Es hora de movilizar el capital de los trabajadores/as

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Una adivinanza: ¿qué gran entidad puede acceder en teoría a varios billones de dólares rápidamente si se le da la oportunidad?

Si el lector ha respondido que el Gobierno de China o Estados Unidos, gracias por jugar e inténtelo de nuevo en otra ocasión. La respuesta correcta es: los sindicatos.

La fuente de capital barato más cuantiosa y accesible que uno pueda imaginar está creciendo en todo el mundo. No hay que pagar los elevados honorarios de corretaje de Wall Street, que son un derroche.

No hacen falta elaboradas permutas de cobertura por incumplimiento crediticio. Tan solo es dinero contante y sonante.

Dinero acumulado en los fondos de pensiones (los salarios diferidos de los trabajadores/as). Hoy en día, los fondos de pensiones tienen el 73% de las acciones emitidas por las mil mayores empresas del mundo, según la revista Fortune.

Conviene tenerlo en cuenta: de la noche a la mañana, todos esos puentes, carreteras, escuelas, puertos y proyectos energéticos contra el cambio climático (tan necesitados de financiación porque los Gobiernos están recortando presupuestos a diestro y siniestro de un modo bastante insensato) podrían financiarse con capital barato.

Si tan solo se incrementaran las inversiones de los fondos de pensiones en tecnologías ecológicas y proyectos de reducción de emisiones de carbono del actual 2-3% de las inversiones de cartera a un 5% se conseguiría un incremento de 300 mil millones de US$ en los próximos tres años en proyectos tan críticos como estos.

Además, este capital implica costes, pero no motivados por la codicia personal: los proyectos financiados por pensiones tendrían que sindicarse y pagar un salario digno.

La idea de movilizar el capital de los trabajadores/as no es nueva. Lleva al menos dos décadas debatiéndose.

Pero, a excepción de varios proyectos y un montón de campañas de gobernanza empresarial (principalmente, resoluciones de los accionistas que rara vez ganan, pero pueden ejercer presión en asuntos como las compensaciones descontroladas de los ejecutivos), el poder que tiene el dinero procedente de los fondos de pensiones apenas se ha usado.

¿Qué nos está frenando?

Para empezar, los sindicatos no pueden acceder al dinero cuando quieren.

Normalmente, las decisiones sobre los fondos de pensiones las toma una junta dividida a partes iguales entre los directivos y los trabajadores/as.

Sin embargo, esta “asociación” legal es un mito: la verdad es que los directivos suelen imponerse al dictar la naturaleza de las inversiones.

Mientras los miembros de la junta directiva se sienten muy cómodos entre las hojas de balance, por desgracia al típico representante de los fondos de pensiones de los sindicatos le falta formación y le suelen otorgar el cargo debido a su largo servicio y lealtad al sindicato.

Además, las opciones de inversión para los fondos de pensiones casi siempre las determinan y controlan asesores financieros profesionales a los que solo interesa la tasa de rendimiento y su remuneración.

Asimismo, la mayor parte de los regímenes jurídicos establecen que los activos se inviertan con el único propósito de aumentar y proteger los beneficios de los jubilados.

Dicho lenguaje siempre se ha interpretado como una licencia para concentrarse en una estrategia de inversión muy conservadora y poco imaginativa; una estrategia que los administradores de los sindicatos nunca han cuestionado.

Crisis financiera

Si adoptáramos una actitud introspectiva y lleváramos a cabo un análisis honesto, admitiríamos que la mayor parte de los sindicatos no se han interesado mucho por la idea del poder del capital.

Mientras el fondo de pensiones garantizara beneficios y los jubilados estuvieran contentos, el líder sindical medio consideraba que el rendimiento era adecuado.

Sin embargo, dos acontecimientos cambiaron el panorama.

La crisis financiera mundial, provocada por las actuaciones inmorales (y, en mi opinión, delictivas) de prácticamente todas las empresas mundiales de servicios financieros en Wall Street, hizo desaparecer billones de dólares de riqueza y los fondos de pensiones se vieron enormemente afectados.

Por tanto, el movimiento sindical empezó a prestar más atención al asunto.

Además, frente a la crisis financiera mundial, la disminución de afiliados y un clima laboral cada vez más hostil hacia los sindicatos, varios líderes sindicales de amplias miras empezaron a dedicar más tiempo a pensar en nuevas estrategias para poner en práctica.

Todo ello tuvo como consecuencia el que se volviera a prestar atención al capital de los trabajadores/as.

Y se han logrado bastantes avances. Sharan Burrow, la Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional, ha tomado como misión propia impulsar esta idea.

Hace poco, formuló las preguntas adecuadas: “¿En qué momento permitimos que el sistema dominante del mercado tuviera el monopolio de nuestros fondos sin ni siquiera cuestionarlo? ¿Hemos perdido la perspectiva de los motivos originales del movimiento sindical que consistían en negociar que los salarios diferidos se incluyeran en los ingresos para la jubilación y propugnar las garantías jurídicas y normativas para asegurar unos ingresos dignos para la jubilación?”.

Más recientemente, el Sistema de Jubilación de los Docentes de la Ciudad de Nueva York designó 10 mil millones de US$ a una nueva clase de activos para infraestructuras que ayudarán a impulsar las actividades de recuperación tras el huracán Sandy y a mejorar la infraestructura de la ciudad.

La iniciativa surgió directamente del compromiso adquirido por la confederación de sindicatos AFL-CIO en la primera reunión de la Iniciativa Global Clinton celebrada en EE.UU. en el 2011.

En la costa oeste de EE.UU., un programa de colaboración entre los estados de California, Oregón y Washington identificará conjuntamente proyectos en los que merezca la pena invertir.

Todo esto constituye una gota en el océano, un grano de arena en la playa compuesta por fondos de capital que esperan que se les dé un uso.

Las confederaciones mundiales de sindicatos y los sindicatos nacionales deben crear una red mundial de administradores de fondos de pensiones que puedan formarse y actuar de forma conjunta cuando surjan oportunidades para invertir.Dichos administradores deben planificar las campañas conjuntamente.

¿No sería maravilloso poder despedir a los financieros de Wall Street (la gente que ha destruido el bienestar económico de decenas de millones de seres humanos) y, en cambio, observar cómo se construyen infraestructuras que no solo fomentan el latido económico de las ciudades, sino también proporcionan un baluarte para conseguir un nivel de vida decente?