El llamamiento de la Tierra en la COP15: nos quedamos sin oportunidades para proteger la naturaleza, los territorios y la tierra que pisamos

El llamamiento de la Tierra en la COP15: nos quedamos sin oportunidades para proteger la naturaleza, los territorios y la tierra que pisamos

Decades of mismanagement and pollution have given rise to a massive degradation in the soil biome, which, if not stalled and ideally reversed, will persist in bringing land fertility close to zero and crops and other plant life to wholesale collapse.

(Better Cotton/Florian Lang)
Opinions

Los negociadores medioambientales han estado muy ocupados en los últimos meses. La COP27 acaba de terminar en Sharm-el-Sheik y ya tienen que viajar a Montreal para otra ronda de negociaciones de la ONU –en esta ocasión sobre la crisis mundial de la biodiversidad–.

Todo el revuelo antes de la cumbre se centra en lo que llaman ‘el momento París’ para los ecosistemas del planeta, los cuales se encuentran peligrosamente sobrecargados. Las organizaciones ecologistas esperan con angustia que se aprueben una serie de objetivos ambiciosos y acordados a nivel mundial que no solo protejan lo que queda de la biodiversidad, sino que también restauren los valiosos ecosistemas que se han perdido.

Se trata de un objetivo clarividente para salvar el planeta. Y la agricultura mundial debe adoptarlo con la mayor firmeza. En los últimos cincuenta años se ha perdido un impresionante 69% de la fauna y flora silvestres y los “cambios en los usos de la tierra” (un eufemismo para la expansión de la agricultura industrial) se han identificado como los principales culpables de este drástico declive.

Por tanto, ahora que los negociadores de los gobiernos vuelven a reunirse, es imprescindible que la tierra –y el papel que desempeña la agricultura en su gestión – ocupe un lugar prioritario en sus decisiones. ¿Cómo la usamos, para qué la usamos y cómo podemos preservarla mejor?

El éxito o el fracaso en lo que se refiere al futuro de la tierra de todo el planeta y a su capacidad para sustentar la vida depende en gran medida de un factor determinante: la salud de los suelos. La tierra que pisamos la tenemos tan normalizada que resulta fácil no darle importancia, pero literalmente constituye la esencia misma de la vida.

Tan solo una cucharada de tierra sana puede contener más microorganismos que la cifra actual de personas vivas en todo el planeta. Estos microbios de crucial importancia son los que transforman los residuos vegetales y otros organismos en nutrientes –que a su vez nutren a los cultivos que producen el 95% de los alimentos del mundo–.

Las impresionantes imágenes del actual colapso de la biodiversidad son demasiado patentes: bosques aniquilados, ríos secos, desiertos en expansión, inundaciones repentinas, etc. Lo que está ocurriendo en el subsuelo es tanto o más grave. Las décadas de mala gestión y contaminación han provocado una enorme degradación del bioma del suelo, la cual, si no se frena o, en el mejor de los casos, se revierte, seguirá reduciendo la fertilidad de la tierra hasta una cifra próxima a cero y provocará el colapso total de los cultivos y otras formas de vida vegetal.

El deterioro de la salud del suelo

De hecho, ya se sabe que los suelos sanos contribuyen a absorber el carbono. Y no solo los ecologistas y las organizaciones medioambientales están preocupados por la salud del suelo. Las empresas agrícolas también lo están. Según las Naciones Unidas, dos quintas partes de los suelos del mundo están degradados, mientras que una importante minoría (entre el 12 y el 14%) de las tierras agrícolas y de pastoreo ya están sufriendo un “declive continuado y de larga duración”.

El agronegocio no tiene que esperar a que sus resultados se vean inevitablemente afectados. Por desgracia, los agricultores de Paquistán ya pudieron ver con sus propios ojos cómo el 45% de sus campos de cultivo desaparecían bajo el agua tras las terribles inundaciones de agosto. Este año, las sequías en California han reducido la superficie agrícola disponible en casi un 10% y se calcula que se han perdido unos ingresos por un valor de 1.700 millones de dólares. En Europa continental y Reino Unido, la falta de precipitaciones está provocando de media unas pérdidas agrícolas anuales de unos 9.240 millones de dólares.

Frenar el deterioro de la salud del suelo no será fácil, pero aun así un futuro en el que la degradación continúe y la fertilidad de la tierra disminuya no tiene por qué ser inevitable.

La edafología está avanzando a una velocidad increíble y nos permite entender cada vez mejor cómo funcionan los ecosistemas del suelo y qué factores contribuyen a la salud de los suelos.

La agronomía sostenible y la tecnología agrícola también avanzan a buen ritmo. Como claro ejemplo tenemos el rápido desarrollo de los biofertilizantes para sustituir a los fertilizantes nitrogenados minerales, que aumentan la acidez del suelo y dañan la vida microbiana si se utilizan en exceso. Asimismo, se prevé que en los próximos años el mercado de fertilizantes a base de hongos logre un crecimiento a doble dígito, con estimaciones superiores a los 1.000 millones de dólares para 2027.

