Cómo la cultura contemporánea aborda la salud mental

Cómo la cultura contemporánea aborda la salud mental

Belgian singer-songwriter Stromae recently unveiled his song and video clip L’enfer (Hell), which deals openly with depression and suicidal thoughts.

(AFP/Bertrand Guay)

“Perdonadme, tengo ansiedad, lo llevaré como pueda”. Así arranca Poochyeeh (alias de Irene López Caballero) sus conciertos con el grupo Sweet Barrio. “Las primeras veces tenía miedo a las reacciones de la gente hasta que comprobé que todos me aplaudían, haciéndome sentir mejor”, cuenta a Equal Times esta española de 30 años. Hablarlo en público fue durante mucho tiempo para ella “un tema tabú”. La pandemia ha acelerado un cambio que venía de antes, en especial entre los más jóvenes: normalizar el decir en voz alta “me siento triste”, “sufro de ansiedad” o “estoy deprimida”.

“Ya no es un crimen o suena raro decir que tienes problemas relacionados con la salud mental, sino algo normal que nos pasará a todos alguna vez en la vida”, asume ella. En su caso, sufre un trastorno grave de pánico desde que es adolescente y a los 15 años empezó a acudir a terapia. “Al psicólogo hay que ir siempre que lo necesites, es darte tiempo a ti misma”.

Considera un paso consecuente trasladar estos sentimientos a su trabajo artístico, huir de ese tópico de que los famosos son perfectos y no sufren. “Al contrario: los artistas estamos muy expuestos emocionalmente, somos vulnerables. Es habitual esconder las debilidades pero yo prefiero ser honesta. Si al visibilizar esta realidad desde mi altavoz, por chiquito que sea, consigues que cuatro personas se vean identificadas y pongan nombre a lo que sienten, ya has conseguido mucho”.

A esta conclusión ha llegado con el tiempo, comprendiéndose a sí misma, leyendo, escuchando a profesionales y siguiendo a su vez otros ejemplos en el universo de la cultura. “Yo no tendría valor para subirme a un escenario si no fuera por mujeres libres que estaban ahí antes que yo, orgullosas de vivir al margen de lo socialmente aceptado como Janis Joplin, Buika, Betty Davis o Amy Winehouse”.

Poochyeeh hizo un experimento: invitó a su círculo de gente cercana, incluidos otros artistas, a participar en su podcast ‘Las Mujeres Son de Azúcar’ para Gladys Palmera en un episodio especial sobre salud mental. La idea era que cada quien compartiera sus problemas. Sólo contestaron mujeres, ni un solo hombre. “Me quedé flipando, ¿acaso ellos no sufren?”, se pregunta la cantante.

Piensa que igual que es difícil encontrar a un futbolista que diga que es homosexual, sigue siendo raro que los hombres hablen sobre salud mental. “Las mujeres sufrimos muchísima presión en esta sociedad pero ellos también tienen un problema gordo: no les han enseñado a expresar sus emociones, todavía existe esa percepción falsa de que es algo malo”, dice a Equal Times la psicóloga Esther Sánchez.

Pero excepciones hay. En Bélgica, el cantante y compositor Stromae no ha tenido dudas en expresarse. Su canción y videoclip L’enfer (infierno), que habla abiertamente de sus pensamientos suicidas, así como una entrevista para la televisión francesa TF1 sobre su nuevo trabajo, recibieron el aplauso de los profesionales de la salud mental y del mismo director de la OMS. En Estados Unidos son notorios los casos del cómico del Saturday Night Live, Pete Davidson; y del rapero Kanye West.

La pandemia de la pandemia

Durante más de tres años de canciones con Sweet Barrio, un grupo que fusiona ritmos mestizos y aflamencados desde el extrarradio de Madrid, Poochyeeh no había escrito ninguna letra sobre la ansiedad. La primera saldrá publicada pronto para un nuevo proyecto. “Antes no estaba preparada, pensaba que era un problema menor, que era mi culpa y no merecía la atención de nadie más. Esto va a sonar raro pero la pandemia me ha servido para darle valor: ya no pienso esconderlo nunca más”.

