Katsuji Okada, artesano de hogares en Japón: “Los tejados ‘kawara’ han durado siglos, pero ahora están desapareciendo”

Katsuji Okada, artesano de hogares en Japón: “Los tejados ‘kawara' han durado siglos, pero ahora están desapareciendo”

Katsuji Okada has spent a lifetime laying millions of kawara tiles. We spoke with him to learn about the details of this ancestral craft, part of an indigenous architecture that is now on the verge of extinction.

(Carmen Grau)

Los tejados tradicionales japoneses, caracterizados por las tejas kawara, han revestido los templos y hogares del archipiélago durante siglos. Conocidos por su gran resistencia a los elementos naturales y apreciados durante generaciones por la elegancia de sus formas aladas y colores metálicos, hoy son cada vez más una anécdota anclada al pasado.

El paisaje arquitectónico de Japón se transforma a la velocidad de los nuevos materiales y técnicas, sustituyendo la tradición por modernas construcciones para las familias japonesas, tanto en los cascos urbanos como en el mundo rural. La fisonomía del Japón más tradicional se borra en la cultura del hogar y con ello se extingue también un empleo transmitido de padres a hijos. Katsuji Okada ha dedicado toda una vida a colocar millones de tejas kawara. Conversamos con él para descubrir los detalles de este oficio ancestral ligado a una arquitectura autóctona ahora en vías de extinción.

Los orígenes y uso de tejas Kawara en Japón están vinculados a la introducción del budismo en el siglo VI desde Asia continental. Existen crónicas antiguas que ya mencionan estas tejas de arcilla en los techos. ¿Cómo fue su llegada a esta profesión a mitad del siglo pasado?

Fue una herencia familiar. Nací en 1942, en mitad de la Segunda Guerra Mundial y soy el pequeño de cinco hermanos. Mi hermano mayor y yo hemos trabajado siempre juntos. Lo natural era que fuésemos nosotros, los dos hermanos, quienes continuásemos los pasos del oficio paterno. Mi padre era un hombre de la era Meiji (1868-1912) y en aquella época lo habitual era dedicarse a la agricultura y a otro oficio a tiempo parcial, es decir, compaginar ambos trabajos.

Nacimos y crecimos todos en Matsudo, una ciudad al norte de Tokio que en las últimas décadas ha sufrido una gran expansión demográfica, pero que por aquel entonces era una zona principalmente agrícola. Mi padre cultivaba nabo, trigo y otras verduras en una gran extensión de tierras y además era constructor de tejados kawara en la ciudad, en Tokio o donde le requerían. Los carpinteros le pasaban la voz cuando estaban a punto de terminar una casa y entre agricultores le llamaban para que completase sus tejados.

Se jubiló hace poco más de una década, con setenta años. ¿A qué edad era habitual empezar en este oficio de constructor de tejados tradicionales?

En mi caso, con dieciséis años y nada más acabar la educación secundaria, empecé a trabajar con mi padre y mi hermano. Íbamos los tres juntos a construir los tejados y al principio yo hacía de asistente, ayudando a mi padre en todo lo que me pedía, pasándoles herramientas, piezas, lo que fuese. Mi función era observar y aprender el oficio. Ellos me enseñaban, pero si hacía algo mal a veces también se enfadaban [ríe].

Cuando empecé, teníamos que subir las tejas a cuestas. En cada subida llevábamos de ocho a diez piezas, un total de 15 o 20 kg al hombro. Enrollábamos las tejas en un fardo acolchado y nos subíamos al tejado por una escalera. Las extendíamos y durante tres días trabajábamos ordenándolas en varias capas y fijándolas con alambres de hierro sobre las maderas del tejado hasta completarlo. Cada casa lleva una media de 2.000 tejas, son toneladas de peso. Años después, mi hermano y yo hemos sido testigos de la mecanización de las obras de construcción. Podíamos hacer uso de poleas o grúas para elevarlas. Ahora las tejas se fijan con tornillos y eso ha elevado los costos.

