La difícil reactivación del cultivo del algodón sirio en Idlib

La difícil reactivación del cultivo del algodón sirio en Idlib

Oum Mohammad, de 50 años, cosecha algodón a mano en un campo de la aldea de Killi, situada en la gobernación de Idlib, por un salario de 60 libras turcas diarias (1,85 euros). Es la primera vez en más de 10 años que el cultivo del algodón se reanuda en esta región controlada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTC).

(Abd Almajed Alkarh)

Frente a un campo de olivos, en medio de varios terrenos en barbecho, aparece un amplio rectángulo verde salpicado de copos blancos prendidos de los arbustos. Una decena de trabajadores agrícolas recogen desde las siete de la mañana las bolas de algodón a mano y las empaquetan en grandes sacos de yute que posteriormente van cargando en una camioneta. Es la primera vez en más de 10 años que los campos de Idlib, en el noroeste de Siria, se cubren de blanco al final del otoño.

Talal Al-Abd, un agricultor del pueblo de Killi, situado a 20 kilómetros de la ciudad de Idlib, comenzó a cultivar algodón en el verano de 2023, a raíz de una iniciativa lanzada por el Gobierno de Salvación Nacional de Siria del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTC), que en 2017 se hizo con el control de esta zona “rebelde”. “El ‘gobierno’ adelantó a los agricultores que lo desearan varios sacos de urea y fertilizante compuesto y les proporcionó semillas de algodón para favorecer la reactivación de este cultivo. Después de la cosecha tenemos que devolvérselo. Yo aproveché esta oportunidad”, explica Talal Al-Abd, que plantó 16 dunams de algodón (aproximadamente 1,6 hectáreas).

El gobierno autónomo suministró 4.600 kg de semillas de algodón a un centenar de agricultores. “El objetivo es reintroducir un cultivo estratégico en la región y practicar la rotación de cultivos”, explica Samir Yassouf, experto agrícola de la región. Para relanzar el cultivo de algodón en Idlib, el grupo islamista se ha inspirado en el modelo estatal de planificación y producción centralizadas del algodón, un sector nacionalizado en 1965.

Antes de que estallara la guerra en 2011, las semillas eran producidas por un organismo público (denominado en inglés por las siglas GOSM, General Organization for Seed Multiplication) y vendidas al Banque des coopératives agricoles (BCA), que las redistribuía entre los agricultores. Solo se producía una variedad por región, y la gobernación de Idlib utilizaba principalmente la variedad “Alep 40”, a día de hoy únicamente disponible en la provincia de Alepo, controlada por el régimen sirio.

El Ministerio de Agricultura de Hayat Tahrir al-Sham produce ahora sus propias semillas. “El Ministerio ha encargado la realización de pruebas experimentales en laboratorio y ha seleccionado dos variedades de algodón que también se utilizan al otro lado de la frontera, en Turquía”, afirma Tammam al-Hammoud, director de la Dirección General de Agricultura en el seno de la Administración local. Es asimismo la única autoridad que puede comprar el algodón a los agricultores a un precio fijo, concretamente para exportarlo. Al parecer, se han desarrollado discretamente canales no oficiales a través de Turquía.

La recolección manual da trabajo, pero la producción cae en picado en todo el país

Una de las razones por las que las nuevas autoridades de Idlib han optado por promover el cultivo de algodón es que su recolección da trabajo a una importante mano de obra estacional poco cualificada, compuesta en su mayoría por mujeres.

En el noroeste de Siria la recolección no se realiza de forma mecanizada. El trabajo jornalero es la principal fuente de ingresos de los habitantes de la región, sobre todo en el sector agrícola (para el 36% de los hogares, según un estudio de 2020 de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios).

