En los Juegos Olímpicos de Pekín, el lema “más rápido, más alto, más fuerte” también es aplicable a ómicron

Al hablar de los Juegos Olímpicos de Pekín, el presidente chino Xi Jinping promete unos “Juegos Olímpicos simples, seguros y espléndidos”. Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), afirma que los dos Playbooks de Pekín 2022 (conjunto de directrices relativas a la covid-19; uno de ellos para atletas y técnicos de equipos y otro para los demás actores que participan en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno) proporcionan “reglas de convivencia”. Lamentablemente, ambos se expresan más en el ámbito de la ilusión que en el de las buenas prácticas científicas.

La amenaza es real. Con los Juegos de Invierno a punto de comenzar, los casos están aumentando en Pekín, tanto dentro como fuera del famoso “circuito cerrado” que separa a los participantes del público.

Entre el 23 de enero y el 2 de febrero, 32 atletas y miembros del cuerpo técnico dieron positivo dentro del circuito, al igual que otros 63 actores de los Juegos, a saber, entrenadores, personal de apoyo y representantes de los medios de comunicación. Esto se suma a los 70 atletas y técnicos y a otros 122 actores que dieron positivo en el aeropuerto pese al requisito de aislamiento y de presentación de dos tests negativos antes de la salida.

No solo los atletas, el personal de apoyo y otros participantes en los Juegos corren el riesgo de contagiarse. La propia China es sumamente vulnerable. Dado que menos del 0,1% de sus 1.400 millones de habitantes se ha contagiado, China carece prácticamente de inmunidad natural a la covid-19.

Aunque el 84% de la población china está totalmente vacunada, las vacunas chinas (Sinovac y Sinopharm) proporcionan escasa protección contra la variante delta, y no protegen en absoluto contra la ómicron. El primer caso de ómicron en Pekín, un banquero de 26 años, se había vacunado tres veces con Sinovac.

Desde que apareció el primer caso local de ómicron en Pekín el 15 de enero, los datos del sitio web oficial de la Comisión Nacional de Salud informan de cientos de casos locales más en múltiples distritos de Pekín.

Por consiguiente, el Gobierno chino se ha enzarzado en un juego inútil con ómicron. A medida que se registran nuevos casos a diario, las autoridades están confinando ciudades enteras o sellando bloques de pisos y torres de oficinas, a veces encerrando a personas lejos de sus hogares, al tiempo que somete a millones de personas a tests masivos.

El enfoque de China respecto a los Juegos Olímpicos de Pekín, respaldado por la Organización Mundial de la Salud, no se basa en la ciencia actual ni en las buenas prácticas. Está diseñado no tanto para proteger a los atletas y demás participantes, como para aislar herméticamente las villas olímpicas del resto de China, prohibiendo incluso la entrada de espectadores. El circuito cerrado presupone que nadie con covid-19 accederá a él, pero se han establecido escasas medidas para descontaminar el circuito cerrado o filtrar el virus que, como ya ha ocurrido, sí entra.

Pekín necesita algo más que vacunas y tests

El Gobierno chino exige que todos los participantes de los Juegos Olímpicos se vacunen, pero existen enormes disparidades en la eficacia de las vacunas contra las variantes delta y ómicron. La afirmación en los Playbooks de que “las vacunas han demostrado ser eficaces contra la infección y la transmisión” no es cierta siquiera entre las vacunas más eficaces, y desde luego no es el caso de las fabricadas en China. El objetivo de las vacunas no es prevenir la infección, sino evitar una enfermedad grave. Además, al menos cinco de los equipos olímpicos –incluido el equipo chino– proceden de países vacunados predominante o exclusivamente con Sinopharm y Sinovac.

En cuanto a los tests, todos los participantes tienen que hacerse una prueba de PCR a su llegada al aeropuerto de Pekín, antes de ser llevados a su alojamiento compartido de circuito cerrado y esperar hasta seis horas para recibir los resultados. Al igual que en Tokio, los participantes en los Juegos son posteriormente sometidos a PCR diarias y reciben los resultados entre 8 y 18 horas más tarde. Los contactos cercanos de quienes den positivo serán informados en un plazo de 24 horas.

Pero los tests constituyen un indicador tardío y un mal sustituto de las medidas preventivas. Para cuando se conoce que una persona ha dado positivo, esta podría haber infectado ya a otras muchas.

La variante delta se propaga con mayor rapidez en las poblaciones vacunadas que la cepa original de Wuhan en poblaciones no vacunadas. Ómicron se replica a tal velocidad que dar negativo en un test por la mañana no excluye convertirse en un supercontagiador por la tarde.

