Por qué celebramos el Primero de Mayo

 

El Primero de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, conmemora la lucha histórica de los trabajadores y de las trabajadoras de todo el mundo, y es reconocido en una gran mayoría de países.

A pesar de que la celebración se inició en la década de los años 1880 en los Estados Unidos, vinculada a la lucha por la jornada laboral de ocho horas y a los anarquistas de Chicago, los EE.UU. y Canadá son dos países que no lo celebran.

La lucha por la jornada de ocho horas se inició en la década de los años 1860.

En 1884, la Federación de Sindicatos Organizados y Uniones Laborales de Estados Unidos y Canadá (creada en el año 1881 para cambiar su nombre en 1886 al de la actual AFL o Federación Norteamericana del Trabajo) aprobó una resolución en la que se afirmaba que “la duración de la jornada de trabajo, desde el Primero de Mayo de 1886, será de ocho horas, y recomendamos a las organizaciones sindicales de todo el país hacer respetar esta resolución a partir de la fecha convenida”.

Al año siguiente, la Federación reiteró la declaración según la cual el 1 de mayo de 1886 debía entrar en vigor un sistema de ocho horas.

En una época en que los trabajadores se veían obligados a trabajar 10, 12 o 14 horas al día, el apoyo al movimiento de las ocho horas se extendió rápidamente.

En los meses anteriores al 1 de mayo de 1886, miles de trabajadores, organizados y no organizados, miembros de la organización Los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor) y de la ya mencionada Federación de Sindicatos Organizados y Uniones Laborales de Estados Unidos y Canadá (Federation of Organized Trades and Labor Unions of the United States and Canada) se dedicaron a esta lucha.

La agitación a favor de una jornada laboral más corta se centró principalmente en Chicago.

Los anarquistas estaban a la cabeza de la Central Labor Union of Chicago (Unión Central Obrera de Chicago), integrada en 1886 por 22 sindicatos, entre ellos los siete más grandes de la ciudad.

Durante la huelga ferroviaria de 1877, los trabajadores fueron violentamente atacados por la policía y el ejército.

La administración pública preparó una táctica similar al terrorismo de Estado a fin de combatir el movimiento de las ocho horas.

Las autoridades incrementaron el número de efectivos de la policía y de la Guardia Nacional, los cuales recibieron nuevas y poderosas armas financiadas por empresarios locales.

El Commercial Club de Chicago compró una ametralladora de 2000 dólares estadounidenses para que la Guardia Nacional de Illinois la utilizara contra los huelguistas.

Aún así, para el 1 de mayo, el movimiento ya había conseguido algunas conquistas para muchos trabajadores de Chicago.

Sin embargo, el 3 de mayo de 1886, la policía disparó contra una multitud de huelguistas en la McCormick Harvester Machine Company matando por lo menos a un huelguista, hiriendo de gravedad a otros cinco o seis y lesionando a un número indeterminado.

Para protestar por la brutalidad policial los anarquistas convocaron una asamblea al día siguiente en la plaza Haymarket.

 

Atentado de Haymarket

La reunión se desarrolló sin incidentes, y cuando el último orador se dirigió al estrado, la lluvia ya casi había desintegrado la asamblea, en la que solamente quedaban alrededor de 200 personas. Fue entonces cuando una columna de 180 efectivos policiales entró en la plaza y ordenó la dispersión de la reunión.

Al final de la reunión se lanzó una bomba contra la policía, matando instantáneamente a un agente. Posteriormente murieron otras seis personas. Cerca de 70 policías resultaron heridos, y la policía respondió disparando contra la multitud.

Nunca se determinó el número exacto de civiles que murieron o resultaron heridos por las balas de la policía, y a pesar de que nunca se encontró al autor de la bomba, ésta fue utilizada como pretexto para atacar a los anarquistas y al movimiento obrero en general.

La policía saqueó las casas y oficinas de presuntos radicales, y cientos de personas fueron detenidas sin cargo alguno.

La policía impuso el reino del terror en Chicago. Mediante “redadas” en los barrios de la clase trabajadora, la policía reunió a todos los anarquistas conocidos y a otros socialistas.

