La cultura es resistencia: de los 50 años del hip hop a la identidad sexual indígena frente al “capitalismo rosa”

La cultura es resistencia: de los 50 años del hip hop a la identidad sexual indígena frente al “capitalismo rosa”

Brazilian b-boy, or breakdancer, Mateus Melo performs in the streets of Mumbai, India ahead of the November 2019 Red Bull BC One World Championships. From its origins in 1970s New York, hip hop is now one of America’s biggest cultural exports, and in many ways it now represents the global sound and sight of rebellion.

(Lionel Bonaventure/AFP)

Este mes se ha celebrado con júbilo el 50 aniversario del hip hop, sin duda una de las formas artísticas más impactantes del siglo pasado. Lo que comenzó en una fiesta en el Bronx con dos tornamesas, un micrófono y un joven jamaicano-estadounidense llamado DJ Kool Herc, se transformó en una vibrante, compleja y multifacética cultura de pinchadiscos, breakdance, grafitis y presentaciones que hoy se pueden encontrar, en alguna de sus formas, en todos los rincones del planeta.

Pero una cosa que parece haberse perdido en todas las festividades es lo milagroso que resulta que el hip hop, y sus muchos derivados, hayan logrado sobrevivir medio siglo, dadas todas las barreras naturales a las que se enfrentaron y los flagrantes intentos de frustrar su crecimiento y autorrealización. No olvidemos que la fiesta en la que DJ Kool Herc dio a conocer su innovación musical tuvo lugar en un rincón del Nueva York de los años 70 plagado de pobreza, violencia, drogas, pandillas y brutalidad policial, un lugar en el que sus residentes, principalmente negros y latinos, sufrían el impacto de la desindustrialización, el elevado desempleo, la segregación racial, servicios públicos en ruinas, barrios marginales creados al alero de políticas de vivienda racistas y una creciente guerra contra las drogas. Dentro de este contexto, no es difícil ver el ascenso del hip hop como un poderoso acto de resistencia colectiva.

De hecho, desde el muy cuestionable (y ahora aparentemente permanente) giro comercial del rap, que ha pasado de un mordaz comentario sociopolítico y un optimismo influenciado por el jazz a interminables y oscuras historias de sexo, drogas y violencia, hasta el hecho de que raperos de todo el mundo, desde Estados Unidos hasta el Reino Unidontinues-to-target-black-music] y China, hayan sido objeto de un exceso de celo policial, vigilancia y censura, el camino hacia las bodas de oro del hip hop ha estado marcado por una constante resistencia.

Y tal vez sea esta resistencia –unida a la capacidad alquímica del hip hop para absorber diversos lenguajes, sonidos e influencias, reforzada por elementos particulares de la cultura (el etiquetado de grafitis, el breaking y el cyphering, por ejemplo) que reclaman tanto la recuperación del espacio público como la participación del público– lo que ha hecho que el hip hop llegue a representar la visión y el sonido global de la rebelión. Todo ello constituye un atractivo trampolín para explorar la idea de la cultura como resistencia, tema de este último especial de verano.

Ya se trate de los cómicos palestinos que ven su trabajo como un “acto de rebeldía” ante una ocupación cada vez más represiva, o de los agricultores africanos que cultivan y venden productos agroecológicos poco comunes en un intento de derrocar un sistema alimentario mundial insostenible y desigual, o de los músicos tunecinos que luchan contra años de exclusión y subdesarrollo para practicar una forma centenaria de música de alabanza que celebra sus orígenes en África Occidental, estas historias nos muestran las muchas formas en que la práctica cultural es un acto de resistencia.

Como han demostrado siglos de conquista, una vez que ha sido conquistada la tierra y desarraigado el pueblo, que nuevos gobernantes, leyes e idiomas han sido impuestos, y que nombres de personas y lugares han sido cambiados, lo único que queda es la memoria y el deseo colectivo de mantenerla viva. Dos de las historias más impactantes de esta serie –una sobre los indígenas “disidentes sexuales” de Bolivia que reclaman su identidad frente a las garras del “capitalismo rosa”, y otra que destaca la campaña en favor de la justicia para los más de 600 niños yemeníes que fueron víctimas de un genocidio cultural indescriptible y apenas conocido en Suiza entre 1926 y 1972– nos recuerdan pertinentemente lo que significa “luchar contra el poder”, como imploraba Chuck D, líder del influyente grupo de hip hop Public Enemy. La cultura es resistencia y su potencial –para afirmar, para permitir que la gente trascienda su opresión, para forjar una comunidad y, en última instancia, para liberar– es ilimitado.

