“Nuestras vidas no valen nada”, qué denuncian los trabajadores del textil en la Turquía posterremoto

“Nuestras vidas no valen nada”, qué denuncian los trabajadores del textil en la Turquía posterremoto

A textile factory in the western Turkish city of İzmir. Turkey is one of the world’s top garment and textile producers, with factories in its south-east amongst those supplying to major European and US brands. But workers in that region were largely left to fend for themselves after devastating February 2023 earthquakes and experienced the widespread violation of their rights, according to a new Clean Clothes Campaign report.

(Kıvanç Özvardar/ILO)
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Los graves terremotos que devastaron una vasta franja del sudeste de Turquía hace poco más de un año también dejaron a los trabajadores de la gran industria textil y de la confección de la región vulnerables a la violación generalizada de sus derechos, según un nuevo informe de la Campaña Ropa Limpia.

“El terremoto me enseñó quién tiene una vida valiosa y quién no. La vida de los trabajadores como nosotros no vale nada”, confió un trabajador del sector a los investigadores para el informe de enero de 2024 sobre el impacto del terremoto en los trabajadores del sector textil y de la confección, The Impact of the Earthquake on Textile and Garment Workers, publicado por la Campaña Ropa Limpia de Turquía sobre la base de 130 entrevistas anónimas con trabajadores de este sector.

Según Derya Göçer, autora del informe y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Técnica de Oriente Medio de Ankara, las conclusiones también apuntan al fracaso de conocidas marcas internacionales a la hora de brindar ayuda a sus cadenas mundiales de suministro en situaciones de catástrofe y crisis.

“Catástrofes como ésta magnifican las malas prácticas y las desigualdades ya inherentes a este sector, en el que los estrictos plazos de producción de la moda rápida hacen que también los empleadores [locales] se vean presionados porque pueden perder el contrato de suministro”, afirma Göçer.

“En el contexto posterior a una catástrofe, esto quiere decir que los trabajadores se reincorporan en edificios que no están debidamente inspeccionados, y reanudan el trabajo padeciendo secuelas o crisis de salud mental”.

Los terremotos del 6 de febrero de 2023 se cobraron la vida de más de 53.000 personas en 11 provincias turcas y desplazaron a más de tres millones. En el país vecino, Siria, estimaciones recientes sitúan el número de muertos entre 5.000 y 8.500 personas, mientras que decenas de miles resultaron desplazadas. Más de la mitad de los trabajadores del sector textil y de la confección encuestados por el equipo de Göçer afirmaron que su hogar se encontraba entre los que habían sufrido daños.

Aunque la catástrofe les obligó a encontrar cobijo para sus familias y cubrir sus necesidades básicas, más del 50% de los trabajadores encuestados afirmaron que solo se tomaron entre dos y cuatro semanas de permiso. Tres cuartas partes de los trabajadores indicaron a los investigadores que mientras estuvieron de baja percibieron un salario inferior al normal, y más de un tercio señaló que no había percibido salario alguno, creando así una intensa presión financiera para volver rápidamente al trabajo.

“Después del terremoto, dejé a mi familia en un lugar seguro y regresé a [la provincial de] Malatya”, relató un trabajador a los investigadores. “Me quedé en las instalaciones de la empresa durante un mes... no había un solo sitio donde poder ducharme y dormir con comodidad”.

Un año después de la catástrofe, muchos trabajadores siguen separados de sus familias, según Göçer. “Los trabajadores que se quedaron [en la región del terremoto] pese a todos los problemas de salud mental y física que padecen no pueden encontrar vivienda; han tenido que enviar a sus familias a ciudades y pueblos de toda Anatolia”, afirma. “Por lo que pudimos ver, las marcas no han previsto nada para responder ni siquiera a la necesidad básica de alojamiento”.

Uno de los peores países del mundo para los derechos de los trabajadores

Turquía es uno de los principales países del mundo para la producción de prendas de vestir y textiles, con 16.200 millones de dólares estadounidenses en exportaciones durante el año de 2021, según un informe del Ministerio de Comercio turco citado en el informe de la Campaña Ropa Limpia, cuya mayor parte se destina a países de la Unión Europea y Estados Unidos. Los proveedores de las provincias afectadas por el terremoto desempeñaban un papel importante en el sector, produciendo artículos para destacados compradores mundiales como Benetton, H&M, Primark y Zara, así como otras grandes marcas nacionales como LC Waikiki.

Las provincias afectadas por el terremoto representaban el 15% de la industria textil y de la confección de Turquía, con unos 350.000 trabajadores en aproximadamente 2.900 empresas antes de la catástrofe.

