Caza de nazis en el Berlín palestino

 

En una nueva serie en cuatro partes, Joel Shalit busca en la religión, la cultura y la raza en la Europa actual. Celebrando la diversidad, lamentando la intolerancia, el periodista israelí-estadounidense comienza en su propio país, en Berlín.

¿Nazis en un barrio de inmigrantes?

Colocado en una isla peatonal de la Sonnenallee, en el corazón del barrio palestino de Berlín, el anuncio prometía 25.000 euros a cambio de información sobre criminales de guerra nazis en vida.

2.000 carteles de la "Operation Last Chance” fueron colocados por todo Berlín, Hamburgo y Colonia para encontrar y procesar a criminales de guerra nazis mientras sigan en vida

El anuncio destacaba por varias razones.

¿Por qué aquí y no en Rostock? ¿Que podían saber los germano-palestinos que la etnia alemana no supiera?

Con una fotografía en blanco y negro de la entrada principal de Auschwitz, las palabras “Operation last chance” (Operación última oportunidad) escritas en inglés en la parte superior, y la frase en alemán “Spät aber nicht spät” (“Tarde, pero no demasiado tarde”) superpuesta sobre las vías del tren que conducen al lager (campo), el póster es políticamente desafiante.

“Suelta la información”, grita, “y serás recompensado”. Como si entregar ex-nazis a la policía por razones morales no fuese suficiente.

El dinero funcionaría en aquellos casos donde la política fracasara.

Colocado por todo Berlín, así como en Colonia y Hamburgo, el pasado mes de julio, el anuncio tiene un cierto aire del Lejano Oeste, como si se tratara de un cartel americano de “Se busca”, del siglo XIX, pero con atuendo europeo del siglo XXI.

Teniendo en cuenta lo apartada que puede parecer la red de civilizaciones de Berlín, la decisión de ponerlo aquí es comprensible. Veinte años después de la Guerra Fría, esta ciudad sigue teniendo algo de indómito.

 

El otro Berlín

El genocidio nazi también se planeó aquí. Seguramente que algunos de los responsables se esconden en los alrededores.

O gente que pudiera tener información acerca de ellos.

En todo caso, Berlín también sigue estando considerada como una “ciudad roja”, un refugio de la izquierda – en más de un sentido de la palabra – repleta con algunos de los distritos de inmigrantes más multi-étnicos de Europa.

No simplemente inmigrantes, sino ciudadanos de Oriente Medio.

En mi barrio de Neukölln se ven muchos palestinos. Quitando los judíos de Europa, ellos fueron unas de las víctimas más iconográficas de la Segunda Guerra Mundial.

No directamente, sino como consecuencia de la crisis de refugiados provocada por los nazis, que llevó la situación del asentamiento sionista en Palestina al punto de ebullición.

No obstante, ninguna comunidad árabe está tan vilipendiada como los palestinos por su comportamiento en tiempos de guerra.

El gran muftí de Jerusalén, el líder de la comunidad árabe en Palestina en aquella época, es el hombre del saco.

Haj Amin al-Husseini fue un nacionalista que ejerció una influencia significativa en las tensiones judeo-árabes durante el período entre las dos guerras mundiales.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Husseini apoyó activamente el genocidio de Hitler, además de trabajar con el infame Adolf Eichmann, en una serie de competencias.

La versión que tenía Husseini del Islam le hizo inclinarse por el anti-semitismo y le llevó a los brazos de su Hitler – o así lo afirman los argumentos derechistas.

De ahí surge la necesidad de la lucha armada, a fin de radicar a los judíos en Palestina, y se deduce por qué la lucha contra los palestinos fue inseparable de la batalla contra el fascismo alemán.

A lo largo de la última década la relación de Husseini con los nazis también se abrió camino a los argumentos neoconservadores sobre el fascismo islámico y los orígenes del radicalismo musulmán contemporáneo.

Permitió igualmente explicar la colaboración palestina con los neo-nazis durante el ataque en las Olimpiadas de 1972 en Munich.

De ahí el peso del anuncio de la Sonnenallee. Se basa en estas historias de diferentes maneras desconcertantes, acusando a mis vecinos, por muy indirectamente que sea.

Si es que llegan a ser conscientes, por supuesto, de las políticas que se les atribuyen, que vinculan a los palestinos con los fascistas.

Da igual que los extremistas alemanes contemporáneos no tengan ningún interés por colaborar con los inmigrantes, en particular con los que proceden de Oriente Medio.

Para ellos el Islam es igual de perjudicial que el judaísmo.

Ni tampoco que los palestinos tiendan a ser igual de reacios.

 

Se trata de Europa

Parece que la organización responsable de la campaña de este póster, Simon Wiesenthal Center, con sede en Los Ángeles, no estuviera intentando apuntar a los propios palestinos de Berlín.

Aún así, el recuerdo del Holocausto – o el estilo que se permite utilizar Wiesenthal – no es famoso por su matiz ni por su sensibilidad hacia los detalles de la vida local.

Alemania es Alemania. Que el anuncio se coloque en los barrios musulmanes o no, no es algo que necesariamente le incumba.

Se trata más de Europa, a pesar de la memoria de una Alemania más antigua, vinculada para siempre a la época del Holocausto.

El carácter de urgencia que transmite la recompensa del anuncio lo dice todo.

Puesto que la generación del Holocausto se encuentra ya en el crepúsculo de su vida, no quedan muchos responsables que condenar.

Eso podría servir de poco a los supervivientes que tratan de zanjar definitivamente la cuestión.

Pero eso no es excusa para tolerar los excesos de anuncios como este.

Pocas minorías europeas, aparte de los musulmanes, siguen siendo objeto del mismo tipo de lógica discriminatoria que provocó la destrucción de los judíos del continente.

Sobre todo en Alemania, donde la islamofobia funciona a menudo como un sucedáneo del antisemitismo. ¿Por qué entrar en ese juego, por muy inconscientemente que se haga?

Si vamos a contribuir al restablecimiento de la diversidad europea, que con tanto ahínco trataron de destruir los nazis, nos corresponde a todos ser más considerados.

De lo contrario se corre el riesgo de convertir a las comunidades de la periferia en chivos expiatorios, como le sucedió en un momento dado a la antigua comunidad judía de Europa.

Teniendo en cuenta hasta qué punto esa dinámica intenta reafirmarse hoy día durante la crisis económica, esto siempre es un riesgo – un riesgo cargado de un enorme bagaje histórico.

Sobre todo en ciertos lugares, como Alemania, donde con tanta intensidad se habla del genocidio.

 

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.