Aunque los avances científicos prometen ser importantes, ya conocemos de sobra numerosas medidas para gestionar eficazmente la salud del suelo. La reducción del arado (labranza cero o mínima), el uso de cultivos de cobertura, la rotación compleja de cultivos y la rotación de la ganadería con los cultivos son solo algunas de las prácticas que han demostrado prevenir la erosión y mejorar la biología de los suelos.

Todos estos enfoques forman parte de la orientación y formación que Better Cotton está impartiendo hoy en día a productores de algodón de todo el mundo. Teniendo en cuenta la versión revisada de nuestros principios, también animamos a todos los agricultores de Better Cotton a desarrollar planes de gestión del suelo. Si procede, estos planes también incluyen el compromiso de reducir el uso de fertilizantes y pesticidas inorgánicos, siendo siempre lo ideal que los sustituyan por alternativas orgánicas.

Gestión responsable del suelo

En otros países se están poniendo en marcha medidas similares. Por ejemplo, el Soil Health Institute de Estados Unidos ha creado recientemente un Fondo para el Algodón Regenerativo con el objetivo de incentivar a los agricultores a que apliquen técnicas progresivas de gestión del suelo en más de un millón de hectáreas de cultivos algodoneros estadounidenses.

En el ámbito de las explotaciones es inevitable que los enfoques relacionados con la gestión del suelo sean distintos. El tipo de suelo, las condiciones climáticas, el tamaño de la explotación, el tipo de cultivo y muchas otras variables influirán concretamente en el tipo de estrategia que desarrollen los agricultores. Sin embargo, todas incorporarán la inclusión de otras prácticas sostenibles, desde acciones para mitigar las emisiones de carbono hasta medidas para proteger los recursos hídricos. Todas se influyen las unas a las otras.

Como una organización que existe para mejorar el modo de vida de los agricultores, estamos convencidos de que mejorar la salud del suelo beneficiará tanto a los productores de algodón como al planeta.

La base empírica sigue creciendo, pero los ensayos de campo iniciales muestran un vínculo claro entre la gestión sostenible del suelo y los valores del rendimiento de los cultivos de algodón. En otros cultivos, la gestión responsable del suelo ha demostrado que aumenta el rendimiento medio en hasta un 58%.

Aparte de los efectos sobre el rendimiento, también hay que tener en cuenta las tendencias del mercado. Frente a la creciente presión por parte de los consumidores, las grandes marcas muestran cada vez más interés por la huella social y ambiental de las materias primas que adquieren. Empresas como Patagonia, the North Face, Allbirds, Timberland, Mara Hoffman y Gucci son algunas de las que hoy en día buscan activamente tejidos ‘regenerativos’ en el sector de la moda, que mueve anualmente 1,3 billones de dólares.

Ante las acusaciones de greenwashing (o blanqueo ecológico), tan extendidas actualmente, resulta fundamental disponer de unos mecanismos sólidos que respalden las afirmaciones sobre la salud del suelo. Aunque ya se han puesto en marcha numerosas iniciativas de certificación, como regenagri y la Certificación Orgánica Regenerativa, hasta la fecha no existe ningún ‘sello’ normativo. Por nuestra parte, nos encontramos en pleno proceso de desarrollo de unas directrices formales para los agricultores de Better Cotton. La claridad en este aspecto no solo ayudará a los productores a otorgar a los compradores las garantías que piden, sino que también contribuirá a reforzar la armonización con otras normas nuevas de este ámbito.

Aunque el argumento a favor de promover la salud del suelo en la agricultura mundial sea lógico, los viejos hábitos resultan difíciles de erradicar. Para que la agricultura industrial abandone las prácticas agrícolas cortoplacistas y perjudiciales para el medio ambiente, se necesita un fuerte empujón por parte de los gobiernos. De hecho, la incapacidad de los gobiernos para actuar con decisión es preocupante. Resulta más que evidente que debe obligarse a pagar a las empresas que contaminan. En términos más generales, los mercados deben amoldarse a un terreno de juego equilibrado para que las iniciativas ambientales tengan éxito. También son muy necesarios los incentivos financieros equitativos, como la subvención de 135 millones de dólares anunciada hace poco por Estados Unidos y otros donantes internacionales para ampliar los programas de fertilizantes y salud del suelo en el África subsahariana.

Cuando los delegados medioambientales vuelen hacia su próxima cumbre, ya sea en Montreal esta semana como en cualquier otro lugar del mundo en un futuro próximo, quisiéramos recomendarles que dirijan su vista hacia abajo –casi seguro que parte de la solución se encuentra ahí mismo, bajo sus pies–.