En el año transcurrido desde el terremoto, el empleo en el sector de la ropa de confección descendió un 40% y la producción un 50%, según un comunicado de prensa enviado a Equal Times por la Asociación Turca de Fabricantes de Ropa (TGSD, por sus siglas en inglés) con motivo del aniversario de la catástrofe. El presidente de la TGSD, Ramazan Kaya, afirmaba en el comunicado que la recuperación se había visto obstaculizada por la “pérdida de empleo cualificado” en la región y las dificultades para acceder a la financiación y a los préstamos.

Poco después de la catástrofe, el Gobierno turco prohibió temporalmente los despidos en toda la región afectada. “Pero lo que constatamos es que si los proveedores no temen lo suficiente esta prohibición, si las multas no son lo bastante elevadas como para disuadirlos, encuentran otras formas de despedir a los trabajadores”, explica Göçer.

Los trabajadores contaron a su equipo de investigación que se enfrentan a un “acoso verbal sistemático y cotidiano” por parte de sus empleadores. En el periodo posterior al terremoto, esta práctica de acoso moral y psicológico en el ámbito laboral, adoptó a menudo la forma de presión para trabajar horas extraordinarias, bajo amenaza de despido si no lo hacían.

En el Índice Global de los Derechos de la Confederación Sindical Internacional, Turquía figura sistemáticamente entre los diez peores países del mundo en lo que se refiere a los derechos de los trabajadores, contando entre sus violaciones la represión de las huelgas y el desmantelamiento sistemático de los sindicatos.

Con la restricción de la libertad sindical y el derecho de huelga en Turquía, el 89% de los trabajadores de la industria textil y de la confección en la región de los terremotos, incluso los sindicalizados, carecen de convenio colectivo, según el informe de la Campaña Ropa Limpia. En este contexto, la prohibición de los despidos puede haber empeorado la situación de algunos trabajadores, ya que si se ven obligados a renunciar en lugar de ser despedidos oficialmente no recibirían ninguna indemnización ni otras prestaciones.

“Un año después de los terremotos, el empleo en la región aún no se ha recuperado”, afirma Haluk Deniz Medet, portavoz del sindicato textil turco DİSK Tekstil. “Se observa una grave contracción de las exportaciones y las marcas europeas, nuestros clientes más importantes están trasladando sus pedidos a países asiáticos”.

Resiliencia de la cadena de suministro a costa de los derechos de los trabajadores

Este tipo de oportunismo es demasiado habitual en la industria textil y de la confección a escala mundial, según Mayisha Begum, investigadora del Business & Human Rights Resource Centre (BHRRC), con sede en Londres. “Lo que hemos observado durante la pandemia de COVID-19 y otras crisis es que, cuando conviene a sus beneficios, las marcas pueden cambiar sus prácticas de compra muy rápidamente”, afirma.

Muchas regiones productoras de ropa de todo el mundo son muy susceptibles a los efectos de la emergencia climática, así como a las crisis políticas y económicas, añade Natalie Swan, responsable del programa de derechos laborales del BHRRC.

“A medida que estas crisis son cada vez más la norma, las empresas [mundiales] deberían utilizar su agilidad para hacerles frente mediante la mejora de la capacidad de resciliación de la cadena de suministro y de la capacidad de los trabajadores para ganarse la vida de forma segura”, afirma. “Cuando los beneficios se resienten, los proveedores y, por lo tanto, los trabajadores, no deben ser los únicos perjudicados”.

Solo el 4% de los proveedores textiles y de la ropa de confección del sureste de Turquía pudieron reanudar la producción normalmente tras los terremotos, según una encuesta independiente entre proveedores regionales que Göçer y otro investigador realizaron en junio de 2023. Sin embargo, solo unos pocos afirmaron que las marcas a las que suministran ofrecieron algún tipo de ayuda tras la catástrofe; el 69% de los encuestados afirmaron no haber recibido nada por parte de compradores o marcas.

Ese mismo mes, el BHRRC se puso en contacto con 11 empresas internacionales de ropa que tienen actividades en la región para preguntarles sobre sus prácticas de compra tras la catástrofe. Solo seis marcas indicaron estar tomando medidas para proteger a los trabajadores de las fábricas proveedoras y solamente una señaló que estaba proporcionando ayuda económica a las familias de los trabajadores que habían fallecido en los terremotos. Ninguna proporcionó detalles sobre estas medidas.

Además, las donaciones de ayuda, como las prometidas por el Grupo H&M y por Inditex (empresa matriz de Zara) a Save the Children, la Media Luna Roja turca y la agencia turca de gestión de catástrofes AFAD, “no van realmente a los trabajadores”, afirma Göçer.

“Estas empresas buscan más campañas de relaciones públicas que acciones para ayudar a sus propias cadenas de suministro. Existe una gran diferencia entre lo que las marcas declaran públicamente que hacen y lo que ocurre sobre el terreno”, concluye.