El “yo acuso” de los sirios a la ONU

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Abdalá, de 25 años, ve como poco a poco la vida abandona su cuerpo. Primero perdió la alegría, después de 15 días de suplicio, recluido en cárceles sirias por haber participado en la sublevación popular contra el régimen de Ashar al Asad en su ciudad natal, Zabadani.

En el verano de 2015 perdió su casa. Este antiguo estudiante de química, como otros 20.000 habitantes de Zabadani, se vió obligado a trasladarse a Madaya, huyendo de los estragos que los enfrentamientos entre Hezbolá y los grupos armados rebeldes provocaban en esta ciudad estratégica, situada en la ruta que une Damas con la frontera libanesa.

A partir de diciembre de 2015, comenzó a perder masa corporal. Perdió 27 kilos desde que el régimen sirio y su aliado libanés, Hezbolá, impusieron el asedio total sobre Madaya, que impide que lleguen a la ciudad agua, alimentos y material médico.

Antes de la llegada el 11 de enero de 2016 de los primeros convoyes de ayuda humanitaria, formados por efectivos de la Organización de las Naciones Unidas, el Comité internacional de la Cruz Roja y de la Cruz Roja Siria, Abdalá y sus padres se alimentaban solo de hierbas, hojas de árboles hervidas y gatos vagabundos.

A pesar de ello, este joven sirio sólo habla de los demás, de quienes corren peor suerte que él: “Cuatrocientas personas se debaten entre la vida y la muerte y necesitan tratamiento hospitalario urgente fuera de la ciudad.

Más de 2.000 niños sufren un déficit grave de vitaminas, porque sus madres, malnutridas, no pueden amamantarlos. Antes de la llegada de la ayuda humanitaria, les daban agua y sal para beber”, lamenta Abdalá, por Skype, a Equal Times.

 
“Demasiado cerca del régimen”

Esta lenta agonía a la que están sometidos Abdalá y otros 40.000 civiles enfermos por el asedio a Madaya es lo cotidiano para 400.000 civiles sirios, según las Naciones Unidas.

Dicha cifra asciende a un millón, según otros observadores, como la asociación The Syria Campaign, que dio origen a la campaña Break the Sieges (romper los asedios) y The Syria Institute, que ha creado un observatorio en línea, Siege Watch, que hace un seguimiento de los asedios impuestos en Siria.

El equipo de Siege Watch, dotado de una red de activistas y médicos sobre el terreno, considera que la ONU subestima el número de poblaciones asediadas en Siria, lo cual limita su acción humanitaria. Las Naciones Unidas podrían hacer más, según los 112 miembros de esta organización social Siria. The Syria Campaign, ha publicado una carta de denuncia dirigida a Stephen O’Brien, Secretario Adjunto de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).

“El personal médico, docentes, socorristas y militantes de la sociedad civil” también asediados, denuncian la “complicidad” de la ONU en la política de “rendición o hambre” aplicada por el régimen sirio contra su población.

Citan las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que dan luz verde a la ONU para distribuir la ayuda humanitaria sin el consentimiento del régimen sirio.

¿Por qué entonces esperó la ONU a tener la autorización del régimen para distribuir la ayuda en Madaya, cuando ya habían muerto varias personas? ¿Por qué no interviene en otras zonas asediadas, como Jobar, Yarmouk, Douma o Darayya, donde la población carece de todo? “Sr. O’Brien”, continúa la carta, “sus colegas en Damas o están demasiado próximos al régimen o demasiado atemorizados por que les revoque la visa ese mismo poder que nos está asediando”.

Unas 900 personas trabajan hoy para la ONU en Siria. Una antigua empleada siria de la ONU, que nos pide permanecer en el anonimato, y que durante diez años ocupó uno de los más altos cargos de la agencia para los refugiados (ACNUR) en Damas, corrobora con Equal Times estas acusaciones:

“Las oficinas de la ONU en Siria siempre se vieron obligadas a contratar empleados remitidos por el régimen. Es la contrapartida para que les dejen hacer su trabajo. Pero esto abrió la puerta a la corrupción y al favoritismo hacia los afines al régimen. Pues bien, esta situación se volvió insoportable a partir del estallido de la revolución, en 2011. Mientras desde nuestras ventanas veíamos como los civiles caían abatidos por las fuerzas del orden, quienes asumían la defensa de la población civil eran tachados de enemigos y amenazados.

"Al contrario, es bien sabido que los miembros de la administración y la seguridad tenían lazos con los moukhabarat (servicios de información, ndlr). Dejé de trabajar en ACNUR en 2012, pero algunos empleados críticos que aún permanecen allí me dicen que, ahora, el 90 % del personal es afín al régimen”, asegura a Equal Times.

Según los signatarios de la carta dirigida a O’Brien, la ONU ha franqueado la línea roja entre su necesidad de cooperar con las autoridades nacionales para poder llevar su misión a término y la colaboración pura y simple.

Aportan como prueba el Plan de respuesta humanitaria de 2016 de la oficina de las Naciones Unidas en Damas, que acepta las modificaciones impuestas por el gobierno sirio, sin informar como es debido a los autores conjuntos del informe: las ONG sirias e internacionales y las oficinas de la ONU en Turquía y Jordania.

El documento suprime los términos “asedios” y “asediados”, por orden del gobierno. Edulcora numerosos pasajes, enumerados por una de las ONG que redactó el informe a una periodista británica de Buzzfeed. Un medio utilizado por el gobierno para minimizar su papel en el conflicto —ahora calificado de “crisis” en dicho informe—, que será el documento que servirá de base en la reunión de los donantes internacionales para Siria, prevista el próximo 4 de febrero, en Londres.

 
“Queremos que se levante el asedio de inmediato”

El 14 de enero, el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon declaró que la utilización del hambre como arma constituía un crimen de guerra.

Por su parte, Stephen O’Brien ha publicado una respuesta a la carta de acusación: “Las Naciones Unidas y sus socios han asumido graves riesgos en repetidas ocasiones para llegar a las personas necesitadas, en ciertos casos exponiéndose a los disparos de las partes en conflicto o pagando el precio supremo. Puedo asegurarles que la ONU ni está demasiado cerca de ningún partido, ni actúa para promover el uso de la táctica del asedio”.

Dibeh Fakhr, Portavoz de CICR, matiza también las acusaciones contra la ONU: “En Siria hay que pasar a veces por 60 controles colocados por las distintas facciones armadas. Cada acceso a una zona asediada necesita el consentimiento de todas las partes involucradas en el conflicto, en el interior y el exterior del país. Por eso, la falta de ayuda no se explica por la falta de voluntad de las organizaciones humanitarias, sino por las dificultades de acceso a las zonas asediadas”.

“Ahora bien, tener acceso resulta indispensable. En Madaya y otras zonas asediadas, la ayuda puntual no es la solución. Es necesario poder intervenir regularmente, si no, no será suficiente”.

Abdalá, por su parte, teme que no se renueve la ayuda y se angustia frente a “la muerte y el hambre”. Lo cual no le impide analizar la situación con perspectiva: “No nos conformamos con otro cargamento de alimentos más. Queremos que se levante el asedio de inmediato. Mi familia tiene un terreno en Zabadani y podríamos vivir de la agricultura sin pedir ayuda a nadie. Simplemente déjennos volver allí”.

Según The Syria Campaign, 14 personas murieron de hambre desde que los convoyes humanitarios llegaron a Madaya.

 

Este artículo ha sido traducido del francés.