Con el cambio climático, nuevos peligros para la salud de los trabajadores

Con el cambio climático, nuevos peligros para la salud de los trabajadores

Elias Vieira Gonçalves is a street vendor in Rio de Janeiro, Brazi. He has been working outdoors every day for over 25 years, exposed to the sun and, sometimes, intense heat.

(Apolline Guillerot-Malick)

Con el sol en su cenit, cargado con una pesada nevera a un lado y una pequeña parrilla al otro, Edimar Santiago recorre la playa Vermelha de Río de Janeiro de arriba abajo, repitiendo una y otra vez una rutina familiar: dejar su carga refrigerada, sacar salchichas o brochetas de queso, asarlas en un tiempo récord, cobrar a los bañistas y retomar su camino. “La playa está muy bien para los que vienen a disfrutar y relajarse”, comenta este trabajador autónomo de 23 años. “Pero para nosotros, los vendedores ambulantes que venimos para poder salir adelante, es dura. La arena está caliente y tenemos que llevar cargas pesadas”.

Aunque Brasil está acostumbrado a un clima muy caluroso, ciertos días al año las condiciones de trabajo al aire libre son cada vez más insoportables. El pasado mes de marzo, la temperatura máxima en Río de Janeiro alcanzó los 62,3°C, la más alta jamás registrada por el Instituto Meteorológico Brasileño. El país registra ahora más de 50 días al año en los que el termómetro supera los 40°C. Como en el resto del mundo, 2023 fue el año más caluroso jamás registrado. Y todas estas olas de calor ejercen un impacto directo en la salud de los trabajadores.

La exposición prolongada al calor aumenta el riesgo de insolación y favorece el “estrés térmico”, una situación en la que el cuerpo humano es incapaz de regular su temperatura. Puede caracterizarse por agotamiento general, calambres musculares, mareos, desmayos, dolores de cabeza, náuseas y vómitos. En 2019, la Organización Internacional del Trabajo advirtió en un informe sobre el tema:

“En 2030, las previsiones indican que cada año se perderá el equivalente a más del 2% del total de horas de trabajo en todo el mundo, ya sea porque haga demasiado calor para trabajar o porque los trabajadores se vean obligados a trabajar a un ritmo más lento. [...] Las previsiones indican que la acumulación de pérdidas financieras ocasionadas por el estrés térmico ascenderá a 2,4 billones de USD”.

Según un estudio de la Universidad Federal de Río de Janeiro, 38 millones de brasileños (de un total de 215 millones) sufren estrés térmico casi 25 días al año. Y según el Ministerio de Trabajo del país, las profesiones más expuestas, además de los vendedores ambulantes, son los basureros, los conductores de autobuses y camiones, los manipuladores de mercancías, los guardias de seguridad, los empleados de supermercados y cadenas de producción, los trabajadores agrícolas y los de la construcción.

“Las obras de construcción son, por naturaleza, lugares peligrosos en circunstancias normales, pero el calor extremo multiplica por diez el peligro. Los trabajadores pueden desmayarse o marearse en cualquier momento, dejar caer el martillo sobre la cabeza de uno de sus compañeros, desmayarse al volante de una máquina o de un martillo neumático”, explica Ricardo Nogueira.

Este técnico en seguridad laboral y representante del Sindicato dos Trabalhadores da Industria de Cimento, Construção Civil (SINTRACONST) en Río de Janeiro, critica también el incumplimiento por parte de las empresas de la ley brasileña aprobada en 2022 que prevé “tiempos de pausa para permitir la recuperación térmica en actividades realizadas en espacios abiertos”. “A veces los trabajadores tienen que ir en contra de las órdenes de sus superiores, que les llaman holgazanes y endebles cuando hacen una pausa para hidratarse”, denuncia.

Aun cuando no ha podido facilitar cifras a Equal Times, el Ministerio de Trabajo brasileño ya constató un “aumento de las quejas relativas a la exposición a un calor excesivo” en 2023, nos explica Cirlene Luiza Zimmermann, de la CODEMAT, la coordinación nacional para la defensa del entorno de trabajo y la salud de los trabajadores, y esto a partir de datos recogidos en el estado de São Paulo. “Las quejas incluyen deshidratación, malestar, mareos, desmayos, dolores de cabeza y agotamiento físico”, afirma. Hay situaciones en las que el riesgo puede llegar a ser mortal, ya que el organismo responde de forma extrema: parada cardiaca súbita o síncopes con complicaciones.

