España busca un rayo de esperanza

 

La semana pasada, la prensa internacional hablaba de la quiebra de la promotora inmobiliaria española Reyal Urbis, dejando a deber a los bancos, empresas y trabajadores 4.750 millones de USD.

Se trata de la segunda mayor bancarrota en España desde que la inmobiliaria Martinsa Fadesa tuviera que declararse en concurso de acreedores por un nivel de deuda de cerca de 9.500 millones de USD, precipitando la caída de la banca española en 2008.

Cada día se producen en España cientos de historias de negocios que se van a pique, puestos de trabajo que desaparecen y recortes salariales, pero esos no ocupan los titulares internacionales.

Además de miles de millones de deuda, Reyal Urbis deja tras de sí una ciudad fantasma de viviendas inocupadas en Valdeluz (Guadalajara), al noreste de Madrid. Este complejo residencial construido para 30.000 personas se ha convertido en un ejemplo representativo de la crisis en España.

Como un castillo de cartas edificado sobre una mesa de juego en Las Vegas, el mercado inmobiliario especulativo ha sido la plaga que desembocaría en la crisis financiera tanto en España como en Irlanda.

En los años del boom inmobiliario, miles de jóvenes decidieron abandonar los estudios secundarios y ponerse a trabajar atraídos por la lucrativa industria de la construcción.

Hoy han venido a engrosar la tasa de desempleo juvenil que se sitúa en un 56 por ciento en España; una de las peores estadísticas en las páginas de los informes económicos que se acumulan en los escritorios de los líderes del país, dejando una generación perdida de jóvenes que podrían no llegar nunca a ver cumplirse sus sueños de adolescencia.

La respuesta coordinada para frenar la crisis mundial de la banca supuso la inyección de billones de dólares de dinero público para rescatar los bancos, mientras que el 84 por ciento de las personas que perdieron su trabajo no cobra prestaciones por desempleo.

Muchas familias han perdido su sustento, muchas más han perdido sus hogares. Las leyes españolas en relación con las hipotecas es una de las más estrictas de Europa – más de 400.000 personas han sido desahuciadas desde 2008.

Estas impactantes cifras se desprenden de una ley en base a la cual los bancos no sólo pueden reapropiarse de la vivienda cuya hipoteca ya no puede seguirse pagando, sino también de aquellas ofrecidas como aval para garantizar un préstamo.

Para muchos padres en España era habitual utilizar sus propios hogares como aval para garantizar los créditos contraídos por sus hijos al adquirir su primera vivienda. Ahora tanto los padres pensionistas como sus hijos desempleados se quedarán sin hogares.

Carteles de ‘se vende’ aparecen en multitud de ventanas en Madrid tras el fracaso de las políticas de austeridad, como las señales trazadas sobre las puertas de las viviendas en la Edad Media para advertir de la presencia de un apestado.

 

Crisis de liderazgo

Desde el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy al yerno del rey, en España se vive una crisis de liderazgo, viéndose inmersos en casos de corrupción y escándalos ocasionados por una ambición desmedida.

La Encuesta mundial de la CSI reveló que apenas 13 por ciento de los encuestados consideraba que, en tanto que votantes, tenían alguna influencia sobre las decisiones económicas de los Gobiernos elegidos democráticamente. En el espacio de apenas unas décadas, España ha pasado de una dictadura militar a una dictadura económica.

La reforma del mercado laboral – dictada a los países por la Troika integrada por el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo y aceptada por el Gobierno del PP para aplacar los mercados de valores – han borrado de un plumazo los convenios colectivos concertados y reducido los salarios.

Cuando los salarios constituyen la menor proporción de los beneficios nacionales, estos recortes ideológicos no hacen sino enfrentar a los trabajadores con la patronal, y no contribuyen en absoluto a impulsar una economía enfermiza.

Las palabras de Rajoy “no podemos gastar lo que no tenemos” (que figura en prácticamente todos los discursos del Presidente del Gobierno) no son sino política monetarista traducida en una frase acuñada.

 

Esperanza

No podemos crear empleo sin inversión, y no podemos hacer crecer la economía si no ganamos suficiente. Son alternativas económicas.

Durante una concentración de cerca de 1.000 trabajadores en un recinto lleno a rebosar en Madrid, escuché un clamor pidiendo un plan, reclamando una esperanza.

Sabemos como construir economías. Requiere invertir en empleo. El máximo multiplicador a medio plazo es la infraestructura.

Y hay dinero para hacerlo. Más de 21 billones de dólares duermen en paraísos fiscales. Cerca de siete billones de dólares permanecen en las cámaras acorazadas de las grandes empresas, sin ser invertidos.

La UE puede acordar créditos sin intereses y contribuir al desarrollo de un plan de crecimiento y empleo. Los bancos podrían pagar parte del dinero que los contribuyentes les han inyectado.

Con los fondos de pensiones, hay 25 billones de USD de capital de los trabajadores invertido en la economía global y que siguen yendo a fondos de cobertura o capital especulativo. Este dinero podría desembocar en “capital paciente”, en la economía real, en puestos de trabajo.

Los líderes mundiales y el G20 pueden encontrar un billón de dólares para invertir en infraestructura a fin de crear empleo; menos de la mitad de lo que fuera generosamente aportado a los bancos.

Entre tanto, la austeridad continúa causando estragos. Esta semana Francia solicitaba a Bruselas un aplazamiento para alcanzar su objetivo de déficit y por primera vez desde 1978 el Reino Unido ha perdido la calificación crediticia AAA.

Cuando abandoné Madrid, los manifestantes salían una vez más a la calle para protestar contra las medidas de austeridad y la corrupción.

Frente a la miseria impuesta a este país por la avaricia de los bancos, los mercados de valores y la ideología anti-laboral de la troika, la población está determinada a alzarse para defender sus derechos y su dignidad.

De las hogueras de la desesperación surge una llama de esperanza y solidaridad.