Verónica Gago, ensayista: “La inflación está marcando lo que sucede y pulverizando todo lo demás”

Verónica Gago, ensayista: “La inflación está marcando lo que sucede y pulverizando todo lo demás”

The success of the far right in Argentina “cannot be separated from a critical political and economic situation [with galloping inflation] that makes you feel like your income is losing value from one minute to the next. It’s a daily battle through the economy, which causes tremendous insecurity”, says Verónica Gago, here in the picture.

(Gisela Volá)

Reconocida académica, autora de ensayos como La potencia feminista. O el deseo de cambiarlo todo y militante dentro del colectivo Ni Una Menos, la argentina Verónica Gago se ha convertido en una referencia para el movimiento feminista dentro y fuera de las fronteras del país austral. En esta conversación, repasamos el momento actual de los feminismos populares, atravesados por la compleja situación política, económica y social que vive Argentina.

El pasado 28 de septiembre las feministas salieron a las calles en todo el país contra la candidatura del ultraderechista Javier Milei, actual favorito para las elecciones presidenciales del 22 de octubre. ¿Cómo se gestó esta marcha?

En las semanas siguientes a las PASO [elecciones primarias de agosto], Milei no dejó de señalar al movimiento feminista y LGTBIQ+ como enemigo principal, atacando el derecho al aborto y la ESI [educación sexual integral] en las escuelas, y atacando la educación pública en general. En las asambleas, entendimos que era importante salir a contestar ese discurso en las calles y escogimos el 28 de septiembre, una fecha que ya estaba significada como día de lucha por el derecho al aborto. Fue un gesto de vitalidad y de unidad: poner los cuerpos en la calle como lo sabe hacer el movimiento feminista, con un enorme trabajo de coordinación.

Es importante que no sólo respondimos a la ofensiva neoliberal conservadora de Milei, sino también a la otra candidata de la derecha [Patricia Bullrich], que tiene todo un discurso de orden y seguridad en que llama al festejo de las fuerzas represivas. Además, colocamos en el centro la cuestión de la violencia económica que tiene que ver con el ajuste y con el FMI, y que afecta especialmente a las mujeres que tienen a su cargo la responsabilidad de los cuidados de sus hogares y también de sus barrios, en un momento en que más del 40% de la población argentina está bajo la línea de la pobreza, y lo que es aún peor, el 56% de las niñeces [la infancia] son pobres. Es una situación inédita y dramática. Por eso la marcha se desbordó de la fecha dedicada al aborto, haciendo lo que están haciendo los feminismos, que es ligar una cuestión de derechos sexuales y reproductivos con las cuestiones económicas. Logramos coser ambas cuestiones y creo que ha sido la única respuesta antifascista organizada después del resultado electoral.

Los comicios del 13 de agosto –elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), que determinaron los candidatos presidenciales para los comicios del 22 de octubre– dejaron como vencedor a Milei. ¿Cómo se lee desde Ni Una Menos este resultado?

Milei fue el candidato más votado en las PASO, pero el voto se repartió en tres tercios: la ultraderecha en primer lugar, la derecha en segundo y, por último, el candidato del gobierno y ministro de Economía actual, Sergio Massa. Que Milei, un ultraneoliberal reaccionario y negacionista, lograse el primer lugar ha sido desconcertante: se sabía que estaba creciendo en este momento de crisis, pero a todo el mundo le sorprendió.

Ese resultado electoral no puede separarse de una situación económica y política crítica, con una inflación que supera el 120% anual, lo que provoca la sensación de que tus ingresos se devalúan de un minuto a otro. Es una guerra cotidiana a través de la economía, que genera un gran nivel de inseguridad: ese es el principal afecto político con el que estamos lidiando. La inflación está marcando lo que sucede y pulverizando todo lo demás.

La movilización feminista está colocando en el centro una palabra muy utilizada por Milei en sus discursos: la libertad. ¿Por qué es importante esta disputa?

Milei habla de libertad en un sentido neoliberal que se traduce en su propuesta de dolarización de la economía, en la venta libre de órganos o en la ofensiva contra la educación y la salud públicas en nombre de la libertad del mercado. Defiende que hay que privatizar para que las instituciones compitan entre sí por sus “clientes” y financiar a las familias para que elijan a qué escuela ir en lugar de financiar la educación pública.

Aunque se presente como un outsider y hable contra la “casta política”, forma parte de la elite y no entiende lo que significa la inflación en la vida cotidiana de amplios sectores de la población. Por eso, nosotras quisimos producir una campaña de comunicación disputando el contenido de la palabra libertad. Circuló mucho, con consignas como: “Libertad es que tu vieja haya podido jubilarse”, “Libertad es que gracias a la ESI las infancias pudieron contar abusos” o “Libertad es alquilar una vivienda sin pagar en dólares”. Me parece que esa campaña generó un texto colectivo, fue apropiada por diversas organizaciones y se fue creando esa narración colectiva colocando realidades bien concretas, que se condensaron en: “La libertad es nuestra”.

El avance de Milei no es un caso aislado, sino que recuerda al avance de figuras de ultraderecha en Estados Unidos, en Brasil o en varios países europeos. ¿Está canalizando Milei la angustia de la gente en tiempos de crisis e incertidumbre?

