Qué va a cambiar el juicio por violación y asesinato de Şule Çet: los tribunales turcos en el punto de mira

Qué va a cambiar el juicio por violación y asesinato de Şule Çet: los tribunales turcos en el punto de mira

Fotos de Şule Çet con el mensaje “¡No vamos a guardar silencio!” encima de una mesa en el apartamento de su familia en Estambul (Turquía).

(Nick Ashdown)

El 6 de febrero se celebró la primera vista de un caso de violación y asesinato que ha capturado la atención y ha provocado la indignación de millones de personas en Turquía. Şule Çet, una estudiante universitaria de 23 años, murió al caer desde la 20ª planta de un centro comercial de la capital, Ankara, en la madrugada del 29 de mayo de 2018. Aunque inicialmente se consideró un suicidio, poco después aparecieron indicios claros de que Çet podría haber sido violada y asesinada esa noche por su jefe y un amigo de este.

El caso, más allá de los detalles truculentos y de la supuesta mala gestión inicial, ha llamado la atención por los argumentos esgrimidos por la defensa, a saber, que Çet no era virgen y que no debería haber estado en la calle bebiendo con hombres a esas horas. Los argumentos son bastante comunes en Turquía, un país que se ha visto asolado por numerosos feminicidios de gran repercusión mediática, pero lo que es diferente en este caso es que ahora parece que la sociedad ya no está dispuesta a tolerar estos argumentos que consisten en avergonzar a la víctima.

Antes de que su nombre empezara a aparecer en los titulares en toda Turquía y se convirtiera en una etiqueta y un símbolo para los grupos de defensa de los derechos de la mujer, Şule Çet llevaba una vida bastante normal. Vivía en Estambul, pero le gustaba pasar el verano en el pueblo de su familia, en la provincia montañosa y lluviosa de Giresun, a orillas del mar Negro. Su familia le preparaba sus comidas favoritas –judías verdes en escabeche y sopa de remolacha– y solían coger avellanas juntos.

La infancia de Şule no fue fácil. Su familia no era pudiente y su madre falleció a causa de un cáncer de estómago cuando Şule tenía tan solo 13 años. Sin embargo, siempre fue una persona alegre. Un grabado enmarcado de Şule en el apartamento de su familia, situado en el distrito de Sultangazi, un barrio céntrico pobre de Estambul, muestra a una niña con una melena por los hombros suelta, sonriendo junto a su madre.

“La recuerdo así”, dice Songül, la cuñada de Şule, un ama de casa afable de 31 años, que vive con su marido, Şenol, que trabaja como guardia de seguridad, y con el padre de Şule, İsmail, de 64 años.

Cuando Şule se hizo mayor decidió estudiar diseño textil en la Universidad Gazi en Ankara, para un día poder acceder a buen trabajo y ser económicamente independiente. “Le encantaba estudiar. Siempre quiso valerse por sí misma”, cuenta İsmail a Equal Times.

Al mudarse a una residencia de estudiantes en Ankara, Şule experimentó por primera vez la libertad. Según una amiga y compañera de la universidad, una mujer de 22 años que no quiere ser identificada, Şule se hizo sus primeros tatuajes, se tiñó el cabello rubio y se enfrentó a su familia por si debía llevar o no el hiyab. “Şule estaba tan llena de vida, era una persona realmente optimista”, dice su amiga de Ankara.

A pesar de discutir a veces con su familia, Şule estaba completamente dedicada a ella. “Cuando su padre enfermó, suspendió sus estudios durante un año para cuidar de él”, dice su amiga.

Sin embargo, Şule también tenía problemas de dinero y le costaba concentrarse en sus estudios. Se mudó a un apartamento con tres compañeras y a veces no podía pagar el alquiler. Encontró un trabajo a tiempo parcial como asistente en una oficina, pero la empresa, Std Kimya, tenía problemas importantes. Los dueños pidieron dinero a prestamistas sin escrúpulos y uno de ellos terminó huyendo al extranjero. Muchos empleados, como Şule, acabaron siendo despedidos. Para empeorar las cosas, la empresa le debía dinero.

Şule transmitió sus dificultades económicas a su jefe, Çağatay Aksu, de 34 años, con el que había hecho amistad. Su jefe le dijo que trataría de ayudarle. “Şule me dijo que pensaba que le gustaba a Çağatay, pero que ella lo veía más como un hermano. Ninguna de las dos pensamos que las cosas podían ponerse tan peligrosas y terminar así”, dice la amiga de Şule en Ankara.