Como ella, otras muchas artistas en todo el mundo están visibilizando lo que ya se ha bautizado como “la pandemia de la pandemia”. “Todavía es pronto para analizar qué consecuencias para la salud mental van a traer lo que hemos vivido estos dos últimos años, en especial entre colectivos afectados directamente como los sanitarios, el síndrome de estrés postraumático puede aparecer hasta 12 meses después”, explica Sánchez.

Frente a la ansiedad, la crisis nerviosa, la depresión y el miedo, desde el arte empiezan a surgir las primeras respuestas.

“Deja de decir que no puedes más, que no puedes más, porque no es cierto / Deja de vivir en esta soledad, en esta soledad, que está en tu cuerpo”, canta el grupo colombiano Bomba Estéreo en su nuevo disco Deja donde reflexiona sobre la salud mental. “Nuestra música propone una conexión espiritual con lo que nos rodea a través de la empatía, la autoestima y la paz interior”, explica la cantante Li Saumet.

Zoe Gotusso nació en Córdoba (Argentina) en 1997 y a finales de 2020 publicó Mi primer día triste, su debut en la música, una certera radiografía en clave de pop moderno sobre la soledad y la tristeza (amplificadas por la falta de un futuro estable, la precariedad laboral, la dificultad de emanciparse o formar una familia, las constantes crisis globales) que habita en la Generación Z, los nacidos en torno al cambio de siglo. “Siento que está bueno expresar en público todo esto, hacerlo visible, dejar claro que no es malo estar triste”, razona la cantante.

Otra artista de la misma generación, la actriz y música Rizha (nombre artístico de la argentina afincada en Madrid Tamara Luz Ronchese, de 22 años) se ha convertido en un emblema entre los jóvenes a la hora de visibilizar esta realidad gracias a su papel en la serie Skam, donde encarna a una adolescente con problemas de salud mental. Para ella, es normal hablar sobre estos temas con su círculo. “Lo que para nosotras es normal no lo es tanto para la generación de nuestros padres, existe un choque muy fuerte motivado por los cambios sociales tan rápidos impulsados por la tecnología y las redes sociales”, opina.

De Réquiem por un sueño a Euphoria

En una época donde las series para las plataformas digitales se han convertido en productos que se consumen simultáneamente desde todo el mundo, moldeando conciencias y transmitiendo unos valores y preocupaciones, Euphoria es una de las obras culturales más influyentes entre los jóvenes en 2022.

Rue Bennett, el personaje interpretado por Zendaya, se ve inmerso en la segunda temporada de la serie en una espiral de consumo de drogas que recuerda a aquella película de culto en los 90 sobre las adicciones, Réquiem por un sueño, citada entre los críticos como un termómetro del estado de ánimo (competitividad, ansiedad, aislamiento) con el que arrancaba el nuevo siglo.

La pregunta es: ¿cómo ha cambiado la representación de la salud mental en el arte pop (entendido como popular, de alcance masivo) en las dos décadas que separan ambas obras?

“Ahora estos temas son mucho más visibles pero es pronto para reflexionar sobre el impacto que tendrá la pandemia, aún no estamos preparados para hacer ficción sobre lo que nos ha pasado”, reflexiona en una conversación con este medio la escritora Elisa Levi, que nació en Madrid en 1994. Pese a su juventud es una pionera: en 2019 publicó Por qué lloran las ciudades, retrato de la que bautizó como “la generación Lexatin”, adicta a los ansiolíticos para evadir una realidad abrumadora y no sentir dolor. “Quería abordar ese tema por mi propia salud mental: desde muy joven he sufrido la depresión manifestada a través de ronchas en mi piel, que es como el cerebro te manda un mensaje de que algo va mal. Dar voz a eso me ha ayudado”, dice.

“El problema siempre ha estado ahí pero ahora se empieza a ponerle nombre, a sacarlo a la luz. La cultura está jugando un papel esencial: antes se metía debajo de la alfombra, de los 90 para atrás no aparecía por ningún lado pero en 2022 la gente más joven lo demanda”, comenta la psicóloga Esther Sánchez.

