Frente a los incendios forestales, los habitantes de la isla de Eubea se entreayudan y reconstruyen gracias a la solidaridad

Frente a los incendios forestales, los habitantes de la isla de Eubea se entreayudan y reconstruyen gracias a la solidaridad

Sapfo Papatheodorou, the owner of a riding school, poses with one of her horses on her ranch on the island of Evia in June 2023. Damage from the devastating 2021 fire, which upended Papatheodorou’s business, can be seen in the background.

(Romain Chauvet)

Para llegar a Paralia Vasilikon, un pequeño pueblo del noreste de la isla de Eubea, a 80 kilómetros al este de Atenas, hay que tomar una carretera que parece el apocalipsis. Casi por todos lados se ven árboles carbonizados, refugios quemados y abandonados y señales de tráfico cuyas inscripciones resulta difícil descifrar. En esta isla, aún virgen para el turismo de masas, las cicatrices que dejó el importante incendio que se produjo hace casi dos años durante varios días, aún son claramente visibles.

Sapfo Papatheodorou creció aquí, en un pequeño rancho a las afueras del pueblo, entre el mar y las montañas. Una vida sencilla, llena de paseos a caballo por el bosque. Un entorno idílico que se convirtió en pesadilla la noche del 6 de agosto de 2021.

Aquel verano, más de 50.000 hectáreas de bosque, casi el 15% de la superficie de la isla, ardieron en el espacio de diez días. El fuego arrasó pueblo tras pueblo, de un extremo a otro de la isla, tomando por sorpresa a residentes y turistas. Cientos de animales perdieron la vida, mientras que casas, olivares y colmenas quedaron reducidos a cenizas. La joven estuvo presente en primera fila.

“En mitad de la noche, me vi rodeada por las llamas. Cogí un poco de agua e inmediatamente intenté mojar toda la tierra posible por todas partes para proteger mi casa. Me quemé las piernas y los brazos, pero vencimos al fuego con la ayuda de los voluntarios”.

Durante su larga batalla contra las llamas, dice que no recibió ninguna ayuda de los bomberos, a pesar de que podía verlos cerca de las llamas. “Podían haber detenido el fuego, pero no hicieron nada, realmente nada de nada. Cuando ves a un bombero sentado a tu lado observando el fuego y sin hacer absolutamente nada, ¡es espantoso! Nos traicionaron”, exclama todavía indignada Sapfo Papatheodorou.

La periodista griega Daphné Tolis, que cubrió el suceso, escuchó esta cólera hacia las autoridades de un extremo a otro de la isla. “Los bomberos habían recibido la orden de evacuar a todo el mundo y no de salvar las casas. Solo debían intervenir cuando una vida estuviera en peligro. Recuerdo a una señora que tuvo que dejar atrás a todos sus animales, que se quemaron, fue trágico”.

La periodista recuerda también que, al mismo tiempo, varios incendios asolaban simultáneamente el país, entre ellos uno en las afueras de Atenas, que ya movilizaba gran parte de los recursos de los servicios de emergencia y de extinción de incendios, lo que también provocó un sentimiento de abandono en Eubea. De hecho, pocos días después, el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, tuvo incluso que disculparse, prometiendo que se aprenderían las lecciones de lo ocurrido.

No obstante, para Sapfo Papatheodorou, se ha hecho demasiado poco en los últimos dos años. Sigue sintiéndose completamente abandonada por las autoridades. “Desde el incendio y hasta ahora, solo hemos podido contar los unos con los otros. Sin embargo, para reconstruir necesitamos ayuda del Gobierno. ¿Dónde está?”, se pregunta, juzgando insuficientes a largo plazo las medidas tomadas por las autoridades, como las indemnizaciones pagadas a las personas afectadas.

Sobrevivir gracias a la solidaridad

En el norte de esta, la segunda isla más grande de Grecia, Katerina Kaltsa también se vio sorprendida por la magnitud de los incendios de 2021. Propietaria desde hace varios años de un bar-cafetería en la playa de Pefki, no dudó ni un segundo en abrir las puertas de su establecimiento ante el peligro. “Todo sucedió tan rápido que estábamos realmente en modo de supervivencia y la solidaridad surgió de forma natural. En momentos así, no piensas en el negocio, la tienda o los turistas, solo quieres salir adelante y ayudar”. Durante los primeros días, proporcionó refugio y comida a los bomberos. Esta generosidad se difundió en las redes sociales y suscitó otras.

“Tuvimos que alquilar un almacén porque la solidaridad era muy grande. Recibimos de todo, de los cuatro rincones del país: ropa, comida y medicinas”, recuerda. A medida que el fuego crecía, muchos residentes se refugiaron en la playa frente a su establecimiento.

“Nos quedamos allí para ayudar durante diez días. No podíamos respirar, pero no podíamos marcharnos. Así que ayudarnos unos a otros se convirtió en algo natural, lo único que podíamos hacer como seres humanos”.

A pocos kilómetros de allí, Deppie Kourellou y su hermana habían intentado preparar un plan de rescate con antelación, temiendo que las autoridades no pudieran ayudarles. “Habíamos alquilado un gran contenedor para nuestros caballos y burros, pero cuando llegó se rompió. No tuvimos más remedio que precipitarnos a la playa con nuestros animales, gracias a la ayuda de unos amigos”, cuenta la mujer que aún tiene pesadillas de aquella terrible noche.