¿Han podido transmitir el oficio a la siguiente generación de su familia?

Mi hijo nunca tuvo interés. El único que ha aprendido es el hijo de mi hermano mayor, mi sobrino. Él continúa la profesión, pero solo muy de vez en cuando, cuando le llaman. Cada vez hay menos necesidad de obreros tradicionales, vamos quedando pocos y las casas actuales ya no suelen hacerse con tejas kawara, utilizan materiales nuevos, que son más económicos, pero a la larga necesitan mayor mantenimiento y puede ser más costoso.

¿Por qué son tan especiales estas tejas japonesas?

Están hechas de cerámica y revestidas de una pintura muy duradera. Dependiendo de la región en Japón, cambia la tonalidad. En el centro del país son oscuras, normalmente grises. También las hay azules y en el sur son más rojizas. Han sobrevivido al paso del tiempo porque son altamente resistentes al calor, a la lluvia y la nieve y se adaptan muy bien al clima japonés, que es muy variable a lo largo del año. Los tejados no necesitan mantenimiento, ni revestimiento de pintura y llegan a durar más de cien años. Pero la clave está en saber colocar y fijar bien las tejas, así como en la estructura de la casa de madera. Estas técnicas, bien armadas en su conjunto, permiten techos con una muy buena ventilación, resistentes a los incendios y terremotos.

Japón sufre fuertes tifones cada año. En una crónica oficial del siglo IX aparecen las primeras descripciones de un tifón y lluvias torrenciales al sur del país. Las anotaciones mencionan fuertes vientos y la destrucción de los hogares y los techos de tejas kawara. Era el año 869. ¿Ocurre hoy lo mismo?

Siempre ocurre, cuando hay un tifón fuerte las kawara salen volando y los techos han de repararse, algo que también es muy costoso. Actualmente uno de los argumentos esgrimidos para no usarlas más en las construcciones nuevas es ese y que se rompen en los terremotos. Es cierto, pueden partirse y un techo caerse, pero también los más modernos. Mi madre siempre contaba cómo, durante el Gran Terremoto de Kanto de 1923, todas las tejas de nuestro hogar bailaron, pero el tejado resistió. Pero entonces las casas eran de una sola planta y eso las hacía más resistentes que las de ahora de más pisos.

Ha construido su propio techo, el de algunos vecinos y el de otros miles de hogares. Después de más de cincuenta años subido a los tejados, ¿cómo ve la desaparición paulatina de este oficio?

Las nuevas generaciones no tienen interés en los trabajos físicos. No quieren emplearse en oficios que ensucian las manos o considerados duros, quieren empleos fáciles. Incluso hay escasez de obreros y carpinteros en Japón. Es cierto que la construcción de tejados tradicionales es un empleo fatigoso y muy peligroso, pero la mecanización ha aliviado una parte. Por otro lado, observo una dependencia excesiva actualmente en el uso de los ordenadores y de la tecnología en los empleos, así como una gran falta de comunicación entre las personas.

Si pienso en mi experiencia, también ha habido sufrimiento. No tenía sábados ni domingos de descanso. Solo parábamos los días de lluvia o un día o dos al mes. Lo más duro era soportar el intenso calor y el reflejo del sol sobre las tejas de cerámica. Sudábamos de arriba abajo hasta completar un tejado. Después, eso sí, llegaba la satisfacción del trabajo bien hecho.

¿Qué nos transmite la tradición del oficio? ¿Por qué cree que deberíamos preservarla?

La tradición es cultura y es belleza. Lo mismo ocurre en otras partes del mundo, también en las piedras talladas del Machupichu en Perú. La tradición y técnica del pasado es extraordinaria, por eso es importante continuarla, pero lamentablemente parece que cualquier oficio artesanal, hecho con nuestras manos, desaparece. Como los tejados kawara. Es una pena, ¿no le parece?

This article has been translated from Spanish.