En la antigua Yugoslavia el turismo renueva el interés por el legado de hormigón de la lucha antifascista

En la antigua Yugoslavia el turismo renueva el interés por el legado de hormigón de la lucha antifascista

Monumento a la Revolución del pueblo de Moslavina, en Podgarić, Croacia, diseñado por Dušan Džamonja y erigido en 1967. Conmemora la insurrección local contra la Ustacha, organización fascista croata que gobernó de manera autoritaria el Estado Independiente de Croacia durante la Segunda Guerra Mundial.

(The Bohemian Blog)

Durante el día Donald Niebyl, de 37 años, es un biólogo que trabaja en la protección de la fauna salvaje en Illinois, Estados Unidos. Por la noche, se dedica a investigar los monumentos antifascistas que quedan en la antigua República Federal Socialista de Yugoslavia. Es un hobby poco común que comenzó tras un viaje a los Balcanes en 2016, al que siguió un impulso de rastrear los monumentos conmemorativos visitados. Desde entonces, documentar spomeniks (literalmente ‘monumentos’ en bosnio-croata-montenegrino-serbio) se ha convertido en una de sus principales inquietudes. “Apenas vi las primeras fotografías [de spomeniks] en Internet, empecé a estar profundamente intrigado y quise saber más al respecto: lo que representaban, cuándo fueron construidos y qué circunstancias condujeron a su construcción”, relata Niebyl a Equal Times.

Con su Spomenik Database, una completa plataforma en línea sobre la construcción de monumentos en la antigua Yugoslavia, lanzada hace dos años, que incluye un mapa interactivo de unas 100 localizaciones de monumentos, y el libro Spomenik Monument Database que saldrá a la venta el próximo septiembre, Niebyl se ha convertido en un reconocido experto en monumentos yugoslavos.

Pero no es el único fascinado por las estructuras abstractas de la Yugoslavia de Josip Broz Tito.

Cada vez son más las personas que muestran interés por las colosales estructuras de hormigón y acero dispersas por los distintos países de la antigua Yugoslavia, que según un periodista de The Guardianse asemejan a naves alienígenas, círculos de cosechas o portadas de álbumes de Pink Floyd”.

“Como ha sido el caso para la mayoría de la gente, lo que me atrajo de esos monumentos fue el enfoque altamente imaginativo y universalista de sus diseños”, resume Según Niebyl.

Existen numerosas páginas web, blogs y proyectos fotográficos dedicados al tema, así como visitas guiadas para viajeros internacionales que quieran verlos de cerca. “Los extranjeros encuentran interesante acercarse a monumentos comunistas, un poco como los arqueólogos que descubren alguna civilización perdida”, comenta el sociólogo serbio Dario Hajrić, quien escribió sobre el fenómeno de la ‘Yugo-nostalgia’ respecto a la antigua Yugoslavia.

A finales de mes se inaugurará la exposición Toward a Concrete Utopia: Architecture in Yugoslavia, 1948–1980 en el mundialmente famoso Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, exhibiendo dibujos, modelos y fotografías de algunos de los edificios y planos urbanísticos creados durante la era comunista.

Controversia concreta

Inicialmente, los monumentos fueron encargados por Tito y grupos locales de veteranos de guerra para conmemorar a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial y celebrar el nuevo Estado socialista. Algunos de los últimos monumentos construidos guardan relación con eventos anteriores, como el Memorial Illinden en Kruševo, Antigua República Yugoslava de Macedonia -ARYM- (previsiblemente futura República de Macedonia del Norte), que no sólo conmemora la Revuelta de Ilinden en 1903 contra el impero Otomano, sino también a los partisanos miembros de la resistencia comunista encabezada por Tito frente a las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial.

Según indica Niebyl en su Spomenik Database: “En los comienzos de la nueva República de Tito (establecida sobre las cenizas de aquella revolución), se elaboraron ambiciosos planes para construir algo nuevo, algo audaz y arriesgado –un país desprovisto de clases gobernado en base a los principios del socialismo, una población libre de tensiones étnicas, unida por un sentimiento de ‘hermandad y unidad’– y el ‘proyecto spomenik’ de Yugoslavia, formaba parte de ese gran plan”.

Algunos de los monumentos fueron realizados por los más destacados arquitectos y escultores yugoslavos de la época, como Dušan Džamonja, Vojin Bakić, Bogdan Bogdanović y Ljubomir Denković, que diseñaron construcciones gigantescas representando puños, flores, estrellas o alas, simbolizando la lucha antifascista. Erigidas en bosques, campos y laderas lejos de las zonas urbanas, dichas construcciones parecían caídas del cielo.

Pese a que CNN haya incluido los spomeniks entre los “monumentos más feos del mundo”, sus partidarios afirman que el contraste entre las estructuras y el paisaje de su entorno les da un atractivo misterioso.

