El FMI necesita una junta más transparente y que rinda cuentas

 

El mes pasado, la Junta de Directores Ejecutivos del Fondo Monetario Internacional (FMI) adoptó una decisión decepcionante acerca de las políticas de la institución que tienen que ver con al acceso público a la información sobre sus préstamos y otras actividades.

Con mucho, el aspecto más decepcionante de la decisión fue el que la junta no abriera al escrutinio público sus propias deliberaciones y tomas de decisiones relativas a los préstamos.

Esta actitud reticente preocupa por si la institución no se está preparando para los cambios inevitables que se avecinan.

El más importante de estos cambios es que es muy probable que el próximo director gerente sea designado en base a sus méritos, en lugar de ser nombrado por los gobiernos europeos, como se ha hecho hasta ahora.

El mandato de la actual directora gerente, Christine Lagarde, acabará en 2016.

El período previo a su salida probablemente se caracterice por una ensordecedora oleada de peticiones para que su sustituto se elija en base a sus méritos.

Los intelectuales, gabinetes estratégicos, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil llevan años ejerciendo presión para que la elección del director del FMI y del Banco Mundial se base en quién es mejor para el cargo y no en la nacionalidad.

En un futuro próximo, la percepción generalizada de que los gobiernos europeos han manejado de manera deplorable el asunto de la crisis del euro avivará dichas peticiones.

La fuerte presencia de gobiernos europeos en la junta del FMI, así como su prerrogativa para designar al director gerente del Fondo (y, por tanto, a algunos de los altos cargos clave), contribuye a la idea de que la fuerte dominación que ejerce Europa en el FMI ha agravado la ineficacia con que se ha manejado la crisis del euro.

 

Influencia desproporcionada

Hace tiempo que se está criticando al Fondo por sus mecanismos desequilibrados de gobernanza, debido a los cuales se reparte la capacidad de voto según el tamaño de la economía de cada país.

Así, Estados Unidos dispone de un número de votos lo suficientemente amplio como para bloquear las principales decisiones de la junta. Sin embargo, también cabe destacar el gran número de votos que acumulan los países europeos, desproporcionados si se comparan con el tamaño de sus economías.

Por desgracia, la reforma de estos mecanismos de gobernanza va a un ritmo demasiado lento.

Los principales culpables son los miembros conservadores del Congreso estadounidense.

Estos se niegan a aprobar los modestos cambios que se aprobaron en 2010 para aumentar el número de votos de los países emergentes y reducir el número de miembros europeos en la junta del Fondo.

Aun siendo conservadores en el recuento, actualmente de los 24 miembros de la junta, ocho son europeos.

En 2010, una de las principales reformas de gobernanza que pidieron las partes externas fue una mayor transparencia en la toma de decisiones de la junta. Sin embargo, estas reformas no se aprobaron.

La información elaborada por los altos cargos, como la relacionada con los análisis y las condiciones de sostenibilidad de la deuda para los programas de préstamos, se mantiene en secreto antes de enviarla a la junta.

Una vez que la junta recibe las recomendaciones de los tecnócratas, el público no tiene conocimiento de qué postura exacta adopta cada director ejecutivo (que representa a un país o a un bloque de países) con respecto a dichas recomendaciones.

Ni las detalladas deliberaciones de la junta ni los votos registrados (cuando se vota) se hacen públicos después de tomar la decisión (aunque se guardan las actas de la junta, tan solo se hacen públicas después de cinco años).

Esta falta de transparencia sobre lo que los altos cargos recomiendan como parte de los programas de préstamos del FMI y lo que la junta decide facilita la falta de rendición de cuentas.

Esto significa que los altos cargos del FMI no tienen que rendir cuentas públicamente por sus pronósticos y fórmulas políticas.

Tampoco tienen que rendir cuentas los representantes gubernamentales de la junta que, durante los últimos tres años, han estado aprobando duros programas de préstamos con unas condiciones de rescate impracticables y poco realistas para los países europeos más afectados por la crisis.