Una vez en la playa, el humo se hizo cada vez más imponente e hizo huir a sus caballos, de los que no tuvo noticias durante varias horas. Finalmente los encontró sanos y salvos, pero su rancho había ardido hasta los cimientos. De aquella pesadilla recordará la extraordinaria solidaridad que acudió en su ayuda. “Todavía me dan escalofríos pensar en toda la gente que renunció a sus vacaciones en toda Grecia para venir a ayudarnos. Aquí siempre ha habido solidaridad entre la gente, ¡pero fue increíble ver eso!”

Gracias a los voluntarios y a los numerosos donativos, ella y su hermana han podido reconstruir su rancho en el mismo lugar y reanudar sus actividades. Aunque, en el fondo, la rabia sigue ahí. “Nos sentimos abandonadas y olvidadas. Hasta el día de hoy, nadie de las autoridades ha venido a ver lo que realmente ocurrió aquí. Nos han dejado solos para que reconstruyamos nuestras vidas. Afortunadamente, ha habido mucha ayuda mutua”. Cuando se les contactó para obtener más detalles, ni el Ministerio de Protección Civil ni el servicio de bomberos respondieron a las solicitudes de entrevistas.

Mirando al futuro

Desde el terrible incendio, se han emprendido trabajos de limpieza para retirar los árboles carbonizados y ayudar a la reforestación, también para evitar problemas de erosión del suelo. Sin embargo, esta labor llevará tiempo. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el bosque tardará entre 20 y 25 años en volver a su estado original. Mientras tanto, la vuelta a la vida normal no es fácil, y la incertidumbre es palpable para la población local.

“Muchos turistas que solían venir aquí ya no quieren hacerlo porque no quieren ver este desastre. Les entiendo, tienen que conducir durante una hora a través de un bosque negro, es bastante deprimente”, explica Sapfo Papatheodorou, cuyos ingresos dependen del número de turistas.

A pesar de que el Gobierno introdujo un bono de 150 euros para los griegos que visitaran la región tras el incendio, dice que ha recibido muy pocos visitantes, lo que está poniendo en peligro su negocio. Como muchas regiones de Grecia, el turismo es un importante motor económico de la isla y es esencial: a escala nacional, representa casi una cuarta parte del producto interior bruto (PIB).

Ante este sombrío futuro, Sapfo Papatheodorou se plantea: “Quiero quedarme aquí y ver Eubea verde de nuevo, pero a veces es demasiado difícil, no sé si realmente tendré fuerzas para quedarme aquí”.

Cada año, Grecia tiene que hacer frente a incendios de intensidad variable en todo su territorio, los cuales también pueden ser muy mortíferos, como en 2018, cuando murieron un centenar de personas, principalmente en el Ática. Este fenómeno se está acentuando como consecuencia de la creciente vulnerabilidad del país mediterráneo a los trastornos climáticos (sequía, aumento de las temperaturas). Así, desde mediados de julio, el país sufre una ola de calor intenso, y, como cada verano, se han declarado decenas de incendios que amenazan tanto a la población local como a los turistas.

Tras otro verano dramático en 2021, el Gobierno de centro-derecha se tomó en serio esta problemática y creó un nuevo ministerio dedicado específicamente a la “Crisis climática y la protección civil”.

En 2022, este ministerio registró un aumento del 3,1% en el número de incendios en comparación con el periodo 2007-2021. Los temores para el verano de 2023 y posteriores son elevados, ya que siguen registrándose temperaturas récord en todo el mundo y el mercurio podría alcanzar pronto los 50°C en Grecia durante el verano, según un estudio de la Universidad de Salónica sobre las consecuencias del calentamiento global.

Ante el aumento de los riesgos, se plantea la cuestión de los recursos que puede desplegar el país, que sigue sufriendo por las repercusiones de años de austeridad y, ahora, de una crisis económica pospandémica e inflacionista. “La cuestión de los recursos para la lucha contra los incendios sigue siendo objeto de debate en Grecia, porque desde la crisis, muy pocos bomberos cobran durante todo el año, ya que en invierno no hay realmente trabajo y resulta demasiado costoso pagarles por no hacer nada”, explica la periodista Daphné Tolis, que constata, mediante sus reportajes, que los recursos no están claramente a la altura de los crecientes riesgos.

Sin embargo, este verano Grecia podrá contar una vez más con doscientos bomberos europeos que serán movilizados gracias al mecanismo de protección civil de la Unión Europea, diseñado para echar una mano a los Estados miembros en situaciones de crisis o en previsión de tales situaciones.

Los esfuerzos centrados en la prevención también han sido criticados por su insuficiencia. Un reciente informe publicado por WWF señala que el 83,5% de los fondos públicos griegos destinados a la protección contra incendios entre 2016 y 2020 se dedicaron a la lucha contra los incendios forestales, y solo el 16,5% a su prevención. Sin embargo, las Naciones Unidas recomiendan invertir un 45% en la prevención de incendios, un 35% en la lucha contra los incendios y un 20% en la reforestación.

Por su parte, Deppie Kourellou y su hermana ya no se sienten seguras tras el incendio y quieren estar mejor preparadas. “¿Qué podemos hacer si hay otro incendio? No tenemos vehículos grandes, ni agua, ni conocimientos. Por eso decidimos formarnos como bomberas voluntarias”. Otra forma de mantener viva la solidaridad en esta isla.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz