La Copa del Mundo: el espectáculo debe continuar, pero las protestas también

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La Copa del Mundo de 2014 ya ha comenzado, pero São Paulo, una de las principales sedes del evento, es una ciudad donde se palpan la incertidumbre y la tensión en lugar de sentirse un ambiente de celebración.

Tras varios días de caos provocado por una huelga de cinco días de los trabajadores del metro, el martes se reanudaron los servicios de transporte en esta ciudad de 12 millones de habitantes.

Sin embargo, se avecina una nueva huelga que amenaza con desbaratar los planes de transporte durante toda la Copa del Mundo.

“La Copa del Mundo está empezando y luego tenemos las elecciones presidenciales en octubre. Se trata de un momento único y nuevo”, explicó a Equal Times Altino Melo dos Prazeres, el presidente del sindicato de los trabajadores/as del metro.

El sindicato exige un aumento salarial del 12,2% para que los trabajadores/as puedan hacer frente al creciente costo de la vida, pero el gobierno solo les ofrece el 8,7%.

Según el gobernador de São Paulo, Geraldo Alckmin, 42 trabajadores fueron despedidos por comportamientos abusivos y agresivos y otros 300 pueden llegar a perder su puesto de trabajo si no van a trabajar hoy.

El gobierno alega que la huelga es oportunista, mientras que los representantes de los trabajadores/as se respaldan en su derecho a protestar y exigen la reincorporación de todos los trabajadores/as despedidos.

Aun así, las huelgas del servicio de metro solo son las últimas en una serie de protestas, huelgas y manifestaciones que han asolado Brasil en el período previo a la Copa del Mundo.

En principio, las manifestaciones empezaron el pasado junio en respuesta a la violenta represión policial ejercida contra los manifestantes que protestaban contra el creciente coste del transporte público.

Sin embargo, las protestas pronto se convirtieron en un medio de expresión de la ira y la frustración por los 11 mil millones USD que se han gastado en organizar la Copa del Mundo más cara de la historia.

“Es totalmente increíble que vivamos en un país tan rico en recursos naturales pero donde sobreviven miles de personas en condiciones sumamente precarias”, condenó el estudiante Vinicius Pereira en una manifestación contra la Copa del Mundo en São Paulo.

Numerosos brasileños y brasileñas creen que hubiera sido preferible gastar ese dinero para mejorar el sistema de salud, la vivienda, la educación y otros servicios públicos.

Asimismo, el período previo a la Copa del Mundo ha quedado empañado por la denuncia de los activistas de que más de 250.000 brasileños y brasileñas han sido sacados a la fuerza de sus hogares o amenazados con ser desahuciados con el objetivo de construir nuevas infraestructuras para el evento.

Ahora el gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff está tan preocupado por la amenaza que representan los manifestantes contra la Copa del Mundo que se ha gastado 850 millones USD para proteger a los jugadores y los estadios.

 

Un verdadero legado

Uno de los principales beneficios de la Copa del Mundo de 2014 ha sido la creación de unos 20.000 puestos de trabajo fijos y temporales relacionados con el evento en todo el país

Sin embargo, Manoel Messias, el secretario de relaciones laborales de la Central Única dos Trabalhadores (CUT), una de las principales federaciones sindicales nacionales de Brasil, explicó a los periodistas que más que puestos de trabajo, los brasileños y brasileñas quieren una Copa del Mundo que deje un legado compuesto por un mayor respeto por los derechos humanos, empleos de calidad y mejores condiciones laborales.

“Es sumamente importante que aprovechemos este gran evento para mejorar nuestras vidas como trabajadores/as y como seres humanos”, declaró.

Según el profesor Marco Aurélio Nogueira, un famoso sociólogo brasileño, los grandes eventos relacionados con el fútbol han sido de los pocos acontecimientos unificadores en un país que sigue dividido según criterios raciales y socioeconómicos.

Pero ahora que el “hogar espiritual del fútbol” es la sede de la Copa del Mundo, el evento solo ha servido para agravar las tensiones sociales de la nación.

“La verdad es que la gente se ha dado cuenta de que la Copa del Mundo no es una tabla de salvación”.

“Todos verán los partidos e incluso aplaudirán a Brasil, pero sin demasiado entusiasmo. Los brasileños y brasileñas tienen más razones para sentirse orgullosos que simplemente por (el rendimiento de) su equipo nacional de fútbol. La vida es mucho más que un partido de fútbol”.

Las protestas en Brasil también constituyen un reflejo de la creciente indignación en todo el mundo por la FIFA, la institución que gobierna el fútbol en todo el planeta y que recientemente fue descrita como “una organización cómicamente grotesca”.

Envuelta en numerosos escándalos de corrupción y dirigida por Sepp Blatter, su impopular presidente, la FIFA se enfrenta a críticas por todo tipo de asuntos, desde haber extraído exorbitantes beneficios de las naciones organizadoras hasta haber aceptado sobornos para que Qatar fuera la sede de la Copa del Mundo de 2022.

Este artículo ha sido traducido del inglés.