Por supuesto, está canalizando esa sensación de inseguridad y precariedad. Un costado importante es que su discurso ha calado en cierto voto masculino joven: canaliza la sensación de inseguridad de varones jóvenes que han tomado los avances del feminismo como chivo expiatorio de sus propios miedos. Milei propone reponer una figura de autoridad que grita y se enoja, y eso está teniendo una suerte de adhesión.

Da la sensación de que, frente a una izquierda tradicional que parece no saber cómo responder a este avance de la ultraderecha, el movimiento feminista sí está sabiendo hacer una demostración de fuerza...

Es por algo que Milei, su discurso, se coloca como contrapunto del feminismo. Porque el feminismo se ha puesto a politizar los vínculos y la vida cotidiana, y eso es algo que la izquierda no logra ni rozar. No tenemos recetas para todo, pero sí somos capaces de poner en crisis lo patriarcal, lo racista, abriendo la pregunta colectiva por cómo reinventar esos lazos o por cómo valorizar lo que históricamente no se ha remunerado.

O, por ejemplo, frente al discurso securitista y racista de las derechas, el feminismo tiene una discusión muy interesante sobre las violencias. El movimiento feminista atraviesa los barrios y las escuelas donde hoy se están nombrando esos problemas y parece que las derechas son las que mejor están leyendo la potencia política que eso tiene: mientras sectores de la izquierda y del progresismo nos siguen desvalorizando, la ultraderecha nos coloca como su principal enemigo.

De hecho, podría decirse que es característico de los feminismos un cuestionamiento de qué es la política...

Exacto. Los feminismos están decididos a hacer política y al mismo tiempo, cada vez, abren la pregunta de lo que significa hacer política. Eso es un desafío enorme que obliga a hacer diagnósticos colectivos, a entender qué significa convertir esos diagnósticos en propuestas y dinámicas de intervención concretas y a articular las dinámicas de la calle con las dinámicas de lo cotidiano. Para el feminismo, esta es una cuestión metodológica clave. Es importante tomar la calle, por lo que conlleva de visibilización pública; pero también es esencial cómo se sigue tejiendo, cómo eso que tejemos tiene repercusión en la organización cotidiana, sin dividir; porque no es que hacemos una marcha y después se va cada una a su casa hasta la siguiente.

Creo que un gran desafío epistémico y político es trabajar desde la incomodidad: entender que no vamos a estar todas de acuerdo y que el hecho de que haya conflicto no es un impedimento de práctica política, sino que hace a la dinámica política.

En ese sentido, es interesante el trabajo que Ni Una Menos viene desarrollando sobre las violencias económicas relacionadas con la deuda, la sobreexplotación del trabajo doméstico, la especulación inmobiliaria, etc.

Sí. Junto a Luci Cavallero, publicamos La casa como laboratorio poniendo el eje en cómo la casa, lo doméstico, se ha convertido en un lugar central para la explotación. El capital está ampliando su frontera en la explotación de los trabajos de cuidados, no remunerados o mal pagados: eso quedó a la vista en la pandemia.

[Por otra parte], la casa es un elemento fundamental para la producción de seguridad en la vida cotidiana: si no sabes si vas a poder renovar el alquiler o pagar la mensualidad, esa incertidumbre se convierte en una fuente de inestabilidad central. El trabajo con Inquilinxs Agrupadxs ha sido muy importante, [y recién lograron] una ley de alquileres que fijaba ciertas reglas [frente a los abusos de ciertos propietarios]. No es casual que, una semana después de las PASO, lo primero que [hizo la derecha en el Congreso de los Diputados] fue revisar esa ley: lo primero que se cuestiona es una norma pensada para proteger a los sectores de la población que no tienen privilegios propietarios; y en esos sectores hay una mayoría de mujeres y personas LGTBIQ+.

¿Qué otras medidas concretas se proponen frente a las violencias económicas?

Algo que vienen reclamando las organizaciones populares, y que es clave, es el reconocimiento del trabajo de las cocineras comunitarias[para lo cual se presentó una propuesta de ley el 5 de junio]. Como dicen las compañeras de La Poderosa, la organización que lo está impulsando, hoy los comedores populares alimentan a diez millones de personas en la Argentina. Lo que se pide es que eso se reconozca como un trabajo. También hay propuestas muy interesantes de las trabajadoras de la tierra, que desde organizaciones campesinas reclaman tierra para las mujeres que la trabajan, así como tierras para emprendimientos productivos de la economía popular.

En Argentina, el feminismo viene caminando de la mano del movimiento LGTBIQ+. ¿Cuál es su lectura de esta alianza?

En Argentina, por suerte, el movimiento es transfeminista. Para el feminismo, las personas travestis y trans son una referencia histórica. Por eso, aquí la discusión sobre un feminismo transexcluyente ha durado muy poco: no ha podido expandirse porque el feminismo popular del que se habla y que se practica aquí está muy arraigado en las organizaciones sociales y los sindicatos, que tienen una composición transfeminista. Por ejemplo, la demanda por un cupo laboral travesti/trans ha sido clave por lo que tiene de reparación histórica y porque cuando las personas trans irrumpen en espacios que les han sido vetados, como pueda ser la universidad, generan toda una reorganización de ese espacio.

This article has been translated from Spanish.