A través de la cámara, otra mirada a la cuestión migratoria

A través de la cámara, otra mirada a la cuestión migratoria

Pedestrians pass in front of a historic cinema in the centre of Tunisia’s capital, Tunis. In 2023, the country was the main departure point for migrants crossing the Mediterranean.

(Ricard González)

La cuestión migratoria, a veces descrita como “crisis” o “reto”, ocupa un lugar preminente en el debate político en la práctica totalidad de los países de la Unión Europea. Mientras se estima que unas 28.000 personas migrantes han muerto intentando cruzar el mar Mediterráneo desde el 2014, y las ONG denuncian que padecen todo tipo de abusos en las fronteras terrestres de la UE, la extrema derecha va creciendo en muchos países con la crítica a la inmigración como punta de lanza. Entre unos discursos políticos y mediáticos inflamados, el cine, con un lenguaje propio, explora reflexiones con más matices y más humanas. El caso de películas como Green Border, de la directora Agnieszka Holland, ganadora del Premio Especial del Jurado en la última edición del Festival de Venecia, es significativo por el impacto que ha tenido en Polonia, suscitando reacciones en todas direcciones.

Sin embargo, este reconocimiento por parte de un jurado internacional le ha costado caro a la veterana cineasta polaca. “He sufrido olas de ataques agresivos desde el partido y los seguidores [del líder ultraconservador Jarosław] Kaczynski”. Encarcelada durante la primavera de Praga por disidente, asegura que: “los peores ataques los he recibido ahora, de un gobierno elegido democráticamente”. Estas declaraciones de Holland, extraídas de una reciente entrevista publicada por el diario EL PAÍS, hacían referencia a Ley y Justicia, el partido de ultraderecha que ha gobernado Polonia durante los últimos ocho años. De hecho, el ministro de Justicia polaco, Zbigniew Ziobro, llegó a comparar el filme con la propaganda nazi por “mostrar a los polacos como bandidos y asesinos”. En respuesta, Holland, de 75 años, presentó una demanda judicial contra el ministro.

La película, rodada en blanco y negro, relata el drama de una familia siria que sufre crueles abusos por parte de la policía fronteriza polaca en su intento de entrar en la UE para solicitar asilo político. Green Border está inspirado en hechos reales, pues en 2021 miles de personas quedaron atrapadas en la frontera oriental de la UE bajo condiciones durísimas después de que el dictador bielorruso, Alexander Lukashenko, amenazara con “inundar” el bloque de los 27 con “drogas y migrantes” por haberle impuesto un régimen de sanciones.

El filme se estrenó en un momento muy sensible, tan solo tres semanas antes de unas elecciones generales polacas en las que Ley y Justicia acabaría perdiendo la mayoría absoluta en favor de una alianza tripartita opositora liderada por Donald Tusk. Además, el partido de ultraderecha había querido convertir su hostilidad hacia la recepción de personas migrantes en uno de los ejes de su campaña.

“El filme es muy realista. Está basado en un trabajo de investigación profundo, después de hablar con los actores implicados. Incluso recrea algunas escenas que aparecieron en fotos en la prensa. Es una ficción, pero lo que cuenta ha pasado o podría haber pasado” , explica Marysia Złonkiewicz, una activista de Grupa Granica, una de las principales ONG que asiste a las personas migrantes en la frontera con Bielorrusia. Más de tres décadas después de la caída del muro, en Polonia, el cine recuperó con Green Border su sentido más político. “La película despertó un gran interés, sobre todo por el contexto político. Más de un millón de personas fueron a verlo. Ir al cine se convirtió en un gesto político, en una muestra de apoyo a la directora, que había sido atacada”, añade Zlonkiewicz.

