¿Puede la diplomacia feminista constituir una respuesta eficaz a las crisis?

¿Puede la diplomacia feminista constituir una respuesta eficaz a las crisis?

Annalena Baerbock, Germany’s federal minister for foreign affairs, speaking at the presentation of the guidelines for her ‘feminist foreign policy’ on 1 March 2023 in Berlin.

(Wolfgang Kumm/DPA Picture-Alliance via AFP)

Un mes después de su victoria en las elecciones legislativas de octubre de 2022, el nuevo Gobierno de derechas sueco, aliado con la extrema derecha, dio un histórico giro de 180 grados. Pocas horas antes de su nombramiento, Tobias Billström, ministro de Asuntos Exteriores, declaraba a la agencia de noticias sueca TT que tenía previsto abandonar de inmediato el enfoque feminista de la diplomacia que había adoptado su predecesora, Margot Wallström.

La “diplomacia feminista”, un instrumento de acción política establecido en 2014 por la exministra sueca, es un concepto en evolución diseñado para reforzar los derechos de las mujeres en el mundo a través de las relaciones diplomáticas. Se basa esencialmente en tres pilares: derechos, recursos y representación. Su ámbito de acción abarca desde la financiación de proyectos de desarrollo para promover la igualdad de género, hasta una mejor representación de las mujeres en los órganos diplomáticos, con el fin de que su criterio se manifieste mejor en las negociaciones y en los procesos de toma de decisiones.

Siguiendo los pasos de Suecia, las cancillerías de Canadá, Francia, México, España, Luxemburgo y Alemania también han adoptado este tipo de enfoque y lo han integrado, cada uno a su manera, en su política internacional.

Así es como Annalena Baerbock, primera mujer nombrada ministra federal de Asuntos Exteriores de Alemania, quiso que su mandato, que comenzó en diciembre de 2021, se inscribiera en el marco de un compromiso feminista. En marzo de 2023 su Ministerio estableció una hoja de ruta en la que se comprometía a nombrar a una embajadora dedicada específicamente a la diplomacia feminista; y, de aquí a 2025, confía haber incrementado del 64% al 85% los recursos destinados a financiar proyectos “con perspectiva de género”. Además, el 8% del presupuesto de su Ministerio deberá destinarse a proyectos “que propicien transformaciones en materia de igualdad de género”.

El Estado alemán financia, por ejemplo, a través de asociaciones locales respaldadas por UNICEF, el suministro de asistencia médica y psicológica a víctimas de la violencia sexual en Etiopía y Somalia.

Por su parte, la “diplomacia feminista” francesa ha optado por centrarse en la promoción de los derechos sexuales y reproductivos y el apoyo a la igualdad entre mujeres y hombres en los países en desarrollo. “Francia cuenta con un notable historial de posiciones progresistas en organismos multilaterales, entre las que destaca su defensa del derecho al aborto en el Consejo de Seguridad de la ONU”, explica Alice Apostoly, cofundadora del Institut du genre en géopolitique (IGG), un centro de investigación y reflexión sobre relaciones internacionales desde la perspectiva de género.

Involucrar a las mujeres en la negociación y la toma de decisiones

La “diplomacia feminista” hace también referencia a la capacidad de las mujeres para estar más preparadas a la hora de promover y aplicar valores pacifistas duraderos, salvando ciertas diferencias. Muriel Domenach, embajadora de Francia ante la OTAN desde 2019, considera que es indispensable contrarrestar la diplomacia actual, predominantemente masculina, “que asocia poder con brutalidad”.

En un artículo publicado por el Institut du genre en politique, Cassandre Impagliazzo, consultora en cuestiones de género y excolaboradora de la embajada de Francia en Vietnam, sostiene que “la virilidad tiende a invocar la violencia, mientras que la presencia de mujeres y de motivaciones feministas en el seno de la diplomacia internacional podría posibilitar el planteamiento de determinadas problemáticas a las que se enfrentan las minorías. (…) El objetivo de una política exterior feminista debería ser, por tanto, trabajar en aras de la igualdad de género, pero también, y sobre todo, del respeto de los derechos humanos en su totalidad”. Es decir, el hecho de replantearse las políticas incluyendo la perspectiva de género permitiría abordar los problemas de una manera más universal.

