Menos es más: ¿qué explora el movimiento holandés de las microcasas?

Menos es más: ¿qué explora el movimiento holandés de las microcasas?

In this photograph, taken on 11 February 2020, Marjolein Jonker, one of the pioneers of the tiny house movement in the Netherlands, stands in front of her home in the Dutch city of Alkmaar.

(Sanne Derks)
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“Antes vivía en la típica vivienda unifamiliar, pero en 2016 empezó a crecer en mí la necesidad de cambiar de estilo de vida. Soñaba con vivir en una casa pequeña, rodeada por la naturaleza y sin la carga financiera que me dejaba poco espacio para desarrollar mis otros valores”, nos cuenta Marjolein Jonker, la primera persona en construir una ‘microcasa’ en los Países Bajos. “Cuando empecé a bloguear sobre mi experiencia de construir una microcasa y sobre los retos a los que me enfrenté para encontrar una parcela en la que construir, nunca hubiera imaginado que se convertiría en todo un movimiento”.

No existen normas concretas para construir una microcasa: algunas tienen ruedas, otras son fijas; algunos propietarios se las diseñan y construyen ellos mismos y otros trabajan con un arquitecto o incluso optan por una casa prefabricada; pero todos se basan en un compromiso de vivir con una huella ecológica lo más reducida posible y sin las enormes deudas derivadas de las hipotecas de una vivienda convencional. En los Países Bajos, las microviviendas suelen medir entre 15 y 50 m². Como las normativas holandesas de edificación ponen trabas a los dueños de las microcasas para poder encontrar un lugar donde establecerse de manera permanente, la mayoría de estas viviendas se suelen construir en forma de caravana, pues deben ser móviles.

Actualmente, Marjolein vive sola en una comunidad de microcasas compuesta por cinco viviendas y situada junto a un pequeño lago a las afueras de Alkmaar, una ciudad al norte de Holanda. Las gallinas picotean por el jardín y una vecina cruza el terreno para ir a vaciar su baño seco de compostaje –otra de las ventajas de la vida energéticamente autónoma–. “Nos hace más independientes. También nos hace súper conscientes de la cantidad de agua y energía que consumimos”, explica Marjolein, que ofrece consejos y difunde los beneficios del movimiento a través del proyecto Tiny House Nederland. El agua de lluvia se filtra y se utiliza para beber, cocinar y ducharse, mientras que los paneles solares aprovechan la energía del sol, lo cual puede constituir todo un reto en invierno, “pues los Países Bajos realmente no gozan de un clima mediterráneo”, bromea Marjolein.

Con más de 17 millones de habitantes hacinados en 41.543 km², los Países Bajos son una de las naciones con mayor densidad de población de toda Europa. Por tanto, no es de extrañar que las microviviendas se estén convirtiendo en un estilo de vida cada vez más popular, con unas 500 microcasas en todo el país y alrededor de 27.000 miembros en el grupo de Facebook de Tiny House Nederland, donde los curiosos también pueden descubrir trucos para aprender a vivir de este modo.

El concepto de ‘vivir al estilo micro’ se inició en Estados Unidos, donde la gente lleva décadas reduciendo sus viviendas. Tras el huracán Katrina, se diseñaron las llamadas ‘casas Katrina’ para proporcionar a los afectados unas viviendas baratas y de rápida construcción. Debido a la crisis económica de 2008, la popularidad de las microcasas en EEUU aumentó aún más.

Marjolein analiza la creciente popularidad del movimiento de las microcasas en los Países Bajos: “La gente dispone del tiempo y la capacidad para reflexionar sobre los límites del crecimiento económico. Al mismo tiempo, están acostumbrados a ciertos niveles de lujo. Las microviviendas son de alta calidad y están muy bien diseñadas”.

Elvie Kromwijk, que lleva casi un año viviendo con su compañero Abel en un ‘micropueblo’ de la ciudad sureña de Delft, nos explica: “Vivimos en una sociedad privilegiada, pero sobre todo las generaciones más jóvenes están empezando a cuestionar los valores tradicionales, como el actual modelo económico. La mentalidad está cambiando y la gente cada vez está más preocupada por el medio ambiente. La sostenibilidad se ha convertido en un valor fundamental”.

La popularidad: retos y oportunidades

El arquitecto Jan-Willem van der Male dirige la Tiny House Academy en Róterdam, donde enseña a la gente a diseñar y construir sus propias casas. “En lugar de construir viviendas para otras personas, quiero que la gente se responsabilice de sus propias decisiones, por lo que les enseño los entresijos de la construcción de las microcasas”. Según afirma, el carácter racional y calculador de los holandeses ha contribuido a la creciente popularidad del movimiento en el país. “Gracias a nuestra mentalidad siempre calculamos lo que necesitamos y gastamos. La vida en las microcasas se basa en la idea de que solo debemos usar lo que necesitamos y nada más”. Otro elemento atractivo que menciona es la libertad creativa que uno experimenta como constructor. “Puedes hacer que tu casa parezca una maleta o una casa de muñecas. Todo es posible”.