La cosecha de aceitunas es la que más jornaleros emplea, con cerca de 900.000 olivos en la gobernación de Idlib; y es la más lucrativa gracias a la fuerte demanda (el jornal puede alcanzar los 3 euros diarios). También son importantes otros cultivos, como el trigo y la patata, mientras que hay otros, como las alubias rojas y el cártamo (planta utilizada por su aceite), que han sido importados a la región por el gran número de personas desplazadas en Idlib (2,4 millones de personas).

En 2005, la producción y la transformación del algodón daba trabajo a cerca del 20% de la población activa de Siria. En la temporada de 2023 varios miles de temporeros participaron en la cosecha de algodón de Idlib. “La cosecha puede ser a veces dura, pero da trabajo a cambio de un salario decente, lo cual es muy valioso”, explica Abderrahim, de 23 años, que recoge algodón de siembra en el campo de Killi, con la cara cubierta por un pasamontañas para protegerse de los insectos, bajo la atenta mirada de un supervisor.

El salario, de 60 libras turcas diarias (2 dólares o 1,85 euros) por una jornada de ocho horas sigue siendo bajo, pero proporciona un medio de vida estable. La cosecha no se hace de una vez, sino a medida que se van abriendo las cápsulas de algodón en otoño.

El reto de reactivar el cultivo de algodón es importante, porque antes de la guerra la gobernación de Idlib no producía ni el 5% del algodón del país. Más del 60% provenía del sudeste del país,
concretamente de los alrededores de Hasaka y Al Raqa. En 2012 el cultivo se detuvo por completo debido a los enfrentamientos y los desplazamientos masivos de población. En general, Siria, que era un importante productor de “oro blanco” a nivel mundial, con una media de 700.000 toneladas anuales en la década de 2000, ha reducido considerablemente su producción a causa del conflicto.

El año pasado el país solo produjo 72.000 toneladas de algodón, según Adel Al-Khatib, director de la Fundación General del Algodón de Siria. En 2021 el Gobierno sirio decidió incluso, por primera vez, autorizar durante un período de seis meses la importación de algodón desmotado para el sector público y la industria.

No obstante, el declive del algodón había comenzado antes de la revuelta de 2011, tras la decisión del Gobierno sirio de reducir su apoyo a este cultivo en el marco de la adopción del 10º Plan Quinquenal de Desarrollo 2006-2010, que preveía una transición hacia una “economía social de mercado”. El partido Baath había adoptado en la década de 1970 una serie de políticas favorables al sector agrícola, entre ellas una reforma agraria y medidas de apoyo a los productores rurales, pero la llegada de Bashar Al-Asad en el año 2000 dio lugar a un cambio gradual de política.

El objetivo del 10º Plan Quinquenal de Desarrollo era aumentar la inversión privada y extranjera en sectores rentables como el de servicios, reduciendo al mismo tiempo el gasto público mediante la supresión de las subvenciones y las inversiones públicas, concretamente en la agricultura. Hasta 2007 los agricultores se beneficiaban de subvenciones a los combustibles y la electricidad del 70% del precio mundial y el 30% del coste real, pero estas terminaron reduciéndose drásticamente.

Para un cultivo muy intensivo en consumo de agua como es el algodón, con unos costes de combustible muy elevados (el riego por bombeo de agua de los pozos está muy extendido), la eliminación de las subvenciones, sumada a graves episodios de sequía de 2008 en adelante, ocasionó pérdidas importantes, lo que dio lugar a una notable disminución de la producción.

Explosión de los costes de producción

En la provincia de Idlib se siguen produciendo los mismos problemas. El coste del combustible se ha disparado, con una subida del precio por litro de casi el 150% con respecto a 2011. La persistente sequía (2023 no es una excepción) y el agotamiento de las aguas subterráneas obligan a los agricultores a bombear agua desde profundidades cada vez mayores, en ocasiones de hasta 400 metros, lo que encarece considerablemente la factura del carburante.

“El nivel de las aguas subterráneas ha disminuido, sobre todo a causa de las perforaciones intensivas, a menudo ilegales”, indica Ahmed Haj Asaad, economista e investigador sirio, además de director de la sociedad Geo Expertise (Ginebra), especializada en la aplicación de sistemas de información geográfica en proyectos de desarrollo, y activa en la región de ldlib.