De las cifras a las historias y sus protagonistas

Habida cuenta de la centralidad de la cuestión migratoria en el debate público, ¿está el cine de ficción o documental abordando el tema de frente, o más bien lo evita? “Yo creo que sí que existen bastantes obras que lo tratan, e incluso hay dos buenos festivales dedicados a este tema, uno en Londres y otro en Amsterdam. El problema es que estas películas no suelen llegar al gran público, sino a una audiencia limitada ”, sostiene Stefanie Van de Peer, profesora de Cine y Medios de la Queen Margareth University de Edimburgo, y que destaca entre las obras recientes más destacables Flee, In Our Doorsteps y Swimmers. De hecho, Van de Peer considera que la migración ha sido un tema habitual en la historia del cine, pues siempre ha habido movimientos de población a través de las fronteras. “No es verdad que haya una ‘crisis de refugiados’. Refugiados los ha habido siempre”, remacha.

Marc Almodóvar, un documentalista catalán con interés por las temáticas sociales, también considera que no hay una falta de títulos, pero sí de enfoques diferentes. “Muchas obras tienen una misma perspectiva, hay poca pluralidad. Se trata mucho el drama de las personas migrantes, a veces con el manido argumento del ‘blanco salvador’, pero pocas veces se pone el foco en por qué sucede esto. Por motivos comerciales, se busca enganchar al espectador más que hacerle reflexionar”, opina Almodóvar, que echa en falta un cine más político, como el que representaba el director Costa-Gavras. Si bien, él rechaza esta etiqueta: “Todo es política, también la decisión de obviar las raíces de los problemas”, apostilla.

Según Leila Nachawati, escritora e investigadora hispano-siria especializada en el racismo, el enfoque de la migración por parte algunos filmes es diferente de los medios de comunicación, pero son estos los que dominan el debate público. “Muchos medios criminalizan a las personas migrantes, en línea con una tendencia política hacia la polarización. Se tiende a ver al ‘otro’ como una amenaza, y eso contribuye a generar miedo y deshumanización”, comenta Nachawati, que afirma que numerosos estudios demuestran que hay una relación directa entre cómo los medios describen a las personas extranjeras y el tipo de trato que reciben por parte de la sociedad de acogida.

Gracias a su éxito, Green Border ha logrado entrar con fuerza en el imaginario colectivo polaco. “Ahora cuando la gente comenta la situación en la frontera [con Bielorusia] es muy habitual referirse a Green Border o alguna de las escenas. Ha tenido un efecto claro en la opinión pública, ha generado una mayor empatía” , cree Zlonkiewicz. Ahora bien, a veces, apunta Nachawati, el cine también ha participado en la construcción de ese ‘otro’ amenazante, como relata el documental Reel Bad Arabs sobre la visión orientalista que ha ofrecido Hollywood de los árabes.

Por su lenguaje, el cine parece estar especialmente dotado para generar empatía en la sociedad hacia las personas que se ven forzadas a huir de su hogar. “En los medios, los migrantes suelen ser simples números o estadísticas. En cambio, el cine permite contar sus historias personales, les da voz como individuos ”, dice Van de Peer.

“El tratamiento visual también es diferente. Normalmente, en los medios, se ofrecen imágenes aéreas, tomadas de lejos. Con el cine, el punto de vista baja al nivel de los migrantes, se pueden utilizar los primeros planos, por ejemplo. Estas herramientas suscitan una reacción más emocional que puede llevar a un sentido de solidaridad ”, añade la profesora belga.

Los filmes como Green Border en los que la violencia se muestra de una forma cruda suscitan debate entre algunos activistas. “En algunos casos, y no lo digo por la película de Holland, porque no la he visto, un abuso de las imágenes violentas acaba insensibilizando al espectador y puede ser contraproducente”, desliza Almodóvar, preocupado por el hecho de que un uso “pornográfico” de la violencia contra las personas racializadas pueda normalizarla. Y concluye: “En algunos filmes, se trata a las personas migrantes como víctimas, como objetos cinematográficos pasivos, no como sujetos. Y eso es un problema. Además, la realidad es la contraria, ellos han tomado decisiones más conscientes y trascendentales sobre su destino que la mayoría de nosotros”.

This article has been translated from Spanish.