¿De qué se ríen los palestinos?

Por Stefano Lorusso

Stand-up comedian Khaled Tayeh performs during an open mic night at the Ashtar Theatre in Ramallah on 13 May 2023.

Photo: Stefano Lorusso

[...] “Me di cuenta de que si tienes la capacidad de reírte de ti mismo y de las luchas a las que te enfrentas, nadie puede hacerte ya más daño. Le quitas hierro a asuntos que te agobian y los vuelves impotentes. Al final, la comedia se convierte en un juego psicológico que te proporciona un escudo protector”, explica Tayeh.

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El movimiento Slow Food apoya en África el “poderoso acto político” de la agricultura agroecológica

Por Amy Fallon

Although agriculture accounts for about a quarter of Uganda’s GDP, agroecological produce, particularly in the commercial sector, is in the minority. Slow Food Uganda is one of the organisations trying to change that.

Photo: AFP/Isaac Kasamani

[...] Con la grave sequía en el Cuerno de África, la inflación mundial de los precios de los alimentos, la crisis de los cereales provocada por la guerra en Ucrania, las polifacéticas repercusiones del cambio climático, por no mencionar los persistentes efectos de la pandemia de coronavirus, se calcula que el 20% de la población del África subsahariana (cerca de 282 millones de personas) se enfrenta a inseguridad y desnutrición, según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, lo que supone más del doble que cualquier otra región.

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El último baile del stambeli en Túnez

Por Ricard González

Riadh Ezzawech, in the ‘zawiya’ (a small Sufi shrine) dedicated to the Sufi master Sidi Ali Lasmar.

Photo: Ricard González

[...] Huda Mzioudet, una investigadora especializada en la comunidad negra en Túnez, matiza esta visión. “Creo que el stambeli está perdiendo poco a poco su estatus como fuente de orgullo para los tunecinos negros debido a que no es la única forma de expresión artística con la que aquellos se identifican... El hecho de que haya sido ‘secuestrado’ por los tunecinos ‘blancos’, y se lo hayan apropiado, les hace sentir alienados”, sostiene Mzioudet. “[No obstante], el stambeli continúa siendo un motivo de orgullo para los negros de Túnez [capital] que son seguidores del sufismo”, añade.

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En Bolivia, el Movimiento Maricas lidera una lucha transversal y descolonial por la emancipación de la disidencia sexual

Por Marco Marchese

A street action by the Maricas Bolivia Movement in front of the San Francisco Basilica in La Paz on 12 May 2023.

Photo: Marco Marchese

[...] “Llamarnos ‘maricas’ no fue fácil al inicio, porque es una palabra que históricamente violenta nuestros cuerpos, pero de la mano de la formación política y feminista de Mujeres Creando y gracias a la lectura de intelectuales maricas latinoamericanas, aprendimos la estrategia de apropiarse del insulto para resignificarlo”.

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El intento de “genocidio cultural” de los yeniches en Suiza, un crimen que permanece impune

Por Benoît Collet

A montage of archive photographs, from left to right: Yenish children in a caravan in the 1930s; Alfred Siegfried, director of Pro Juventute, with abducted Yenish children; Alfred Siegfried was head of Pro Juventute until 1957; Yenish children being taken into a home by an employee of Pro Juventute.

Photo: Hans Staub/Fotostiftung Schweiz

[...] “La violación de niñas y niños, la desnutrición, la estigmatización, la prohibición de hablar su lengua materna fueron las peores formas de represión. Además de las víctimas directas, los hijos y nietos suelen verse afectados de diversas formas por las consecuencias de los secuestros de sus padres”, afirma Will Wottreng, que lucha por sacar a la luz estos crímenes.

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