La noche del 28 de mayo del año pasado, Aksu invitó a Şule a un restaurante para tomar unas copas y más tarde a su oficina con su amigo Berk Akand, de 33 años. Pocas horas después, el cuerpo destrozado de Şule yacía a las puertas del edificio.

El suicidio se convierte en investigación por asesinato

En Estambul, el hermano de Şule, Şenol, regresó a casa desde el trabajo a primeras horas de la mañana del 29 de mayo con algunos compañeros tras recibir la llamada de un agente de policía de Ankara. İsmail y Songül todavía dormían cuando llegó a casa. “Sabía que algo iba mal cuando le vi la cara a Şenol”, dice İsmail. “Me dijeron que tenía que ir a Ankara inmediatamente. Es cuando pensé en Şule”.

Le dijeron que su hija había muerto en un accidente. İsmail y Şenol se subieron inmediatamente al coche e hicieron el viaje de seis horas hasta Ankara. Cuando llegaron, parece haber habido confusión sobre si se debía tratar la muerte como un suicidio o una “muerte sospechosa”. İsmail dice que la policía le dijo que no parecía que Şule hubiera saltado, pero el fiscal abrió el expediente como si se tratara de un suicidio.

Umur Yıldırım, el abogado de la familia, dice que el fiscal cometió un error al considerar que el caso era un simple suicidio, lo cual dio lugar a que las pruebas y el lugar del crimen no se investigaran con el rigor suficiente ni se detuviera a Aksu ni a Akand.

Los amigos y la familia de Şule insisten en que nunca se suicidaría. “Me di cuenta de que algo no cuadraba. Şule tenía miedo a las alturas y no era en absoluto el tipo de persona que se suicidaría. Se acababa de mudar a un nuevo apartamento, lo había pintado hacía dos o tres días y estaba comprando muebles nuevos”, dice la amiga de Şule. “Quería construir su vida en Ankara y quedarse aquí”.

Al poco tiempo aparecieron pruebas que parecían contradecir la teoría del suicidio. En primer lugar, la policía no encontró huellas dactilares en las ventanas, lo que posiblemente indicaba que se habían limpiado después del incidente. Según los guardias de seguridad del centro comercial y la grabación de las cámaras de seguridad, Aksu y Akand tardaron 18 minutos en bajar después de que cayera Şule y mintieron a uno de los guardias al decirle que Şule había abandonado el edificio.

Los registros telefónicos mostraban que Akand había enviado un mensaje a su exnovia a las 2:39 de la mañana en el que decía que “todo se había torcido”, una hora antes de que Şule cayera desde la ventana a las 3:50. Parece ser que Akand y Aksu también llamaron a una compañía aérea diez veces para organizar un viaje al extranjero, supuestamente para huir del país.

Además, la misma Şule había enviado un mensaje a su compañera de piso a las 1:48 en el que decía: “No puedo salir de aquí. Está obsesionado conmigo. No deja que me vaya, ojalá no hubiera venido”. Doce minutos antes había llamado a su compañera de piso para pedirle que le devolviera la llamada y fingiera que necesitaba que Şule volviera a casa.

También se realizó una autopsia en julio en la que se encontraron posibles pruebas de violación: desgarro anal, hematomas, arañazos, una posible mordedura en la cadera de Şule, sedantes en su sangre y el AND de Akand bajo sus uñas.

A la luz de estas pruebas, los amigos de Şule y varios grupos de defensa de los derechos de la mujer iniciaron una campaña mediática para crear conciencia y que se abriera una nueva investigación. El 13 de julio se creó una cuenta en Twitter llamada “Justicia para Şule Çet” que rápidamente alcanzó casi 40.000 seguidores, y la historia capturó la atención de los medios convencionales.

Asombrosamente, la campaña funcionó. El 3 de octubre, el fiscal Alev Ersan Albuz fue retirado del caso y sustituido por otro fiscal, Hüseyin Koca, que inmediatamente abrió una investigación por asesinato (Akand y Aksu mantienen su inocencia) y empezó a reunir pruebas desde cero. Ambos hombres han sido acusados de asesinato, violación y detención ilegal, y se enfrentan a una sentencia de cadena perpetua en caso de ser declarados culpables.