Cánceres de piel y enfermedades infecciosas

En algunas regiones, el cambio climático puede significar un mayor número de días soleados. La sobreexposición a los rayos ultravioleta del sol puede ser responsable de una enfermedad oftalmológica común entre los pescadores, el pterigión, que se caracteriza por un crecimiento anormal de tejido en la parte blanca del ojo, pero es especialmente responsable de enfermedades de la piel. “El 70% de las personas que trabajan bajo la luz directa del sol desarrollan cáncer de piel”, afirma Antonio Oscar Junior, geógrafo especializado en cambio climático y profesor del Instituto de Geografía de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.

Con el tono monótono de una mujer acostumbrada a vender algodón de azúcar y una camiseta rosa que apenas protege sus brazos de los rayos del sol, Cione Ribeiro es muy consciente de los riesgos que corre trabajando en la playa Vermelha. “Aquí todo el mundo acaba teniendo cáncer de piel. Me da miedo tenerlo, pero de verdad necesito trabajar”, comenta esta mujer de 60 años.

“Muchos de mis compañeros no se protegen y se quejan de problemas de piel. El sol daña su cuerpo. De un día para otro, no los vuelvo a ver. Desaparecen”, añade su compañero Elias Vieira Gonçalves, vendedor ambulante desde 1997.

Su situación es aún más precaria porque al ser trabajadores autónomos, tienen que pagar la crema solar de su propio bolsillo. “A veces la uso, pero por ahora se me acabó. Cuando no tengo dinero, no puedo comprar otra”, se lamenta Edimar Santiago, la vendedora de brochetas.

El aumento de la temperatura y la humedad favorece la proliferación de mosquitos, vectores de enfermedades infecciosas como el dengue. “El dengue es actualmente la quinta causa de paro laboral en Brasil”, apunta Antonio Oscar Junior. El pasado mes de febrero, la ciudad de Río de Janeiro se declaró en estado de emergencia sanitaria debido a una epidemia de dengue, más intensa y precoz que en años anteriores. Según el Ministerio de Sanidad, Brasil ya ha registrado 2,5 millones de casos (entre ellos un centenar de fallecimientos) en el primer trimestre de 2024.

Aun cuando la enfermedad no se considera directamente “ocupacional”, algunos lugares de trabajo, como explotaciones agrícolas u obras de construcción, exponen a los trabajadores más que otros a las contaminaciones. “En el sector de la construcción, por ejemplo, existe un enorme potencial de desarrollo de mosquitos”, añade el geógrafo. La fiebre del dengue puede durar hasta una semana, incapacitando a los trabajadores durante varios días. Es un problema para quienes trabajan de manera informal y no tienen cobertura sanitaria.

Desde hace varios años, los sindicatos sectoriales brasileños están muy implicados en campañas de información y prevención dirigidas a los trabajadores. “El objetivo de la campaña es sensibilizar a la población, así como fomentar la vacunación, y proporcionar información para contrarrestar las noticias falsas”, explicó Mauri Bezerra dos Santos Filho, vicepresidente de la CNTSS/CUT, la confederación nacional de trabajadores de la seguridad social, el 22 de febrero en Brasilia ante el Consejo Nacional de Salud, preocupado por la propagación de otra forma de epidemia en las redes sociales: la desinformación.

Fenómenos meteorológicos extremos

El 28 de abril es la fecha elegida cada año por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para promover la prevención de los accidentes y enfermedades profesionales y conmemorar la memoria de los trabajadores fallecidos o lesionados en el trabajo. Este año, la OIT ha optado por centrarse en los efectos nocivos y duraderos del cambio climático sobre la seguridad y la salud en el trabajo, mediante la elaboración de un exhaustivo informe sobre el tema, publicado el pasado 22 de abril.

Entre sus impactos, los expertos enumeran, además de los ya mencionados, fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones e incendios forestales, cuyo número, gravedad e intensidad se prevé que aumente. En los últimos años, estas catástrofes son cada vez más de actualidad: ciclones mortales en el sur del país, incendios infernales en el Pantanal o el Cerrado, lluvias torrenciales y corrimientos de tierras cerca de São Paulo, etc.

