Escuela de luchadores: los niños del muay thai

Escuela de luchadores: los niños del muay thai
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El muay thai (boxeo tailandés) es el deporte de contacto más popular en Tailandia, y también uno de los pilares de su cultura, tanto que, desde hace años, el Gobierno tailandés reclama, sin éxito, su inclusión como deporte olímpico. La atracción hacia esta lucha tan exigente con los deportistas, y tan peligrosa sobre la lona, sigue en aumento. Como también aumentan los dilemas morales asociados a ella: a mediados de noviembre pasado, Anucha Tasako, un niño de 13 años, murió a consecuencia de un derrame cerebral en un cuadrilátero de los alrededores de Bangkok.

Pese a que en 2003 el Gobierno tailandés introdujo la ley que prohíbe que un menor de edad arriesgue su salud con la práctica de un deporte, cada fin de semana cientos de niños y niñas luchan de forma profesional ante unas gradas atestadas de público. Se calcula que en Tailandia hay unos 200.000 menores practicando muay thai. Sobre la lona son como un boxeador más: reciben una recompensa económica y las apuestas ilegales sobre sus victorias o derrotas están a la orden del día.

 

Nik Phochamrean, de nueve años, realiza dominadas junto a sus hermanos en un humilde gimnasio a las afueras de Bangkok. Los pequeños entrenan 2 horas al día, seis días a la semana. Barriada de Thai Sai, en el distrito de Muang, en la provincia de Samutsakhom. Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

Cada año, miles de extranjeros viajan hasta Tailandia para aprender a dominar el arte de los “ocho miembros” (dos puños, dos codos, dos rodillas y dos pies). A nivel local, los boxeadores profesionales son considerados súper estrellas, amasan grandes fortunas. Incluso existen becas universitarias para aquellos estudiantes con aptitudes de lucha. La mayoría de los niños y niñas tailandeses sueñan con ser algún día como sus ídolos.

 

Nik (derecha) y Noey Phochamrean (izquierda), de nueve y siete años de edad respectivamente, realizan ejercicios de fortalecimiento con pesas bajo la supervisión de uno de sus entrenadores. Se calcula que cerca de 200.000 menores practican muay thai en Tailandia, muchos de ellos de manera profesional. Barriada de Thai Sai Samutsakhom. Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

“Si un niño de 7 años lucha bajo las mismas normas y recompensas que un adulto que pesa 50 quilos más que él, significa que estamos fallando como sociedad”, dice el pediatra Adisak Plitponkarnpim, director del Centro de Promoción de la Seguridad y Prevención de Lesiones de Menores (CISP) del Hospital de Ramathibodi (Bangkok).

Hace 15 años este doctor presentó ante el gobierno tailandés un estudio acerca de las lesiones que sufren los boxeadores. “Si ya hemos comprobado los daños cerebrales en boxeadores adultos, ¿qué secuelas tendrá un niño de siete años cuando tenga doce años, y siga en plena etapa de crecimiento?”, se preguntó Adisak. Sin embargo, el gobierno tailandés ignoró el informe y rechazó cualquier cambio en la legislación porque no demostraba efectos negativos en la salud de los niños luchadores.

 

Un alumno del gimnasio dirigido por Manonut Bonnak situado a las afueras de Bangkok, descansa tras realizar los ejercicios de calentamiento previos al entrenamiento. Según Bonnak, antes de empezar a luchar meses atrás, el niño sufría de ataques de epilepsia. “Ahora está perfectamente sano”, dice el entrenador. Barriada de Thai Sai, en el distrito de Muang, en la provincia de Samutsakhom. Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

Fue entonces cuando el pediatra decidió poner en marcha su propia investigación para demostrar los daños cerebrales de los niños que pelean en combates de muay thai. En 2009, Adisak estudió a 50 boxeadores infantiles tailandeses y pudo demostrar que los niños reciben al menos 20 impactos en la cabeza en cada pelea.