El hecho de que sean tan asequibles también influye. Construir una microcasa, con los sistemas de agua y energía incluidos, puede costar entre 50.000 y 100.000 euros. En un país tan densamente poblado como los Países Bajos, donde el precio de los inmuebles y los terrenos aumentan continuamente, el bajo precio de las microcasas resulta increíblemente atractivo. Elvie, que antes residía en Ámsterdam, explica cómo ella y su pareja Abel tuvieron problemas para encontrar una casa convencional cuando buscaban algo para vivir juntos. “Con nuestros ingresos no teníamos derecho a una vivienda de protección oficial, pero tampoco podíamos permitirnos comprar un apartamento o una casa en la ciudad. Los alquileres en el sector privado también son demasiado caros, así que empezamos a buscar alternativas”.

Karin Prins, una mujer casada con dos hijos que ahora vive en una microcasa de 24 m² en un bosque cerca de Zeist (al este de Utrecht), nos cuenta que ella también se unió al movimiento porque le permitía vivir la vida que quería: “Queríamos ser más libres”, explica a Equal Times. “Tenía un trabajo muy exigente como experta en comunicación y sabía que si cualquier cosa salía mal, mi vida se derrumbaría como un castillo de naipes. Ahora trabajo como redactora independiente, lo que me da mucho más espacio para cuidar de mis hijos”.

Sin embargo, el movimiento de las microviviendas no es para todo el mundo. Los valores minimalistas, ecologistas y económicos están interrelacionados: “Si no estás completamente comprometido, no podrás lograrlo”, asegura Jan-Willem de la Tiny House Academy. Marloes van der Gulik, una de las vecinas de Marjolein en Alkmaar, admite que nunca se había planteado vivir fuera del sistema. “Simplemente venía incluido. Yo quería vivir con menos y rodeada de naturaleza. Y encontré la manera de hacerlo gracias al movimiento de las microcasas. Ser independiente de todo y poder vivir en cualquier lugar, incluso si no dispones de un sistema de agua ni de alcantarillado, es magnífico, pero a veces resulta frustrante cuando no tienes agua caliente para la ducha o cuando tienes que llevar tus excrementos a la compostera”.

En los Países Bajos, el movimiento de las microviviendas tiene que enfrentarse a un gran reto: “la tierra es escasa, cara y rara vez se vende”, advierte Marjolein. Además, las leyes holandesas establecen directrices muy estrictas sobre las normas de seguridad, construcción y uso que deben cumplir las viviendas para obtener el carácter de residencia fija.

Según Karin, resulta prácticamente imposible construir una microcasa para domicilio fijo debido a las restricciones legales sobre el tamaño mínimo de una vivienda fija. Sin embargo, a medida que crece el movimiento y los legisladores y municipios se informan sobre sus ventajas, cada vez hay más terrenos disponibles para los constructores de este tipo de viviendas. “Hace falta poner bastante empeño para encontrar un lugar donde construir tu casa, pero se puede lograr”, afirma Marjolein. Karin está de acuerdo: “los municipios suelen mostrarse escépticos al principio, pero cuando ven que somos gente normal que quiere mantener su entorno limpio y cumplir las normas, también suelen reconocer las oportunidades y nos ofrecen un lugar temporal donde establecernos durante 5 o 10 años. Esa es otra de las razones por las que construimos nuestras casas sin conectarlas a las redes y por las que la mayoría tienen ruedas –nunca sabes a dónde te tendrás que mudar más tarde–”.

Desde que se inició la pandemia de COVID-19, la gente de todo el mundo ha estado pasando mucho más tiempo en casa. Debido a las órdenes de confinamiento, ahora mucha gente pasa toda su jornada laboral y su tiempo de ocio dentro de sus casas. A Karin suelen preguntarle si no le resulta difícil vivir en una microcasa durante el confinamiento por el coronavirus siendo cuatro en la familia, pero ella siempre responde que todo lo contrario: “la gente piensa que nuestra casa es demasiado pequeña para el confinamiento, pero no podemos imaginar un lugar mejor donde pasarlo. Tenemos un jardín enorme y ahora es primavera. En la comunidad hemos organizado un sistema de educación en el hogar, por lo que cada día le toca a un padre diferente cuidar de todos los niños y así resulta más fácil trabajar desde casa”.

El único reto al que se enfrenta Elvie al trabajar desde casa es el espacio limitado. “Pero si me organizo bien con mi compañero, que también tiene reuniones de trabajo en Zoom, es totalmente posible superarlo”. También agradece el apoyo que está recibiendo de los vecinos: “creo que mucha gente se puede sentir aislada y sola, pero aquí tenemos mucho contacto con los otros habitantes de nuestra comunidad de microcasas”.

¿Tendrá esta pandemia un impacto positivo en el futuro del movimiento de las microviviendas? Marjolein así lo cree: “desde el brote de coronavirus, cada vez más gente ha mostrado interés por vivir en una microcasa. La crisis del coronavirus reafirma el sentimiento generalizado de que las cosas no pueden seguir como hasta ahora. La gente cada vez es más consciente de que el mundo tiene que cambiar. Y creo que la crisis económica que viene también tendrá un impacto en el movimiento de las microcasas. La última crisis económica generó un espacio para la construcción experimental. Los municipios estaban más dispuestos a conceder permisos para las viviendas temporales y para nuevas formas de vida. Espero que esto vuelva a suceder”.

Este artículo se concibió con una beca de “Reporteros sobre el terreno” de la Robert Bosch Foundation and N-ost.