“Este fenómeno se remonta a los años 80, cuando el Estado sirio adoptó una política de autosuficiencia alimentaria enfocada a transformar los cultivos de secano en cultivos de regadío; pero se ha visto agravado por la guerra”, explica el economista.

“Los millones de desplazados, la contaminación vinculada al conflicto y los ataques a las instalaciones de agua han hecho que en la región de Idlib se hayan excavado muchos pozos nuevos para satisfacer las crecientes necesidades”, explica el economista”, añade.

El coste de los insumos también ha subido mucho. “Una tonelada de fertilizante, importado principalmente de Turquía, que antes de la guerra costaba 240 dólares, ahora cuesta más de 1.000 dólares”, señala Ahmed Haj Asaad. Con un precio de compra por tonelada relativamente bajo, fijado por las autoridades de Idlib en 700 dólares por tonelada (frente a los 900 dólares en las regiones estatales), el cultivo de algodón sigue resultando poco atractivo.

“Vendí parte de mi cosecha y pude pagar el alquiler del terreno de cultivo, pero no me alcanzó para todos los gastos de mano de obra y de electricidad para el riego. El algodón ha resultado ser mucho menos rentable que el cultivo de rosas”, explica Talal Al-Abd, agricultor de la aldea de Killi, que no cree que vaya a volver a intentarlo la próxima temporada.

Muy pocas oportunidades de empleo

Al igual que un número cada vez mayor de agricultores de Idlib, Assad Al-Banshi, agricultor de la aldea de Binnish, ha instalado junto a sus campos de algodón grandes paneles solares con la intención de reducir los costes de electricidad para extraer agua subterránea. También utiliza preferentemente el riego por goteo, que consume menos energía. A pesar de todo, este agricultor de 46 años, que por primera vez desde 2012 ha vuelto a cultivar este año algodón, ha visto frustradas sus esperanzas.

“El rendimiento ha sido de apenas el 5%. Las semillas suministradas no estaban adaptadas a las condiciones climáticas”, explica. “El algodón tenía que madurar a los tres meses, pero al cabo de cuatro meses y medio las cápsulas no se habían abierto todavía”, lamenta. Para evitar grandes pérdidas debido a los bajos precios de compra, utilizó las semillas de algodón para alimentar a sus ovejas, al igual que hicieron otros agricultores de la región. Y ha podido salir adelante gracias a las buenas cosechas de patatas y pistachos.

El experto agrícola Samir Youssouf considera que hay que ser tolerante, puesto que el Gobierno de Salvación espera para 2023 una producción total de apenas 500 toneladas. “Algunos agricultores han obtenido 400 kilos por dunam (0,1 ha), mientras que otros han retrasado la siembra y apenas han obtenido 100 kilos por dunam. También es una cuestión de experiencia, puesto que es la primera vez que se reintroduce este cultivo. Además, las cosechas se vieron atacadas por una plaga de orugas, y las medidas para luchar contra los insectos se tomaron demasiado tarde”, explica.

La reanudación del cultivo de algodón no es más que la primera etapa de la cadena de producción que Hayat Tahrir al-Sham tiene previsto reactivar. El grupo islamista quiere rehabilitar a continuación las fábricas de desmotado e hilado de algodón, destruidas en gran parte por la guerra. Hay una necesidad urgente de dar salida al algodón cosechado en Idlib, puesto que la mayoría de las grandes fábricas textiles se encuentran en zonas controladas por el régimen. “Las posibilidades de exportación son bastante limitadas debido a que Siria se enfrenta desde 2005 a una competencia cada vez mayor por parte de Turquía”, señala Ahmed Haj Asaad. “Se trata de un cultivo que, en las condiciones actuales, no resulta rentable”.

Este artículo ha sido traducido del francés por Guiomar Pérez-Rendón