Desafiar el mito de la “mujer indecorosa”

El equipo de la defensa, que sostiene que Şule sufría depresión y se suicidó, ha provocado indignación por utilizar argumentos que los expertos jurídicos y los defensores de los derechos de la mujer han calificado de irrelevantes, arcaicos y sexistas. Encargó un informe pericial que contiene la siguiente frase, con una referencia a un libro escrito hace 70 años: “Si una mujer acepta tomarse una copa con un hombre en un lugar privado, significa que consiente mantener relaciones sexuales”.

Durante la vista, uno de los abogados de la defensa mencionó que Şule no era virgen, lo que causó indignación en la sala abarrotada. “Quieren proyectar una imagen de ‘mujer indecorosa’ al tribunal”, cuenta Rüya İnanır, abogada y miembro de los grupos de defensa de los derechos de la mujer Women’s Councils y Kadın Cinayetlerini Durduracağız Platformu (plataforma contra los feminicidios), a Equal Times, en una cafetería en Ankara.

“Es importante porque algunos hombres dicen [como justificación de la violencia]: ‘Le dije que no trabajara y consiguió trabajo’ [o] ‘Le dije que no hablara por teléfono con otro hombre y lo hizo, así que la maté’. Siempre dicen que las mujeres ven a otros hombres”.

En Turquía, un hombre que mata a una mujer puede obtener una rebaja en su sentencia si existe una “provocación indebida”, como que la mujer le engañe o flirtee con otro hombre. Sin embargo, İnanır dice que la sociedad turca está llegando lentamente a un punto en el que estos argumentos ya no se consideran válidos.

“Cuestionan por qué es pertinente en el marco jurídico y en este caso”, dice. “Se nota en el ambiente de la sala y en los medios”, que en su mayor parte se han abstenido de avergonzar a la víctima.

İnanır dice que en virtud del Convenio de Estambul, un tratado jurídicamente vinculante del Consejo de Europa para prevenir la violencia contra las mujeres que Turquía fue el primer país en ratificar, las normas culturales sobre el comportamiento de la mujer nunca se pueden utilizar como pretexto para cometer abusos.

“El Convenio de Estambul estipula que no se puede normalizar la violencia o justificarla con tradiciones, lo cual significa que el hecho de que una mujer se encuentre fuera de casa pasada la hora que la sociedad considera apropiada no se puede utilizar como excusa para utilizar la violencia”, dice.

Según Kadın Cinayetlerini Durduracağız Platformu, que hace un seguimiento de los asesinatos de mujeres en Turquía, 440 mujeres fueron asesinadas el año pasado (en comparación con 409 en 2017 y 397 en 2016), el 85% de las cuales fueron asesinadas por su antigua o actual pareja.

Datos referentes a 2014 publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revelan que el 42% de las mujeres turcas han sido víctimas de abusos físicos o sexuales por parte de su pareja, mientras que la media mundial es de un 30%. Turquía se sitúa en el puesto 130 de 149 del índice de disparidad entre hombres y mujeres que elabora el Foro Económico Mundial.

İnanır dice que el resultado de este juicio es crucial y quiere que siente precedente jurídico de que el denominado “comportamiento inapropiado” de una mujer es irrelevante.

“No es solo el juicio de Şule. Es de todos los que pensamos que las mujeres no deberían correr la misma suerte que Şule, y no se juzga solo a estos dos delincuentes. También se juzga a los tribunales que rebajan las condenas por ‘provocación indebida’, a quien no aplica el Convenio de Estambul y a quien dice que, por naturaleza, las mujeres y los hombres no son iguales. Por eso hay tanta gente en la sala”.

Es posible que el padre de Şule, İsmail, nunca supere la pérdida de su única hija, pero lo que le importa ahora es que otros padres no pasen por el mismo trance.

“Hemos perdido a Şule y nada nos la va a devolver. No queremos que las hijas de otras personas acaben así”, dice. “El dolor en mi corazón nunca desaparecerá, pero si [sabemos que] sus asesinos están en la cárcel, encontraremos un poco de alivio”.

La amiga de Şule en Ankara todavía la recuerda como la joven alegre que, a pesar de las dificultades, nunca se rendía. Cuando piensa en Şule lo que más recuerda son sus tatuajes, especialmente los pájaros de la clavícula que parecían tan felices y libres.

“Le gustaban mucho sus tatuajes de pájaros. Son los primeros que se hizo”, dice. “Solo espero que ahora sea tan libre y feliz como esos pájaros”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.