Pero tras la violenta ruptura de la antigua Yugoslavia a principios de los 1990, la población empezó a ver esas estatuas como un inoportuno recordatorio de su pasado comunista. El Monumento a la victoria del pueblo de Eslavonia en Kamenska, Croacia, con sus 30 metros de altura, diseñado por el escultor Vojin Bakić y erigido en 1968, era la mayor escultura postmoderna del mundo hasta que fuera volada y destruida por el ejército croata durante la guerra de independencia de Croacia en 1991.

Centenares de estructuras se destruyeron intencionalmente, mientras que otras sencillamente quedarían desatendidas y abandonadas. En ciertas ciudades de la antigua Yugoslavia, no obstante, algunos spomeniks siguen estando bien preservados y cuidados.

El investigador británico Richard Morten (alias Darmon Richter en su blog) leyó algo sobre estos monumentos abstractos de la guerra por primera vez en un artículo acompañado por imágenes del fotógrafo belga Jan Kempenaers, quien presentó los spomeniks ante una audiencia internacional más amplia tras el éxito de su exposición fotográfica sobre el tema a finales de los años 2000. Kampenaers empleó el término spomeniks para marcar una distinción entre estas estructuras y otros monumentos de cualquier otro lugar del mundo. “Era un estilo de protesta, de rememoración y de libertad de expresión: proezas inenarrables conmemoradas mediante formas inconcebibles”, escribiría Morten en su página de viajes The Bohemian Blog.

Actualmente afincado en Bulgaria, a Morten le intrigaron tanto los spomeniks que decidió dejar de lado su carrera anterior en psicología para hacer un doctorado en monumentos de la era comunista. Como parte de su investigación, empezó a organizar visitas guiadas al legado en hormigón de la era comunista para turistas extranjeros que visitaban los Balcanes. Este último mes de abril, realizó una de esas giras en cooperación con el sitio web de viajes estadounidense Atlas Obscura. Durante un viaje de 12 días por carretera, para el que se agotaron las plazas antes incluso de haber sido anunciado en línea, los turistas visitarían más de una docena de monumentos en Serbia, Croacia y Bosnia-Herzegovina. El año pasado, Morten organizó de forma independiente otra gira similar con ayuda de contactos locales.

Los participantes en estos tours son mayoritariamente norteamericanos, comenta. No obstante, el año pasado hubo también una mujer de Eslovenia que había visto algunos de esos monumentos durante las visitas escolares que realizara siendo niña cuando vivía en la antigua Yugoslavia. “Insistió en lo extraño que le resultaba estar viajando a esos lugares sentada en un bus con un montón de extranjeros, en lugar de sus propios compatriotas”, comenta Morten a Equal Times. Ver como alguien reconectaba con su propia historia fue una experiencia muy emotiva para ambos, añade.

Viejas estructuras, vida nueva

A pesar de los años de abandono sistémico, la población local está empezando a mostrar un renovado interés en sus monumentos antifascistas. Hace dos años, la cineasta croata Irena Škorić realizó un documental sobre los spomeniks titulado Unwanted Heritage (Patrimonio no deseado), que ganaría seis premios y ha sido exhibido en diversos festivales de cine en todo el mundo. El pasado diciembre, se proyectó en el Parlamento Europeo. Ningún parlamentario croata asistió a la proyección.

“No sé si es porque se avergüenzan del antifascismo o de la barbarie que tuvo lugar con la destrucción de valiosas obras de arte, monumentos del antifascismo”, declara Škorić a Equal Times. Como eslogan para la película, utilizó una cita del célebre arquitecto croata Tomislav Premerl: “la madurez de una sociedad puede medirse en base a su relación con su patrimonio cultural”.

Debido a la enorme atención que obtuvo su película, inicialmente Škorić tenía previsto realizar una segunda parte. Pero dado que el Centro Audiovisual Croata, institución pública para promover la producción cinematográfica en Croacia, no quiso bridar su apoyo a la primera película, finalmente abandonó el proyecto. “No quiero volver a pasar por el mismo calvario”, añade. Desde el final de la guerra en los años 1990, las autoridades croatas han hecho todo lo posible por distanciar el país de su pasado comunista, y no se muestran inclinados a fomentar ninguna exploración o nostalgia en relación con ese período de la historia.

En Bosnia y Herzegovina, el festival musical de verano OK Fest tiene lugar cada año en julio en el Parque Nacional de Sutjeska, situado cerca del famoso monumento Tjentište, que reúne a bandas de rock y amantes de la música de todos los rincones de la antigua Yugoslavia. Muchos asistentes dicen que uno de los motivos por los que el festival resulta tan atractivo es justamente su localización.

La utilización de los monumentos como una forma de conmemoración colectiva, no obstante, llevará bastante más tiempo y esfuerzos. “Es importante acercarnos a nuestra tradición socialista, para preservar la memoria cultural y porque ofrece una forma de pensar alternativa”, afirma el sociólogo Hajrić. “Pero para ser realmente transformadora requiere contar con apoyos sinceros en la esfera política”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.