La investigación académica está contribuyendo desde hace varios años a demostrar que el papel de la mujer en los procesos de consolidación de la paz puede tener un impacto significativo.

Esto se ha observado recientemente en Yemen, donde se han escuchado las experiencias de las mujeres en el conflicto. Asimismo, en Colombia, para alcanzar los Acuerdos de Paz firmados con los grupos armados de las FARC en 2016, se fomentó activamente por primera vez la participación de las mujeres a través de sus testimonios y en torno a la mesa de negociación, a raíz de lo cual se dedicó un capítulo completo de los Acuerdos a la consideración de las dimensiones “específicas de género” del conflicto y de su resolución pacífica. Se trata de la primera experiencia de este tipo a esta escala. En Asia Meridional, la cooperación interregional (ASACR) viene desarrollando desde hace mucho tiempo una serie de iniciativas diplomáticas para garantizar los derechos de las mujeres y la igualdad en sociedades afectadas por conflictos armados, como es el caso de Sri Lanka, Afganistán o Birmania.

De hecho, la “participación de las mujeres en la prevención y la resolución de conflictos, así como en la consolidación de la paz”, ha sido el tema de la Resolución 1325, denominada “Mujeres, paz y seguridad”, adoptada por unanimidad por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hace más de 20 años. Una organización político-militar como la OTAN cuenta con una representante especial encargada de esta misión, Irene Fellin. En el contexto de la guerra en Ucrania, Fellin recordó en mayo de 2023, durante una visita a Kiev, “la importancia de una participación igualitaria de las mujeres en los procesos de toma de decisiones durante la guerra y tras la victoria de Ucrania”.

Otros factores cada vez más reconocidos por su influencia favorable en la formulación de políticas económicas y de desarrollo son la participación de las mujeres y la consideración de aspectos relacionados con el género. El empoderamiento de las mujeres y las niñas es uno de los objetivos de la Agenda 2030 de la ONU para contribuir al logro de una sociedad más justa e igualitaria entre mujeres y hombres. En este sentido, el ODS 5.5 insta precisamente a “asegurar la participación plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo a todos los niveles decisorios en la vida política, económica y pública”. Por tanto, el enfoque feminista de la política exterior también debe tener cabida en la negociación de tratados económicos internacionales, puesto que ya se ha reconocido el impacto del género.

La representación femenina sigue siendo limitada

Para Ann Towns, profesora e investigadora sueca especializada en los vínculos entre género y diplomacia, la presencia de mujeres en el ámbito de la diplomacia sigue siendo una cuestión crucial. “Es una de las ramas que más ha tardado en aceptar a las mujeres. Cuando los Estados democráticos empezaron a abrir sus administraciones a las mujeres –en muchos casos, después de la Segunda Guerra Mundial–, solían hacer excepciones con el cuerpo militar y el cuerpo diplomático”, recuerda.

Según la asociación Focus 2030, la representación femenina en las embajadas francesas avanza, pero “a pequeños pasos”. A día de hoy, solo 39 de ellas están dirigidas por una mujer. En 2021 se registró la tasa más alta de nombramiento de embajadoras: un 34%. “Por lo general, en las embajadas que revisten una gran importancia geopolítica no se nombran embajadoras. La ejemplaridad de Francia no siempre se respeta y es muy limitada”, prosigue Alice Apostoly.

“Las investigaciones han demostrado que la visibilidad y la presencia de mujeres en la diplomacia de alto nivel y en el ámbito de la defensa han aumentado indiscutiblemente en los últimos 20 años, pero la gran mayoría de los puestos de decisión siguen estando ocupados por hombres, sobre todo en la cúspide de la pirámide”, explica Marie-Cécile Naves, directora de Investigación en el Institut des relations internationales et stratégiques (IRIS).

En lo que concierne a los organismos de la ONU, Alice Apostoly señala: “ONU Mujeres es el organismo que más se ocupa de estas cuestiones, cuando en realidad deberían tratarse de forma transversal”. También existe “un rechazo a ver mujeres en las mesas de negociación”, porque, según ella, “la sede de las Naciones Unidas sigue siendo un establecimiento masculino como tantos otros. Estos valores son defendidos por hombres poderosos que gozan de un cierto statu quo”.

