Malos tiempos para la mano de obra migrante en la industria pesquera tailandesa

Malos tiempos para la mano de obra migrante en la industria pesquera tailandesa
Ver galería

Texto: Laura Villadiego
Fotografías: Antolín Avezuela

Desde que la Unión Europea sacara tarjeta amarilla a Tailandia en abril de 2015 por pesca ilegal, el Gobierno de este país y la industria en entredicho han lanzado una campaña para lavar la imagen de un sector teñido, además, por acusaciones de esclavitud y abusos laborales. Desde la llamada de atención, decenas de nuevas leyes han sido aprobadas con el objeto de reforzar el control sobre fábricas y barcos pesqueros.

Para muchos académicos y activistas, las medidas han sido vistas como un paso positivo hacia condiciones laborales más seguras a largo plazo, pero a corto plazo, muchos migrantes están sufriendo las consecuencias de las nuevas regulaciones, que han llevado a despidos y dificultades para encontrar nuevos trabajos.

Sólo en los primeros meses de 2016, cerca de 10.000 migrantes perdieron sus trabajos cuando las fábricas de procesamiento de pescado fueron cerradas o integradas a las grandes empresas exportadoras.

El Gobierno tailandés ha asegurado que reforzará las medidas en 2017 para que el Departamento de Estado de EEUU mejore su calificación en el Informe sobre Tráfico de Personas que publica cada año.

El reportero gráfico Antolín Avezuela y la periodista Laura Villadiego se encontraron con algunos de los migrantes y fábricas que esa reestructuración ha dejado en la estacada.

 

Dos inmigrantes birmanos esperan a la puerta de la fábrica en la que solían trabajar en Mahachai, al sur de Bangkok, donde se concentra la industria de procesado de pescado de Tailandia. Fábricas como la suya cerraron el año pasado después de que la Thai Frozen Foods Association prohibiera la subcontratación en su cadena de producción.

Foto: Antolín Avezuela

Dos inmigrantes birmanos esperan a la puerta de la fábrica en la que solían trabajar en Mahachai, al sur de Bangkok, donde se concentra la industria de procesado de pescado de Tailandia. Fábricas como la suya cerraron el año pasado después de que la Thai Frozen Foods Association, la principal organización de empresas de exportación de productos pesqueros de Tailandia, prohibiera la subcontratación en su cadena de producción. La medida se tomó tras las fuertes críticas del sector por el uso de mano esclava en la industria pesquera tailandesa.

 

Janhom Kaewchulasri daba trabajo a 90 migrantes birmanos en su fábrica de pelado de gambas antes de cerrarla el año pasado después de que la organización Thai Frozen Foods Association prohibiera la subcontratación de plantas como la suya.

Foto: Antolín Avezuela

Janhom Kaewchulasri daba trabajo a 90 migrantes birmanos en su fábrica de pelado de gambas antes de cerrarla el año pasado después de que la organización Thai Frozen Foods Association prohibiera la subcontratación de plantas como la suya.

 

Más de 50 plantas de procesado de pescado cerraron a principios de 2016 dejando a más de 5.000 trabajadores, la mayoría inmigrantes birmanos, en un limbo jurídico. En Tailandia, los permisos de trabajo para trabajadores extranjeros están ligados a una empresa concreta y no se pueden cambiar fácilmente.

Foto: Antolín Avezuela

Más de 50 plantas de procesado de pescado cerraron a principios de 2016 dejando a más de 5.000 trabajadores, la mayoría inmigrantes birmanos, en un limbo jurídico. En Tailandia, los permisos de trabajo para trabajadores extranjeros están ligados a una empresa concreta y no se pueden cambiar fácilmente. Tras el cierre de las fábricas, el Gobierno tailandés permitió a los trabajadores cambiar a su empleador siempre y cuando aquellos se mantuvieran en el mismo sector. La industria pesquera en Tailandia ha sufrido profundas reformas durante los últimos dos años para intentar deshacerse de las acusaciones de pesca ilegal y uso de mano de obra esclava.

 

Punsin Kaewmanee muestra su fábrica de pelado de gambas vacía. La planta, que empleaba a 135 trabajadores, lleva un año cerrada. Algunos de sus trabajadores, migrantes birmanos en su mayoría, han sido contratados por las fábricas de exportación –del sector pesquero–, pero muchos otros han tenido que volver a sus países de origen.

Foto: Antolín Avezuela

Punsin Kaewmanee muestra su fábrica de pelado de gambas vacía. La planta, que empleaba a 135 trabajadores, lleva un año cerrada después de que se prohibiera a las grandes empresas de exportación subcontratar a fábricas como la suya. Algunos de sus trabajadores, migrantes birmanos en su mayoría, han sido contratados por las fábricas de exportación –del sector pesquero–, pero muchos otros han tenido que volver a sus países de origen. En el momento del cierre, Punsin Kaewmanee aún estaba pagando el coste de la reforma de las instalaciones que las fábricas para las que trabajaba le habían impuesto.

 

Aung (izda.), 40, y Nge (dcha.), 24, llevaban años trabajando en pequeñas fábricas de pelado de gambas. Aung, que tiene dos hijos (de 13 y 7 años), regresó a su ciudad natal en Mawlamyine, Birmania, después de no poder encontrar trabajo en otra fábrica.

Foto: Antolín Avezuela

Aung, 40, y Nge, 24, llevaban años trabajando en pequeñas fábricas de pelado de gambas. Aung, que tiene dos hijos (de 13 y 7 años), regresó a su ciudad natal en Mawlamyine, Birmania, después de no poder encontrar trabajo en otra fábrica.

 

Aung Myo Tha, de origen birmano, acababa de tener un hijo cuando perdió su trabajo en una fábrica de pelado de gambas que abastecía a las grandes empresas de exportación –después de que éstas prohibieran la subcontratación de fábricas como la suya–.

Foto: Antolín Avezuela

Aung Myo Tha, de origen birmano, acababa de tener un hijo cuando perdió su trabajo en una fábrica de pelado de gambas que abastecía a las grandes empresas de exportación –después de que éstas prohibieran la subcontratación de fábricas como la suya–.

 

Chotan, 36, migró a Tailandia hace más de 10 años para huir de la empobrecida Mawlamyine, la ciudad de Birmania en la que nació. Como miles de migrantes birmanos, encontró trabajo en la próspera industria de procesado de pescado en Mahachai. Tras acusaciones de uso de mano de obra esclava, la planta para la que había trabajado durante los últimos cuatro años echó el cierre.

Foto: Antolín Avezuela

Chotan, 36, migró a Tailandia hace más de 10 años para huir de la empobrecida Mawlamyine, la ciudad de Birmania en la que nació. Como miles de migrantes birmanos, encontró trabajo en la próspera industria de procesado de pescado en Mahachai, a poco más de una hora al sur de la capital Bangkok. Tras acusaciones de uso de mano de obra esclava, la planta para la que había trabajado durante los últimos cuatro años echó el cierre.