Tanto es así que existe una nueva cultura que encarna esa sensación global de tristeza y conecta con el Romanticismo de finales del siglo XVIII, la ola siniestra de los 80 y la ‘subcultura emo’ en la década posterior: son los ‘sad boys & girls’, los chicos tristes; un movimiento cultural que se extiende por la música moderna (el trap emo del estadounidense Lil Peep, muerto a los 21 en 2017 por sobredosis), la literatura (junto a la obra de Elisa Levi destaca el poeta Óscar García Sierra, autor de Houston, yo soy el problema) y otras muchas artes.

Un estudio del proyecto Graphext arroja un dato revelador: tras analizar las palabras de más de 5.000 canciones del top 100 en Billboard en Estados Unidos desde los años 80 hasta 2021, la conclusión es que cada vez se utiliza un lenguaje más negativo, lo cual incluye palabrotas pero también términos en torno a la agresividad (kill, matar) y muchos otros relacionados con la tristeza y la depresión.

¿Una moda?

Bella Hadid es una modelo estadounidense que usa su cuenta de Instagram para exponer sus propios problemas de salud mental. Una ventana para que sus más de 50 millones de seguidores, entre ellas muchas chicas jóvenes, puedan asomarse a esta realidad a través de su ídolo. Sin embargo, la mayoría de las imágenes en su perfil son fotos de su cuerpo que muestran un ideal de belleza alejado de la realidad.

“Es una tremenda paradoja: por un lado está guay que puedas sentirte identificada con ella porque sufres o conoces a alguien cercano que comparte esas dolencias, pero por otro traslada un mensaje de perfección inalcanzable que puede llevar a la frustración. Las redes sociales hay que usarlas con cuentagotas, cuando tu cabeza esté preparada para ver ciertas cosas”, reflexiona Sánchez, quien denuncia “el positivismo tóxico” que enarbolan muchas personas famosas en sus cuentas públicas.

“El peso de las redes sociales en nuestras vidas es abrumador: en Instagram todas esas vidas perfectas retocadas bajo filtros que lanzan un mensaje de ‘todo bien’, Twitter es el caldo de cultivo del bullying… sobrevivir ahora mismo es complicado”, lamenta la escritora Elisa Levi.

Todas las fuentes consultadas para este reportaje comparten la preocupación de que esta mayor exposición de la salud mental en la conversación pública global, ya no sólo en la cultura sino también en los debates políticos y en las portadas de los periódicos, sea el resultado de una moda.

“Espero que todo esto no acabe reduciéndose a una camiseta de Primark como las de ‘Todos deberíamos ser feministas’, vaciando de contenido y comercializando esta realidad que sufren muchas personas”, dice Elisa Levi.

En lugar de normalizar el consumo de ansiolíticos, la psicóloga Esther Sánchez cree necesario que se agilice el acceso a los profesionales, ya sean psicólogos o psiquiatras: “Sin las herramientas para gestionar lo que te está pasando (…) tu problema puede derivar en crisis nerviosas, ataques de pánico y hasta pensamientos suicidas”.

En países como España, 2020 marcó un máximo histórico en el registro de suicidios: 3.941, especialmente entre los jóvenes. Hubo más muertes entre menores de 50 años por suicidio que por covid, y fue la primera causa de muerte no natural de los menores de 30, por delante de los accidentes de tráfico.

Desde su experiencia profesional, Sánchez cree que “visibilizar” una problemática siempre será positivo para la sociedad, porque puedes comprenderla mejor y saber cómo actuar. “Eso de que hablar del suicidio empuja a la gente a cometerlo es falso”, sentencia. Y deja un mensaje final a modo de reivindicación. “No se pueden entender la salud mental sin el contexto social, todos la sufrimos pero no de la misma manera: hay que facilitar el acceso al sistema sanitario a los que menos recursos tienen, ir al psicólogo no puede ser un privilegio sino algo normal, como cuando te rompes un brazo y vas al médico”.

This article has been translated from Spanish.