La complacencia del COI proviene en parte de la ficción que mantiene en cuanto al éxito que tuvieron las medidas similares contra la covid-19 que adoptó en Tokio, y a que los Juegos de Tokio no tuvieron ningún efecto en la tasa de incidencia del virus en Japón. De hecho, la tasa de incidencia de Japón comenzó a bajar más o menos a la par que comenzaron los Juegos Olímpicos, pero es mucho más probable que eso tenga que ver con el aumento de la tasa de vacunación de Japón, que pasó del 10% a casi el 50% durante ese mismo periodo.

El COI sostuvo que la secuenciación genómica no mostraba ninguna mezcla entre los atletas y los japoneses locales; que los atletas no se llevaron nuevas cepas del virus a sus respectivos países; y que los atletas se infectaron solo con cepas que ellos mismos habían importado.

Sin embargo, un estudio sobre las transmisiones mundiales de la variante AY.20 descendiente de la delta muestra que las personas que regresaron de los Juegos de Tokio la propagaron por todo el mundo. El COI no ha aportado ningún dato que refute esta conclusión. Más bien, tras alegar una baja tasa de positividad, eliminó de su sitio web todos los datos relativos a la covid-19 de los participantes en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

Los atletas no pueden ser responsables de evitar la transmisión

Ahora el COI está aplicando medidas similares en Pekín, a pesar de que ómicron es varias veces más contagiosa que la variante delta. El “circuito cerrado” de China consiste en decenas de recintos y hoteles situados en tres ciudades concretas, que están conectados por vehículos de transporte exclusivos. A diferencia de Tokio, donde los trabajadores iban y venían del trabajo a casa, a los trabajadores chinos no se les permite regresar a sus propios hogares.

Resulta alentador que los Playbooks de Pekín reconozcan la transmisión por aerosoles. No obstante, la ínfima mención a la ventilación hace que este reconocimiento sea más un guiño a la realidad que una declaración significativa. En un siniestro eco de la ficción del Gobierno chino de que el virus no se originó en Wuhan sino que se importó en los embalajes de alimentos congelados, los Playbooks hacen hincapié en la limpieza de superficies, algo completamente irrelevante para la propagación de la covid-19. El gran énfasis en la higiene de manos, en el distanciamiento físico de uno a dos metros y en las inútiles pantallas de plexiglás contrasta con la falta de medidas estructurales para reducir la carga viral en los espacios cerrados y, por tanto, el riesgo de transmisión.

Un sistema de ventilación integrado garantizaría un número adecuado de cambios de aire en los espacios cerrados. Los filtros de aire HEPA eliminarían la covid-19 y otros organismos infecciosos. Pero estas medidas no se han prescrito. En cambio, se insta a los deportistas a ventilar sus propias habitaciones abriendo una ventana. Esto no solo es una medida de ventilación insuficiente, sino también improbable, dadas las gélidas temperaturas que se registran en Pekín, Yanqing y Zhangjiakou.

Aunque los Playbooks estipulan que las personas deben utilizar respiradores (mascarillas capaces de filtrar el 99% de los organismos infecciosos), la eficacia de los mismos se ve limitada por actividades de la vida diaria, como comer y beber, y son incompatibles con la competición.

Las medidas del COI no serán suficientes para evitar la inhalación de aerosoles infecciosos en espacios interiores. No existe una evaluación de los riesgos. No se han adoptado precauciones especiales para los deportes de interior y, sobre todo, para los deportes de estrecho contacto. El curling, por ejemplo. se ha asociado a tasas de transmisión altas.

Ahora, como sucedió en Tokio, el COI espera salir airoso fingiendo que las tasas de incidencia se ajustan a las expectativas. En Tokio, la incapacidad del COI para actuar con respecto al reconocimiento de la transmisión por aerosoles, y su enfoque, en cambio, en las anticuadas teorías de la propagación por gotitas, se produjo a costa de las esperanzas y los sueños de decenas de atletas. En lugar de invertir en aire limpio, el COI vuelve a hacer recaer la responsabilidad principal de la prevención de la transmisión en los atletas.

Los Juegos Olímpicos deberían ser los abanderados. El lema “más rápido, más alto, más fuerte” es igualmente aplicable a ómicron, que se propaga con mayor rapidez pese al aumento de las tasas de vacunación y recalca la necesidad de adoptar medidas de prevención. Los procedimientos deficientes y de bajo coste que el Gobierno chino y el COI han instituido para los Juegos Olímpicos de Pekín corren el riesgo de rebajar las normas globales para todos. Y, probablemente, no solo los atletas pagarán el precio.