El siguiente paso fue comparar los escáneres cerebrales de 250 niños, boxeadores y no boxeadores. Durante cinco años, un equipo de psicólogos, neurólogos y pediatras obtuvieron las evidencias científicas que corroboraron la tesis de Adisak: entre los niños luchadores se observaron alteraciones en una parte del sistema nervioso central compuesta de fibras nerviosas, y se pudieron constatar alteraciones de la memoria y también en el coeficiente intelectual. “Si podemos observar esto en un transcurso de pocos años”, se pregunta el pediatra tailandés, “¿qué consecuencias veremos cuando estos niños sean adultos?”.

 

Thepsal Malingram, de 14 años de edad, recibe un golpe directo en la cabeza de su oponente, 4 años mayor que él, que acabará dejándole inconsciente. Estudios médicos recientes han demostrado pérdidas de memoria y otras afectaciones en los cerebros de los menores que combaten profesionalmente. Centro financiero de Bangkok, Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

Pocos minutos antes de caer desplomado, Thepsal Malingram gastaba sus últimas energías tratando de alcanzar la cabeza de su oponente con una última patada. Sabía que solamente su estatura podía hacerle ganar ante un rival cuatro años mayor que él, pero al segundo round su cuerpo ya estaba magullado y había empezado a flaquear. Por cada golpe que recibía Thepsal, centenares de hombres gritaban desde las gradas de pura excitación. Muchos blandían los papeles de sus apuestas. Un fuerte golpe en el pecho significó el final del luchador y árbitro dio el combate por finalizado.

 

Público mayoritariamente masculino en un combate celebrado en un estudio del Canal 7 en el centro de Bangkok. Los asistentes se tapan la boca con papeles y usan auriculares conectados a sus teléfonos móviles para acordar apuestas entre ellos. Centro financiero de Bangkok, Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

Thepsal tiene 14 años y este no ha sido su primer combate. Hace menos de una hora, en el vestuario, mientras le untaban aceite en el cuerpo, el niño ha dicho unas palabras valientes que en realidad escondían la intuición de la derrota: “No tengo miedo de subir al ring, pero me aterra sentir que voy a perder”.

Hace más de una década hubo un intento de prohibir la lucha entre menores en Tailandia, pero no se logró. La ley actual solamente pone como condición el consentimiento paterno para los menores de 15 años (que también puede delegarse en el entrenador) y el uso de protección, pero no se especifica de qué tipo. Tanto los padres como los organizadores de los combates se opusieron a dicha ley con el argumento de que en Tailandia hay miles de familias necesitadas de los ingresos procedentes del boxeo infantil. Según diversos estudios, ya sea del departamento de Trabajo de EEUU, o de la Oficina Nacional de Juventud y la Organización Internacional del Trabajo (ILO), más de la mitad de los niños pelean para contribuir a la economía doméstica.

 

El entrenador y padre de Thepsal Malingram consuela a su hijo tras haber sido derrotado en la lona en las instalaciones del Canal 7, donde cada sábado se celebran combates de boxeo profesional con menores. A ambos les esperan siete horas en coche de vuelta hasta su pueblo, en el norte del país. Centro financiero de Bangkok, Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

El doctor Adisak reconoce que la mayoría de la comunidad médica no apoya su investigación. “La mayoría de médicos deportivos tiene fuertes vínculos con el muay thai y no quieren oír nada sobre regulaciones”, lamenta. Actualmente él y su equipo están tratando de promover una ley que regule el muay thai infantil. Su propuesta es simple: “Los niños menores de 10 años deberían luchar sin ningún tipo de contacto”. El deporte transcurría más bien como una danza que de hecho ya existe, la llamada nata muay thai.

 

Un menor de edad, rodeado por sus entrenadores y su mánager, es masajeado con unos aceites especiales que, según dice la tradición, reducen la inflamación derivada de los golpes recibidos durante los combates. Centro financiero de Bangkok, Tailandia.

Foto: Guillem Sartorio

“Nosotros amamos el muay thai, forma parte de nuestra cultura”, dice Adisak, “y si no se pueden evitar los daños causados por el boxeo, sí podemos decidir qué límites poner para que no sea perjudicial para los más pequeños”. La ley que defiende este pediatra se encuentra pendiente de aprobación por parte la Junta Militar Tailandesa. “Tenemos esperanza, quizás los militares serán más efectivos que los políticos”.