En Brasil, como en otros lugares, los trabajadores de emergencias y rescate suelen encontrarse en primera línea, lo que aumenta el riesgo de lesiones y muerte. La salud de los bomberos también puede verse afectada por los riesgos cancerígenos asociados al humo, y la del personal de emergencia por la contaminación química o biológica (vertidos de aguas residuales) provocada por las inundaciones.

Estos sucesos intensos y peligrosos también pueden causar trastorno de estrés postraumático (TEPT) en esta categoría de trabajadores.

“Reconocemos que ésta ha sido una temporada sin precedentes y que los bomberos forestales pueden enfrentarse a problemas que van desde el trauma y el aislamiento hasta la falta de apoyo social y el agotamiento físico y emocional”, declaró Melissa Story, coordinadora de Alberta Wildfire, en septiembre de 2023, en un reportaje para el medio canadiense The Narwhal sobre los bomberos que se encontraron en primera línea de los megaincendios que asolaron los bosques canadienses el año pasado.

Se trata de un aspecto a menudo olvidado y poco estudiado: los riesgos climáticos, además de su impacto físico, afectan cada vez más a la salud mental de los trabajadores. Las temperaturas extremas, al afectar al estado de ánimo, aumentan el riesgo de suicidio y repercuten en el bienestar de las personas que ya tienen problemas de salud mental. La angustia asociada al cambio climático y medioambiental, presente o futuro, que afecta a los medios de subsistencia y a la cohesión social de las comunidades, puede dar lugar a la ansiedad climática (o “solastalgia”).

Discriminaciones socioeconómicas y racistas

Al igual que en el sector de la construcción, la situación de especial riesgo ante enfermedades relacionadas con los efectos del calentamiento global reflejan una discriminación socioeconómica. “La mayoría de los trabajadores de oficina tienen acceso a aire acondicionado y a un ambiente de 21 grados, mientras que los trabajadores de las obras están expuestos a temperaturas cercanas a los 50 grados: ¡es completamente surrealista!”, exclama el representante sindical Ricardo Nogueira, antes de continuar: “El aire acondicionado en las oficinas es necesario para evitar que los equipos informáticos se ‘cuelguen’, por lo que las empresas están más preocupadas por sus equipos eléctricos que por sus trabajadores. Donde hay un ordenador, siempre habrá aire acondicionado. En cambio, cuando los trabajadores de la construcción van a comer al refectorio, como mucho habrá un ventilador”.

“Estos trabajadores de la base de la pirámide son también los que están expuestos al calor cuando llegan a casa. La mayoría de las veces, sus casas no tienen aire acondicionado. Así que posiblemente están expuestos a estrés térmico las 24 horas del día. Biológicamente hablando, el cuerpo no puede soportarlo”, añade por su parte el académico Antonio Oscar Junior.

En Brasil, país con un pasado esclavista, esta discriminación tiene también una dimensión racial. “¿Quiénes son los que trabajan principalmente en el sector de la construcción, en las fábricas y como conductores de autobús? Son los hombres negros”, afirma Antonio Oscar Junior.

“Por lo tanto, están mucho más expuestos que los blancos a los efectos del cambio climático. No es solo injusticia climática, también es racismo medioambiental”.

En la playa Vermelha, son muy pocos los vendedores ambulantes que han consultado alguna vez a un médico laboral. Edimar Santiago es un ejemplo. “Hace dos meses, hacía tanto calor que, después de un día trabajando al sol, me quemé la cara. Con el paso de los días se me fue pasando. No fui a ver a un médico. No tengo tiempo... excepto cuando llueve”, explica este habitante de la favela Complexo do Alemão, en Río de Janeiro.

Antonio Oscar Junior opina que para aplicar políticas de salud pública sería necesario “generar datos adecuados”. Sin embargo, el investigador ha observado que apenas se registran las muertes causadas por enfermedades relacionadas con el cambio climático. “Los médicos del trabajo no están preparados para este tipo de diagnóstico. No atribuyen los fallecimientos a las altas temperaturas”, explica. “En los historiales médicos de los trabajadores, las consecuencias del calentamiento global acaban por quedar ocultas”.

Cirlene Luiza Zimmermann señala a este respecto: “Los programas de salud y seguridad en el trabajo deben actualizarse para incorporar las cuestiones del cambio climático, proporcionando directrices claras para hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos, incluida la implantación de sistemas de alerta temprana y el fomento de una cultura organizativa que dé prioridad a la seguridad y el bienestar de los trabajadores en todas las condiciones meteorológicas”.

This article has been translated from French by Patricia de la Cruz