¿Ha alcanzado la crisis global de personal sanitario, por fin, un punto de inflexión?

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Hay una crisis mundial de personal sanitario. En muchos países es notorio que los profesionales de la salud están mal pagados, sobrecargados de trabajo y sometidos a un intenso estrés físico y emocional. Los sindicatos y organizaciones internacionales han documentado bien la situación crítica en numerosas naciones.

Esta semana se ha logrado un acuerdo que promete resolver dicha crisis a través de medidas concertadas. Ministros de sanidad y representantes ministeriales de cerca de cincuenta países han suscrito el compromiso de “abordar la falta de personal sanitario mediante acciones concertadas que impulsen la formación, retención y mejora de las condiciones laborales de los trabajadores de la salud y asistenciales”. Tomamos la palabra a los gobiernos, entendiendo que su compromiso supone un paso adelante, que debe materializarse en medidas prácticas e inmediatas sobre el terreno.

Las prioridades sindicales, y en concreto las de los sindicatos del sector sanitario, son claras.

Es hora de que los gobiernos inviertan en el sector sanitario y en sus profesionales

La falta de inversión, unida a la precariedad laboral y unos empleos exigentes y mal remunerados han desembocado irremediablemente en una alarmante falta de personal en el ámbito sanitario, que agrava la sobrecarga de trabajo y la desmoralización de los profesionales del sector. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que para 2030 el déficit en el personal de salud alcanzará los diez millones. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala la necesidad urgente de incorporar más de tres millones de trabajadores adicionales en el área de la salud y de los cuidados de larga duración, para fortalecer la resiliencia de los sistemas sanitarios. En 2021, una de cada cinco enfermeras en países como Bélgica, Canadá, Francia, Reino Unido y Estados Unidos afirmó que contemplaba la posibilidad de abandonar la profesión.

A finales del año pasado, la federación internacional de sindicatos de servicios públicos, la ISP, publicó un informe describiendo una realidad desoladora, caracterizada por “exigencias laborales abrumadoras, [...] jornadas de trabajo extenuantes, pausas insuficientes para recuperarse entre turnos, intensas presiones emocionales; enormes dificultades para conciliar la vida laboral y personal; [...] falta de oportunidades de desarrollo profesional; angustia moral [...], sumadas a bajos salarios y precariedad que contribuyen al estrés económico y la inseguridad de parte de la fuerza laboral”. En 2021, un año después del estallido de la pandemia de covid-19, UNI Global Union reveló que los trabajadores de la salud estaban soportando violencia, escasez de equipos de protección personal, salarios de pobreza, falta de personal y ausencia de apoyo en salud mental.

Y no son solo los sindicatos los que están dando la voz de alarma. El informe Health Care at a Glance 2023 de la OCDE concluye que “el deterioro de las condiciones laborales ha mermado el atractivo de las profesiones sanitarias. En el conjunto de los países de la OCDE, el 57% del personal médico y de enfermería hospitalarios consideran que los niveles de personal y el ritmo de trabajo son inseguros”.

Negociar de buena fe con los sindicatos y decir no a la austeridad

Los empleadores, ya sean del sector público o empresas privadas, deben negociar con los sindicatos la mejora de los salarios y las condiciones laborales del personal sanitario, la forma de abordar la escasez de personal e impulsar la contratación y la formación, así como colaborar con los sindicatos para identificar y aplicar soluciones a la crisis del personal sanitario.

Los gobiernos también deben abstenerse de imponer nuevos recortes de gasto, que agudizarían aún más la crisis de personal sanitario. Años de falta de inversión debilitaron la capacidad de los sistemas de salud para hacer frente a la pandemia del covid-19. A pesar de ello, existe un riesgo real de que se apliquen nuevos recortes presupuestarios a los sistemas sanitarios después de la pandemia (y a raíz de la crisis de los precios de la energía).

A principios del año pasado, la OCDE destacó la importancia de “impulsar la inversión en los sistemas de salud para hacer frente a futuras conmociones” y, poco después, subrayó las nuevas presiones financieras a las que están sometidos los sistemas sanitarios de la OCDE. En el último número de su publicación Perspectiva Económica, la OCDE recomienda una política fiscal orientada a la reducción de la deuda pública e “intensificar los esfuerzos a corto plazo para reconstruir el espacio fiscal”, lo que significa una vuelta a la austeridad.

Los Estados miembros de la UE podrían verse obligados a recortar colectivamente sus presupuestos en más de 100.000 millones de euros el próximo año para reintroducir las medidas de austeridad acordes a los planes del Consejo, alerta la Confederación Europea de Sindicatos (CES).

Arrebatar personal de los países más pobres no es la solución

En su búsqueda de soluciones a la falta de personal sanitario, los países más ricos a menudo recurren a la contratación de personal en países con menos recursos, lo que agrava la ya crítica falta de personal en estos últimos. Esta dinámica ha llevado a una alarmante escasez de médicos en países de la Unión Europea como Bulgaria, entre otros, mientras naciones africanas como Tanzania y Mozambique reportan el éxodo de más de la mitad del personal sanitario recién egresado.

En un mundo caracterizado por la globalización del comercio, de los viajes –y de las pandemias–, la fuga de talentos de los países pobres no contribuye al bienestar de la salud mundial, sino que agrava las desigualdades de la salud internacional.

Organizaciones internacionales como la OMS, la OCDE y la Organización Internacional del Trabajo, deben unir fuerzas para presionar mucho más a los ministros y frenar la fuga de cerebros del personal sanitario.

Si bien el pacto al que han llegado representantes de cuarenta gobiernos nacionales no resolverá por sí solo la crisis mundial de personal sanitario, los ministros y mandatarios han asumido un compromiso positivo, y debemos exigirles su cumplimiento, además de colaborar con ellos para conseguirlo. Se trata de una oportunidad para hacer de la reunión de ministros de Sanidad de la OCDE el punto de inflexión que dé inicio a un esfuerzo serio y coordinado para abordar la crisis mundial de personal sanitario.