 

Falta de rendición de cuentas

Varios sucesos recientes pusieron de manifiesto los problemas derivados de esta falta de rendición de cuentas.

En junio, el antiguo economista jefe del FMI, Simon Johnson, criticó duramente al Fondo por no hablar abiertamente de los bancos infracapitalizados de Europa.

“Sencillamente, esto es algo que los políticos alemanes o franceses no quieren que entiendan sus ciudadanos”, afirmó.

El señor Johnson destacó que el temor de los gobiernos europeos a que estos bancos infracapitalizados fracasaran les había hecho resistirse a la necesaria reducción de la deuda de Grecia, ya insostenible.

Una rápida reducción de la deuda no habría eliminado la presión ejercida sobre los presupuestos del Gobierno griego provocada por el excesivo pago de dicha deuda.

Pero sí la habría disminuido. El señor Johnson culpa a la excesiva representación europea en la institución del hecho de que el Fondo se mostrara reacio a hablar con franqueza.

Un suceso más reciente relacionado con el programa de préstamos a Grecia preocupa a Paulo Nogueira Batista, el director ejecutivo del FMI que representa a Brasil y a otros 10 países latinoamericanos.

A finales de julio, en una declaración pública sumamente rara para un director ejecutivo, el señor Nogueira Batista afirmó que se había abstenido de votar a favor de aprobar la contribución más reciente al rescate griego debido a las suposiciones “exageradamente optimistas” de los altos cargos del FMI acerca del crecimiento económico y la sostenibilidad de la deuda griega.

Por desgracia, en general no sabemos cómo votan los miembros de la junta.

Según el señor Nogueira Batista, esto se debe a que los miembros de la junta pueden decirnos qué votaron, pero no cómo votaron los otros.

El código de conducta del FMI para los miembros de la junta ha provocado el desafortunado efecto de codificar la falta de transparencia de la junta, impidiéndoles hablar de las posturas de otros miembros. Este código incluso detalla los procedimientos de investigación que se deben llevar a cabo para los miembros de la junta que “filtren” información.

La crisis del euro persiste y existen importantes indicios de que el Fondo debería prestar atención a las solicitudes cada vez más numerosas que piden más transparencia a la junta.

A finales de julio, dos miembros del Banco Central Europeo (BCE) solicitaron al BCE que publicara las actas de sus reuniones, siguiendo el ejemplo de otros bancos centrales, como los de Estados Unidos, Reino Unido y Japón.

“Las actas deben detallar quién votó qué y por qué”, afirmó Joerg Asmussen, un miembro del BCE, según la agencia Reuters.

Esta presión para que haya más transparencia y para que se aplique la rendición de cuentas que debería derivarse de la misma fue inmediatamente posterior a las críticas al BCE, incluso por parte del FMI, por su falta de disposición para tomar medidas con el objetivo de combatir la crisis.

Entre dichas medidas se incluirían una mayor distensión de la política monetaria mediante la compra de deuda y permitir que la inflación aumente por encima del 2% en Alemania.

Incluso los que participan en los mercados financieros están pidiendo más transparencia.

Gabriel Sterne, un antiguo empleado del FMI que se convirtió en agente de inversiones, ha exigido una revolución a favor de la transparencia en el Fondo (se pueden consultar sus recomendaciones de abril, de junio y de agosto).

Sus recomendaciones se refieren tanto a la transparencia y rendición de cuentas de los análisis que los altos cargos envían a la junta, como a la transparencia y rendición de cuentas de la junta en sí.

Los gobiernos presentes en la junta del FMI deberían tomarse en serio estas peticiones a favor de más transparencia en lo relativo a su toma de decisiones.

Esto será esencial para reforzar la legitimidad de la junta, así como para que el próximo director gerente (y sus altos cargos) puedan rendir cuentas.