La desigualdad suele comenzar en el mercado de trabajo

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El último Informe Mundial sobre Salarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), titulado “Salarios y desigualdad de ingresos”, revela que las economías emergentes y las economías en desarrollo han impulsado casi la totalidad del crecimiento salarial mundial en los últimos años. En efecto, salario real de estas ha venido aumentando desde 2007–en ocasiones con rapidez–.

Antes de la crisis financiera, el salario real medio de las economías desarrolladas crecía una media de alrededor del 1% al año y el crecimiento salarial mundial rondaba el 3%.

Dichas cifras han cambiado en los últimos años; el crecimiento salarial de las economías desarrolladas es prácticamente nulo y los salarios mundiales están creciendo un 2%.. Si se excluye a China de la ecuación, el crecimiento del salario real mundial se reduce casi a la mitad.

Nos preguntamos entonces, ¿cuándo van a pedir los trabajadores y trabajadoras de las economías desarrolladas nuevos incrementos salariales? La respuesta es que, en muchos países, ya lo están reclamando.

El análisis de la evolución paralela de la productividad laboral y los salarios reales en las economías desarrolladas revela que, desde 2010, los salarios se mantienen estancados, mientras el crecimiento de la productividad se ha reactivado, naturalmente con algunas diferencias entre países.

El informe muestra que, a lo largo de los últimos 15 años, la disociación entre los salarios y la productividad resulta más obvia en Alemania, Japón, España o los Estados Unidos.

Tomando un horizonte temporal menor, el nivel del salario medio real en el Reino Unido se redujo un total del 7% desde 2007.

Como resultado de las distintas tendencias en todo el mundo, el salario medio de las economías emergentes y las economías en desarrollo converge lentamente hacia el salario medio de las economías desarrolladas, aunque sigue habiendo diferencias importantes.

Si comparamos el poder adquisitivo de los salarios, el salario medio mensual de un trabajador estadounidense continúa siendo más de tres veces superior al de un trabajador chino, pero la diferencia está reduciéndose con rapidez.

Si los salarios se mantienen estáticos en los Estados Unidos, y asumiendo que el crecimiento de los salarios chinos se reduce a una media del 5% al año en el futuro, en apenas 25 años China alcanzaría el poder adquisitivo estadounidense.

 

La desigualdad de la renta familiar

El informe examina también la relación entre los salarios y la desigualdad de la renta.

Sabemos que, desde mediados de los 80, la desigualdad de la renta ha aumentado en la mayoría de los países desarrollados y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha señalado la desigualdad salarial como la razón más importante de todas.

Un alto nivel de desigualdad puede abocar en un deterioro de la movilidad social, de la cohesión social y del bienestar.

Además, un alto nivel de desigualdad reduce el crecimiento económico; especialmente cuando la desigualdad tiene un efecto negativo sobre la educación y la salud, la estabilidad política y económica y el consenso social necesario para el buen funcionamiento de las sociedades.

Paralelamente, el lento crecimiento de los salarios reduce el consumo de los hogares, y ello puede tener efectos adversos sobre las inversiones y la demanda agregada general.

El informe mundial sobre los salarios señala que las variaciones de la distribución salarial y del empleo remunerado han sido los determinantes fundamentales de las tendencias de la desigualdad durante los años de la reciente crisis.

En los países desarrollados donde la desigualdad de la renta familiar aumentó, otras fuentes de ingresos contrarrestaron aproximadamente una tercera parte del aumento de la desigualdad debida a las variaciones de los salarios y del empleo.

Este resultado es lógico si tenemos en cuenta que, en las economías desarrolladas, los salarios suelen constituir entre el 70 y el 80 por ciento del total de ingresos de aquellos hogares que tienen al menos un miembro en edad de trabajar.

Para las clases medias, los salarios suelen representar más del 80% de la renta familiar, por lo tanto, la desigualdad salarial se propaga inmediatamente en la clase media.

En el extremo inferior de la escala, los bajos ingresos, el subempleo o las pérdidas de empleo son la causa principal de los bajos ingresos, mientras las transferencias sociales sólo compensan en parte estos problemas.

Con bajos ingresos y mayor desempleo, los hogares de menores ingresos tienden a quedarse aún más rezagados.

Y mientras el FMI considera que la mejor forma de reducir la desigualdad es a través de las políticas fiscales (impuestos y transferencias), la realidad es que la creciente desigualdad en los mercados de trabajo afecta significativamente a los esfuerzos por reducir las desigualdades a través de la tributación y las transferencias.

Es más, los últimos años han demostrado que una mayor redistribución a través de la tributación y de las transferencias no siempre es políticamente viable, cuando menos.

En las economías emergentes y en desarrollo, los ingresos procedentes del empleo independiente representan, por lo general, una proporción mayor de la renta familiar que en las economías desarrolladas, particularmente en los hogares de bajos ingresos.

Pero esto no cambia el hecho de que, en los países donde se registró una reducción de la desigualdad, el factor predominante fue la distribución equitativa de los salarios y la creación de empleo remunerado para los hogares de bajos ingresos.

En la Argentina y Brasil, países donde la desigualdad disminuyó considerablemente durante los últimos 10 o 15 años, las variaciones en la distribución salarial y del empleo remunerado a lo largo de toda la década determinaron el 87% de la disminución de la desigualdad en la Argentina y el 72% en Brasil.

Los programas de empleo directo (como los de la India y Sudáfrica) y las transferencias en efectivo condicional o incondicional (como en Brasil y México, entre otros muchos países) han contribuido a elevar la renta de los grupos de bajos ingresos.

 

¿Qué se puede hacer?

El Informe Mundial sobre Salarios sugiere una combinación de políticas en al menos dos frentes:

Primero: una redistribución a través de políticas fiscales, con sistemas de tributación progresiva y algunas reducciones fiscales dirigidas o créditos fiscales positivos para los hogares de bajos ingresos (como prestaciones vinculadas al trabajo); una mejora de la recaudación tributaria a través de medidas que propicien el desplazamiento de los trabajadores y las empresas desde la economía informal a la formal, y una mejora de los sistemas de protección social que, en la práctica, representan la mayor parte de la redistribución a través de las políticas fiscales.

Segundo: reducir la desigualdad en el mercado laboral a través de políticas que persigan el pleno empleo; más y mejor educación para quienes se encuentran en lo más bajo de la escala; salarios mínimos aplicados debidamente y establecidos tomando en consideración, además de los factores económicos, las necesidades de los trabajadores y sus familias, y sistemas de negociación colectiva integral.

Sin medidas contundentes en el mercado laboral, las tendencias actuales en muchos países obstaculizarán enormemente la reducción de las desigualdades solo a través de los mecanismos de redistribución y la proporción de los ingresos del trabajo continuará, con toda probabilidad, descendiendo.

El Informe Mundial sobre Salarios muestra también que continúa habiendo brechas salariales persistentes entre los hombres y las mujeres así como entre trabajadores nacionales y trabajadores inmigrantes o entre trabajadores de la economía formal e informal.

Ampliar los salarios mínimos y la negociación colectiva a los trabajadores de bajos ingresos contribuirá, en general a reducir estas brechas salariales, dada la presencia excesiva de mujeres, migrantes y grupos vulnerables en los empleos peor remunerados.

 

Artículo publicado por primera vez en Global Labour Column.

Este artículo ha sido traducido del inglés.