En un artículo publicado en 2020 en la página web de Le Monde, Apostoly y su colega Déborah Rouach, del IGG, hablaban del “arraigo de los esquemas patriarcales” en las decisiones internacionales y del “retorno a valores conservadores”, concretamente en los debates sobre salud sexual y reproductiva y sobre violencia sexual durante los conflictos.

Un ámbito político que varía de un país a otro

Aunque se presente bajo un prisma de buenas intenciones, la “diplomacia feminista” tropieza inevitablemente con obstáculos políticos, económicos y culturales. El concepto sigue siendo difícil de definir formalmente. “El feminismo puede tener varias definiciones, así que lo mismo sucede con la diplomacia feminista. Hay que ver exactamente qué hace cada país al respecto. Las observaciones no han hecho más que empezar”, analiza Ann Towns.

“Los movimientos feministas distan mucho de ser políticamente homogéneos. No todos los activistas e intelectuales están de acuerdo con lo que supondría una transformación estructural de este tipo”, concluye Saskia Brechenmacher, investigadora en Política Internacional de la Universidad de Cambridge. ¿Las diferencias de opinión y esta falta de cohesión dificultan la aplicación de la diplomacia feminista? “No necesariamente, pero sí implica que habrá ineludiblemente respuestas encontradas y puntos de vista divergentes respecto a estas políticas. También habrá quienes consideren que los gobiernos nunca hacen lo suficiente”, afirma la investigadora alemana.

Así que, al igual que en otros campos de acción, esta diplomacia proactiva tiene que enfrentarse a los intereses estratégicos de los gobiernos.

“Francia es famosa por su diplomacia feminista, pero también por su comercio de armas, lo que supone una gran incoherencia. Nuestra política comercial no tiene en cuenta el género. A veces, las armas que vendemos se utilizan, como sucede en Yemen, contra la población, y, por tanto, contra mujeres, niños y niñas”, constata Alice Apostoly.

Otro ejemplo de contradicción estratégica se constata en la reticencia de Alemania a apoyar las peticiones de una resolución de la ONU para un alto el fuego inmediato en Gaza, lo cual se debe a su postura política de apoyo total a Israel. Esto ha provocado la indignación de las feministas contra Annalena Baerbock, acusada públicamente de no intervenir para acabar con el sufrimiento de las mujeres de Gaza, y de no defender firmemente la vía pacifista. “El comportamiento de Alemania en las votaciones ha provocado incredulidad e indignación entre las personas de los países del Sur que habían seguido con entusiasmo la evolución de la política exterior feminista del Gobierno alemán y sus directrices”, lamenta Lydia Both, responsable del programa sobre feminismo político y género en Oriente Medio de la Friedrich-Ebert-Stiftung, en un artículo de opinión publicado por la revista International Politics and Society (IPS).

Esto nos recuerda que la “diplomacia feminista” no es siempre tan fácil de aplicar. Además, según Marie-Cécile Naves, si no tenemos cuidado, también puede dar lugar a otro tipo de percepciones distorsionadas potencialmente contraproducentes: “Pueden persistir estereotipos esencialistas, con arreglo a los cuales las mujeres son más pacifistas, los hombres son más violentos, y las mujeres son las principales víctimas de la violencia en el mundo. Sin embargo, muchos hombres son explotados económicamente y son víctimas de la violencia (incluida la violencia de género), como sucede en determinadas situaciones de guerra. Por eso en la diplomacia es importante tener en cuenta tanto las cuestiones de masculinidad como las de feminidad –lo que podría describirse como ‘política exterior con perspectiva de género’–, e involucrar a los hombres”.

Por su parte, las feministas africanas se mantienen prudentes respecto a un concepto que podría fomentar unas políticas de desarrollo consideradas neocolonialistas. La escritora ugandesa Rosebell Kagumire, colaboradora de la plataforma African Feminism, opina: “La política exterior feminista occidental no debe presentarse como algo que está ahí para salvarnos. Podemos percibirla como un marco útil en determinados casos, pero debemos ser conscientes de los silencios que guarda y de lo que omite por no incomodar [a los occidentales], […] como es la relevante cuestión de la justicia racial”.

This article has been translated from French by Guiomar Pérez-Rendón