“¡Primero hagan las redadas y luego consultan la ley!” aconsejó públicamente el Procurador General del Estado.

Los anarquistas, en particular, fueron víctimas de actos de hostigamiento, y ocho de los más activos de Chicago fueron acusados de conspiración de homicidio intencional en conexión con el atentado de Haymarket.

Un tribunal popular declaró culpables a los ocho, pese a la falta de pruebas que relacionaran a ninguno de ellos con el que había lanzado la bomba. Fueron condenados a muerte.

El 9 de octubre de 1886, la revista semanal de Los Caballeros del Trabajo publicada en Chicago anunció en primera página: “La próxima semana iniciaremos la publicación de las vidas de los anarquistas que figuran en otra columna."

El anuncio, que figuraba en la página 14, decía: “La historia de los anarquistas contada por ellos mismos; Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg, Engle, Neebe. La única verdadera historia de los hombres que afirman estar condenados a muerte por ejercer el derecho a la libertad de expresión: Su colaboración con asociaciones obreras, socialistas y anarquistas, sus puntos de vista respecto a los fines y objetivos de estas organizaciones y cómo esperan llevarlos a cabo; también su relación con el asunto de la plaza Haymarket en Chicago.

Cada uno es el autor de su propia historia, que solamente aparecerá en “Los Caballeros del Trabajo” durante los próximos tres meses, la gran publicación obrera de los Estados Unidos, un semanario de 16 páginas, que contiene las últimas noticias laborales tanto extranjeras como nacionales, relatos, consejos para el hogar, etc. Un semanario cooperativo propiedad y dirigido por miembros de Los Caballeros del Trabajo, que puede ser suyo por la módica suma de 1 dólar al año. Dirija todos sus comentarios a Knights of Labor Publishing Company, 163 Washington St., Chicago, Illinois.”

Este semanario y el diario Alarm publicaron las autobiografías de “los ocho de Haymarket”.

 

Mártires

Albert Parsons, August Spies, Adolf Fischer y George Engel fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887. Louis Lingg se suicidó en la cárcel.

Las autoridades entregaron los cuerpos a sus amigos para ser enterrados, reuniendo así uno de los cortejos fúnebres más grandes de la historia de Chicago. Se calcula que entre 150.000 y 500.000 personas se encontraban alineadas en la ruta seguida por el cortejo fúnebre de los mártires de Haymarket.

El 25 de junio de 1893 se levantó un monumento a la memoria de los mártires en el cementerio de Waldheim, en Chicago.

Los tres restantes, Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab, finalmente fueron indultados en 1893.

El 26 de junio de 1893, el gobernador de Illinois, John Peter Altgeld, emitió un mensaje de perdón en el que dejó claro que no concedía el perdón porque pensara que los hombres ya habían sufrido bastante, sino porque eran inocentes del delito por el que se les había juzgado, y que ellos y los ahorcados habían sido víctimas de la histeria, de un jurado espurio y de un juez parcial.

Señaló que no se demostró la culpabilidad de los acusados porque el Estado “nunca descubrió quién arrojó la bomba que mató al policía, y las pruebas no muestran relación alguna entre los acusados y la persona que la lanzó”.

No es de extrañar que el Estado, los líderes empresariales, el sindicalismo oficial y los medios de comunicación quieran ocultar la verdadera historia del Primero de Mayo.

En su intento por borrar la historia y el significado del Primero de Mayo, el Gobierno de EE.UU. declaró esta fecha como “Día de la Ley”, y dio a los trabajadores y a las trabajadoras en su lugar el 1 de septiembre como Día del Trabajo, una fecha carente de significado histórico.
Sin embargo, en lugar de acabar con el movimiento obrero y el anarquista, los acontecimientos de 1886 y la ejecución de los anarquistas de Chicago movilizaron generaciones enteras de radicales.

Emma Goldman, joven inmigrante rusa en esa época, se refirió más tarde a la historia de Haymarket como el momento de su nacimiento político. En lugar de desaparecer, el movimiento anarquista no hizo sino extenderse a raíz de los sucesos de Haymarket.