblores en el pasado. Dos de ellos tuvieron lugar en la región septentrional de Alhucemas en 2004 y en Agadir en 1960, con la trágica pérdida de más de 600 y 15.000 vidas, respectivamente.

Omar Farkhani, arquitecto y antiguo presidente del Colegio de Arquitectos de Marruecos, alerta sobre la tentación típicamente tecnocrática de reconstruir pueblos totalmente nuevos en otros lugares, calificándola de empresa condenada al fracaso. “Estos aduares son actualmente entornos subdesarrollados, históricamente desfavorecidos y descuidados. Realmente deberíamos centrarnos en potenciar el ecosistema agrícola existente y abordar las desigualdades históricas”, explica a Equal Times. Asimismo, sostiene que el actual éxodo rural de los que no encuentran una solución no sólo es inevitable, sino necesario: “Por su misma naturaleza, el mundo rural tiene una capacidad limitada para alimentar a sus hijos. El terremoto ha reforzado esta dinámica”.

Farkhani sostiene que las tareas de reconstrucción deberían favorecer a toda la comunidad rural y permitirles quedarse en su región, en lugar de beneficiar principalmente a la industria de la construcción, siempre ansiosa por conseguir contratos.

Durante la misión de reconocimiento de Nabil Mekaoui, un ingeniero de la Escuela de Ingenieros de Mohammadia, con un equipo del Ministerio de Vivienda, algunos habitantes de los pueblos afectados le expresaron su deseo de reconstruir sus casas con hormigón, pues culpaban a la arquitectura tradicional del derrumbe de los edificios en sus pueblos aislados de las montañas. “El debate público está muy polarizado entre los partidarios del hormigón y los defensores de los materiales tradicionales. Se trata de un debate engañoso. Deberíamos centrarnos en la capacidad de resistencia sísmica de la estructura principal”, explica a Equal Times. Asimismo, hizo hincapié en la necesidad de llenar los vacíos existentes en las investigaciones sobre las propiedades técnicas de las piedras y la tierra en la región de Al Haouz, tan afectada por el seísmo.

El camino en el futuro

A pesar del llamamiento del rey Mohamed VI para “acelerar la reducción de los déficits sociales, especialmente en las zonas montañosas afectadas por el terremoto”, las políticas existentes para desarrollar las regiones rurales no consiguen abordar lo que la administración colonial francesa calificó en su día de ‘el Marruecos inútil’, en referencia a las regiones consideradas improductivas y, por tanto, ignoradas en el desarrollo económico del país.

En 2017, el Consejo Económico, Social y Medioambiental marroquí (CESE, en francés) subrayó que desde 1956 las políticas de desarrollo no habían logrado generar riqueza para la población local, por lo que las regiones rurales quedaron “en un estado de aislamiento y subdesarrollo desfavorable para satisfacer las necesidades básicas de la población y promover el desarrollo”. Aunque el 40% de la población está radicada en zonas rurales, la aportación de dichas regiones al PIB nacional es inferior al 5%.

Tras el terremoto de Alhucemas de 2004, se tardaron más de dos años en reasentar de manera permanente a 30.000 ciudadanos. Actualmente, enfrentados a una escala diez veces mayor y a una zona más extensa sin unas infraestructuras adecuadas, los retos son aún mayores. Desde el terremoto de 2004, la región costera de Tánger, Tetuán y Alhucemas ha experimentado un renacimiento, en gran parte gracias a su próspero sector turístico. El PIB per cápita en esta zona asciende a 34.751 dírhams marroquíes (3.215 euros), una cifra algo inferior a la media nacional. Sin embargo, las perspectivas son menos halagüeñas para la región de Marrakech y Safí, recientemente afectadas por el terremoto, donde se encuentran los sistemas oriental y central del Alto Atlas y una de las regiones más pobres del país, con un PIB per cápita de tan solo 20.971 dírhams marroquíes (1.943 euros), una suma notablemente inferior a la media nacional.

“La comunidad amazig que vive en el Alto Atlas no dispone de las condiciones necesarias para vivir dignamente. En el caso del terremoto de 2004 nos enfrentamos a dinámicas parecidas en la región del Rif, donde las familias tuvieron que migrar porque no disponían de los recursos suficientes para reconstruir sus vidas. Es posible que todo el territorio se quede vacío”, denuncia la Rif Tribes Foundation, una ONG dirigida por jóvenes amazig.

“Si la estrategia imperante es la de construir pueblos totalmente nuevos y desarraigar a la gente de sus tierras, podríamos acabar con unas condiciones de vida hacinadas, parecidas a las de las viviendas sociales de los suburbios franceses. Sin embargo, los comunicados del Gabinete Real son tranquilizadores en este sentido”, admite Mohamed Dich, el presidente de la Coalición Civil por la Montaña, una organización que se dedica a empoderar a dichas comunidades.

Según sostiene, la migración rural podría evitarse si las autoridades consideran el proceso de reconstrucción como una oportunidad para implementar unas políticas de desarrollo en las regiones de montaña que hagan hincapié en la agricultura, el turismo y la reconstrucción impulsada por las comunidades. Sin embargo, algunos funcionarios han sugerido la posibilidad de que se opte por la reubicación de las personas afectadas, una decisión que podría tener profundas implicaciones para la comunidad amazig, para los que la tierra tiene una gran importancia cultural.

Marruecos se enfrenta a un difícil camino para la reconstrucción, en el que el bienestar de sus comunidades rurales pende de un hilo. En diciembre, la nieve cubre las montañas del Alto Atlas, lo que provoca cortes de electricidad, cierres de carreteras y el aislamiento de los pueblos. Este año, la vulnerabilidad de los refugios temporales hace que estos retos sean aún más complicados.

Ante la dura decisión de abandonar temporalmente su hogar ancestral, Fátima reflexiona sobre el difícil futuro de su familia. Con el coche ya cargado y su viaje a una nueva vida en Essaouira a punto de empezar, concluye con la voz teñida de firmeza: “Dejamos atrás los vestigios de nuestra vida en Tafeghaghte, pero nuestras raíces siguen en las montañas. Es un nuevo comienzo, pero las montañas del Atlas siempre serán nuestro hogar”.