La extraña campaña presidencial estadounidense

 

Muchos observadores políticos creen que las campañas electorales realmente no importan demasiado.

Las campañas se gastan literalmente miles de millones en guerras mediáticas y actividades sobre el terreno.

Cada gesto, metedura de pata y palabra se analiza y sopesa.

Se publican sondeos aproximadamente cada hora, con tablas de contingencia que analizan las opiniones en cada circunscripción.

Sin embargo, los politólogos desarrollan modelos principalmente basados en el estado de la economía que predicen mejor los resultados que los expertos.

Por tanto, según sugieren los cínicos, toda esta actividad es más una política de empleo para los políticos que un factor determinante en las elecciones.

Sin embargo, este año no ha sido así.

Con la economía tambaleándose, el desempleo por encima del 8 por ciento y el presidente presentándose sin una estrategia de empleo, Obama puede tener graves problemas en estas elecciones.

Los sondeos nacionales siguen revelando que se trata de una contienda muy reñida y la ventaja de Obama se encuentra en el margen de error de sondeo.

Sin embargo, en los principales estados indecisos (los estados que están en juego y determinarán quién gana el voto electoral y la presidencia), Obama ha ido ganando posiciones en Florida, Ohio, Virginia, Nueva Hampshire y Iowa.

Y esto se debe sobre todo a que la campaña ha importado bastante.

La mayoría de los observadores y modelos políticos asumían que las elecciones serían fundamentalmente un referéndum sobre la labor desempeñada por Obama.

Romney quería presentarse con un tema sencillo: el fracaso del “confiad en mí” de Obama.

Sin embargo, y sorprendentemente, Romney ha logrado lo que la mayoría de los expertos creían prácticamente imposible.

Las elecciones se han convertido menos en un referéndum sobre la labor de Obama y más en un rechazo a Romney como el representante del 1 por ciento más rico de la población y el campeón de las reacciones sociales.

Gracias a la ayuda de Newt Gingrich y Rick Perry en las primarias republicanas, a una campaña de Obama letal y eficaz y a su propia ineptitud, Romney (el hombre de la empresa Bain) se está dando cuenta de que cuanto más saben los votantes (y en los estados indecisos los votantes no pueden evitar los enormes anuncios), menos le aprecian.

A pesar de la maltrecha economía, cada vez más votantes en los estados indecisos se fijan en el programa de Romney, una mezcla recalentada de los mismos disparates (reducciones de impuestos para los más ricos, importantes recortes en los programas nacionales, incremento del gasto militar, desregulación y comercio libre) que provocaron el desastre en el que nos encontramos actualmente.

Cada vez están más convencidos de que Romney, la personificación del multimillonario que paga menos impuestos que su secretaria, no tiene ni idea de los retos a los que se enfrentan.

Pueden pensar que el presidente Obama no lo ha logrado. Saben que la economía se encuentra en mal estado.

Pero cada vez menos votantes están dispuestos a arriesgarse a votar a Romney como la alternativa.

Al elegir a Paul Ryan como su segundo de a bordo con su radical presupuesto que pondría fin al programa Medicare (un programa gubernamental de asistencia médica) como lo conocemos actualmente, Romney ha dañado su prestigio entre los ciudadanos de la tercera edad.

Asimismo, como ha integrado la guerra de los republicanos contra las mujeres, los gays y los inmigrantes, Obama se ha consolidado con una abrumadora mayoría en estos grupos.

Los jóvenes le están abandonando como una rémora del pasado. Incluso los votantes blancos sin educación universitaria (un grupo difícil de electores para Obama en el 2008) recelan cada vez más de Romney.

Por tanto, estas elecciones pueden otorgar un mandato claro después de todo. A pesar de la maltrecha economía, los votantes rechazan el programa de la derecha y los plutócratas.

Las posturas progresistas en asuntos sociales y el apoyo de los votantes a los pilares básicos de la seguridad con los que cuentan las familias (la Seguridad Social, Medicare y Medicaid) parecen permitir a Obama salir airoso del asunto de la economía en crisis y las decepciones del primer mandato.

Romney ha centrado la atención en sí mismo y en su agenda de derechas. Y los votantes cada vez se tragan menos lo que intenta venderles.